lunes, 30 de septiembre de 2019

EL COLLAR DE LÁGRIMAS

Es difícil hablar de este libro. Uno se da cuenta nada más abrirlo. Y no es por falta de palabras. Uno podría contar su contenido en una frase y luego escribir toda una novela sobre todo lo que esa frase puede significar en la vida de una persona. Pero tanto la frase como la novela serían caminos secundarios, rodeos que no terminan de llegar adonde llega este libro en apenas unos segundos de impacto visual. 

Este libro trata de lágrimas. De lágrimas infantiles y lágrimas adultas, todas tan parecidas. De su variedad inagotable, de sus orígenes y sabores. Trata de lágrimas y de qué hacer con todas ellas. Secarlas. Contenerlas. Olvidarlas. O, por ejemplo, reunirlas todas, ponerles nombre y ensartarlas una a una en un collar. 

Es difícil hablar de este libro. Uno lo abre y de inmediato le entran ganas de quedarse a vivir un rato largo en las ilustraciones. Repasar las frases y perderse en las figuras, dejando que texto e imagen se enriquezcan, como dos ingredientes mezclando sus sabores en la olla hasta crear algo totalmente nuevo que antes no existía. Uno lo abre y nota que cuesta cerrarlo. Y pide un ratito más. Un poquito más. Como en esos abrazos de los que cuesta tanto tanto soltarse. 


jueves, 26 de septiembre de 2019

ENTRE SOMBRAS Y SUEÑOS (ANTOLOGÍA POÉTICA)


 

Tiene mi ánimo
sed de horizontes.
Tiene mi pluma
sed de cantares.
Lleva mi alma
claros acordes
de tierras gélidas
y tropicales. 

Hay una risa juvenil en los primeros poemas de Concha Méndez. Una risa que invita a cerrar los ojos y dejarse bailar por música de swing. Una risa que dice déjate llevar, déjate llenar por lo que te invada en cada momento, y si hace falta liberarte de unas reglas, unos padres y un destino, libérate y rompe con todo. Es el deseo de toda mujer joven que albergue un espíritu inquieto: ensanchar su mundo, hacerlo suyo. Muchas lo ponen por escrito y lo convierten en sueño. Pocas se atreven a bajarlo a la realidad y ponerlo en práctica. Concha Méndez fue una de ellas. 

De piedra siento el silencio
sobre mi cuerpo y mi alma. 
No sé qué hacer bajo el peso
de esta losa. 
Tendida estoy a la noche
-árbol de sombra sin ramas-.

Parece el tiempo dormido,
parece que no soy yo
quien está a solas conmigo. 

Luego llegaron los años treinta, con proyectos y viajes y la sombra de una guerra que desbarató sueños, proyectos y una carrera literaria. El silencio del exilio se impuso. Un silencio que parecía un paréntesis pero que se prolongaría y prolongaría hasta convertirse en su vida. El swing se fue apagando, primero en Cuba y luego en México, y las ausencias convirtieron aquellas melodías ruidosas en notas íntimas, calladas, que su ánimo aun así sostenía. 

No vengas, muerte, todavía,
que aún tengo que tejer la larga escala 
que ha de subirme allá donde deseo.

Vine para algo más que pasar como sombra.
dentro de mí una luz quiere salir afuera.
No vengas todavía, dale tiempo a mi tiempo. 

Trasplantada a la fuerza en otro continente, sacudida por el olvido, la separación y la muerte, la raíz de su poesía seguía viva. Aquella sed de horizontes y aquellos acordes seguían resonando en su interior, ecos imborrables de aquellos locos años veinte en los que Lorca, Alberti y Neruda le daban sus versos para que ella los cuidara y los lanzara al mundo. 




lunes, 23 de septiembre de 2019

UNA VOZ ESCONDIDA

En la librería, a menudo me encuentro con gente que se sorprende de que todavía sigamos abiertos. De que, a pesar de la crisis, Amazon, las descargas y el olvido institucional por nuestro gremio, todavía haya gente que venga a nuestra librería a comprar libros. Como para mí los motivos de acudir a una librería son tan obvios, siempre me sorprende su sorpresa. Y concluyo que, dado que ellos, por el motivo que sea, ya no acuden nunca a una librería, sencillamente han dejado de recordar los motivos por los que otras personas lo siguen haciendo. Al perder el hábito de comprar en librerías, perdieron también la capacidad de imaginar que ese hábito sigue vivo. 

Es como cuando uno, tras pasarse toda la vida rodeado de gente y medios de comunicación afines a su ideología política, constata tras unas elecciones que el partido de ideología opuesta no solamente sigue existiendo sino que ha obtenido millones de votos. ¿Cómo es posible? ¿Pero es que hay una realidad ahí fuera distinta de la que yo percibo, distinta de la realidad que me resulta cómoda, y no me había enterado? 

Shahab, el protagonista de esta novela es un niño que no habla. Y como no habla, toda su familia piensa que es mudo. Y como es mudo, debe ser también tonto. Excepto a su madre, a nadie se le ocurre que un niño pueda hablar y no lo haga. Excepto a su madre, a nadie se le ocurre que un niño pueda ser inteligente y demostrarlo sin palabras. Este niño es una realidad distinta de la que las personas que lo rodean están acostumbradas a percibir. Una realidad incómoda, llena de incógnitas. Una realidad incomprensible, pues nadie acierta a imaginarla. Una realidad que desafía la ignorancia de aquellos que piensan que sin lenguaje hablado no hay inteligencia. Una realidad inaceptable. 

La novela transcurre en Irán y pone voz a dos sensibilidades, la de un niño que no habla y la de su madre que sufre, contra las convenciones y la rigidez de una sociedad que no acepta excepciones a sus reglas. Es una novela inocente y apasionada, y tan universal que cuesta recordar que estamos en un país tan lejano con una cultura tan distinta a la nuestra. No hay más que darse un paseo por la actualidad diaria para constatar la cantidad de voces airadas que se levantan contra cualquiera que muestre un rasgo de carácter o identidad que se salga de la norma, ya sea no hablar, besar a una persona del mismo sexo, tener la piel oscura o un acento de país árabe. 

El mundo está lleno de Shahabs. De diferentes. De sensibilidades que escapan a la imaginación de la mayoría. Y novelas como esta nos recuerdan que la mayoría de los juicios negativos que emitimos sobre las conductas inesperadas de los demás surgen de la ignorancia. Es decir, que criticamos sin tener ni idea. Y casi siempre, precisamente porque no tenemos ni idea. 

Uno no puede sentir lo que no puede imaginar. Y uno sólo puede imaginar aquello que en algún momento ha visto u oído. Para imaginar hay que saber que existen realidades más allá de nuestro alcance. Y querer ir a su encuentro, para ponerles palabras. Querer extender los dedos. Y atreverse a tocarlas. 




jueves, 19 de septiembre de 2019

UNA MUJER INOPORTUNA

Son ricos. Descaradamente ricos. Llevan tantas generaciones nadando en millones que ni siquiera conciben que se pueda realmente vivir de otra forma. Son elegantes y directos, caminan por el mundo como si este les perteneciera y consideran normal dictar titulares y sugerir a los periodistas qué noticias es mejor que no publiquen. Tampoco tienen reparos en pedirle a un comisario que no investigue esta estafa o aquel homicidio. No hay nada que deseen que no puedan obtener y ningún error o crimen que su dinero no pueda borrar. Son gente acostumbrada a la veneración pública, y si su vida es tan perfecta e intachable es simplemente porque son demasiado importantes como para que sus corrupciones queden registradas en algún sitio.

Son poderosos. Descaradamente poderosos. Pero su poder se asienta sobre la imagen que proyectan en los demás. Sobre el miedo en los ojos del periodista o del comisario cuando escuchan su apellido por teléfono. Su poder depende de la fascinación que provocan. Y no saben que tanto el miedo como la fascinación son volátiles, que esa cosa intangible tan importante para ellos llamada reputación se puede romper en mil pedazos con un simple error. Que un deseo prohibido puede hundir su posición social como una ráfaga de viento haría con un castillo de naipes. 

Dominique Dunne ha retratado en esta novela la vida frívola y desmesurada de las clases altas californianas de los años noventa. El protagonista, Jules Mendelson, es un experto en asuntos financieros, acostumbrado a llevar una vida basada en la respetabilidad y en el poder, en la influencia sobre la sociedad ejercida siempre por detrás, en la sombra, siempre en beneficio propio. Porque lo que es bueno para la familia Mendelson es también bueno para los demás. Y no hay nada en lo que Jules Mendelson crea con mayor fe. Sin embargo, no todo es dinero en la vida de las clases altas. Ni cenas elegantes. Ni cotilleos, ni trapicheos en la sombra. También hay deseo. Y tentaciones. Y un montón de cosas sencillas y normales que la moral cicatera estadounidense consideraría pecado inadmisible. 

Me ha gustado la prosa elegante de Dunne. Escribe con la fluidez de un buen bailarín y he disfrutado de las casi seiscientas páginas de Una mujer inoportuna como de un baile incansable y embriagador. Y me ha hecho pensar en la importancia que damos a la opinión de los demás para definir nuestra identidad. En cómo una decisión íntima puede destruir la vida de una persona. Y cómo la moral, esa moral mezquina y miserable heredada de tantos siglos de mojigatería cristiana, puede hundir en la miseria a las personas que osan desafiar los convencionalismos sentimentales. 

Esta novela me ha enseñado una vida que nunca conoceré, pero que no termina de resultarme ajena. Qué lejos pueden quedar ciertos lujos y cierta omnipotencia. Y qué cerca la furia de los que se ofenden por las intimidades de las vidas ajenas. 




lunes, 16 de septiembre de 2019

LA EDAD DE LA LUZ

Una historia absorbente, intensa, sensual, creativa. Una ficción inspirada en la vida de dos fotógrafos que marcaron historia, Lee Miller y Man Ray. Una relación tormentosa pero fructífera artísticamente que se inició en 1930 y apenas duró tres años. 

Lee (1907-1977) era hija de un fotógrafo alemán que desde niña la utilizó para sus fotografías, incluso en desnudos. Fue violada a los siete años por un amigo de la familia y esa circunstancia marcó, como es tan frecuente, una vida difícil y llena de contradicciones.

A los diecinueve años fue portada de Vogue y durante dos años ejerció de modelo en Nueva York. Asqueada de este tipo de vida, se trasladó a París con el deseo de ser fotógrafa, conoció a Man Ray, quien ya tenía un estudio, y empezó siendo su ayudante, pero en poco tiempo se convirtió en su musa y amante en el excitante y bohemio París de los años treinta.

Participaron ambos en el movimiento surrealista creando imágenes ingeniosas, humorísticas y eróticas. Lee descubrió una técnica que llamaron solarización, que Ray se adjudicó como si hubiera sido una invención solo suya. También muchas de las fotografías que él firmó habían sido hechas por Lee, incluso recibió a su nombre un premio importante en Estados Unidos por una obra realizada por Lee. Ella era su propiedad y todo lo que la concernía era suyo. 

En los años treinta Lee le abandonó y regresó a Nueva York, abriendo allí un estudio propio. En París participó en una película de Jean Cocteau, con quien se consolaba de los desaires de Ray. También conoció a Paul Eluard, Pablo Picasso y Tatiana Yákovleva, la sofisticada moscovita cuya hija escribió aquella estupenda biografía titulada Ellos

Al final de la Segunda Guerra Mundial se involucró como fotógrafa de guerra en dejar constancia de la barbarie que esta había supuesto, los efectos del napaln en el asedio a Saint Malo por el ejército norteamericano a las órdenes del General Patton, que con sus bombardeos destruyeron la mayor parte del pueblo en 1944, la liberación de París, la batalla de Alsacia o el horror de los campos de concentración.

La edad de la luz ha sido una lectura apasionante que me ha trasladado a una época que nunca deja de fascinarme.

Lee Miller




martes, 10 de septiembre de 2019

NUEVAS TARDES EN LA LIBRERÍA

Una de las cosas que más me gustan de trabajar en la librería es la oportunidad de encontrarme con gente peculiar. Buscar el tono y el momento para escribir sobre sus peculiaridades. Y acabar descubriendo que casi siempre son las mismas peculiaridades que todos llevamos dentro.

Todo empezó como si nada. Las frases sueltas se convirtieron en anécdota. Las anécdotas en un género libresco. El género se convirtió en libro. Y ahora el libro ha engendrado descendencia. Y todo esto me ha hecho disfrutar del oficio librero como nunca habría pensado.

Mil gracias a todos los que habéis acompañado las andaduras de estas tardes en la librería. Este es mi pequeño homenaje a las pequeñas librerías y a toda la vida que se esconde en ellas. Brindemos por que vivan una larga larga vida.






lunes, 9 de septiembre de 2019

DESCONOCIDOS (firma invitada)

¡Cómo me cuesta a veces recomendar libros a adolescentes! Siempre tengo miedo a equivocarme y que esa decepción lectora les lleve a abandonar lo que para mí es una pasión. Los jóvenes actuales tienen una forma de ocio muy marcada por el mundo digital y sus amigos, y arrebatarles ese tiempo para poner en sus manos una novela que les defraude puede resultar a veces un desastre.

En eso pienso cuando en el instituto me piden recomendación y quien lo hace no es una persona muy habituada a leer. Sé que la decepción lectora no es la misma en un lector avezado que en uno principiante. Por eso, cuando alguien que no está acostumbrado a los libros da el paso de buscar algo que llevarse a las manos, la responsabilidad es tremenda. También lo es cuando desde los departamentos de Lengua y literatura elegimos la lista de libros obligatorios para el curso. Muchas veces acertamos y otras muchas, no. A veces es cuestión de suerte, de dar con los gustos, pero creo que hay más condicionantes que entran en juego.

Uno de los requisitos fundamentales para saber qué les gusta a los adolescentes es conocerlos bien. Y cada uno es un mundo: no hay un adolescente único, aunque a veces parezca que se disfrazan con la máscara y cumplen su rol. Creo que David Lozano, el autor de Desconocidos, está muy al tanto de esta realidad, por eso en esta novela ha dado con la llave para convencerlos a todos. Creo que su novela encaja a la perfección con diferentes perfiles e incluso con diferentes edades –yo la recomendaría a partir de los catorce años–.

Premio Edebé de literatura juvenil en 2018, Desconocidos es una obra que engancha desde el primer momento porque es capaz de ponerse en la piel de dos jóvenes que acaban de conocerse en persona después de dos meses de charlas nocturnas a través de las redes sociales. La novela juega con esa idea tan manida en la literatura sobre los juegos de identidad y que nadie es quien parece, pero lo hace de una forma nada previsible y que mantiene el interés hasta el final.

La estructura del libro propone dos tramas que se suceden de forma paralela y están unidas por una misteriosa muerte. Así que a la vez que vamos conociendo los sentimientos y emociones de los dos jóvenes, asistimos a la investigación por la muerte de otro chico que parece que tiene algo que ver con ellos.

La novela ahonda en la psicología de los personajes: ¿cómo puede una joven de diecisiete años arriesgarse y dar el paso para conocer a alguien por primera vez sin tener más pistas que unas conversaciones en Twitter?, ¿qué motiva a un universitario a llevar una doble vida?, ¿por qué querría suicidarse un adolescente?, ¿cómo librarse del acoso de un exnovio?

David Lozano sigue confirmándose, con esta novela, como uno de los autores de literatura juvenil, dentro del género de misterio, más destacados y que mejores historias nos puede seguir ofreciendo.




jueves, 5 de septiembre de 2019

MANDELA Y EL GENERAL

Hace unos diez años leí aquella maravilla titulada El factor humano, de John Carlin (de la que luego Clint Eatswood hizo una gran película con Matt Damon y Morgan Freeman). Me impactó. Me impactó muchísimo. Me enseñó que la política, el deporte y la ideología no tienen ningún sentido si no es a través de su factor humano. Que lo urgente y lo imprescindible consiste siempre en borrar las ideas y los cálculos para ver a las personas detrás de cualquier decisión, de cualquier empresa. Nelson Mandela, con todas sus contradicciones, es un ejemplo, para mí, de hasta qué punto la capacidad de perdonar y de seducir al adversario puede sanar y unir a una comunidad herida por el odio y la violencia. 

Aquel libro trataba la liberación de Mandela y sus primeros años como presidente a través de una historia de rugby. Me gustó mucho cómo Mandela convirtió el deporte nacional, un deporte de blancos jugado por blancos, en un símbolo que pudiera hermanar a todos los sudafricanos. El rugby, sospecho, no era más que una excusa. Cualquier cosa que pudiera resultar útil para combatir el odio racial debía ser aprovechada. 

En este cómic, John Carlin retoma aquellos años pero bajo un prisma diferente. Mientras que en El factor humano el rugby era el motor de la historia, aquí el eje es la relación que tuvieron Mandela y el general Constand Viljoen, un militar reverenciado por los más fervientes defensores del apartheid. Este general lideró un movimiento armado, de estética e inspiración inquietantemente nazi, que defendía la necesidad de una sudáfrica exclusivamente blanca y que a punto estuvo de provocar una guerra civil.




A principios de los años noventa, Sudáfrica era un país inestable. El odio racial, alimentado por cincuenta años de violencia institucionalizada, había cristalizado en la amenaza de una guerra civil. Mandela comprendió que el peligro consistía en que los blancos, tal y como decían sus proclamas, siguieran pensando que los negros eran unos perros rabiosos, sedientos de venganza, que querían acabar con todos ellos. Para combatir esa idea, se le ocurrió hacer lo que ya le había funcionado otras veces: invitar a Constand Viljoen a tomar el té. Y, de nuevo, ocurrió el milagro. Viljoen descubrió que ese hombre, tras pasar más de treinta años encerrado en una cárcel por culpa de sus ideas, no sólo no estaba sediento de venganza, sino que ofrecía una sonrisa, una inteligencia despierta y las manos abiertas al líder de los que lo querrían muerto, con el objetivo de salvar a su país, el país de los dos, de un baño de sangre. 

Este cómic cuenta esta historia con unas ilustraciones veloces y directas, de trazo afilado y pocos colores. Retrata en pocas páginas aquel momento decisivo, y esa extraordinaria capacidad de Mandela para desactivar el odio con la seducción de las palabras, que tanta falta nos hace a todos siempre.




lunes, 2 de septiembre de 2019

INDESTRUCTIBLES

A menudo es en la alegría donde reconocemos al otro como un igual. En la risa. Las carcajadas son un espejo en el que todos nos miramos y nos reconocemos como iguales. La tragedia, sin embargo, casi siempre encierra el enigma de la culpa. Uno llega al sufrimiento por caminos tortuosos, llenos de tropiezos y de errores, y nunca es fácil saber distinguir cuánta responsabilidad tiene uno en sus propias desgracias. La tragedia nos despierta la compasión, mientras que la risa nos conecta a un nivel más instintivo, más profundo. No hay cálculo en dos personas que se ríen a la vez por el mismo chiste. El espejo es transparente. Tú eres yo y yo soy tú porque nos reímos a la vez y por lo mismo. 

Al igual que hizo con su primer libro, Océano África, Xavier Aldekoa insiste en las historias de Indestructibles en que dejemos de tratar de entender África solamente a través de sus heridas. Que dejemos la mirada compasiva y la sensibilidad blandita y nos acerquemos a sus historias a través de todo lo que no duele, que también es vida. "Si más allá de contar el sufrimiento, las conversaciones giran también alrededor de la vida, algo mágico ocurre: la superviviente se convierte en una niña que odia las espinacas, que baila y canta y que hace trampas al parchís cuando su hermana no mira. Que tiene problemas, miedos y dudas, por supuesto, pero sueños también. Como nosotros". 

Esta voluntad de acercarse al otro para reconocerlo como ser humano, y a la vez reconocerse en él, me parece uno de los grandes retos de nuestros días. Mientras haya gente que siga deshumanizando a los demás en función de su color de piel, de su origen, su clase social, su sexo o su orientación sexual, seguirá siendo necesario esforzarse por revertir esa violencia con historias que nos prevengan contra ella. Y qué mejor forma que hacerlo de la mano de quienes saben contarlas y llegan al fondo de las cuestiones que de verdad importan. Uno de esos contadores de historias es Xavier Aldekoa. Con cada libro suyo lloro. Con cada libro suyo aprendo. Me alegra saber que nunca dejaré de hacerlo. 

En Indestructibles la infancia lo invade todo. A través de pequeñas escenas cotidianas de su hija Lena en su casa de Barcelona, Xavier conecta las inquietudes de los niños a un lado y otro del Mediterráneo. Los juguetes de peluche que vienen y van entre los brazos de Lena y los de los niños africanos de decenas de países son un puente, uno de los puentes más bonitos y directos por los que la vida transita, un puente que conecta dos mundos aparentemente muy diferentes pero que, en lo esencial, se parecen como dos mujeres riéndose a la vez con la misma broma.


Xavier Aldekoa (izquierda)

Para aprender de lo distinto hay que dejar de pensar que nuestra forma de ver y entender el mundo es universal.
Todos podemos adivinar para qué sirve un árbol vivo.
Pero para adivinar la utilidad de un árbol muerto hay que mirar un poquito más allá. 
O ser un pájaro con ganas de dormir.