jueves, 28 de septiembre de 2023

CUADERNO DE URGENCIAS

Respecto a los libros sobre el duelo hay dos actitudes diametralmente opuestas: por un lado están los que quieren leer todo lo que se haya escrito, y por otro los que no quieren leer ni saber nada de la muerte. Son dos actitudes muy comunes. Curiosidad o negación. Necesidad de compañía y consuelo, de encontrar personas que hayan pasado por lo mismo y hayan sabido capear las emociones de formas imaginativas y poderosas. O necesidad de enterrar la cabeza en la tierra para no pensar, para no digerir nada, esperar que el duelo pase como si fuera una tormenta y confiar en que si mantenemos los ojos bien cerrados y los puños bien apretados todo irá mejor. 

Yo leo libros sobre duelos y pérdidas para aprender de lo que no se habla. Para pensar en las muertes que tanta gente nos dice que tenemos que acarrear por separado y en silencio. Las muertes privadas que uno no puede sacar en una conversación sin ser inmediatamente acallado por los escandalizados guardianes del decoro. Leo sobre pérdidas para aprender, para enriquecer mi relato de las que ya he vivido y para ir fabricándome poco a poco las herramientas necesarias con las que sobrellevar las siguientes cuando toque. Y este libro de Tereixa Constenla, quizá sin proponérselo, es una fuente preciosa de aprendizaje y valor, una mano amiga que te ayuda a caminar por los laberintos del duelo. 

Como los mejores testimonios sobre la pérdida de un ser querido, Cuaderno de urgencias es una carta de amor. Amor profundo y vibrante. Tejido con respeto, admiración y calma. Y la consciencia del privilegio que supone haberlo encontrado. Es un homenaje a la fiesta de estar vivos. 

Me he visto reflejado en tantas páginas. También en cosas que quizá la autora no pretendía. He pensado mucho en el consuelo. En cómo consolamos y cómo nos consuelan. He revivido muchas escenas en las que me han consolado aleccionándome: tú lo que tienes que hacer ahora es mirar hacia delante, mantener la mente ocupada. Y he recordado lo poco que ayuda ese paternalismo, esa mirada desde la altura del "tú hazme caso que yo sé mejor que tú lo que a ti te conviene". Qué decepción (y qué furia) cuando uno necesita más que nunca empatía, cariño y una mirada horizontal, y se encuentra con ese sermón vertical de cura de otra época. 

"Eres la única que me mira sin pensar que me voy a morir". Esta frase tan sencilla, esta piedrecita, también ha creado muchas ondas concéntricas en mi mar en calma. Y me ha hecho pensar sobre la mirada que solemos proyectar hacia la enfermedad y la muerte. Sobre el pánico que nos da asomarnos al final de la vida. Y cómo ese pánico deshumaniza al enfermo, le coloca la etiqueta de víctima y nos impide verle como la persona que es, más allá de su enfermedad. De repente nuestra hermana, nuestro marido o nuestra madre ya no son la hermana, el marido y la madre que siempre han sido. Ahora son los enfermos, los que se van a morir, los pobrecitos, los frágiles. Y que te miren así, con la mirada repleta de vida y confianza, como Álex se sentía mirado por Tereixa, es un privilegio. Es una prolongación de la vida. Es dignidad donde siempre la ha habido. Es futuro cuando ya apenas queda.

Tereixa Constenla también escribe sobre "la intromisión sin miramientos en los cuerpos de los enfermos, como si fueran tierra de nadie, un fenómeno que también soportan las embarazadas, cuya tripa se considera un espacio libre de circulación y manoseo". También: "La infantilización del paciente es un mal endémico de la sanidad. Estar enfermo no te retrotrae a la edad del lactante, pero a veces te tratan así". Y eso provoca que el paciente pierda el control sobre su cuerpo y se vuelva vulnerable, a merced de los demás, sin autonomía. Su cuerpo ya no es solo suyo, es el campo de trabajo de otros que deciden, pinchan y manosean sin pedir consentimiento. De otros, no solamente sanitarios sino a menudo también familiares, que tocan, desnudan, exhiben, como si al enfermar el cuerpo se convirtiera en un espectáculo público. 

Me ha maravillado la naturaleza del amor entre Tereixa y Álex. Es un amor excepcional que parece común pero que es muy difícil de encontrar. Un amor que parece decir: te veo, te conozco y te quiero por lo que eres. No por el vínculo o el parentesco o la historia que tenemos. Sino por lo que eres, por lo que haces y piensas, por tu pasado en el que no estuve y tu futuro en el que quizá no esté, por lo que eres tú solo, sin mí. No te quiero por que seas mi marido ni por todo lo que hemos vivido juntos, te quiero por lo que eres independientemente de nuestros vínculos, por lo que eres sin nadie que te acompañe.

"Llegaste y te encerraste conmigo en nuestra habitación. Nos sentamos en la cama y me dijiste que tenías cáncer de páncreas. Y me pediste perdón. Dios, Álex, me pediste perdón. Podíamos habernos destruido. Tú con tu cáncer, yo con el mío. Tú con tu dolor, yo con el mío. Tú con tu miedo, yo con el mío. Tú con tu culpa, yo con la mía. Sin embargo, construimos una fortaleza medieval y nos metimos dentro. Un amor amurallado, inexpugnable". 

Los mejores libros sobre el duelo son libros sobre el amor. Y este amor excepcional, hecho de felicidad y pérdida, me acompañará mucho tiempo. 


 



lunes, 25 de septiembre de 2023

MADDI Y LAS FRONTERAS

Desde hace ya bastante tiempo, la frontera vasca entre Francia y España se ha convertido para mí en un lugar de peregrinación veraniega. Todos los pasos que conozco me encantan, pero en concreto la muga del valle de Aldudes tiene algo mágico. Una belleza de parar el coche en un saliente, salir y respirar con los ojos cerrados. Da igual cuántas veces vaya a pasar por allí, sé que siempre voy a hacer lo mismo. Como quien llega a casa de un viaje y se deja arropar por sus raíces elegidas. 

No muy lejos de allí transcurre esta novela de Edurne Portela. Una novela que exuda montaña y naturaleza salvaje, y que transmite la adrenalina de las caminatas nocturnas por fronteras clandestinas. "Una vez que te conviertes en mugalari nunca volverás a ver el territorio de la misma manera. Lo verás con ojos avizores, ojos de noche, de tensión, de fugitiva". Los ojos de Maddi, la protagonista de esta historia, una mujer real, recia y libre, que vivió en el centro del torbellino de violencia de la guerra civil y la ocupación alemana de Francia. 

Durante la primera guerra mundial, la frontera vasca vio cómo hombres franceses la cruzaban de noche para huir del reclutamiento obligatorio. Apenas veinte años después, la migración iría en sentido contrario y serían los españoles los que se refugiarían en Francia de las bombas y la represión franquista. Y de nuevo, inmediatamente, la dirección volvería a cambiar y las bordas españolas volverían a ser refugio (refugio precario y peligrosísimo por la sintonía entre España y la Alemania nazi) de miembros de la resistencia y combatientes aliados tras la ocupación. 

Y Maddi siempre estaba ahí. Desde el mostrador de su hotel, ofreciendo cobijo a resistentes y pasando a clandestinos por una frontera cada vez menos porosa. Siempre sus ojos avizores ante los mil y un peligros, siempre poniendo su inteligencia y su cuerpo para combatir la violencia y la impunidad de los agresores. 

He leído esta novela entre campos siempre verdes y mugidos de vacas en la lejanía. Rodeado de granjas y queserías, de la húmeda placidez de unos valles que, afortunadamente, llevan ochenta años sin mugalaris jugándose la vida en cada caminata. Y la voz de Maddi, tan bien recreada por Edurne Portela, me ha hecho apreciar todavía más estos paisajes de mis peregrinaciones estivales. Estas raíces elegidas tan pacíficas hoy, que hace no tanto ofrecieron para tantos una posible salvación ante tanta violencia. 





jueves, 21 de septiembre de 2023

EL CANTO DE LA ALONDRA

Volver a Willa Cather, qué felicidad. 
Volver a Willa Cather es volver a la belleza, a la tranquilidad, al consuelo. Volver a una nobleza ruda y recta que hace de la bondad su mayor virtud. Y volver al deseo, también. A la ambición humilde y poderosa capaz de llevar a los personajes a logros insospechados. "El mundo es pequeño, la gente es pequeña, la vida humana es pequeña. Solo hay una cosa grande: el deseo". 

Willa Cather siempre escribe sobre el asombro y el cultivo silencioso de lo maravilloso en nuestro interior. Ese tesoro indescifrable que nos hace ser quienes somos y nos saca de lo que conocemos y de lo que nuestro entorno espera de nosotros para llevarnos muy lejos, hacia lugares desconocidos con los que nadie nos enseñó nunca a soñar. Escribe sobre el miedo de levantarte un día, con el pelo canoso, y darte cuenta de que no has hecho nada de provecho, nada distinto a lo que han hecho millones de personas antes y de lo que se suponía que tenías que hacer tú también. El miedo, sobre todo, a olvidarte de imaginar que podrías haber hecho otra cosa. El miedo de convertirte en la rutina y la mediocridad, y acabar defendiéndolas como las únicas locomotoras posibles del tren de la vida. 

Pero, sobre todo, la literatura de Willa Cather es un homenaje al triunfo de la voluntad, el trabajo, la constancia y el sacrificio. La gran recompensa del esfuerzo constante, algo que quienes hemos hecho una carrera artística o deportiva sabemos muy bien, algo que hemos interiorizado día tras día, sesión tras sesión, con sudor, con dolor, con desazón, construyendo ladrillo a ladrillo la fortaleza de la perseverancia. 

Por la profundidad que se esconde en los pequeños gestos, la América profunda de esta autora me hace pensar en la del reciente desaparecido Kent Haruf y su trilogía La canción de la llanura. Esa bondad desarmante, no explícita, que es como una música de fondo, un ambiente, a lo largo de toda la historia. 

¿Y qué cuenta este Canto de la alondra? Pues la historia de Thea Kronborg, una muchacha de origen sueco, con un talento fuera de serie y una individualidad indomable, que llegará a ser una gran cantante wagneriana. Me ha recordado mucho a Lucy Gayheart, por los ambientes musicales y la muchacha de un pueblecito que emigra al gran Chicago para perseguir su sueño con el piano. Y aunque la historia es muy interesante y pasan muchas cosas y hay escenas verdaderamente emocionantes que te agarran el corazón en un puño y te roban una lágrima, al final de la novela me quedo con esa sensación inigualable de belleza, tranquilidad y consuelo que solo me dan las novelas de Willa Cather.  






lunes, 18 de septiembre de 2023

HERIDAS ABIERTAS

La piel de gallina. Cada vez que pienso en esta novela se me pone la piel de gallina. Esa madre, por dios. ¡Y esa hija! Esa educación basada en la dominación, en los celos y en la necesidad de atención constante. Y ese lugar al sur de Missouri, "una ciudad tan asfixiante y pequeña que todos los días te tropezabas con gente a la que odiabas. Gente que sabía cosas sobre ti. Es la clase de lugar que te deja huella". 

La novela quizá más famosa de Gillian Flynn, Perdida, me dejó mucha huella también. Como una ciudad de la que huir. Y que ejerce una perversa fascinación. Y en Heridas abiertas, su primera novela, he vuelto a encontrar ese tono irónico, mordaz y cáustico tan característico suyo. Me encantan las descripciones despiadadas que hace de los personajes y cómo no tiene ningún reparo en ir bajando a las profundidades del alma humana, peldaño a peldaño, por los laberintos enfermos del trastorno mental.  

La protagonista es una periodista que vuelve a la ciudad donde se crio para cubrir unos asesinatos un tanto misteriosos. Allí recibió una educación basada en cuatro mandamientos: "prohibido beber, prohibido fumar, prohibido soltar tacos y obligatorio ir a misa". Y, como buena chica rebelde, aprendió que la forma más rápida de salir de esa jaula era desobedecerlos todos cuanto antes. Es la historia de una joven que se esconde. Se esconde de su pasado, de una hermana muerta y de una madre manipuladora. Se esconde de las miradas de los demás, que parecen traspasar su ropa y juzgar cada cicatriz de sus brazos y de sus piernas. Cada palabra marcada, cada huella dejada por un dolor constante, insidioso, como una música borracha que no logra ajustar el tono y sale cada vez más chirriante y desafinada. 

Aunque quizá la verdadera protagonista es su madre, una mujer que no recibe bien el consuelo de la gente porque no consiente que nadie trate de apartarla de su dolor. Una mujer con el don natural de hacer que otras mujeres se sientan insignificantes en su presencia. Una mujer que atrapa a cualquiera en su remolino de amargura. Una mujer capaz de cualquier cosa por que la atención recaiga siempre sobre ella. 

Este es un libro inquietante, perturbador, escalofriante. La perversidad te envuelve como un sonido chirriante, fijo y creciente, obsesivo, que va construyendo poco a poco una atmósfera enloquecedora. Una novela que te hace pensar que estás loco por estar pensando que las cosas puedan haber ocurrido como imaginas. Y, a la vez, que estás loco si no lo piensas. 




jueves, 14 de septiembre de 2023

LA MADRE DE FRANKENSTEIN

"Si nuestro país fuera un ser humano, cualquiera de los dos lo habríamos ingresado en Ciempozuelos hace muchos años y lo tendríamos achicharrado a electrochoques. 
-Total que, ya ves -sonreía para dulcificar sus conclusiones-, en el fondo somos afortunados por trabajar en un manicomio. Así no cambiamos de aires al entrar y salir del trabajo". 

He vuelto a la España enloquecida y desquiciada de la dictadura que tan bien describe Almudena Grandes tras muchos años sin leer una novela suya. Dejé de leerla porque me parecía demasiado partidista. Se me había metido en la cabeza que los buenos nunca fueron tan buenos y que los malos tenían los suficientes matices como para poder apreciar sus grises, y que esa dicotomía de buenos contra malos era una simplificación infantil que más que explicar lo que fue aquella época (y esta) nos dejaba a todos con la conciencia tranquila de pertenecer al bando correcto. Y aunque en buena medida a menudo sigo pensando de forma parecida, creo que la pasión de Almudena Grandes es más necesaria que nunca. No se puede hablar de matices con quien te pisa la nuca durante ocho minutos hasta matarte solo porque no se fía del color de tu piel. No se puede hablar de matices con quien te llama puta por sonreír y no te ve como una persona sino como un cuerpo a su disposición. No se puede hablar de matices con quienes creen que si no pensamos como ellos lo mejor que podemos hacer es callar y obedecer. 

En la tranquilidad de nuestra casa podemos pensar todo lo que queramos en los matices de las cosas, en la complejidad de los seres humanos y en si la maldad existe y en si es en verdad tan banal como dijo Hannah Arendt. Pero cuando te arrojan de lleno a una situación insostenible es imprescindible tener muy claro lo que está bien y lo que está mal. Sin dudas. Sin matices. Y situaciones insostenibles las había todos los días en los años cincuenta en este país. 

Fueron años de sombras. Sobre todas las cosas planeaba algo funesto, una nube gris de preocupación y cautela. Una amenaza sin nombre con el sabor metálico del miedo capaz de parasitarte la vida. En este país secuestrado por un dictador y su moral católica, viven una señora muy mayor llamada Aurora, altiva y desamparada, que veinte años antes salió en los periódicos porque mató a su hija Hildegart a sangre fría; una auxiliar de enfermería llamada María, que al haber crecido en un manicomio tiene un don especial para tratar las enfermedades mentales; y un joven psiquiatra llegado de Suiza llamado Germán, que lucha por recuperar una parte de su visión de España tras quince años en el exilio. 

Este país dominado por la resignación de los vencidos, por su incapacidad para imaginar que pueden luchar por algo mejor, que se merecen algo mejor, me ha hecho pensar en la sombra alargada del franquismo en nuestros mayores. La resignación, el miedo, la preocupación constante, el marco mental estrecho, la masculinidad tóxica (no solamente reproducida por hombres, sino también por mujeres), la represión emocional, la brutal desigualdad de género expresada en mil matices y situaciones cotidianas. La herencia venenosa de aquella educación nos ha traído hasta aquí reproduciendo su violencia y su desigualdad y obligándonos una y otra vez a analizarnos, a desaprendernos, a deconstruirnos para tratar de armar una convivencia entre todos que no se tropiece cada día con tanta aflicción y tanto conflicto. 

Los protagonistas de esta novela, Germán y María, demuestran que hasta las personas más abominables, más despiadadas y terribles, pueden inspirar compasión. Almudena Grandes se sirve de una mirada extranjera para mirar la toxicidad de la sociedad franquista con ojos nuevos. Lo que aquí parecía normal, a los ojos de un suizo lo vemos como algo sencillamente escandaloso. La mirada de Germán ilumina el pozo al que fue arrojada la población española y pone el dedo en la llaga de quienes vivían sin haber sabido nunca medir su profundidad. Y así siguen viviendo. 





lunes, 11 de septiembre de 2023

MENOS ES MÁS

No crecer. No tratar de vender cada día más libros como sea. No aspirar a acumular cada año más dinero. No ampliar la empresa. No invertir en publicidad. No "optimizar" mejor los estantes para poner más libros de cara y menos de canto y, reduciendo el stock, vender más bestsellers. No anteponer nunca el beneficio al contenido del producto que lo produce. No ponerse objetivos de ventas. No crecer. Qué disparate, ¿verdad? Papá capitalismo se llevaría las manos a la cabeza. Papá capitalismo quiere que crezcamos sin parar. Nos ha inculcado un apetito voraz. Nos ha enseñado que ese apetito es saludable. Necesario. ¡Imprescindible para la prosperidad del mundo entero! Pero es un apetito que nos va a matar. Y la única forma de sobrevivir es matando a la bestia. 

En esta década larga como librero he recibido consejos empresariales de todo tipo. Y todos iban encaminados a perseguir el crecimiento como objetivo absoluto e incuestionable. He aprendido lo revolucionario que resulta negarse a crecer a toda costa, a invertir para promocionarse y expandir las ventas. He aprendido el valor de quedarse pequeño, accesible, cercano. El valor de lo discreto frente a la economía de la ambición que anhela el crecimiento y la autosuperación constante. 

Comprar menos, poseer menos, vivir con menos. Coger menos el coche. ¡No tener coche! Viajar menos en avión. Necesitar menos. Organizar la economía en torno al bienestar humano, y no en torno a la acumulación de capital. Qué bien lo explica Jason Hickel en este libro. Es algo tan simple. Tan revolucionario. Y tan necesario. 

A partir de un umbral que todos los países de altos ingresos han cruzado hace muchos años, el crecimiento económico no conlleva un progreso social. Es decir, el crecimiento en los países ricos ya no tiene que ver con la necesidad ni la prosperidad humanas. Obedece simplemente a una lógica capitalista de enriquecimiento exponencial de una minoría ultrarrica. Estamos en una crisis de desigualdad creciente que está matando lo de todos para satisfacer al 1% de la población. 

Hay que luchar contra la idea totalitaria del beneficio creciente como único objetivo comercial posible. Y qué difícil es. "El capitalismo está tan aceptado que sus defensores ni siquiera saben cómo justificarlo". Es una idea omnipresente. Pero es una idea que, tal y como está configurada, nos aboca a la extinción. Y hay alternativas. Este libro explica unas cuantas. 

El objetivo se enuncia muy fácil: "Sustituir una economía organizada en torno a la dominación y la extracción por una basada en la reciprocidad con el mundo viviente". Vivimos en un mundo que se muere. Hay que cuestionar las viejas certezas. Todos los días y en todos los ámbitos. Pero especialmente cuando nuestra supervivencia está en juego. No queda otra. Y ya vamos tarde. "Las generaciones futuras volverán la vista atrás y se asombrarán de que supiéramos exactamente lo que estaba ocurriendo, con un nivel de detalle impresionante, y aun así no solucionáramos el problema". 

Para que haya crecimiento tiene que haber escasez. El crecimiento se alimenta de la escasez de la mano de obra, y cuando sube el nivel de vida, va a buscar escasez donde sea para extraer beneficio. No es que al crecimiento le interese la desigualdad para hacer negocio, es que vive de ella. La necesita. Cuanta más desigualdad, más fácil obtener mano de obra barata, más consumismo desesperado por conseguir estatus y calmar la ansiedad, más fácil enriquecerse para los más ricos, mayor extracción de recursos y contaminación, y más destrozo del planeta. Es decir, cuanta más desigualdad, más crecimiento, más cambio climático. Por eso las políticas contra la desigualdad son políticas en favor del decrecimiento y de la supervivencia en la Tierra. 

Muchos defienden el carácter inevitable del capitalismo como un reflejo natural de la voracidad humana. Pero no es cierto. No somos así. Numerosos estudios han demostrado que cuando nos dan a elegir libremente, tendemos naturalmente a compartir y a renunciar a los beneficios individuales si con eso prosperamos como grupo. El problema es que tenemos un sistema político que permite que unos pocos saboteen nuestro futuro colectivo para su propio beneficio personal. Y lo asumimos como una fatalidad inevitable. 

"Durante mucho tiempo se nos ha dicho que el capitalismo y la democracia van de la mano. Sin embargo, la realidad es que es muy posible que sean incompatibles. La obsesión del capital con el crecimiento perpetuo a costa del mundo viviente va en contra de los valores de la sostenibilidad que defendemos la mayoría. En otras palabras, el capitalismo tiende a ser antidemocrático y la democracia tiende a ser anticapitalista". 

"El crecimiento del PIB es básicamente un indicador del bienestar del capitalismo. Que todos hayamos acabado considerándolo una representación del bienestar de los seres humanos constituye un golpe ideológico extraordinario". El decrecimiento es el reto de descolonizar la naturaleza y la mano de obra esclava del capital de la que el 99% somos parte. 

Menos es más es un libro fabuloso. Lo he disfrutado muchísimo, me ha hecho pensar, me ha emocionado, me ha llevado a otros libros. Ha reafirmado muchas intuiciones que ya tenía y las ha convertido en ideas sólidas. Y puedo decir que ha reconfigurado mi forma de entender la economía y cómo esta define el mundo en que vivimos hasta el punto de amenazarlo con la destrucción. Este libro ha cambiado mi forma de ver el mundo y el lugar que ocupamos en él. 





viernes, 8 de septiembre de 2023

EL ALETEO DE LA MARIPOSA

No puede haber árbol sin semilla. Un solo gesto puede cambiar un paisaje y dar una cantidad de vida insospechada. ¿Quién habría adivinado que una minúscula semilla contenía algo mucho más grande que el pájaro o la ardilla?

No puede haber vida sin muerte. Del cuerpo del viejo pájaro que ya no podía mover las alas brotan ahora flores de todas las formas y colores. ¿Quién habría adivinado que la muerte siempre trae más vida de la que quita?

No puede haber cicatriz sin herida. El dolor quema y la sangre fluye, pero nuestro cuerpo ya está construyendo un tejido para que la vida continúe. ¿Quién habría adivinado que un daño pasajero podría dejar recuerdos tan valiosos?

Este bellísimo álbum ilustrado muestra el antes y el después de muchos procesos naturales. Enseña que todo lo que existe en el universo es consecuencia de algo que ocurrió antes. Las cosas están conectadas a su pasado y a su futuro, como lo están la semilla al árbol, la herida a la cicatriz y la muerte a la vida. El aleteo de la mariposa se puede sentir al otro lado del mundo. Todo está unido por un hilo invisible que viaja a través del tiempo y nos moldea como somos. 

El aleteo de la mariposa es un canto a la naturaleza, un homenaje a todo lo que vive y muere y nos rodea. Y una belleza de libro cuyas ilustraciones invitan a soñar despiertos. 




lunes, 4 de septiembre de 2023

CARTAS A VITA / A VIRGINIA LE GUSTABA VITA

He terminado de leer este libro con el mapa del sur de Inglaterra en el ordenador lleno de rutas por las casas, mansiones y lugares que frecuentaron Virginia Woolf y Vita Sackville-West. Y no hay cosa que más me guste: que un libro me haga viajar tanto que no solo durante la lectura esté allí donde están los personajes, sino que quiera ir como sea en un futuro cercano a ver, tocar y respirar en persona todo aquello que he visto, tocado y respirado con la imaginación. 

Este volumen de Librefeminista, un proyecto editorial de la librería Mujeres & Compañía, es una exquisitez. Como todo lo que publican nuestras colegas libreras, es un libro doble: por un lado están las cartas que Virginia le escribió a su querida amiga y amante Vita, una escritora aristócrata fascinante con la que tuvo una relación intensísima; y por el otro lado, dándole la vuelta, una recreación cercana y muy emotiva, desde la ficción, de cómo pudo ser esa relación, escrita por Pilar Bellver. 

En las cartas he descubierto a una Virginia Woolf volátil, caprichosa, incluso con un punto de frivolidad que no imaginaba con esa cara casi siempre tan seria y austera que recuerdo de las fotos suyas que he visto. Me ha encantado su vena cómica y bromista, como cuando reivindica que ella también habla francés, quizá no tan bien como Vita, pero lo suficiente como para ser una mujer de verdad, porque ya se sabe que "las mujeres de verdad hablan francés y se empolvan la nariz". He disfrutado mucho su crítica de la "maldita sangre aristocrática: débil, efervescente, quisquillosa, frágil", aunque no he podido evitar pensar que ella quizá también se veía reflejada en esa misma sangre y asumía esa misma debilidad quisquillosa y efervescente. 

Con 28 años, en 1920, Vita escribió un texto autobiográfico, con voluntad de publicarlo quizá en un futuro, de casi cien páginas en el que contaba con muchos detalles las relaciones amorosas y sexuales que había tenido hasta entonces con mujeres. A su muerte, lo descubrió su hijo, Nigel Nicolson, y lo publicó dentro de su libro biográfico Retrato de un matrimonio (hoy agotado, ojalá lo reediten pronto), en el que cuenta la relación tan especial que tuvieron sus padres, pensando que en los años setenta esa historia ya podía ser aceptada por la sociedad. Y lo fue, hasta cierto punto. Era la época del movimiento hippie y de la tercera ola del feminismo, pero el progreso no es un camino recto ni lineal, y en sus muchas vueltas, y a pesar de que ha pasado un siglo entero ya de aquellas memorias de Vita, su vida y la forma de entender el matrimonio que tuvo ella, Virginia y otros muchos integrantes del grupo de Bloomsbury, siguen siendo impensables para la inmensa mayoría de la población de los países más avanzados en derechos. 

Por ejemplo, esta descripción tan deliciosa que hace Virginia de Violet Trefusis, antigua amante de Vita, tras haberla recibido en su casa: 

"Ahora entiendo por qué estabas entonces tan enamorada de ella. Ahora está un tanto rellenita; contundente, más bien. Pero ¡qué capacidad de seducción! Qué voz (ceceante, vacilante), qué amabilidad, agilidad, y a su modo (que no es el mío: yo soy mucho más refinada, aunque eso no sea en absoluto una ventaja), qué encantadora, como una ardilla entre liebres... Una ardilla roja entre nueces marrones. Nos miramos y parpadeamos entre las hojas. Y nos llamamos ceremoniosamente la una a la otra señora Trefusis y señora Woolf". 

Cuánto oculto entre líneas, ¿verdad? Mordacidad, admiración, envidia, deleite, tensión. En un mundo en el que, tristemente, nos seguimos empeñando en que no se puede amar sin poseer ni controlar, esta simple descripción de Virginia de una antigua amante de su amante es un ejemplo maravilloso de calidad humana y apertura de mente. De futuro. Ojalá vayamos en su estela. 

"Ámame más y mejor, pon otro peldaño en la escalera y permíteme subirla". No se conformaban, ninguna de las dos, con el amor al que podían tener acceso. Querían más, cada una a su manera, y se lo hacían saber de las formas más claras, ambiguas, divertidas y anhelantes. 

"En todo Londres, solo a ti y a mí nos gusta estar casadas", dice Virginia con sorna. Y es que el matrimonio como institución entonces era una farsa y una cárcel, y ellas supieron convertirlo, cada una a su manera, en un vínculo profundo y elástico capaz de acoger su necesidad de amar en libertad. Pensándolo un poco, parte de esa farsa y esa cárcel siguen vigentes un siglo después en nuestra forma de entender la vida en pareja, hecha de imposiciones, desigualdad y miedo al castigo privado y público.