lunes, 28 de junio de 2021

LA ANOMALÍA

Un día de finales de junio de 2021 llega un avión a Nueva York procedente de París. Es el mismo avión que ya llegó a mediados de marzo. Pero el mismo el mismo. Misma tripulación y mismos pasajeros, que creen que están en marzo, porque en marzo se subieron a ese Boeing 787 en París, vestidos de invierno. Han pasado seis horas del embarque y cuando llegan a suelo americano, tras unas turbulencias nada normales, es verano. Y no sólo es verano. Es que nadie puede entender que existan. Ese avión ya existe y está en otro sitio en ese momento. Esos pasajeros ya existen y están en otros lugares haciendo sus vidas. ¿Qué hace toda esa gente dentro de ese avión llegando otra vez a Nueva York casi tres meses después? 

Esta novela me ha estallado la cabeza. Tanto que ni siquiera sé resumirla con coherencia. Y es que coherencia tiene, y mucha, aunque sea tremendamente loca. Está construida a la perfección, como cubos de lego que van encajando unos con otros con naturalidad hasta formar esta escultura fantástica de ciencia ficción. 

Como toda buena novela de ciencia ficción, La anomalía plantea preguntas filosóficas: ¿Cómo reaccionamos ante lo inconcebible? ¿Qué significa la vida cuando deja de ser una experiencia única e individual de cada uno? ¿Cómo hacemos para que el miedo a lo desconocido no legitime la violencia? Preguntas que se van sucediendo, una tras otra, mientras acompañamos a cada uno de los pasajeros de ese Boeing 787 de paradoja en paradoja, con un ritmo ágil y un tono irónico y, por momentos, lírico, que cautiva y emociona. 

No tengo ni idea de a quién le voy a recomendar esta novela. Todavía me estoy reponiendo del viaje, colocando mi cabeza en su sitio, en este mundo. La verdad es que me ha encantado, me ha encantado que toque tantos temas potentes (la homofobia, la pedofilia, el racismo, el fanatismo religioso) y que no se corte en poner contra las cuerdas al lector cuando habla de matemáticas, de literatura, de física y de filosofía. 

No tengo ni idea de a quién le voy a recomendar esta novela. Quizá me salte todo el embrollo del avión y empiece diciendo lo inteligentísima que me ha parecido, el soplo de aire fresco que supone en un mundo editorial en el que la alta literatura casi siempre es seria y nunca jamás se atreve a reírse de sí misma. Quizá diga simplemente: atrévete, es distinta, es muy loca, es rara, sin duda es la novela más especial que he leído este año. 




jueves, 24 de junio de 2021

ENSEÑAR A TRANSGREDIR

Una de las cosas que más le agradezco a mis años de instituto fue la oportunidad de aprender a poner en tela de juicio todo lo aprendido en casa y en mi entorno. La oportunidad de pensar desde otro lugar, alejado de la espesa y difusa red de afectos familiares, de mirarme desde fuera y decidir si lo que siempre había dado por supuesto me gustaba en realidad, si lo quería conservar para mí o no. La escuela me dio las herramientas para tomar esa decisión (o me enseñó cómo buscarlas) y, en el caso de tirar por otro camino, los conocimientos para volver a tejer otros vínculos con otras raíces en otros lugares. La escuela me enseñó la necesidad de confrontar lo aprendido fuera de ella, de cuestionar siempre lo que a simple vista parece obvio. Y afrontar el riesgo de la transgresión con la fortaleza intelectual y emocional necesarias para no salir malparado. 

En la escuela aprendí a ser otra persona. Mientras que fuera de ella estaba inconscientemente tratando de responder adecuadamente a lo que el resto esperaba de mí, en la escuela tuve varios profesores que me dieron la oportunidad de reinventarme, de explorar otros límites, de pensar y expresarme con libertad. Y luego también vi que la escuela podía ser un rodillo destructor capaz de acabar con cualquier expresión espontánea y reprimir cualquier disidencia. Aprendí que en la escuela cabía todo, desde un paraíso democrático pacífico hasta un infierno totalitario y violento, y que había que luchar por defender la libertad de expresarse y de transgredir para aprender. 

En este ensayo, bell hooks (en minúscula, tal y como ella lo escribe) defiende la educación como práctica de la libertad frente a la educación como obediencia a la autoridad. La educación como fomento del espíritu crítico frente a la educación como instrumento memorizador. Siempre me ha espantado ver adolescentes aprendiéndose temas de historia o de literatura de memoria, literalmente de memoria, palabra por palabra tal y como aparecen en el libro de texto o en los apuntes facilitados por el profesor. Es un modelo de educación basado en aprobar exámenes, no en fomentar la curiosidad ni la capacidad de desarrollar un pensamiento propio elaborado. Este es un ensayo contra este tipo de pedagogía aberrante que desdeña la formación de mentes autónomas para dedicar todos sus esfuerzos en formar autómatas vomitadores de contenido. 

bell hooks se educó en un sistema educativo que esperaba que los negros demostraran que podían ser igual de buenos estudiantes que los blancos mediante la obediencia y la conformidad. Cualquier pensamiento crítico era interpretado como una amenaza a la autoridad y a la superioridad de los blancos. Su reacción a este sistema opresivo de aprendizaje fue imaginar otra forma de enseñar más humana, más inclusiva y más creativa. Enseñar desde una perspectiva racial y feminista, desde los márgenes de la sociedad, para señalar la importancia de ver, dentro y fuera de la clase, las distintas capas discriminatorias que pueden lastrar el desarrollo educativo del alumnado. 

bell hooks defiende la transgresión. La transgresión constructiva, no para destruir ni para tumbar sistemas de valores, sino para reformarlos, reciclarlos y convertirlos en más humanos y saludables. Transgredir no es robar un bocadillo en unos grandes almacenes ni rallarle el coche al director déspota de tu instituto. Transgredir es tratar a los alumnos con afecto individualizado en un sistema que los invisibiliza en masas y los convierte en éxitos y fracasos codificados en notas. Transgredir es conseguir que hablen de sus emociones cuando en casa siempre les cortan cuando lo intentan. Transgredir es hacer que participen, que cuestionen lo que les enseñas, que se enfaden si es preciso, y que aprendan a canalizar sus conflictos a través del respeto. Transgredir es necesitar aprender de ellos, constantemente, tanto como ellos aprenden de ti. Transgredir es fomentar que el alumnado valore al profesor, que opine sobre su forma de enseñar, que se manifieste, y que su voz encuentre una respuesta, que sea tenida en cuenta, que sea respetada. Transgredir es construir puentes allí donde siempre te han dicho (y te has dicho) que no se podían construir. 

Yo fui educado en la disciplina castradora pero también en la pluralidad y en la libertad. Yo aprendí a pensar fuera del molde de mi casa y de mi entorno gracias a profesores como bell hooks, profesores que constantemente me confrontaban con mis propias ideas, que constantemente me preguntaban por qué, por qué pensaba esto o aquello o actuaba de una forma u otra, profesores que me despojaban de certezas pero que evitaban a toda costa llenar mi vacío con las suyas. Yo aprendí a pensar en libertad gracias a profesores como bell hooks. Ojalá haya muchas como ella en las escuelas del futuro.  



lunes, 21 de junio de 2021

DOS CHICAS DE SHANGHAI

Siempre he sentido una atracción especial por la cultura oriental, desde mi adolescencia cuando leí La buena tierra y La madre, de Pearl S. Buck, quien ganaría el premio Pulitzer en 1932. La primera se llevó también al cine y tuvo un gran éxito en la década de los cuarenta.

A Lisa See la descubrí en el 2005 con aquel Abanico de seda que tanto me emocionó. Una historia preciosa sobre las lao-tong, las amigas unidas por las casamenteras, igual que hacían con los matrimonios concertados, y que utilizaban un lenguaje especial que solo ellas conocían. 

Dos chicas de Shanghai hace ya unos años que se publicó, pero yo la acabo de descubrir ahora y me ha permitido profundizar en esa misteriosa cultura china donde nada es lo que parece. Los matices en las relaciones familiares y su fuerza inmensa, lo más importante para ellos, pueden trastocar la vida de unas muchachas criadas entre comodidades, en la ligereza del mundo artístico donde por su belleza son modelos para calendarios y que de pronto la inconsciencia de un padre jugador las deja a la intemperie más absoluta.

La falta de oportunidades, la miseria y la barbarie de los soldados japoneses las obligan a emigrar a Los Ángeles, en California, donde viven los dos hombres con quienes las obligan a casarse en un intento por saldar las deudas del padre. Allí sufren los trámites de inmigración y las dificultades de integración en una Chinatown americana siempre con el miedo a ser investigadas, en los años en que ser comunista era lo peor de lo que te podían acusar en Estados Unidos. Lisa See mezcla ficción con historias reales en esta novela histórica que nos acerca a ese mundo tan hermético que fue durante tantos años China, y que coincidió, al inicio de los años cincuenta, con la caza de brujas que puso en marcha el senador Joseph McCarthy con acusaciones infundadas, denuncias, chantajes y toda clase de extorsiones para conseguir declaraciones a cambio de prebendas tantas veces relacionadas con la regularización de los documentos de inmigración.

Hace unos meses ya me había zambullido en la China del siglo XX con Las hermanas Soong, un ensayo biográfico apasionante escrito por Jung Chang. Y también muy recomendables para profundizar sobre este país tan inabarcable son China Fast Forward, de Sergi Vicente y Roja y gris. Andanzas y tribulaciones de un joven corresponsal en China, de Javier Borrás. 

Acercarnos a mundos ajenos nos permite abrir nuestra mirada a otras realidades y darnos cuenta de la riqueza de la diversidad, en todos los ámbitos.




jueves, 17 de junio de 2021

EL TIRANO. SHAKESPEARE Y LA POLÍTICA

Muchas obras de Shakespeare hablan de política. De la ambición política y de cómo todo un país puede caer en manos de un tirano. Le interesaban las causas sociales, las raíces psicológicas y los retorcidos efectos de la tiranía allí donde triunfaba. Como la censura de la época isabelina prohibía cualquier alusión política a la actualidad inglesa en las obras de teatro, Shakespeare eligió personajes históricos e inventados para explorar el ansia del poder absoluto y las catástrofes que provoca. Según Greenblatt, Ricardo III, Macbeth, El Rey Lear o Coriolano no son más que espejos con los que burlaba la censura para retratar indirectamente las pasiones políticas de su época, con tanto genio que su retrato es capaz de reflejar con sobrecogedora nitidez nuestra convulsa vida política. 

En Enrique VI podemos ver a rivales políticos defendiendo que su verdad es tan evidente que sólo desde la pura maldad puede ponerse en duda. Lo cual lleva a la gente a tomar partido por uno o por otro, a opinar metidos en trincheras y a convertir a los adversarios en enemigos. Shakespeare habla del odio como desestabilizador social. De la búsqueda del poder como la canalización de una ira popular. Y de cómo la ira se vuelve violencia en una espiral imparable que desemboca en la tiranía y en el reino del miedo. ¿Os suena de algo?

Para Shakespeare, político es sinónimo de hipócrita. De persona que miente por ambición, que miente para medrar. Y, sobre todo, para minar la imagen del adversario, convertido en enemigo. Describe la política como una guerra en la que es más efectivo destruir la reputación del enemigo que ganarse adeptos. Qué más da que te quieran, lo importante es lograr que el enemigo sea odiado con tal intensidad que tú te conviertas con naturalidad en su alternativa. ¿Os suena de algo?

Mentiras, bulos, indiferencia por los hechos, invención de problemas que no existen para hostigar a minorías, fe en un puñado de ideas fijas que se repiten una y otra vez, resentimiento hacia una difusa élite intelectual a la que se culpa de haber traicionado a las clases populares, ataques a la educación y a la cultura. ¿Os suena de algo?

En este ensayo delicioso, Greenblatt desmenuza la anatomía del tirano de forma que resulta inevitable no pensar en tiranos más contemporáneos. En las obras de Shakespeare hay una crítica mordaz, a veces seria, a veces paródica, de la ambición política que va de Coriolano hasta Ricardo III y cuyos dardos viajan sin esfuerzo cuatros largos siglos para acertar de lleno en la forma de pensar y de actuar de la mayoría de los políticos actuales de extrema derecha. 




lunes, 14 de junio de 2021

EL BUEN NOMBRE

Afortunadamente, nuestras vidas están hechas de accidentes. De desarraigos, de apuestas insensatas, de relaciones suicidas que, por mucho dolor y vértigo que nos produjeran, han conformado con los años lo que consideramos nuestra identidad, y sin las que no seríamos quienes somos. En su momento, esos accidentes nos enfrentaron con una desesperación aterradora, habríamos dado cualquier cosa por poder evitarlos, por seguir la vida trazada y cómoda que pensábamos que nos correspondía. Pero con el paso del tiempo, nuestra forma de superarlos, de levantarnos tras la estrepitosa caída, nos hace sonreír con orgullo: afrontamos la pérdida y el vértigo, y mira qué bien salimos adelante. 

Sobre el impacto del desarraigo en la identidad trata esta maravillosa novela de Jhumpa Lahiri, la primera que escribió, hace casi veinte años, y que ahora recupera Salamandra. El impacto del desarraigo en una pareja de bengalíes que emigran a Boston tras casarse y se establecen en un país que no es el suyo. Vuelven a Calcuta siempre que tienen oportunidad, y cuando están en Estados Unidos sólo se relacionan con bengalíes, no tanto para evitar un racismo blanco del que apenas son conscientes, sino por el afán de preservar su cultura intacta en un país cuya cultura les resulta ajena. Sus hijos, nacidos estadounidenses, ven con fastidio esa veneración de sus padres por sus orígenes, y reivindican que su cultura es la que les rodea, la de sus amigos de instituto, la de la televisión y las hamburguesas, la que les acepta como ciudadanos con pleno derecho con libertad para elegir ser quienes quieran. 

Jhumpa Lahiri escribe con una intimidad estremecedora. Consigue que las emociones emanen de la descripción, del punto de vista íntimo y delicado con el que percibimos cada pequeño detalle: la comida india, la ropa, el olor de las calles o de la cama de la novia universitaria del protagonista. Presta mucha atención a las comidas, a su significado y su forma de definir formas de ser y de cohesionar familias. Y sobrevuela toda la novela una nostalgia profunda que tiene que ver con la identidad desarraigada de los personajes: desarraigada de un lugar, Calcuta, y de un concepto de familia difuso y cambiante. 

Me ha gustado mucho cómo insiste en la pertenencia cultural. Cómo esta puede cerrar puertas en lugar de enriquecer. Los padres bengalíes eligen sus amistades en función de un pasado común mientras que sus hijos prefieren elegirlas en función de sus gustos, con la libertad de no tener que volver una y otra vez a unas raíces que no terminan de ver como propias. Se resisten, de una forma u otra, a que las raíces de sus padres les definan. A que su forma de vivir hacia dentro les impida a ellos vivir hacia fuera, abrazar lo distinto, fundirse en múltiples formas de vivir. 


Jhumpa Lahiri

La identidad cultural es un refugio donde abrazar lo conocido y sentirse a salvo, pero también puede ser una religión limitadora, unos anteojos que no permiten acceder más que a una pequeña parte de la gente y del mundo: aquella que entiende y comparte sus rituales.

Para Ashima, "ser extranjera es una especie de embarazo interminable: una espera perpetua, un carga constante, la continua sensación de no sentirse bien. Es una responsabilidad que no cesa, un paréntesis dentro de lo que en otro tiempo fue una vida ordinaria, que se cierra al descubrir que esa vida anterior se ha esfumado, ha sido reemplazada por algo más complejo y de una exigencia mayor. Como un embarazo, Ashima cree que ser extranjera es algo que despierta la misma curiosidad en los desconocidos, la misma combinación de lástima y respeto". 

Su marido, Ashoke, en una excursión a la playa a principios del invierno con su hijo, le dice: "Recuerda que tú y yo hicimos este viaje, que fuimos juntos a un lugar más allá del cual no quedaba ningún sitio al que ir". Ese sitio, un saliente rocoso en el océano, también es su país de acogida, un lugar de destino más allá del cual sólo podrán llegar sus hijos, libres del peso de su tradición bengalí. 

El punto de vista de esta novela no es político. La autora explica en el epílogo de una reciente edición británica que hace veinte años no veía la xenofobia como un problema candente. El conflicto no era que un país restringiera la libertad de sus minorías, sino que esas minorías no quisieran disfrutar de la libertad que ese país les ofrecía. Hoy las cosas han cambiado mucho. Y podemos hacer también una lectura política sobre la identidad desde los dos frentes. Jhumpa Lahiri defiende que nuestra identidad es dinámica y está sometida a cambios continuos. Que querer mantenerla fija y cerrada para tratar de salvaguardarla no sólo nos vuelve intransigentes e infelices, sino que la empobrece. Uno de los mayores valores de El buen nombre es que, aunque describa un mundo que en buena medida ha desaparecido, los temas que trata siguen interpelándonos con una vitalidad dolorosa en este mundo nuevo en el que vivimos. 




jueves, 10 de junio de 2021

JERUSALÉN, SANTA Y CAUTIVA

Quiero ir a Jerusalén. Quiero ir ahora, aunque todavía tiemblen las calles de la tensión por el reciente estallido de violencia. Quiero entrar en la ciudad vieja por todas sus puertas, perderme en el laberinto de sus calles, respirar el bullicio y la desconfianza, sentir cómo rezuma y se desborda y dificulta la convivencia la veneración por lo sagrado que se agolpa en ese kilómetro cuadrado atiborrado de historia. Antes no quería. No quería ver los muros, las heridas de la limpieza étnica, no quería ver las armas de los israelíes en las calles. No quería saber nada de un estado que sólo ha sabido consolidarse humillando a los que consideran extranjeros. Pero ahora sí. Ahora quiero ir. Ahora quiero descubrir la Jerusalén en la que vive Mikel Ayestaran con su familia. Quiero que todo lo que he visto, sentido, olido, escuchado y saboreado leyendo estas páginas se haga realidad. 

Este no es un libro especialmente político, aunque evidentemente es imposible escribir sobre Jerusalén sin hablar del conflicto entre israelíes y palestinos. Que, por cierto, no sólo es un conflicto religioso, como parece muchas veces después de escuchar los informativos. El hostigamiento de los cristianos de Israel y de los territorios palestinos muestra que también es un conflicto por el control de la tierra y sus recursos. Cada vez hay menos cristianos en Israel, principalmente por la crisis económica y por la ocupación israelí, que hace la vida de las minorías muy difícil. 

Jerusalén es una ciudad asfixiada por la religión y las identidades excluyentes que, sin embargo, encierra pequeños secretos llenos de luz, gracias a los perspicaces ojos de Mikel Ayestaran, que sabe ver más allá de las piedras antiguas para encontrar en lo cotidiano historias maravillosas. Como, por ejemplo, el espíritu de la navidad cristiana en la piel de un palestino vestido de Santa Claus en pleno julio. O el preciosismo de las cerámicas armenias, introducidas a principios del siglo XX por los armenios que huían del genocidio turco y que nunca han dejado de sentirse extranjeros en Jerusalén, a pesar de tener barrio propio. 

Mikel Ayestaran nos propone un recorrido por la ciudad vieja de Jerusalén a través de sus ocho puertas y sus cuatro barrios. "Una ciudad competitiva, en la que todos retroceden en el tiempo para ser los primeros en algo". Los primeros o los elegidos, como se considera a sí misma la comunidad ultraortodoxa, que ve la vida en blanco y negro. La cantidad de cosas que les parecen condenables es abrumadora e imposible de entender si no se vive dentro de sus cabezas. Un mundo cerrado, regido por normas férreas, del que es muy difícil salir, y al que es imposible regresar para los pocos que deciden escapar de él. 

Después de leer este libro sé mucho más sobre Jerusalén. Y entiendo mucho menos. Quizá por eso quiero ir. Para entender. Para tocar las piedras milenarias, probar el hummus de Abu Shukri y soportar la aspereza de los israelíes. Para tratar de descifrar qué significa Jerusalén para la gente que vive allí, qué cantidad de espacio emocional y simbólico puede ocupar una ciudad en la vida de tanta gente. 




lunes, 7 de junio de 2021

LAS PREGUNTAS SIGUEN

Si la Humanidad estuviera gobernada por mentes tan lúcidas como las de Adela Cortina, Naomi Klein, Muhammad Yunus o Facundo Manes, creo que conseguiríamos mejorar rápidamente este mundo. En este breve libro, Iñaki Gabilondo conversa con estos personajes, además de Karen Armstrong, sobre problemas candentes que nos afectan a todos. 

El título de la entrevista a Adela Cortina, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política, es: ¿Es posible una sociedad sin aporofobia? El valor de las personas. Hace veinte años que Adela Cortina acuñó esa palabra, "aporofobia", pero no ha sido hasta el 2017 que entró a formar parte del diccionario de la Real Academia Española. No hay datos de la magnitud de esta agresión porque es difícil de cuantificar, no se denuncia. La hospitalidad tan habitual en países del tercer mundo no es solo una virtud, es un derecho que todos deberíamos reclamar. Siendo optimistas quiero pensar que de la misma manera que se ha acabado, hasta cierto punto, con la esclavitud o con las diferencias raciales, al menos ante la ley, debemos avanzar en la eliminación de la pobreza, esa gran lacra, porque construir esperanza es fundamental, es también la opinión de Adela Cortina.

El tema que trata Iñaki con Naomi Klein es: ¿Estamos al límite? Crisis climática y doctrina del shock hoy. Hace años que Naomi lleva hablando en sus libros sobre el auge del brazo publicitario del capitalismo que vende ideas en lugar de productos. El mejor ejemplo ha sido Trump, dice, un empresario nefasto que ha perdido dinero con todos sus negocios, pero que ha sido un experto en marketing y un genio en construir imagen de marca, vender humo, una ilusión a los que se sienten desamparados, que no son felices con sus vidas y quieren perderse en una fantasía de poder y privilegio.

Naomi Klein


Su activismo por la naturaleza, y en concreto con las tribus sioux de Standing Rock, fue extraordinario para frenar la construcción de un gaseoducto que atravesaba sus tierras. En Canadá, donde ahora reside, empiezan a cambiar las cosas. El mundo muestra una mayor sensibilidad antes los temas medioambientales, a pesar de la nefasta influencia de la ultraderecha.

Muhammad Yunus es uno de mis referentes favoritos. Le sigo desde hace más de cuarenta años, desde que inició su gran invento, los microcréditos en Bangladesh. Merecido Premio Nobel de la Paz en 2006 y Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998, fundó Grameen, un banco dedicado a suministrar a las personas más pobres minúsculos préstamos con el objetivo de ayudarles a salir por sí mismos de la pobreza. La confianza es la base de su éxito. El porcentaje de devolución de los préstamos es del 99%. 

Su libro Un mundo de tres ceros significa Cero pobreza, Cero desigualdad, Cero contaminación. Los bancos tradicionales no daban créditos ni a las mujeres, aunque tuvieran dinero, ni a los pobres. Seis años después del inicio de Grameen, el 50% de los créditos se concedían a mujeres porque gestionaban mejor el dinero que los hombres, pensando antes en los demás, en los niños, la alimentación, la ropa, la vivienda. Los hombres en cambio solo miraban por sí mismos. Ahora trabajan en un 97% con mujeres de forma local y en un 100% globalmente.

Muhammad Yunus


Se queman kilómetros y kilómetros de bosque para cultivar soja con la que alimentar cada vez más vacas porque a la gente le encanta comer carne. ¿Dónde queda el interés colectivo? Necesitamos empresas sociales que resuelvan problemas. Emprender es creatividad, nacemos y crecemos como personas creativas. El capitalismo nos dice que solo unos pocos pueden emprender y que los demás tendrán que trabajar para ellos. En cuanto nos convenzamos de que todos somos emprendedores todo puede cambiar. Para eliminar la pobreza hay que cambiar el sistema.

Facundo Manes es uno de los más importantes neurólogos y neurocientíficos del mundo y el tema de su conversación aquí es Desafíos tras la pandemia desde la neurociencia. Me han dado tranquilidad las aclaraciones tan prácticas que me ha trasmitido sobre la arquitectura del pensamiento, la conciencia y las memorias, porque no es una sola memoria la que tenemos. Decía García Márquez: "la vida no es la que uno vivió sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla" porque la memoria es un hecho creativo. Otro aspecto fascinante de la memoria es el olvido y uno olvida casi todo en la vida, básicamente queda en la memoria solo lo que nos emocionó o nos interesó. Luego está la memoria espacial, su área es el hipocampo que está en la base del cerebro y se dedica a los actos más recientes. Con la edad el hipocampo se va desgastando y a partir de los 65 años se desgasta un 1% anual, aunque ya a partir de la treintena se empieza a perder memoria. Eso no es nada grave porque con frecuencia la compensamos con sabiduría, experiencia o reflexión.

He dejado para el final a Karen Armstrong, un referente mundial en la historia de las religiones, profesora de la Universidad de Londres. Comparto pocas cosas de las que aquí expone. Habla de las Escrituras, tanto del islamismo, el judaísmo, el cristianismo y otras como las de India o China como si la empatía, la misericordia, el respeto por la vida de los demás o la justicia social fueran prerrogativas religiosas con un mandato general: No impongas a los demás aquello que no desees para ti.

En mi opinión estas prerrogativas morales y éticas son intrínsecas al ser humano, al margen de mandatos religiosos. Las religiones creo que las han inventado los hombres para defenderse del miedo a la muerte y a la ignorancia, y a medida que estos miedos van cediendo gracias al conocimiento y la mayor educación, la cuestión religiosa va perdiendo adeptos. 

El mundo de la postpandemia necesita el análisis crítico y la capacidad de los grandes pensadores para abrir nuevos caminos que nos ayuden a enfrentar los desafíos del futuro con esperanza. Este libro abre muchas vías en esa dirección. 




jueves, 3 de junio de 2021

EL ESPEJO DE UN HOMBRE. VIDA, OBRA Y ÉPOCA DE WILLIAM SHAKESPEARE

No sabemos casi nada de la vida de Shakespeare a ciencia cierta. Y esto ha alimentado toda una serie de teorías conspirativas sobre si realmente fue él quien escribió las obras que se le atribuyen. Pero a pesar de la falta de manuscritos y de pruebas que confirmen directamente lo que siempre se ha dado por hecho, estudiosos de su obra como Stephen Greenblatt pueden aportar cantidades ingentes de hipótesis que ayudan a fijar la idea de Shakespeare como el autor (hermético y escurridizo como pocos) de una de las obras más brillantes y profundas de la literatura universal. 

Y es que es increíble lo herméticas que son sus obras. Incluso la intimidad de los sonetos, a simple vista, no desvela nada de quien los escribió. Shakespeare tendió un velo maravillosamente tupido entre su público y él mismo. Y aunque nunca sabremos exactamente por qué, Greenblatt tiene el don de interpretar las formas cambiantes tras el velo y darnos una serie erudita y amenísima de hipótesis sobre quién pudo ser en realidad uno de los mayores genios teatrales de todos los tiempos y qué motivos le llevaron a esconderse tras sus obras como lo hizo. 

Escepticismo, ironía, narcisismo, diversión, rebeldía, amor, fantasía. Su obra desborda emociones e ideas. Y resulta fascinante cómo Greenblatt (cuya amenidad y pasión ya me encantaron al hurgar en misterios históricos clave en El giro) las proyecta en una imagen poliédrica y profunda de un Shakespeare que pudo ser o no, pero que resulta seductoramente creíble. 

Me ha gustado descubrir un detalle que no conocía: la educación católica que probablemente recibió de sus padres, en un país protestante en pleno conflicto religioso. En una reforma de la casa natal en Stratford llevada a cabo en el siglo XVIII, se descubrió entre las vigas del tejado un documento católico clandestino firmado por John Shakespeare, el padre de William. Y esto da pie a Greenblatt para esbozar una serie de hipótesis maravillosas sobre la importancia de la clandestinidad religiosa en las obras y en la vida de Shakespeare. Y para constatar que, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, no hay religión por ninguna parte en sus obras. No hay santos ni fanáticos ni héroes ideológicos. Es una obra abiertamente profana y alejada de toda mística religiosa. De hecho, "la única santidad en la que parece que creyó apasionadamente Shakespeare toda su vida deriva precisamente del asunto y de las emociones que [los católicos] deseaban que sus discípulos evitaran a toda costa: la santidad erótica."

Greenblatt defiende que la de Shakespeare es una obra escandalosa, liberada del honor y de la religión para crear un mundo entero y legítimo. No hay ni una sola mención al dios cristiano. Y la única ocasión en que aparece el honor es en este monólogo de Falstaff, no precisamente respetuoso: 

"¿Puede el honor soldar una pierna rota? No. ¿Un abrazo? No. ¿Mitigar el dolor de una herida? No. ¿El honor carece, entonces, de habilidades quirúrgicas? Así parece. ¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en la palabra? Viento. ¡Bonito resultado! ¿Quién tiene honor? El que se murió el miércoles pasado. ¿Lo siente? No. ¿Lo oye? No. ¿Es el honor insensible, entonces? Para los muertos, sí. ¿Y en los vivos, no vive? No. ¿Por qué? La calumnia no lo deja vivir. Dado lo cual, yo no quiero saber nada de él". (Enrique IV). 

Uno de los rasgos que más me gustan de las obras de Shakespeare, que Greenblatt no se cansa de explorar, es la naturalidad con la que se ríe de sí mismo. Es decir, de personajes que actúan como él en la vida real, ya sea presumiendo de escudo de armas o de riqueza en bienes inmobiliarios, o bien que dedican toda su vida al mundo del espectáculo y la actuación, fingiendo ser quienes nunca podrán ser. 

Leer este libro es una inmersión en la época isabelina para tratar de desentrañar su vida. "El deseo de explorar la vida de Shakespeare surge en su totalidad de la poderosa convicción de que sus obras y sus poemas provienen no solo de otras obras y otros poemas, sino de cosas que conocía de primera mano en su cuerpo y en su alma". Desentrañar las vivencias del autor a través de la vida sublimada en su obra es una tentación en la que han caído muchos autores. La más reciente ha sido Maggie O'Farrell recreando en Hamnet la vida familiar del escritor, con maravillosa fortuna. Hay pocas tareas más fascinantes. Aun cuando el velo nunca nos deje ver más que sombras y sueños tras la belleza de su poesía. 

"Somos de la misma materia que los sueños
y el sueño envuelve nuestra breve vida".