Una de las cosas que más me gustan de trabajar en la librería es la oportunidad de encontrarme con gente peculiar. Buscar el tono y el momento para escribir sobre sus peculiaridades. Y acabar descubriendo que casi siempre son las mismas peculiaridades que todos llevamos dentro.
Todo empezó como si nada. Las frases sueltas se convirtieron en anécdota. Las anécdotas en un género libresco. El género se convirtió en libro. Y ahora el libro ha engendrado descendencia. Y todo esto me ha hecho disfrutar del oficio librero como nunca habría pensado.
Mil gracias a todos los que habéis acompañado las andaduras de estas tardes en la librería. Este es mi pequeño homenaje a las pequeñas librerías y a toda la vida que se esconde en ellas. Brindemos por que vivan una larga larga vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario