viernes, 28 de abril de 2023

MARIPOSA

Esta es la historia de un niño mariposa. 
Un niño que vuela. 
Cuando abre sus alas, brinca y gira. 
Salta y revolotea. 

Algunos no lo entienden. 
Algunos se ríen. Otros le pegan. 
Destruyen sus alas. 
Se ríen. Señalan. 

El niño mariposa vuelve a casa. A su habitación. 
Allí se siente seguro. No necesita a nadie. 
Allí solo está él. 
Allí puede ser él. 

Entonces...
Entonces entra su papá. 
Y recoge sus alas rotas. 
Dice vamos a empezar. Y la magia renace. 

Qué cantidad de cosas se pueden decir con tan pocas palabras. Este cuento lleno de flores y alegría habla de la importancia de ser uno mismo y el regalo que es tener padres que te alienten. Que te apoyen y te suban la cena a tu habitación cuando estás alicaído y te recojan las alas rotas del suelo y te fabriquen, con esa misma alegría estropeada, una mariposa todavía más fuerte y más bonita. Padres que te den una nueva sonrisa que te haga volar y volar. 




miércoles, 26 de abril de 2023

EL ÁRBOL DE LA NUEZ MOSCADA

"Julia, que podía intimar con un trapecista tras cinco minutos de conversación, que se hacía amiga íntima de un vendedor después de comprarle un par de zapatos, había estado una hora hablando con su propia hija, sobre el padre y sobre el pretendiente de la muchacha, sin la menor confianza. «Soy una idiota —pensó de nuevo—. Lo que pasa es que ella es una auténtica dama. Y lo que yo necesito es dormir en condiciones»".

Yo quiero tener una amiga como Julia. Que salga siempre a la calle con una sonrisa curiosa dispuesta a encontrar cosas interesantes que ver y hacer. Que reparta sus dones a manos llenas porque aquello que no se hace ni se dice no se puede guardar y se pierde. Que esté siempre dispuesta a enamorarse y entregarse a lo imprevisto con dedicación. Que no reserve nada para un futuro improbable, que encuentre placer en las sensaciones más comunes y sea capaz de contagiar la alegría de vivir a cualquier ama de casa encerrada en la jaula de sus innumerables frustraciones. 

¡Qué bien me lo he pasado con esta novela! Qué cantidad de aire libre se respira leyéndola, aire libre de libertad y de gozo por una vida liberada de los prejuicios de la moral puritana. Han pasado casi noventa años desde que Margery Sharp la escribió, pero el personaje de Susan, la hija de Julia, es tan actual que casi da miedo. Y es que a Susan no le gusta la gente, sino las buenas cualidades de las personas. Le gustan los principios elevados, la elegancia, lo que considera correcto, y aprecia a las personas en la medida en que se comportan como ella espera que lo hagan.  Como le dice su madre, "si le gustara la gente independientemente de sus posibles cualidades, sus debilidades y sus defectos, no le preocuparían tanto y no los juzgaría con tanta severidad, pues incluso en sus facetas menos agradables sería capaz de encontrar en ellas algo de interés". Y es que Julia tiene el don, ¡maravilloso don!, de no juzgar nunca y de usar su infinita capacidad para el asombro con el fin de aprender algo hasta de la persona más odiosa. 

En esta pequeña delicia de Sharp hay ingenio, hay sol, hay humor y hay mucha mucha alegría de vivir. ¿Qué más se le puede pedir a una novela disfrutona?




lunes, 24 de abril de 2023

LA LUZ PERDIDA

Después de su monumental La octava vida, la georgiana Nino Haratischwili vuelve con una novela torrencial sobre el impacto del derrumbe de la Unión Soviética en Georgia a través de la mirada de cuatro mujeres que entran en la edad adulta precisamente en los años más violentos de la historia reciente del pequeño país caucásico. La luz perdida me ha emocionado, me ha puesto la piel de gallina, por momentos me ha abrumado de intensidad y de dramatismo, y me ha enseñado una cara terrible (una más) de la lucha por la libertad de un pueblo poco acostumbrado a tener derecho a exigirla. 

Con ecos de la tetralogía de Elena Ferrante, la novela sigue las vidas de cuatro niñas nacidas en los años setenta, cuatro niñas con "un palacio entero de promesas" en su interior. Promesas que esperan ser cumplidas, que necesitan ser cumplidas. Y que, poco a poco, se van haciendo añicos una a una sin que parezca que ninguna pueda hacer nada para evitarlo. 

Ira, Dina, Nene y Keto. Cuatro amigas. Cuatro piezas de un mismo puzle, cuyo dibujo solo cobra vida cuando están juntas. Cuatro piezas que, sueltas y solas, pierden su significado más profundo. "Supervivientes de un colosal sueño fracasado". Encadenadas al Cáucaso por el idioma, el miedo a lo desconocido y la costumbre. Y aun así, todavía pueden regodearse en los recuerdos felices de la infancia, abrazarse mirando el atardecer o chapotear de madrugada en un parque cerrado, jugar al póquer con el tiempo y pedirle un aplazamiento, revolotear por encima de sus preocupaciones como mariposas de colores y sacudirse todo el dolor como los perros mojados se sacuden el agua. Todavía le sacan la lengua al destino y se empeñan en seguir besando la desgracia, por amarga que venga. 

La luz perdida describe una juventud estrecha y asfixiante, hecha de sueños rotos, luto, miedo y violencia. Una juventud que ignora que la realidad pueda ser otra, ignora a lo que tiene derecho. Ninguna de las cuatro protagonistas conoce ningún orden pacífico, ni las normas de una conversación cuidada, más que en el cine y en los libros. Les parecen leyendas en las que la gente se trata con respeto y pasea descalza por parques verdes, se va de vacaciones a países soleados y compra ramos de flores, no para celebrar una ocasión solemne, sino por el puro placer de ver una efímera explosión de color en medio de sus luminosos salones amueblados con elegancia. Leyendas de un mundo en el que los jóvenes pueden seguir siendo jóvenes durante mucho tiempo, en el que se permiten el lujo de buscarse a sí mismos y encontrarse. 

Y aun así, a pesar de esa educación en la violencia y en un mundo patriarcal que las encierra en burbujas de pertenencia masculina, su brújula es el inconformismo, la audacia, el hambre de vida. Y admiran a Dina, su compañera perdida, que se mueve y habla y actúa como si no se le pasara por la cabeza la opinión de los demás. Sin cautelas, sin prevenciones ni miedos. Como si no tuviera que amoldarse a ninguna convención, como si no hubiera ninguna atadura social para su comportamiento. En una sociedad en la que todas las personas llevan a cuestas una jaula personal, más o menos asfixiante, ella parece moverse con la embriagadora y aterradora libertad de un animal salvaje en su medio natural, sin barrotes de ningún tipo. 

Me ha fascinado el retrato de Dina, en el que más he encontrado a la Lila de Elena Ferrante. Con esa ligereza, esa desenvoltura poderosa. Sin la actitud titubeante de los que caminan por la vida con inseguridad, siempre temerosos de caerse, siempre atentos a los miles de peligros que acechan en su cabeza enjaulada, siempre incapaces de imaginar la cantidad de vida que hay fuera de sus barrotes. 

A pesar de que me ha sobrado cierto dramatismo, me parece que Nino Haratischwili es una maravillosa contadora de historias y logra unas descripciones psicológicas de los personajes que hace que no puedas olvidarlos fácilmente. Cada uno de ellos desfila por estas páginas con una viveza asombrosa, parece salir del libro y reivindicar a mis ojos su propio protagonismo, como si quisiera ser dueño de un libro entero para sí. Y cada uno lo merecería. 





jueves, 20 de abril de 2023

EL ACONTECIMIENTO

Annie Ernaux abortó en 1964, cuando tenía veintitrés años. En este libro escrito en 1999, crudo y reflexivo, cuenta su experiencia. O, mejor dicho, recrea su experiencia. La dota de palabras. La convierte en literatura. Años después lo contó también muy bien Sandra Vizzavona en el libro coral Interrupción. Qué importantes son las palabras para nombrar aquello que ocurre y que tiene que ver con la muerte, con la vida y con la dignidad de las personas. 

Hasta 1975 el aborto estuvo prohibido en Francia. El estigma que lo rodeaba contaba con la ley como poderosa aliada. "Era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido. Se juzgaba en relación a la ley, no se juzgaba la ley". Ese embrión no deseado que crecía en ella no había despertado ningún deseo de ser madre. Al contrario, lo percibía como un fracaso social. Un fracaso social que se agarraba a sus entrañas. Una sombra amenazante. 

Me ha parecido una novela hipnótica. Cuando habla del tiempo como amenaza, por ejemplo, del paso del tiempo como una espada de Damocles: "El tiempo se convirtió en una cosa informe que avanzaba por mi interior y que había que destruir a cualquier precio". O como una pesadilla, arenas movedizas que te engullen: "La interminable lentitud de un tiempo que se espesaba sin avanzar, como el de los sueños". 

Cuando habla de "su problema" con un médico, ninguno menciona la palabra aborto. Se trataba de un acto que no tenía lugar en el lenguaje. El estigma, la vergüenza, el pudor, incluso el escándalo, lo apartaban de las cosas que se podían decir, junto a todo aquello que, sin estar en el código penal, estaba igualmente proscrito de las pudibundas costumbres burguesas. 

Me han gustado mucho las reflexiones sobre el arte de escribir. Sobre cómo la escritura fija los recuerdos o los disuelve, volviéndolos de alguna forma más aceptables, privándoles de la intensidad de lo impreciso. 

Y he imaginado muy bien ese año: 1964. Miles de chicas subían a un piso particular, llamaban a una puerta, esperaban en una salita, saludaban a una mujer que no conocían de nada y abandonaban en sus manos su sexo, su vientre y su futuro. Miedo. Inseguridad. Vértigo. No saber qué va a pasar. El desvalimiento de la ignorancia, el desamparo de sentirse aisladas del mundo por el estigma. Por la mirada represora de una sociedad respaldada por la ley. 

Annie Ernaux describe ese momento de extrañamiento absoluto. Se pregunta qué hace ahí. Qué la ha llevado a ese lugar, a ese dolor agudo y esa pesadez en el vientre de después. Nada en su infancia ni en su vida conducía a ese lugar, nada tenía que ver con ese nuevo camino. Describe la soledad, la sensación de estar fuera del mundo, abandonada del mundo. 

Pero su secreto, una vez recuperada, se convierte también en algo sagrado. El final de un camino sembrado de horror y brutalidad, pero también de una extraña belleza. La belleza de los navegantes solitarios, de los ladrones, de aquellos que se enfrentan en soledad a peligros y experiencias que la inmensa mayoría de la gente ni siquiera es capaz de imaginar. Orgullo, también. Y es en parte ese orgullo de la superviviente lo que la hizo escribir este libro. 







lunes, 17 de abril de 2023

ELIZABETH FINCH

"Ella decía cosas, tú no las entendías, pero las recordabas, y años después cobraban sentido". Qué maravilla encontrarte con personas así. Y qué terrible que con la mayoría de personas que dejamos de ver ocurra lo contrario: dicen cosas que entendemos perfectamente mientras se quedan con nosotros, cosas que pierden todo su sentido cuando se van. Quizá sea porque solo nos ven en la medida en que necesitan algo de nosotros. 

Elizabeth Finch es una profesora capaz de dejar una huella permanente en sus alumnos. Y esta novela erudita y sin historia es su homenaje. Un homenaje en el recuerdo con el objetivo de mantenerla viva, porque es dolorosísimo dejarla ir, permitir que coagule en la memoria en forma de una serie establecida de anécdotas. 

Las palabras que usamos pueden ser pinceles que nos pintan. Decantarse por el estallido sin forma de un color o por la precisión delicada de un perfil puede definir un carácter, una forma de estar en el mundo y de tratar a los demás. Despertar una emoción es fácil: cualquier brocha gorda con el pigmento suficiente puede hacerlo. Sembrar ideas que germinen ya es otro cantar: requiere paciencia y observación, y la sutileza necesaria para sugerir y seducir con la ambigüedad de lo posible. 

Esta novela trata más temas, además del homenaje a la profesora ausente. Curiosamente, el origen del cristianismo y su afán por acabar violentamente con los aspectos de la cultura clásica que no encajaban en la nueva doctrina está muy presente, sobre todo a través de la figura de Juliano el Apóstata. Lo cual me ha interesado mucho y me ha recordado a La edad de la penumbra, un ensayo estupendo de Catherine Nixey, sobre cómo el cristianismo destruyó el mundo clásico y configuró buena parte de los prejuicios y represiones emocionales de nuestra cultura hasta hoy. Pero lo he leído y disfrutado por otra cosa. Y es que yo tuve un profesor como Elizabeth Finch. 

Sí, yo tuve un profesor (al menos uno, con seguridad), como Elizabeth Finch. Con la capacidad de sembrar ideas en mí sin la pretensión de imponerlas. Era secreto y apasionado. Hablaba más con las manos que con las palabras. Parecía serio hasta la misantropía, pero cuando sonreía al final de una frase parecía que alguien acabara de subir todas las persianas del aula. Ante cualquier problema, su primera reacción era una pregunta y no un juicio. Me enseñó el valor de la curiosidad. Y la necesidad de alejarse de las emociones en las que enraízan las convicciones más profundas para poder entender desde qué lugar hablan aquellas personas con las que no estás de acuerdo. 

Con él aprendí que la compasión también consistía en hablar midiendo las palabras y prestando atención porque cada frase puede esconder un filo hiriente. La compasión, en sus clases, exigía templanza para adecuar el discurso a quien te escucha y generosidad para entender que cualquier palabra está de más si no hace germinar una respuesta. Por supuesto, todo esto lo entendí después, pero recuerdo muchas de sus clases con precisión fotográfica y filológica. Y recuerdo cómo me hacía sentir. Quizá por eso lo quería. Por la persona en la que me convertía cuando salía de sus clases, por quién era yo cuando estaba con él. Por el privilegio de que alguien abriera ventanas en mi cabeza con semejante delicadeza. 

Me he acordado mucho de él leyendo esta novela. Quizá por eso la he disfrutado tanto. Por el espejo que me ha dado de mi propia historia de amor con un profesor. Como cualquier historia, soy consciente de que en mi recuerdo he construido a un personaje que, como también cuenta Julian Barnes a propósito de su querida Finch, he embellecido e idealizado. Pero también en eso consiste su legado. En dejarme la huella y mis ganas de seguir ampliándola para que me muestren por dónde puede seguir ese camino. 





viernes, 14 de abril de 2023

INMOBILIARIA TOPO S.A.

Blas es un ratoncito que vuelve a casa tras otro de sus grandes viajes para prepararse para pasar el largo invierno. Con el fin de ahorrar algunas bellotas y pasar un rato divertido, empieza a buscar trabajo. Prueba en la cafetería de la ardilla Brizna, pero no tiene suerte. Visita la Charca Chica para averiguar si Cruá y Cro necesitan a alguien en su embarcadero, pero le cuenta que han tenido nada más y nada menos que mil quinientos treinta y siete renacuajos (¡eso sí que es una familia numerosa!) y que van a tener que mudarse. Hasta que encuentra a Luisa y su inmobiliaria Topo S.A. Luisa aprecia el don innato de Blas para encontrar lugares secretos y perfectos en el bosque para cada uno de sus pequeños habitantes, así que piensa que es perfecto para ayudarla en su trabajo. 

Conejos que buscan madrigueras cerca de sus lugares de trabajo, pequeños gusanos que sueñan con vivir entre libros, pájaros cantores que necesitan nuevos nidos en ambientes musicales donde poder independizarse para empezar su nueva vida, para todos encuentra Blas la madriguera, el escondite y el nido perfecto. Y lo mejor, el talento de Blas para redactar anuncios ingeniosos provoca que antes incluso de querer visitar el lugar ya te estés revolcando de la risa. 

"Se vende estudio en biblioteca municipal del pueblo, situado en la sabrosa sección de libros de recetas". 
"Se vende viejo tocón de árbol tenebroso en el famoso Robledal Embrujado. Galerías subterráneas decoradas estilo mazmorra. Con o sin fantasma, con todas las incomodidades. Certificado de horrorosidad en trámite". 
"Se alquilan cabañas en colonia de setas situada junta a la Plaza de la Raíz. Posibilidad de compra si quiere comerse la cabaña al finalizar la estancia". 

Con el candor y la simpatía colorista habituales de la ilustradora Esther Gili, este cuento ilustrado hará las delicias de los animalillos pequeños que buscan un lugar en el bosque para vivir, para soñar, para cantar... O para comérselo.  



miércoles, 12 de abril de 2023

EL TIEMPO DE LAS MOSCAS

Inés y la Manca salen de la cárcel con el loable propósito de no volver a entrar en ella. Para lograrlo, unen sus esfuerzos para crear una empresa con una doble actividad: fumigar e investigar. Inés fumiga y la Manca investiga. Porque nada está totalmente limpio si se busca a fondo. 

Inés es fría, calculadora. Debe su actitud pesimista a la certeza madurada durante años de que, aunque todos somos iguales ante la ley, con dinero algunos son más iguales que otros. En especial, que otras. Está harta de un sistema y de unas instituciones ante las que resulta inútil reclamar nada, y donde las responsabilidades se diluyen y no terminan siendo de nadie. Se siente "despreciada, cornuda, malquerida". Pero eso va a cambiar. 

La Manca es paciente, imaginativa. Nunca tuvo hijos ni se le pasa por la cabeza tenerlos. Le gustan demasiado su libertad y las mujeres como para pensar en comprometerse con una responsabilidad así. También le gusta investigar las vidas de los demás, especialmente las de esos maridos que no son de fiar y que pretenden irse de rositas en los divorcios. Pero lo que más le gusta es un secreto. Un secreto que por las noches la hace temblar. 

Esta estupendísima novela de la argentina Claudia Piñeiro está punteada de de intervenciones de un coro de mujeres, al estilo griego, que comentan en asamblea la evolución de la historia, las emociones de los personajes. Cada capítulo "asambleario" viene introducido por citas de la Medea de Eurípides, y las mujeres van dialogando de corrido con las ideas de Simone de Beauvoir, Margarite Duras, Rebecca Solnit, Vivian Gornick, Natalia Ginzburg, vamos, el parnaso feminista del siglo XX, y debaten sobre la discriminación positiva, la cultura de la cancelación, los estereotipos de género, la relación entre madres e hijas, la literatura de mujeres, los amores tóxicos, la cuestión trans, la moralidad de la justicia o del asesinato. 

El tema central de este policial sin reglas es quizá la relación entre madres e hijas. La difícil, espinosa, accidentada, laberíntica relación entre madres e hijas. "El parto no puede negarse. La maternidad sí". Es algo cultural, más que biológico. El vínculo de después. Esa devoción. Ese estar ahí, siempre, para todo. Esa condena. La maternidad, esa "trampa vitalicia". Una hija es para toda la vida. ¿Responsabilidad o esclavitud? ¡Amor! ¿Y si el amor fracasa? ¿Con qué mimbres sujetamos el vínculo? A veces basta que tu madre haga algo inaceptable para cortar. Pero tiene que ser muy inaceptable. Totalmente inaceptable. Tan inaceptable que seguir viéndola como madre resulte inconcebible. Tan inaceptable como matar a la amante de tu padre. 

Pero Claudia Piñeiro se atreve con todo. Por ejemplo, con la eutanasia: Si alguien, con plenas facultades y tras meditarlo largo y tendido, ha decidido que no quiere seguir viviendo, quién es una para cuestionarlo. O para impedirlo. Quizá lo cruel sea eso: tratar de evitarlo. Y colaborar en el proceso sea un acto de piedad. O de compasión. Y de valentía. De valentía, sí. 

Y es que "cada dolor es diferente. Hasta habría que inventarles distintos nombres. El dolor porque te dejan, el dolor porque te mienten, el dolor porque se muere un hijo, el dolor porque te quedaste sin trabajo, el dolor porque te dicen que vas a estar presa quince años. Una palabra no debería englobar a todos los dolores". 

"El azar se riega, se abona, se cosecha o se marchita". Y a eso se dedican Inés y la Manca. A abonar el azar para que no se marchite y les florezca en una nueva vida libre de las desgracias y malas elecciones que las llevaron a la cárcel. El tiempo de las moscas es una novela sobre solidaridad femenina, sobre mujeres que se ayudan para salir adelante. Una novela fina y simpatiquísima, con una ironía ruda y oscura, que se disfruta a toda mecha y con la risa puesta. 

(Y si alguien se queda con ganas de más, como me pasó a mí, que sepa que la primera novela de Claudia Piñeiro, Tuya, cuenta cómo Inés llegó a la cárcel y que maldades y torceduras la llevaron a tomar un camino que nunca habría imaginado). 





lunes, 10 de abril de 2023

LOS HOMBRES QUE ODIAN A LAS MUJERES

"¿Y si la violencia contra las mujeres se ha convertido hasta tal punto en el papel pintado de nuestra vida que se ha camuflado a la perfección?" Al fin y al cabo, quienes la cometen no son monstruos, son hombres normales y corrientes. Parecen extraños, radicales, difíciles de creer. La palabra violador evoca en el imaginario colectivo a un ser sacado del bestiario, una mitología de ficción. Menos cuando son nuestros primos, nuestros sobrinos, o aquel medio ligue un poco raro con el que no llegamos a más porque encontramos a otro mejor. 

En 2012, con veintiséis años, la británica Laura Bates fundó el proyecto Sexismo Cotidiano. Empezó con una página web que invitaba a la gente a contar anécdotas de la discriminación sexista que sufrían en su día a día. En poco más de un año había recabado más de cien mil historias, desde acoso callejero hasta violaciones en grupo. Montones de pequeños incidentes que, puestos todos juntos, muestran cómo diariamente miles de mujeres son toqueteadas, perseguidas, acosadas, maldecidas, increpadas, amenazadas, menospreciadas, atacadas y violadas en todo el mundo, por el simple hecho de ser mujeres. 

Plasmó sus ideas y experiencias sobre este tema en un ensayo titulado Sexismo cotidiano, uno de los libros que más influencia ha tenido en mi forma de entender cómo los estereotipos de género desembocan en violencia contra las mujeres. Y ahora vuelve a la carga con un libro de investigación sobre la machoesfera, esa comunidad misógina de millones de integrantes que, desde distintos foros, webs, chats y redes sociales alimentan y propagan el odio contra las mujeres en todo el mundo, y que ha permeado desde la educación de los adolescentes en vídeos de Youtube hasta los medios de comunicación más populares y los discursos en la tribuna de muchos parlamentos en todo el mundo. 

Empieza con los incels (abreviatura de la expresión inglesa involuntarily celibates, célibes involuntarios), quizá la comunidad misógina más violenta, consagrada a odiar con virulencia a las mujeres. Es una subcultura violentamente antifeminista cuyo auge ha coincidido con la cuarta ola del feminismo y que promueve la violencia contra las mujeres hasta el punto de perpetrar con ese fin asesinatos masivos en Estados Unidos. Sus influencias ideológicas beben del nacionalismo y el supremacismo blanco, promueven la victimización de las personas blancas, la idea de que el multiculturalismo y la corrección política están atacando la identidad blanca, el desprecio por el feminismo, denuncian que los derechos de las mujeres están poniendo en peligro los derechos de los hombres, y tienen una correlación política directa con buena parte de las políticas de extrema derecha. 

Laura Bates


La ideología incel se alimenta de un rencor furibundo y se legitima por un supuesto derecho de todos los hombres a tener relaciones sexuales con mujeres, derecho del que se sienten desposeídos. Son hombres blancos jóvenes, insatisfechos con sus vidas, solitarios, a menudos frustrados por una vida laboral precaria, una vida emocional sin desarrollar, una vida familiar conflictiva, que se sienten humillados cada vez que las feministas sacan a colación el supuesto privilegio del hombre blanco sobre el resto de grupos demográficos. No se sienten nada privilegiados. Al revés, se sienten parias de la sociedad, aislados, deprimidos. Y en la comunidad incel sienten que pueden formar parte de un grupo de gente similar a ellos en el que pueden expresar sin trabas aquello que sienten pero que no se atreven a decir. 

Muchos de estos jóvenes blancos de verdad necesitan ayuda. Pero se empeñan en identificar a las mujeres como el origen de todos sus males, cuando en realidad es la idea tóxica de su masculinidad, basada en un batiburrillo de roles de género tradicionales, la que a menudo los lleva a sentirse fracasados, amargados y humillados. Idea tóxica que precisamente el feminismo, al que perciben como su enemigo número uno, lleva muchas décadas combatiendo. 

La influencia de la ideología incel se ve claramente en un aumento de la misoginia entre los hombres jóvenes en la última década, en el vínculo entre violencia y sexo, en el rechazo al feminismo, en la necesidad de encontrar una comunidad de hombres para sentirse arropados y poder por fin denunciar una supuesta conspiración mundial de las mujeres para sojuzgar a los hombres. No se trata de diminutos reductos virtuales habitados por un puñado de pringados desquiciados que se han entregado a un delirio misógino. Son cientos de miles de hombres dedicados, tanto fuera como dentro de internet, a una industria que mueve sumas millonarias con el objetivo de empoderar a los hombres cosificando, denigrando, sojuzgando, maltratando y, en última instancia, matando a las mujeres. 

Pero no solo de incels habla Laura Bates. La misoginia militante tiene otros grupos que comparten su victimismo y su odio desde distintos puntos de vista. Están los hombres seductores que aprenden predatorias estrategias de caza sexual para sentirse poderosos. Están los hombres paranoicos que se sienten víctimas del feminismo y renuncian a todo tipo de relación con mujeres para "seguir su propio camino". Están hombres que acosan y amenazan a las mujeres en internet, especialmente a las mujeres influyentes, especialmente si son feministas, racializadas, del colectivo LGTBI o migrantes. 

El odio al feminismo y todo lo que representa ha calado en amplios sectores de la sociedad. Cualquier profesor o profesora con sensibilidad feminista lo sabe: los gestos, los desprecios, los bufidos, las salidas de tono, las proclamas eufóricas proliferan en clase en cuanto se nombra el feminismo. Laura Bates defiende que para contrarrestar esta ola misógina que amenaza la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres es imprescindible más educación afectivo-sexual desde el inicio de la adolescencia, educar en la importancia del consentimiento para detectar conductas tóxicas y desterrarlas de las relaciones amorosas y sexuales. Es imprescindible que la lucha antiterrorista incluya a la misoginia como delito de odio contra un colectivo discriminado, para poder desactivar las amenazas del terrorismo misógino con la misma efectividad que se desactivan las amenazas de otros tipos de terrorismo. Y es vital que nos tomemos más en serio el ciberacoso, las amenazas de violencia y de muerte que reciben miles de mujeres en todo el mundo, mujeres como Laura Bates que lo único que hacen es defender públicamente la igualdad de derechos y oportunidades para hombres y mujeres, que es la base de una convivencia saludable y fructífera. 

Me ha gustado mucho este ensayo. Me ha dado mucho miedo, también. Da escalofríos ver la cantidad de violencia que muchos hombres pueden llegar a justificar con tal de defender la idea que tienen de sí mismos. Me ha gustado especialmente la traducción de Paula Zumalacárregui, con sus notas aclaratorias al pie de página en las que a menudo describe la jerga misógina para que podamos entenderla pero se niega explícitamente a encontrar un término ingenioso en español, lo cual se agradece: hay ciertos conceptos que es mejor no acuñar. Me parece muy valiente el activismo y la labor de Laura Bates. Su exposición constante, en medios de comunicación y sus charlas semanales sobre feminismo en colegios de Gran Bretaña. No debe de ser fácil, con la cantidad de amenazas que recibe, mantener el optimismo, a pesar de lo que se encuentra. Pero lo mantiene. El optimismo en la fuerza de las historias para transformar la realidad, para redimir el dolor y encontrar mejores formas de estar en el mundo, con nosotros mismos y con los demás.