lunes, 30 de mayo de 2022

DESENCAJADA

La protagonista de esta novela llega a España con su madre a finales de los años noventa. Su padre ya les espera aquí. La tierra de las nuevas oportunidades. Nuevas oportunidades para su hija, porque ellos van encadenando trabajos manuales precarios que no se corresponden con sus formaciones. Todo para que su hija prospere. Para que su hija estudie y no tenga que trabajar con las manos, como ellos, sino con su mente. Han migrado con la esperanza de legarle a su hija algo mejor que lo que ellos recibieron. Y a pesar de su fatalismo, de su contención emocional, a pesar de no poder ayudar a su hija a hacer los deberes de primaria y pedirle que les lea las cartas que reciben del ministerio, a pesar de sentirse desencajados en esta nueva vida en España, siguen adelante. Ese es el camino. Ucrania se quedó atrás para siempre. Un callejón sin salida al que no tiene sentido volver. 

Esta novela señala las heridas invisibles del desarraigo. Es delicada y punzante. Y tiene un ritmo que hipnotiza. Hay una melodía subterránea que me ha mecido a lo largo de toda la historia. Una melodía melancólica, a ratos furiosa, helada y anhelante, que hace de puente frágil entre dos lugares, Ucrania y España, dos raíces, dos idiomas desde el que mirar un mismo mundo interior desencajado. 

¿Cómo vives en un sitio cuyo idioma desconoces? ¿Cómo haces la compra, cómo te orientas por las calles, cómo preguntas si te pierdes? El significado de las cosas se divide en dos: el que tú le das y el que le dan los millones de personas que te rodean, esos desconocidos a los que no puedes pedir ayuda y que, a pesar de estar a tu alrededor, a la distancia de un roce o una caricia, parecen moverse a kilómetros de distancia de lo que tú eres y sientes y necesitas. Sacas tu diccionario, como un escudo o una varita mágica, y te preguntas si la traducción es suficiente. Si un diccionario basta para cubrir toda esa distancia, para abrir esa puerta y cruzarla. El significado de la palabra odinochestvo es soledad. Pero qué diferente soledad evoca la palabra española. 

Me ha llamado la atención la contención emocional autoimpuesta por la disciplina en los padres de la protagonista, quizá algo común en las personas de los países del este de Europa. "Deja de reírte o acabarás llorando", le advierte la madre a su hija pequeña. Contención y disciplina que choca frontalmente con la expresividad desbordada y laxa del carácter de muchos españoles meridionales. Una contención que cualquiera diría que es un rasgo de carácter, algo innato, genético, y no la losa de una herencia de la que con mucho esfuerzo uno quizá pueda desprenderse. 

Esta es una novela sobre la indiferencia. Sobre el cansancio y el hastío en dos mujeres de veintisiete años que llevan demasiado peso encima. Que se sienten solas pero no piden ayuda. Quizá porque no saben cómo hacerlo. Quizá porque están convencidas de que nadie va a ayudarlas. Porque en realidad nadie tiene por qué hacerlo. La soledad es una carga intransferible. Una mancha que lavar a solas, a escondidas, de noche. Aunque una sepa que igualmente a la mañana siguiente volverá a aparecer. 

"Al igual que la pérdida de un ser querido, la migración es un duelo. Pierdes la lengua. Pierdes la cultura. Tu identidad. Tus amigos y tu familia. Tu estatus. E incluso sufres la pérdida de la tierra. Lloras los paisajes y el clima". "Para los exiliados, emigrados y peregrinos, la patria siempre será el camino". 

Desencajada es una novela escrita, quizá, para "desentrañar la nostalgia. Ir al origen de la pérdida, buscar el núcleo del dolor y despiezarlo para analizar cada una de las partes que lo contienen. Para así poder entenderlo. Para dejar de sentirlo". 





 

jueves, 26 de mayo de 2022

CARMEN BALCELLS, TRAFICANTE DE PALABRAS

Óscar me aparta libros con mucha frecuencia. Cuando voy a la librería siempre me encuentro una pila que me ha seleccionado. ¡Me hace mucha ilusión porque siempre acierta! La dificultad está en que me aparta muchos y tengo que priorizar. Cuando vi esta biografía de Carmen Balcells se me iluminó buena parte de mi pasado profesional, y al ver el nombre de la escritora, Carme Riera, mi mente voló a una clase de literatura a final del curso 2010 cuando mi profesor Marcos Roca nos dio el texto de Carmen Te dejo amor, en prenda el mar para analizarlo. Fue un deslumbramiento por su sensibilidad y su calidad literaria. Esta biografía me descubre que ese texto que yo leí en 2010, en los años setenta y en catalán (Te deix amor la mar com a penyora) se había reeditado treinta veces, en una Barcelona que vivía una explosión intelectual, con el boom latinoamericano y la gauche divine

Carmen Balcells en buena parte fue la impulsora de aquel boom latinoamericano por el apoyo incondicional que prestó al grupo que lo componía: Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Roa Bastos... Fue mucho más que una agente, se implicó con su fuerte personalidad, su magnetismo, su seducción, en una combinación de talento, inteligencia y ambición para convertirse en la más importante agente literaria internacional. Fue una persona muy querida y poderosa, pero también temida y polémica. 

Su generosidad legendaria la demostraba todos los días con sus escritores, con los que establecía una relación de mamá grande. Hay ejemplos como el de José Luis Sampedro, que le confesó que a los dieciocho años él quería tocar el piano, pero se truncó por la guerra... y Carmen le regaló de inmediato un piano con un florero encima y una flor. Carmen, con su humor habitual, le dijo que él era el amante que le hubiera gustado tener y en su segunda boda con Olga Lucas, les facilitó hasta los anillos cuando se enteró dos días antes de la ceremonia que iba a ser solo un trámite administrativo.

Con García Márquez ya directamente le incorporó a su familia, se ocupaba de todo. Durante los siete años que vivió en Barcelona la relación llegó a ser tan estrecha, entrañable e intensa que, por ejemplo, cuando él iba a cenar con amigos y familiares a uno de los restaurantes de lujo que ella frecuentaba en la parte alta de Barcelona, algo bastante habitual, le pedía al maître que la cuenta se la pasara a Carmen y a ella le parecía bien.

Carmen Balcells cambió drásticamente la forma de contratación que los editores habían establecido hasta entonces, que daba lugar a engaños frecuentes en las tiradas y las liquidaciones por ventas. Los editores la temían porque les obligaba a ser más transparentes y a pagar adelantos y compromisos que nunca antes habían concedido.

Su creatividad y emprendimiento no pararon nunca. Algunos proyectos fracasaron, pero siempre encontraba otros. Carnets de Peintre fue una colección de libros artísticos, exquisitos y carísimos, ediciones limitadas a noventa y nueve ejemplares de grandes pintores, magníficos, pero de difícil venta porque cada ejemplar costaba diez mil euros. O el proyecto Barcelona Latinitatis Patria (BLP) al que dedicó tanto dinero y esfuerzo. O los hoteles que construyó en su aldea natal, Santa Fe de Segarra, al lado de Cervera.

Se relacionó con la élite intelectual de su época: Gil de Biedma, Carlos Barral, Gabriel Ferrater, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, García Márquez, Herralde, Esther Tusquets, Beatriz de Moura...
Leer su recorrido ha sido tan interesante para mí porque coincidí en el mundo editorial en la misma época, y mi trabajo entonces corrió en paralelo a su trayectoria.

Isabel. 


lunes, 23 de mayo de 2022

EL OCASO DE LA DEMOCRACIA

El equilibrio y la concordia en política suelen ser fenómenos aislados y nunca han durado mucho tiempo. Siempre ha habido algún grupo dispuesto a alterarlos para imponer sus criterios. Si la unidad y el consenso son utopías, quizá el objetivo sea tratar de lidiar con la polarización de la mejor manera posible. Es decir, evitando por todos los medios que desemboque en odio y violencia. Si el atractivo del autoritarismo es un mal endémico, ahora más que nunca es el momento de luchar por tender puentes y aislar los brotes que quieren acabar con la convivencia. 

De esto trata este ensayo de Anne Applebaum, de la que ya disfruté mucho su ensayo sobre el inicio de la guerra fría: El telón de acero. La extrema derecha lleva una década (en algunos sitios unos años más, en otros el fenómeno es todavía más reciente) volando los puentes de nuestras democracias plurales y es responsabilidad de todos ponerle freno. 

Alerta de los peligros de la nostalgia restauradora. La extrema derecha política y mediática vuelve la mirada a antiguos mitos para reformularlos a conveniencia y aspirar a que tengan un papel activo en el presente. El mito de la homogeneidad racial (fuera los inmigrantes de otras etnias y religiones), de la homogeneidad heterosexual (el colectivo LGTBI podrá existir siempre que no nos enteremos), de la homogeneidad de clase (los pobres no existen, y si existen es porque quieren). 

Analiza la sensación que tiene la extrema derecha de pertenecer a una comunidad única, superior y especial. Una sensación nacionalista de pertenencia que genera odio hacia el diferente. Y si se alimenta lo suficiente, crea autoritarismos. Ha pasado muchas veces en la historia y está pasando de nuevo en Polonia, Hungría, Austria, Holanda, Francia, Reino Unido, Italia y España en estos últimos diez años. 

Describe cómo se ensalza un pasado glorioso con el fin de restituir una autoestima nacional maltrecha que no tolera la realidad actual, porque atenta contra sus delirios de grandeza. Los políticos de extrema derecha son devotos de las "esencias nacionales". Y de cualquier mentira que sirva para ensalzarlas. No dudan en recurrir al revisionismo histórico, retorciendo el pasado a su conveniencia. Piensan que su idea de nación está en peligro de muerte, que vivimos en una época de decadencia apocalíptica en la que cualquier medio puede ser válido para salvar a la nación de sus potenciales asesinos. Sienten cierto anhelo de caos y destrucción para poder erigirse ellos en los restauradores del orden perdido. Lo cual no deja de ser una técnica de manipulación política clásica que ya usó Hitler con la quema del Reichstag en 1933 y que le dio excelentes resultados a la hora de apuntalar la criminalización de los adversarios políticos. 

Me ha parecido un ensayo muy interesante. Muy incisivo. Fluido, elegante y muy fácil de leer. Estoy lejos de los planteamientos políticos de Anne Applebaum, y discrepo de algunas de sus teorías, pero su análisis de los estragos que los partidos de extrema derecha han hecho en las democracias occidentales me parece interesantísimo. Y he aprendido muchísimo con ella. Ojalá los políticos españoles que se definen como de centroderecha pudieran leerlo y aprender del peligro de sus queridos socios de extrema derecha. 





jueves, 19 de mayo de 2022

MÁS QUE UNA MUJER

El feminismo es una juerga. Es una de las luchas más dolorosas, cabreantes y desgarradoras de nuestro tiempo, pero también es una juerga. Y Caitlin Moran lleva más de una década siendo un referente de esa juerga (concretamente desde aquel manifiesto inigualable titulado Cómo ser mujer). Porque aunque el feminismo hay que estudiarlo, entenderlo, debatirlo, masticarlo y enarbolarlo como bandera y escudo en las plazas y los foros que haga falta, también hay que llevárselo a la cama y reírlo y bailarlo e inflar globos de colores con él. Hay que humanizarlo. Pegarlo a nuestra vida diaria. Y la vida sin humor no merece la pena. 

Más que una mujer es un libro sobre todas las mujeres distintas que se ven obligadas a ser las mujeres cuando tienen hijos y pasan de los cuarenta y de repente sienten sobre los hombros todo el tejido de la sociedad. La autora nos propone seguirla por las horas de un día cualquiera de su vida y repasar así los desafíos a los que se enfrenta. En sus páginas aparece a menudo la palabra patriarcado ("Emplear la palabra "patriarcado" entraña cierto peligro, porque creo que en cuanto la oyen, muchos hombres temen que van a aparecer nueve mil mujeres enfurecidas y les van a cortar el pene para luego quemarlos en una gran hoguera"). Y continúa con una carcajada constante, feliz y malhablada. Si la palabra vagina te causa incomodidad y tu boca nunca ha sabido cómo pronunciarla en público sin fruncirse desesperada, este libro no es para ti. Así que, lectores puritanos, decorosos, inhibidos, mojigatos y remilgados: absténganse. 

Nuestra sociedad no tiene ningún problema con los cuerpos femeninos, a menos que haya que hablar de ellos. Y si no lo creéis, pronunciad las palabras clítoris, vulva o pezón en una reunión familiar o de trabajo y disfrutad de ese silencio. Ese espeso silencio. Ese silencio abisal, oceánico, en el que se oyen cuchillos afilándose y miradas huyendo como conejos despavoridos. Pues bien, Moran habla de clítoris, vulvas y pezones. De suelos pélvicos y pedos y cacas. De la presión social sobre los cuerpos femeninos. De las normas para todo. De esas formas correctas y únicas de hacer las cosas y cómo infringirlas supone alterar el delicado equilibrio del mundo. Y de ejércitos de mentes prejuiciosas y artríticas. 

A ratos, por la carcajada constante me ha recordado a mi admirada The Marvelous Mrs. Maisel. Y por esa jovialidad con la que dice estar rabiosa "de que el mundo decidiera, hace mucho tiempo, en qué consistía la belleza, y ni a ti ni a ninguna de tus amigas os propusieran participar en ese comité. No te permitieron atribuirte valor ni te consultaron sobre lo que considerabas admirable. Por eso estamos furiosas. Por eso lloramos. Porque la belleza es un impuesto que nos piden que paguemos en un sistema donde no tenemos ni voz ni voto". 

El patriarcado, protagonista de este libro, es el enemigo de las mujeres. Pero también es el de los hombres. Cuando los hombres se den cuenta de que si sufren estereotipos de género y discriminación y analfabetismo emocional y soledad y desesperación e ideaciones suicidas es por culpa de la desigualdad de género, ah amigos, ese día va a ser grande. Si el feminismo es la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, una pregunta a menudo descuidada y que Caitlin Moran dice que las mujeres deberían hacerse es: ¿y qué hay de los hombres? ¿Qué pasa con ellos? 

Ojalá la igualdad de género fuera un generador de identidad para los hombres de la misma manera que lo es para las mujeres. La liga de los hombres feministas. Molaría, ¿eh? Que el feminismo no solo se percibiera como la defensa de los derechos de las mujeres, sino como la lucha por la igualdad real entre mujeres y hombres. Igualdad que pasa por derribar un montón de estereotipos. Y que un hombre pueda hacer las mismas cosas que hacen las mujeres sin ser menospreciado por ello o tachado de femenino o marica o incluso temido y atacado. Por ejemplo: salir a cenar a un restaurante con otro hombre, ponerse ropa de colores, teñirse el pelo de colores o ponerse mechas, pintarse las uñas o los ojos, llorar en público, salir a bailar con amigos con el fin de bailar y nada más, tener un vocabulario emocional lo suficientemente amplio como para poder compartir emociones con otras personas, pedir consuelo, hablar hasta las tantas con su grupito de amigos hombres sobre su vida interior, ofrecer ayuda a una mujer desconocida en la calle sin generar temor o amenaza, que le regalen flores por el día del padre o por su cumpleaños (o porque sí, qué demonios). 

Mientras que las mujeres llevan un siglo y medio reinventándose, derribando mitos e imposiciones, desafiando estereotipos y pulverizando prejuicios sobre lo que significa ser mujer, la inmensa mayoría de los hombres aún no ha hecho su revolución. Ni sospecha que pueda hacerla, porque no tiene una conciencia colectiva de pertenecer a un género que también sufre discriminación por su identidad. Y en lugar de imitar la lucha de las mujeres y reivindicar la igualdad como meta para vivir de una manera más digna y más libre, muchos hombres se enrocan en sus limitaciones y se cabrean, porque perciben que están perdiendo el privilegio dominante que les daba ser hombres, un privilegio que compensaba las limitaciones que conllevaba. 

Caitlin Moran siempre abre mil debates. Da para hablar en infinitas sesiones de clubes de lectura. Es divertidísima. Delirante. Profunda. Estrafalaria. Conmovedora. Desgarradora (el capítulo sobre el trastorno alimentario de su hija es estremecedor). Ojalá nos rodearan muchas más personas como ella. 






lunes, 16 de mayo de 2022

ARENAS MOVEDIZAS

Fui a Nueva York con P. en 2017, y recuerdo preparar el viaje con lecturas ambientadas en la ciudad. Lo difícil en este caso era qué elegir ante la variedad infinita, pero como nos íbamos a alojar en Harlem, pensé que algo del Harlem Renaissance estaría bien. Empecé con alguna novela policiaca de Chester Himes y mi madre contribuyó con su lectura de Claroscuro, la otra novela de Nella Larsen. Desde entonces, aquellos años veinte y treinta de efervescencia cultural negra se me quedaron rondando en la curiosidad y fueron cayendo en mis manos otros libros relacionados con aquella explosión cultural, como por ejemplo la impresionante La calle, de Ann Petry, que me deslumbró y que no he dejado nunca de recomendar. 

Ahora vuelvo a Nella Larsen con estas Arenas movedizas, una novela fantástica del Harlem Renaissance que reúne todos los ingredientes de ese modernismo combativo que tan atractivo me resulta: delicadeza, denuncia social, fluidez, desparpajo, preciosismo y un retrato implacable de la psicología de los personajes. La protagonista, Helga Crane, es mestiza. Su existencia representa una afrenta y una vergüenza en la vida de su familia blanca, "una llaga repugnante que había que ocultar a toda costa. Por muy ofendida que estuviera, lo comprendía, pero ¡cuánto más fácil habría sido no comprenderlo!" Tras una infancia sin afectos, poblada por fantasmas y demonios que la acechan en cada encrucijada de su vida, Helga Crane es una mujer presa del desasosiego. Como tantas mujeres negras entonces y ahora, no consigue ser feliz ni estar en paz en ningún sitio, precisamente porque no hay ningún sitio realmente donde pueda sentirse en paz y libre del hostigamiento de los hombres y de la discriminación racial. 

En los años veinte la lógica de la segregación racial alcanzaba a todos. Era dificilísimo luchar contra ella. Si aún hoy a cualquier persona mestiza junto a su familia le espera toda una vida de miradas de recelo, hace un siglo esa mezcla era un escándalo. Y ese escándalo es la cárcel que encierra a Helga Crane. Gracias a una introspección psicológica vertiginosa, nos metemos en su cabeza, en su fragilidad y en su fortaleza. Luchamos junto a ella para perseverar, pese a todo el peso de una sociedad segregada en contra. Y también suspiramos aliviados cuando encontramos complicidad en otras mujeres, esa sororidad que teje sus redes de salvamento para rescatarla del infierno de la soledad en la gran ciudad. 

Por la precariedad laboral, la dificultad de una mujer negra para salir adelante sin marido ni familia y la descripción de una ciudad hostil capaz de tragarse en su bullicio deshumanizado los sueños de cualquiera, me ha recordado a La calle, de Ann Petry, escrito veinte años después. Los tejidos que unen a la población de Harlem son difíciles de desenredar. Harlem, "el prolífico Harlem de los negros", acoge a Helga y le proporciona algo parecido a un lugar al que pertenecer. Sin embargo, la profunda conciencia de pertenecer a una raza humillada y discriminada que comparte la mayoría de la población de Harlem no quiere decir que esa población sea homogénea ni que esté de verdad unida. Los negros de clase acomodada odiaban profundamente a los blancos pero basaban su forma de vida en las comodidades que habían aprendido de ellos. Rechazaban con desprecio cualquier contacto con los blancos, preferían que se quedasen allí, en la parte baja de la ciudad, y que se guardaran para ellos solos sus queridos Estados Unidos de América con todas sus promesas falsas, pero moldeaban sus modales, su forma de vestir y el estilo de vida del que tan orgullosos estaban en el espejo de la sociedad blanca. 

Arenas movedizas es una novela compleja, llena de contradicciones e interesantísimos laberintos psicológicos. De heridas ocultas. Traumas soterrados e inconfesables. La ascendencia danesa de Helga Crane ofrece un contraste muy curioso, trasunto de la propia historia de la autora, cuya madre era danesa. Y confunde todavía más el mestizaje, incluyendo la perspectiva europea de la identidad negra. 

"La afinidad con una raza no era una simple cuestión de color, sino algo mayor y más profundo". Y esto apenas ha cambiado en un siglo. Sigue ahí, inalterable, el peso insufrible de que vean el color de tu piel antes que a ti, de que el color de tu piel te anule como persona, te sepulte bajo una tonelada de prejuicios, suposiciones y estereotipos. 

Seguiré leyendo más libros del Harlem Renaissance. Es una escuela improvisada de la que brotó una cultura fascinante, con muchos ecos potentes que resuenan con fuerza un siglo después, y de la que se puede aprender y disfrutar muchísimo.





lunes, 9 de mayo de 2022

PATRICK HA VUELTO

Josephine Tey tiene algo especial. Descubrir de verdad qué es ese algo sería tarea de toda una vida. La elegancia y el encanto son mariposas enigmáticas. 

Muy de vez en cuando entra en la librería alguien así. Alguien a quien atiendo con ganas y a la vez con miedo, miedo de que se vaya rápido y se rompa el hechizo. Y pienso: cómo se llamará, qué nombre casará con esos ojos, esa forma de mover las manos, ese tono de voz. Apura el momento, corre, que puede que no la vuelvas a ver, me digo. Y la tarde se vuelve de pronto especial. 

Lo bueno de Josephine Tey es que puedo traerla de vuelta a la librería cuando quiera. Cuando quiera puedo hacer que ella vuelva especial cualquier tarde. Basta con abrir una novela suya y empezar a leer. Y ahí está. En un adjetivo, una broma, una exclamación. Los ojos, la forma de mover las manos, el tono de voz. 

Y, en el caso de Patrick ha vuelto, los caballos. Una escritora con esa capacidad de fascinación te puede enamorar por igual de un caballero, de una niña o de un animal. Y más si ese animal es un majestuoso ejemplo de altanería que de pronto te mira con inteligencia, te propone una cabalgada salvaje por el bosque y te arrima peligrosamente a los árboles para comprobar hasta qué punto eres capaz de velar por tu vida. 

Patrick ha vuelto. Pero no toda la familia de Patrick está muy convencida. Han pasado muchos años desde que el joven Patrick desapareció misteriosamente dejando una nota de suicidio. El dolor fue terrible. Y cada uno lo digirió a su manera. Despertar ciertos traumas del pasado puede servir para curarlos, pero también para despertarlos de nuevo en todo su horror. Patrick ha vuelto. Ahora habrá que ver quién es en realidad. 

Josephine Tey tiene algo especial. Descubrir de verdad qué es ese algo sería tarea de toda una vida. Y está bien que así sea. No tengo ninguna prisa. 




viernes, 6 de mayo de 2022

EL COCINERO DEL ALCYON

No me he reído tanto con un libro en muchísimo tiempo. Qué guasa constante, por favor. Que un escritor de noventa y tres años totalmente ciego fuera capaz de dictar un libro tan sumamente divertido, juguetón y feliz me parece irresistible. Para darle besos y abrazos y más besos al bueno de Camilleri. 

Y en esta penúltima entrega de las aventuras de Montalbano, tenemos una historia de espías, con agente del FBI incluido, identidades y peluquines y bigotitos y gafas falsas, salvajes capos de la droga que se reúnen en una goleta en alta mar para sus secretísimos trapicheos. Tenemos una Adelina que, por increíble que parezca, le enseña a cocinar al torpe comisario que no se plancha una triste camisa, tenemos un despido fulminante que anuncia la salida definitiva de escena de nuestro irremplazable protagonista, tenemos un ricachón delincuente maltratando a sus empleados y tenemos a un Salvo Montalbano embarcado (literalmente) en una de las aventuras más arriesgadas de su vida. 

Pero, sobre todo, tenemos humor. Humor por los cuadros costados, humor que se desborda y se toca y se palpa como el sol valenciano en las playas de los cuadros de Sorolla. Por momentos la novela parece una ópera bufa, con diálogos y mímicas dignos de Chaplin. Y qué risa con Catarella, por favor. Y qué ricos los salmonetes y la pasta n'casciata y qué pena, por favor, qué pena que ya solo quede una novela, la última, de Salvo Montalbano. ¿Morirá el eterno comisario? ¿Quién irá entonces a comer diariamente a la trattoria de Enzo? ¿Quién mirará el atardecer sobre el mar con la voluptuosa felicidad de quien mira el recuerdo de una mujer hermosa? ¿Qué será de Catarella, Fazio y Mimi Augello? ¿A quién le echará sus broncas la divina y celosa Livia? ¿Adónde irá el humor policiaco siciliano cuando nos quedemos sin Montalbano?




miércoles, 4 de mayo de 2022

UNA VILLA EN FLORENCIA

Mary Panton es una joven viuda de "castaño y oro". Tan exquisita y distinguida que los hombres le hacen la corte desde que cumplió los dieciséis. "Viejos o jóvenes, feos o apuestos, siempre parecen creer que si una existe es simple y llanamente para satisfacer sus apetitos". Pero lo dice sin amargura. Más bien con una mezcla de resignación coqueta y un desafío irónico y orgulloso en su mirada. Estamos a finales de los años treinta y la campiña italiana está llena de refugiados austriacos que huyen de los nazis y de campesinos italianos muertos de hambre. Y, en medio, una villa a las afueras de Florencia que parece salida de un sueño. 

En el transcurso de tres días, Mary recibe tres propuestas de matrimonio más o menos inesperadas que la confrontan con la idea que tiene de sí misma y del futuro que imagina. Lo que en un principio parece una comedia de enredo, una novelita plácida y elegante, de pronto se convierte en una historia de suspense que te lleva por caminos bordeados de altos cipreses que se recortan, negros y amenazantes, contra la luz de la luna y que te acelera el corazón. 

Una villa en Florencia es un libro delicioso. De una elegancia exquisita. La traducción de Carlos Mayor es impecable, como siempre, y la edición es un regalo para los sentidos. Contiene, como una gota de ámbar, una época perdida que en la prosa del autor cobra vida en todo su esplendor. Somerset Maugham dibuja, con muy poquitos recursos, unos perfiles maravillosos de sus personajes. Sin llegar a la profundidad psicológica de Stefan Zweig, porque no pretende hacer ningún arquetipo de sus personajes ni demostrar nada, esta historia se degusta como un caprichito de aperitivo, un postre dulce y efímero que permanece en la boca mucho rato dejando un rastro de felicidad.