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miércoles, 5 de agosto de 2020

ETERNO ANOCHECER. POESÍA COMPLETA

En buena parte del mundo en los años cincuenta, el deseo era cosa de hombres. Sólo ellos podían sentirlo, sólo ellos podían nombrarlo. Y por supuesto, sólo ellos podían escribir sobre él. Que una mujer sintiera deseo les parecía un incordio fuera de lugar. Que lo nombrara, una vulgaridad. Y que escribiera sobre ello era simplemente inaceptable. La iraní Forugh Farrojzad se atrevió a ponerle palabras a su deseo y quiso que el mundo las leyera. Y tuvo que aceptar el oprobio de tamaña transgresión. 

"Mira hasta dónde he llegado,
a las galaxias, al infinito, a lo eterno.
Ahora que hemos alcanzado las alturas
lávame con el vino espumoso de las olas. 
Cúbreme con las sedas de tus besos. 
Deséame en las largas noches". 

Farrojzad reclamó el derecho de las mujeres al placer del sexo y a tener una voz pública para expresarlo y compartirlo. Con sus poemas expresó la voluntad de romper los barrotes de la prisión familiar para poder decidir libremente sobre su vida. Por ello fue repudiada por su padre, fue acusada de corromper la moral social, la llamaron degenerada, inmoral, sucia. ¿Una mujer escribiendo sobre sexo, sobre libertad, sobre deseo femenino? ¿Una mujer usurpando una voz que no le pertenece?

"Feliz de arder en tu abandono. Feliz
de llorar con tus recuerdos.
Feliz de que después de alcanzarte siga
llorando este amor, que aún vive aquí dentro".

Escribió sobre el deseo, y también sobre sus amantes. Sobre su masculinidad, sobre sus cuerpos, sus celos y su actitud frente a las mujeres. Pocos hombres podían soportar ser analizados tan de cerca, sin miramientos, por una mujer. Ante el foco de esa mirada se volvían frágiles, inseguros, y su poder se resquebrajaba. Su poder basado en unas tradiciones que ella cuestionaba:

"¡Ay de este anillo, que aún conserva
su resplandor, su brillo,
siendo, como es, soga de esclavitud y obediencia!".

Farugh Farrojzad
A su padre le escribió: "Al contrario de lo que usted opina, yo no soy una mujer callejera, sólo soy yo misma: una mujer a la que le gusta sentarse a la mesa, leer, escribir poesía y pensar". Farrojzad fue una mujer que vivió cautiva de una cultura patriarcal y que se debatió toda su vida contra las ataduras física y morales de su país, parecidas en muchos aspectos a las que oprimían a las mujeres en España en la misma época. El ansia de libertad condena a la soledad a aquellos que la abrazan, y Forugh Farrojzad no fue una excepción. Sus poemas luchan por un amor compartido, un amor universal, incluso, que impregne la conciencia colectiva de placer y tolerancia. Sus poemas cantan como pájaros solitarios buscando un eco, un reflejo femenino en el que reconocerse.

"Y aquí estoy,
una mujer sola
en el umbral de la estación del frío,
empezando a entender la contaminada existencia de la Tierra,
y la sencilla y triste desesperación del cielo
y la incapacidad de estas manos petrificadas."

Farrojzad murió en 1967, a los 32 años, en un accidente. Fue la voz del feminismo iraní, una conciencia rompedora que iluminó toda una época. Escribió sobre las mujeres sometidas a la violencia de los hombres, muñecas "que miran el mundo con dos ojos de cristal", obedientes y enterradas en una mortaja llamada matrimonio. En un mundo en que esa era la norma, ella decidió romperla. Y hoy, medio siglo después, sus poemas siguen emocionando en todo el mundo por su fuerza y su lirismo, reclamando libertad y dignidad.