lunes, 31 de octubre de 2022

LA LLAMA DE FOCEA

"Lo que ancla a un hombre a un espacio no es la paz o la dicha, sino cuánto lo conmueve cuando lo recuerda". 
Es decir, el significado que le da. Lo que despierta en su interior cuando cierra los ojos vuelve a él. Aunque el recuerdo le revuelva el cuerpo y le agriete la memoria. 

"Si estamos condenados a encontrarnos, también lo estamos a encontrar alguna clase de equilibrio. Chocar es convivir. Para quien no choca ni convive es muy fácil la pureza moral". 
Esto aplicado al nacionalismo, a la política en general. Pero también a las relaciones familiares y laborales. Qué cómodo es quedarse en un rincón rumiando a solas las mismas una y otra vez, señalando como enemigo a todo aquel que no las comparta. Qué cómodo y qué tóxico y qué peligroso. Para todos. 

"La ironía es el arma que protege a los seres humanos de los abismos de la creencia ciega, que es el camino de perdición en el que desembocan, una y otra vez, quienes carecen de sentido del humor". 
Y la duda que llega con ella. Las paradojas. La incertidumbre tan saludable de ver las cosas siempre desde varios puntos de vista y no casarse nunca del todo con ninguno. 

Lorenzo Silva está en esta entrega de su serie policiaca más filosófico que nunca. Melancólico y un poco sentencioso, parece que ha escrito esta novela como mirando hacia atrás, tratando de dejar alguna huella en un camino que sabe que no va a volver a pisar. La historia nos lleva de la Galicia del Camino de Santiago a la Barcelona de 1992, una ciudad al borde de un cambio radical por los Juegos Olímpicos. Y culmina en la Barcelona de 2019, una ciudad al borde de la guerrilla urbana por la sentencia del Procés. 

Investigando el asesinato de una peregrina, hija de un empresario vinculado al independentismo catalán, el subteniente Bevilacqua se ve envuelto en una trama política en la que entran en juego los servicios de Información de la Guardia Civil, atentos siempre al desafío soberanista. Sus pesquisas y viajes entre una punta y otra de España le permiten meditar sobre las complejidades del nacionalismo catalán, a menudo desde la mirada templada aprendida en los libros de Jaume Vicens Vives, cuyo deseo siempre fue "que las virtudes catalanas, integradas en el empeño común de España, ayudaran a mejorar cómo se percibía a esta desde el exterior, y cómo catalanes y españoles se percibían a sí mismos". 

Como en otras novelas, Lorenza Silva transmite serenidad, melancolía y un afán especial por hacer las paces con un pasado que no se deja domar. La llama de Focea es una novela policiaca alejada de la adrenalina, el morbo salvaje y los efectos cinematográficos tan en boga en el thriller español actual, que apuesta por la reflexión política, la poesía y el difícil equilibrio entre la búsqueda de lo que nos hace felices y lo que consideramos justo. 




lunes, 24 de octubre de 2022

LLÉVAME CONTIGO

Una mujer en la cincuentena se enamora de otra mujer. Qué natural y qué terremoto. Toda una vida de repente se tambalea. Lo que era seguro ya no lo parece. Y la luz y los fuegos de colores la elevan hacia una dulce taquicardia a la vez que le quitan el suelo de los pies. 

Este cómic cuenta un enamoramiento. Con su ansiedad y su secreto. Su transgresión y su éxtasis. Hay caos y hay dolor. Un matrimonio estable y feliz salta por los aires por una atracción inesperada, que no es un capricho ni una verdad definitiva, sino simplemente un descubrimiento. Un regalo. Algo tan intenso y tan valioso que no existe la posibilidad de dejarlo pasar. 

Este cómic habla de lealtad y de celos. De amor y de deseo. El júbilo convive con el miedo en una vida puesta patas arriba por algo más fuerte que la razón, un sentimiento del que no se puede escapar (y pobre de aquél que lo consiga, qué páramo emocional heredará de su decisión). 

Me gusta que no se hable de la edad ni de la orientación sexual. Que el sentimiento y su enmarañada red de complicaciones sea lo universal, y el resto, detalles que no hace falta ni mencionar. Me gusta que no se hable de la posesión. Que a pesar del dolor y de los celos y de las autoestimas dañadas, todos los personajes den por supuesto que por encima de todo está la libertad de cada personaje de elegir en cada momento qué quiere hacer, con quién quiere estar, qué estela de qué amor va a seguir. 

Una mujer en la cincuentena se enamora de otra mujer. Qué natural y qué terremoto. Conozco unas cuantas mujeres a las que esto les parecería imposible. Imposible de imaginar, siquiera. Una frivolidad incomprensible, ¡un escándalo! Y me ha encantado que Anneli Furmark haya escrito esta historia así, con la sencillez y el impacto de las historias universales que dejan huella, más allá de detalles que para las generaciones anteriores eran murallas y que hoy, afortunadamente, ni mencionamos. 




 

lunes, 17 de octubre de 2022

UN AMOR AL ALBA

Un amor al alba. Al alba de una ciudad mágica por descubrir. Al alba de las carreras artísticas de dos jóvenes extranjeros, ella rusa, él italiano, antes de que empiece de verdad cada uno a pensarse únicamente como creador, antes de que ninguno de los dos pueda siquiera sospechar que la poesía y la pintura los volverán mundialmente famosos. Un amor fugaz y quién sabe si platónico, al inicio de su juventud, cuando París era una promesa infinita, un lienzo en blanco lleno de posibilidades. París en 1910, antes de la guerra: la capital del arte y de la libertad. 

Esta novela lírica, de prosa delicada y apasionada, recrea la relación entre Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani en el París de su juventud. La autora ha conseguido una voz que se adhiere suavemente a sus personajes para seguir sus pasos desde sus emociones, para que veamos sus vidas con sus ojos. Habla de la belleza como pasión y destino. Como ideal y como herramienta para liberarse de una educación provinciana basada en la ignorancia y los prejuicios. Conecta con Los europeos y El baile de Natasha, de Orlando Figespor la relación entre la cultura rusa y la capital francesa, y la influencia de la literatura, en este caso la poesía simbolista con Baudelaire como estandarte, en la pintura de Modigliani y la obra de Ajmátova. 

Pero ante todo es una crónica de un amor improbable. 

Modigliani es el prototipo de pintor bohemio, siempre al borde de la miseria, artista culto siempre con un libro bajo el brazo, de complexión robusta, bajo de estatura, con un magnetismo mediterráneo al que resulta difícil resistirse. Un hombre marcado por la salud frágil, en busca de un absoluto que solo encuentra en la pintura y en la escultura. "Al igual que en los museos, busca en los libros el relámpago que despierta, la luz que fulmina". 

El cuerpo es un lenguaje. Lo saben los artistas jóvenes, deslumbrados por la sensualidad exótica de los ballets rusos que causan furor en el público parisino. Lo sabe la joven Anna cuando recita sus primeros poemas en París, "lentamente, con ternura, los brazos a menudo cruzados sobre el pecho". Una mujer alta y delgada, con un aire misterioso e inquietante, a pesar de la dulzura. Un ideal de belleza que lleva mucho tiempo fraguándose en la mente de Modigliani, que siente la loca esperanza de haber encontrado por fin la mujer real que encarna su sueño. Ese sueño de piedra, que le seguía desde Italia, resulta que hablaba francés con un fuerte acento ruso. 

Un amor al alba, efímero como un amanecer. Pero profundamente duradero en la huella que se dejan una y otro. "Pintar, esculpir, escribir, componer, es mostrar a la muerte su fracaso". Y ese es el poder del arte, que da alas a cualquier vida que se entregue a él, como Ajmátova y Modigliani, a tumba abierta. 




lunes, 10 de octubre de 2022

RICCARDINO

Pues hasta aquí hemos llegado. Aquí terminan las aventuras del comisario Montalbano. O eso dicen la promoción del libro y los artículos de prensa. Pero la verdad es que yo no lo tengo tan claro. ¿Puede terminar algo que ya te pertenece para siempre? ¿Los sueños premonitorios, la risa constante, la trattoria de Enzo y los portazos de Catarella? ¿Pueden terminar el sol y la mafia, los celos compulsivos y el desafío burlón a los poderes corruptos? ¿Puede terminar esa Italia tormentosa, ese país áspero y bellísimo gobernado por los hilos invisibles de la mafia y los sacerdotes? Novela a novela, Camilleri ha creado un mundo literario que ya forma parte de mí. Y que no puede terminar, porque volverá a cobrar vida y a desplegar su encantamiento cada vez que abra cualquiera de sus treinta y tres novelas. 

Riccardino es una novela distinta al resto de la serie. Y no solo porque sea la última o tenga un título poco habitual en comparación con el resto. Camilleri la escribió en 2004 y la guardó en un cajón, reservando su publicación para cuando decidiera terminar con el personaje. Y sí, termina con su Salvo Montalbano, pero no de la manera que cualquiera esperaría. 

Riccardino es distinta por muchos motivos maravillosos. Por ejemplo, el narrador hace que su protagonista hable con el propio Camilleri, el Autor, que le pide información sobre su vida y el caso que se trae entre manos para escribir la historia a la vez que el protagonista la vive. Y no solo eso, sino que Montalbano está picadísimo con el actor que hace de él en la serie de televisión por ser diez años más joven y robarle protagonismo y popularidad. 

No quiero contar mucho más. Sólo que esta última aventura es una autoparodia fina y divertidísima sobre los límites de los personajes y cómo estos cobran tanta independencia y vida propia que hay que pedirles permiso y consejo a la hora de crear sus historias. Y es que el Autor se queja de que su personaje no está siendo sincero con él y le llama a cualquier hora para pedirle explicaciones y que se deje de tonterías, que no hay derecho que con el caso de Riccardino vaya tan perdido y le esté haciendo escribir una novela tan poco resultona. En fin. Una fiesta de despedida por todo lo alto. 





lunes, 3 de octubre de 2022

MALESTAMOS

Nadie dudaría de que si tienes un tobillo roto no puedes ir a trabajar. Pero si la dolencia es psicológica, de repente cuesta mucho más explicarlo. ¿Baja por ansiedad? Generación de cristal. ¿Baja por depresión? Si es que os quejáis por todo, hombre. 

Esta cultura del desprecio por la salud mental viene de la ignorancia de generaciones y generaciones educadas en la represión emocional, incapaces de hablar de lo que sienten, de aceptar que su forma de cuidar, querer y acompañar a veces también puede dañar, de darse cuenta de que tratar bien a los demás exige un esfuerzo constante que nunca acaba. 

Cuántas personas no han ido ni irían nunca a terapia psicológica porque piensan que no tienen ningún problema, y además si lo tuvieran no irían a contárselo por ahí a un extraño, aunque se pasen la vida en el médico pidiendo recetas para todo tipo de dolencias. Cuántas personas piensan que hay dolencias de las que se puede hablar y otras de las que no. Como si la cabeza no formara parte del cuerpo. Como si la salud mental fuera cosa de locos peligrosos, de gente diferente con problemas diferentes a los de todo el mundo. 

Pero es importante hablar de salud mental. Al menos tanto como de un tobillo si se rompe. No sólo para nosotros, sino también para nuestros mayores, que se han pasado toda la vida arrastrando unos problemas psicológicos tremendos sin saber que los tenían porque los educaron en la creencia de que ellos no podían tener de eso. Y es importante hablar de salud mental como una cuestión colectiva y política, no solo privada e individual. La salud de las personas no solo mejora con más inversión sanitaria, sino también con el modelo económico, laboral y social que sale de las leyes y de los presupuestos generales. 

Nuestra generación es la primera que vivirá peor que sus padres. Es una frase que se repite mucho y que tiene matices cuestionables. Lo que sí parece más seguro es que a partir de 1980 estamos acumulando generaciones con una ausencia generalizada de perspectivas de futuro. Y nos han dicho (y nos hemos creído) que si nos hemos quedado sin futuro es por culpa nuestra. Que la ansiedad crónica es culpa nuestra. Y, al final, no sólo estamos mal, sino que nos sentimos culpables por estar mal porque nos han enseñado que si no podemos mostrar la herida o explicarla con claridad, nuestro dolor no es aceptable. Qué difícil parece señalar que muchos fracasos individuales de nuestra generación son en realidad un fracaso colectivo del sistema, "un sistema que utiliza a las personas y sus anhelos como la materia prima con la que transformar el capital".

Malestamos señala que "mi malestar, aunque para mí sea el más insoportable, no es el más grave, sino un ladrillo más en una construcción que nos encierra". Trata de cómo el modelo social influye en la salud de las personas. La precariedad, las crisis, la falta de proyectos colectivos, el aislamiento, la soledad y las condiciones laborales alienantes nos minan la salud tanto como aspectos individuales y privados como una ruptura sentimental o un ambiente tóxico dentro de la familia. Ya lo señalaba César Rendueles en Contra la igualdad de oportunidades: las democracias más igualitarias presentan los mejores índices de salud entre sus ciudadanos. Este libro es un golpe en la mesa para reivindicar el poder de lo público para mejorar lo más íntimo de la vida de cada uno. "En un contexto histórico en el que la posición habitual de demanda es un "¿qué hay de lo mío?", apostamos con fiereza por un "¿qué hay de lo nuestro?", y, yendo aún más allá, por un orgulloso "todo este bienestar común lo hemos construido con nuestras propias manos y el malestar impuesto no nos va a impedir que lo sigamos construyendo".