lunes, 28 de agosto de 2023

TRILOGÍA DE LA LLANURA

La bondad desarmante. No explícita. Como una música de fondo, un ambiente. No se trata de lo que dice, sino de cómo te hace sentir. Es una mezcla del tono, de las palabras y de lo que esas palabras proyectan en la imaginación del lector. En mi imaginación. El olor a paja y tierra y trigo segado. La luz declinante. Un hombre sentado mirando por la ventana. Silencio, quietud. La profundidad vertiginosa de la sencillez. De lo que no se dice y está ahí, al alcance de la mano, si sabes mirar bien. Si lo que ves por la ventana te envuelve y te arropa. Y te lleva muy lejos de aquí. 



Esta maravillosa trilogía de Kent Haruf me ha recordado a Stoner, de John Williams, por los silencios, la vida llena de sentido, la dignidad y la enseñanza. También a Una temporada para silbar, de Ivan Doig, por la vida rural, la inocencia y la madurez de los niños, la naturaleza omnipresente y las aulas. Incluso, saltando de continente y con un tono muy distinto, a La mala costumbre, de Alana S. Portero, por cómo la bondad puede sobreponerse al dolor y a la violencia más terrible. Cómo la luz puede llegar a iluminar las zonas más oscuras del alma si se tiene la valentía de alumbrarlas bien para sanarlas. 

En las páginas de estos tres libros suenan voces de niños hablando, "finas y limpias", "intermitentes, las voces tempranas y llenas de naturalidad con las que hablan los niños cuando no hay adultos". Esas voces que proyectan una mirada que quiere verlo todo, sin filtro ni juicio ni experiencia que amortigüe la dureza y la maldad humanas. 

Kent Haruf escribe con un estilo muy sencillo. Frases cortas, descriptivas. Distantes. Pero hay mucha emoción bajo la aparente impasibilidad. Un profesor mirando en silencio la luz del atardecer desde su aula consigue transmitir mucho más que cualquier descripción psicológica de lo que el narrador diga que está pensando. Y, sobre todo, hay mucho espacio para que el lector rellene los huecos, imagine, interprete. Eso me encanta. La cantidad de espacio que el narrador me da en la historia para meterme ahí con los personajes y ponerme a su lado y vivir lo que viven, a mi manera. 

Los personajes de Haruf son un lugar seguro. No juzgan. Dan. Acogen. A veces no entienden pero aceptan no entender. Aceptan no saber. Aceptan dar por el placer de hacerlo y porque es lo correcto y eso les hace sentir bien. No necesitan recibir nada a cambio. No necesitan instruir, domesticar, controlar. Simplemente están ahí. Con la puerta abierta. Las manos tendidas para lo que haga falta. Para dar sin quitar ni un ápice de libertad. 

En estas tres novelas, que se pueden leer independientemente (sobre todo la tercera), hay pequeñas burbujas de vida íntima perfecta. Sin juicios ni reproches. Sin quejas. Puro disfrute. Pura esencia de lo que de verdad merece la pena. Son retazos imprescindibles de vidas que merecen ser vividas. Me ha seducido la descripción constante del amor sin exigencias ni imposiciones. Esa devoción sin contrapartida. Generosidad sin deuda. Conversación sin impaciencias. Esa capacidad de entrega sin recelo, sin sospecha, que en la vida real parece una utopía, en estas páginas es la vida misma, una vida tan cercana y sencilla y buena que hace llorar. 






jueves, 24 de agosto de 2023

CASTILLOS DE FUEGO

"¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que las cosas dejen de pertenecernos?"
Esta es una historia de gente que ha perdido su país. Que ya no pertenece a ningún sitio porque se lo han robado todo, hasta la dignidad de dormir en una cama y de comer caliente y de dar un abrazo a su madre o a su hermana. Es la historia de un régimen vengativo que buscaba erradicar de raíz toda disidencia y que para ello no dudó en utilizar cualquier método a su alcance. Es la historia de cómo una sociedad que había atisbado la posibilidad de modernizarse ampliando derechos y democratizando las instituciones, cayó bajo un régimen de canallas, de trepas, de delincuentes que gobernaban y asesinos que legislaban y eran loados como héroes y salvadores. 

Esta es una historia de tráfico de influencias, corrupción, delaciones y chantajes. De policías que amedrentan a la población haciendo detenciones arbitrarias, entrando por la fuerza en cualquier casa y exhibiendo su vulgar chulería salvaje. Es una historia de ladrones y estraperlistas que se apropian de muebles, joyas y obras de arte que nadie reclama porque sus propietarios están fuera de España, huidos durante la guerra, y no van a volver. Y si vuelven, son republicanos, y a ellos, a los ladrones, les ampara la legitimidad de la victoria.  

Esta es una historia de una sociedad envenenada de miedo. Vigilada por la policía y el ejército. Inspeccionada con suspicacia. Gobernada por el hambre. Por la constante amenaza de un régimen vengativo y paranoico ansioso por extirpar cualquier resto de rebeldía y pensamiento crítico a fuerza de golpes, torturas, juicios sumarísimos y fusilamientos. Un país ocupado por fuera y por dentro en el que, para tener algún derecho, había que volverse cómplice activo, delatar a alguien, colaborar con los ladrones al mando, chivarse y traicionar. 

Esta es una historia de una época en la que la ausencia y la muerte se convirtieron en hechos rutinarios. En la que arribistas mediocres ascendieron en todas las instituciones gracias a las depuraciones ideológicas. Es la historia de un régimen que buscaba sin cesar a personas dispuestas a acatar cualquier norma ideológica con el fin de trabajar por la "refundación moral de España". Una refundación construida sobre los cimientos de fusilados, de batallones de trabajo y de campos de concentración. De toda una generación de intelectuales huidos al extranjero con lo puesto. 

Esta es la historia de unos personajes que solo quieren vivir una vida corriente como personas corrientes en un mundo dado la vuelta por la violencia. Personajes que no pueden hablar con nadie, que no pueden ser ellos mismos en ningún lugar. Escondidos en medio de la gente. En silencio. Intentando ser siempre esos tipos en los que nadie repara. Volverse invisibles. Personajes que de tanto intentar volverse invisibles ya no saben quiénes son. Quiénes fueron. Que viven esquivando a la gente. Callándoselo todo. Que viven una vida que no es vida. Fuera de la cárcel, pero tan presos como si estuvieran en ella. En una cárcel al aire libre, peor que la cárcel de verdad porque de esta no pueden escapar. 

"¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que las cosas dejen de pertenecernos?"
Esta es una historia de hace ochenta años, cuyos ecos resuenan con fatalismo hoy en día, en esta España democrática y moderna llena de sombras. Una España en la que sigue habiendo tráfico de influencias, corrupción, delaciones y chantajes. En la que el odio y la desigualdad vuelven a asomar sus banderas para tratar de apropiarse de lo que debería ser de todos. 




lunes, 21 de agosto de 2023

EL ESTORNINO DE MOZART

Hace un par de primaveras me despertaba todos los días con el canto de Pipinski. Tres notas rápidas descendentes, dos notas ascendentes más lentas, un segundo de silencio y, para terminar, dos notas graves muy rápidas, como el garabato veloz que subraya una firma. Pipinski era (quizá siga siendo) un mirlo que vivía en los alrededores de una acacia inmensa frente a la ventana de nuestro dormitorio. El nombre se lo puso Patricia, que suele tener una imaginación rapidísima para los nombres adecuados. Y su resonancia rusa le daba un cierto aire señorial a su gorjeo alegre y nervioso. 

En la nueva casa ya no escuchamos a Pipinski, pero esta primavera otro mirlo vino a llenar de música nuestros despertares. Su canto era puro optimismo, cinco notas ascendentes, todas seguiditas, que, aunque no seguían exactamente la secuencia tonal occidental, eran muy identificables: la-si-do-re-mi. Obviamente, su nombre estaba claro: fue Lasidorremí desde el primer día. Posado sobre el armazón metálico de la pérgola del vecino, inclinaba la cabeza y me miraba con un solo ojo cuando abría la ventana para escucharlo mejor. A cinco metros de distancia, nos mirábamos tranquilamente. Y luego daba un saltito, me daba la espalda, y cantaba orgulloso sus cinco notas, como diciendo: estoy aquí, la noche es mía, escuchadme. 

Pipinski y Lasidorremí ya son un poco como miembros de nuestra familia. Y otro poco como mitos íntimos que invocamos cuando queremos que lo extraordinario nos haga compañía. Ese amor por la música y por lo extraordinario es lo que mueve este precioso libro de Lyanda Lynn Haupt sobre dos estorninos muy especiales: Star, el que acompañó a Mozart y le inspiró una parte de su música, y Carmen, la que acompañó a la propia autora en su investigación. 

"Ha dicho que no rescataría a Mortimer;
me ha prohibido hablar de Mortimer;
pero lo encontraré mientras duerma
y a su lado susurraré: ¡Mortimer!
Es más, 
enseñaré a un estornino a pronunciar
una sola palabra, Mortimer
y después se lo regalaré 
para mantener viva su rabia". 

Esta es la única vez que aparece la palabra estornino (starling) en toda la obra de Shakespeare. Y, probablemente, la razón por la que hoy en día hay aproximadamente unos doscientos millones de estorninos en Estados Unidos. 

La culpa la tiene un señor un poco peculiar llamado Eugene Schieffelin que, a finales del siglo XIX, se propuso llevar a Estados Unidos todas las aves que hubiera en las obras de Shakespeare para que sus compatriotas pudieran disfrutar mejor de la literatura del bardo inglés. El texto de Enrique IV menciona al estornino como una amenaza. Un pájaro capaz de sembrar ira con una sola palabra, de mantener viva la rabia de alguien con su canto. Teniendo en cuenta que el estornino es el pájaro más vilipendiado de Estados Unidos como especie invasora no autóctona, conocida especialmente por invadir hábitats sensibles, competir con las aves locales por los lugares de anidación y el alimento y por diezmar los cultivos, la maldición shakespeariana parece que en cierto modo terminó por cumplirse. 

Pero, si bien los estorninos provocan grandes desastres económicos y ecológicos como grupo, sus vuelos en bandadas (murmurations, en inglés, qué nombre más bonito) son uno de los espectáculos más hipnotizantes y misteriosos de la naturaleza. Y su carácter individual los convierte, como ya lo decía Mozart y lo corrobora la autora, en compañeros de vida apreciadísimos. 

Convivir con un pájaro puede aportar un sentido renovado de la belleza y la inteligencia de todos los seres vivos, al que solo podemos acceder cuando nos despojamos de nuestras ideas preconcebidas. Esta es la historia de una amistad insólita entre uno de los compositores más queridos de la historia y uno de los pájaros menos queridos del mundo. Y es que "el canto del mundo surge a menudo en lugares donde nunca se nos habría ocurrido mirar".