Josephine Tey tiene algo especial. Descubrir de verdad qué es ese algo sería tarea de toda una vida. La elegancia y el encanto son mariposas enigmáticas.
Muy de vez en cuando entra en la librería alguien así. Alguien a quien atiendo con ganas y a la vez con miedo, miedo de que se vaya rápido y se rompa el hechizo. Y pienso: cómo se llamará, qué nombre casará con esos ojos, esa forma de mover las manos, ese tono de voz. Apura el momento, corre, que puede que no la vuelvas a ver, me digo. Y la tarde se vuelve de pronto especial.
Lo bueno de Josephine Tey es que puedo traerla de vuelta a la librería cuando quiera. Cuando quiera puedo hacer que ella vuelva especial cualquier tarde. Basta con abrir una novela suya y empezar a leer. Y ahí está. En un adjetivo, una broma, una exclamación. Los ojos, la forma de mover las manos, el tono de voz.
Y, en el caso de Patrick ha vuelto, los caballos. Una escritora con esa capacidad de fascinación te puede enamorar por igual de un caballero, de una niña o de un animal. Y más si ese animal es un majestuoso ejemplo de altanería que de pronto te mira con inteligencia, te propone una cabalgada salvaje por el bosque y te arrima peligrosamente a los árboles para comprobar hasta qué punto eres capaz de velar por tu vida.
Patrick ha vuelto. Pero no toda la familia de Patrick está muy convencida. Han pasado muchos años desde que el joven Patrick desapareció misteriosamente dejando una nota de suicidio. El dolor fue terrible. Y cada uno lo digirió a su manera. Despertar ciertos traumas del pasado puede servir para curarlos, pero también para despertarlos de nuevo en todo su horror. Patrick ha vuelto. Ahora habrá que ver quién es en realidad.
Josephine Tey tiene algo especial. Descubrir de verdad qué es ese algo sería tarea de toda una vida. Y está bien que así sea. No tengo ninguna prisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario