Una profesora de universidad muere atropellada mientras hojea un volumen de Emily Dickinson. Es la destinataria póstuma de un misterioso ejemplar de La línea de sombra, de Joseph Conrad, llegado desde Uruguay en extrañas circunstancias, que va a parar a las manos de un compañero de departamento. Intrigado, este profesor inicia una pesquisa que le lleva a cruzar el Atlántico y descubrir los entresijos de un grupito de personajes que han dedicado su vida a los libros y que han apurado su pasión hasta sus más locas consecuencias.
La casa de papel, de Carlos María Domínguez, es una nouvelle encantadora publicada por primera vez hace más de veinte años con inmenso éxito que ahora rescata la editorial Periférica. Es un libro para bibliófilos que nos habla de hasta qué punto podemos configurar nuestra vida en torno a la literatura. Es una joyita elegante, fluida, cálida, erudita y a la vez cercana, para gente que mima el disfrute de un libro con todos los sentidos, que apura el placer que dan hasta la última gota. Una novela sobre cómo la curiosidad de un hombre se enamora de una historia y se deja cautivar por el más improbable azar.
«Bromeábamos con la idea de sumar la luz de las velas, solo en el caso de las obras anteriores a la luz eléctrica. Puede parecerle una excentricidad del todo innecesaria, pero pruebe a iluminar un cuadro al óleo con velas y advertirá que cobra un aspecto completamente distinto al de costumbre, por mejor iluminado que esté. Es un cuadro nuevo, las sombras cobran vida y se diría que ya no hay diferencia fundamental entre la luz que nace de los pigmentos y el aceite y el cuarto donde se encuentra. Los espacios se prolongan y usted ingresa a una dimensión reveladora. Algo similar ocurre con ciertos libros, ya que una página es, también, un formidable dibujo. Un juego de líneas y pequeñas figuras que se reiteran, de vocal en consonante, con sus propias leyes de ritmo y composición, y nunca es indiferente el cuerpo, la letra elegida, la medida de los márgenes, la solvencia del papel, la numeración a la derecha, centrada, la infinidad de detalles que le dan su prestancia. Por nueva que sea la edición y blanco el papel, a la luz de los cirios se tiñe de una pátina que introduce valores, matices, con maravilloso encanto».
Para muchos, los libros no son solo un entretenimiento, un disfrute o una forma de conocimiento: los libros nos han hecho ser quienes somos. Y no podemos imaginar quiénes seríamos sin su influencia constante a lo largo de toda nuestra vida. Hay gente que lee para divertirse, para entretenerse, para formarse: los bibliófilos leemos para ser. Y, sin duda, por la influencia de ciertos libros somos capaces de casi cualquier cosa. Por ellos cruzaríamos sin dudarlo nuestra propia línea de sombra.