jueves, 28 de abril de 2022

EL ELEGIDO

"El que elegí. El mío. El que tuve y perdí". 

Mientras leo muy despacio este poema de Mary Shelley, en mi cabeza brota el cello profundo del inicio del Trío en re menor de Mendelssohn (1839). Ese lamento, esa agitación. Recuerdo la fascinación que ejercía esta pieza en mis años de conservatorio, nos quedábamos absortos ante el virtuosismo deslumbrante del piano y esa introspección tan romántica que parecía expresar por nuestra boca el anhelo que no éramos capaces de verbalizar. Se nos ponían los ojos oscuros y nos hacía imaginar un dolor parecido a la muerte. 

"El que elegí. El mío. El que tuve y perdí, 
bajo un rojo crepúsculo del último verano,
en las aguas profundas que cubrieron su frente. 
Con él me abandonaron la vida y la esperanza. 
Ahora, vagabunda, ya no busco un hogar. 
El cielo es una cripta: toda Italia, una tumba". 

El 8 de julio de 1822, diecisiete años antes de que Mendelssohn publicara su primer trío, Percy Shelley murió ahogado durante una tormenta repentina frente a la costa toscana. Su esposa, Mary Shelley, escribió en su memoria este extenso poema, que la editorial Avenauta ha acompañado de las impresionantes ilustraciones de Beatriz Martín Vidal. 

"Aquí, en este pasado, se sostiene mi espíritu, 
y me hace aún más queridas las escenas de Italia. 
En los campos toscanos estas brisas fragantes 
de flores y cipreses, tras el llano del cielo,
serán como las notas de una música amada
que la voz acallada del que fuera mi amor
me recuerde al oído y a la memoria muestren,
en un largo desfile, las escenas pretéritas
de dichas y esperanzas."

La música de Mendelssohn siempre la he guardado en mi memoria con mucho cariño. Me transmite una serenidad bellísima y emocionante, a veces tormentosa, pero siempre traspasada de una luz especial. Imagino ahora que Mary Shelley la escucha, que el piano, el violín y el cello la rescatan del abismo del duelo y la cuidan, la arrullan con su canto de seres de otro mundo y la devuelven a la vida, al camino de la pasión y de la belleza. 





lunes, 25 de abril de 2022

OBRA MAESTRA

"El Museo Reina Sofía pierde una escultura de Richard Serra de treinta y ocho toneladas de peso", fue el titular de prensa de 2006. Treinta y ocho toneladas de peso evaporadas, puf, de golpe ya no están. ¿El robo más asombroso de la historia del arte en España? ¿O la incompetencia más ridícula de un museo que no tenía ni idea de qué pasaba con las obras que adquiría? Lo cierto es que la desaparición fue tan absurda, tan inmensa, que nada más escuchar sus detalles se te vuelve inmediatamente encantadora. Y ya da igual que algún día aparezca o no, su desaparición es más hermosa que cualquier cosa que pueda suceder con la escultura. Incluso que la propia escultura, que ya no importa nada, unos bloques de acero reducidos a un peso estrambótico que, sin embargo, puede esfumarse sin dejar rastro y hacernos soñar con lo imposible. 

Y qué bien lo cuenta Juan Tallón. Y mira que la premisa del libro es arriesgada: contar la desaparición real de una escultura adquirida por el Reina Sofía en capítulos cortos, protagonizados por varias decenas de personajes en primera persona relacionados de una forma u otra con el suceso, desde Richard Serra hasta el propio Juan Tallón, pasando por artistas, marchantes de arte, juezas de instrucción, concejales, ministros y hasta una terrorista de ETA que ofrecen su imagen del suceso y que, a medida que sus puntos de vista se van acumulando y superponiendo, van creando un mosaico increíblemente heterogéneo pero misteriosamente coherente y natural de toda la historia. 

Obra maestra es un libro sobre arte, arte público y urbano, sobre la política del arte, sobre filosofía del arte, sobre la percepción de lo que es arte y lo que no y de su función pública. Pero sobre todo es un libro jocoso, reflexivo, juguetón, distinto, muy distinto a lo que solemos encontrar en las mesas de novedades. 

Me ha encantado saber que a Richard Serra, uno de los escultores contemporáneos más importantes del mundo, no le importó demasiado que su escultura se perdiera. A menudo, después de las exposiciones, sus esculturas más grandes directamente se destruían. Él las concebía para estar en un lugar, para dialogar con un espacio determinado, y fuera de ese espacio perdían su sentido. El arte, visto así, ya no está tanto en el objeto artístico, sino en la idea que lo produce y en la relación de ese objeto con el entorno para el que ha sido diseñado. Es difícil de entender que esos mamotretos de acero macizo increíblemente pesados puedan ser arte y no mera chatarra si no tenemos en cuenta que, en las últimas décadas, el concepto de lo que es arte se ha expandido, así como se han expandido su significado y su percepción. 

¿Quién roba una escultura de treinta y ocho toneladas? ¿Para ponerla dónde, además? No es algo que puedas colgar de tu habitación, o meterla en tu jardín sin que tus visitas te pregunten. Al final, como siempre pasa en todos las desapariciones no resueltas, la construcción del misterio siempre es más satisfactoria que su hipotética resolución. La satisfacción de resolver un misterio casi nunca está a la altura del chute de adrenalina, imaginación y encanto que tiene un enigma sin solución. Y así me he quedado después de leer este libro. Feliz y contento, como alguien a quien le acaban de contar con arte y con gracia un chiste fantástico, una broma gigantesca, y decide llevársela a casa metida en el abrigo para reírse a ratitos, consigo mismo, como quien saca la petaca y se permite de vez en cuando un traguito efímero de felicidad. 




viernes, 22 de abril de 2022

QUÉ HACER CON ESTOS PEDAZOS

Una de las capacidades de la buena literatura es conseguir que empaticemos con situaciones y personajes muy alejados de nuestra realidad. Pero otra, que todavía aprecio más, es la de exponer ante nuestros ojos ideas que siempre habíamos intuido pero que nunca habíamos conseguido transformar en palabras. A veces leemos un libro y notamos cómo una frase nos desenreda un caos de hilos enmarañados que teníamos dentro, nos limpia una visión empañada, y decimos, alborozados: ahí, ahí estoy yo, eso es lo que siempre he pensado y nunca he conseguido expresar. 

La nueva novela de Piedad Bonnett ha conseguido conmigo las dos cosas con una facilidad asombrosa: me ha acercado a la piel misma una realidad muy alejada de la mía y, con frases sencillas y luminosas, me ha abierto los ojos a ideas que hasta ahora no eran más que embriones confusos en mi cabeza. Esta historia me ha llegado muy adentro. Y no porque tenga un relieve especial: no sucede nada especialmente extraordinario, pero convierte la vida cotidiana, con sus pequeños y grandes accidentes, en una aventura hecha de palabras que desarman. 

Las palabras derrotan el vacío, dice un personaje. Crean un vínculo y sostienen y refuerzan el que existe. Contra el silencio, arman un castillo frágil de afectos que desafía el abatimiento del paso del tiempo. Cuando en una familia no hay costumbre de tocarse, una caricia puede provocar un terremoto. 
Cuando el silencio es la norma, una palabra puede hacer que un desierto florezca. 

Esta es una historia de hombres avergonzados de mostrar sus debilidades y de mujeres que ven la emoción como una grieta en el suelo que podría derrumbar toda una vida apuntalada por la contención afectiva. Parejas que se quieren, aunque "quién sabe qué es querer cuando se lleva tanto tiempo juntos". Un hábito, una inercia. Una realidad despojada de las palabras que la construyen. Decir quiero a mi mujer se vuelve tan redundante como decir tengo un brazo. La persona con la que has compartido tu vida es una presencia tan natural como una parte de tu cuerpo. Separarte de ella, algo tan inconcebible como amputarte un pedazo de ti mismo. Y esa pertenencia ciega lo da todo por hecho. 

Esta es una historia de mujeres que se van haciendo mayores y notan que su vida se les va rompiendo poco a poco. De manera imperceptible. Lo que ayer era certeza, hoy es duda. La vida se ha vuelto una madera que ha perdido su barniz, su capa protectora hecha de seguridades y afectos perdurables. Una madera que se astilla y, a veces, en ciertas horas de la madrugada, se hace pedazos. Y qué hacer con ellos. 

Dentro del color melancólico de esta historia, escrita con una prosa delicada y exquisita, sencilla y precisa, brilla un núcleo de ternura. Un reclamo de bondad para protegernos de este mundo en el que tan a menudo predominan la aspereza, la desconfianza y la violencia. 





miércoles, 20 de abril de 2022

EL PAPEL PINTADO AMARILLO

Hay personas que imponen su criterio a sus parejas porque piensan que saben mejor que ellas lo que les conviene. Cuando estas enferman se convierten en sus médicos. Cuando dudan, responden en su nombre. Se adelantan a sus necesidades tomando por ellas todas las decisiones que pueden. Y lo hacen porque piensan que es su deber. Con la mejor de las intenciones. Lo hacen por amor. 

Por amor, el marido de la protagonista de este relato le receta reposo tras el parto. Por amor, se mudan a una casa solariega para que descanse. Por amor, la recluye en una habitación amplia y luminosa con las paredes forradas de papel pintado amarillo. Por amor, le restringe las visitas, la lectura y la escritura, le dice que descanse, que descanse y que descanse, porque sus crisis nerviosas solo se pueden solucionar con el reposo absoluto del cuerpo. Y poco importa que el cuerpo esté descansado y sea la mente la que no para de girar, atrapada por una espiral descendente de depresión y obsesión. Por amor, su marido está dispuesto a hacer cualquier cosa para que se recupere. Y seguro que lo consigue, porque tan grave no podrá ser si su cuerpo está perfectamente. 

"A veces me pregunto cómo iría mi enfermedad si encontrara menos oposición y más compañía y estímulos". Chalotte Perkins Gilman escribió este célebre relato en 1891, y ciento treinta años después las personas con depresión siguen sufriendo una incomprensión escandalosa por parte de la sociedad. Amigos y familiares dicen anímate, venga, que no es más que una mala racha. Y como cuenta Almudena Sánchez en su libro sobre su depresión, Fármaco, la persona enferma anhela encontrar la herida que justifique tamaño sufrimiento. La herida real, sangrante, escandalosa, la herida que uno pueda enseñar a los demás para convencerlos de que no es un bajón, un estado de ánimo, una tristeza pasajera, para que los demás dejen de ver un raspón en la rodilla cuando lo que uno tiene es medio hueso fuera y todo astillado y los tendones hechos trizas. 

Pero el raspón en la rodilla es lo único que ven. "Una pasajera depresión nerviosa", según el marido de la protagonista. Nada grave. Nada que no se cure con una atención cariñosa que planifique cada detalle y cada movimiento, para que la paciente no tenga que preocuparse por nada, por nada que no sea tratar de gestionar la culpa y la ingratitud por no saber corresponder mejor a la solicitud de su marido curándose inmediatamente. 

Hay personas que piensan que las depresiones se curan con palmaditas en la espalda y encierro y reposo y buenos deseos. Si se atrevieran a leer con la mente abierta este clásico de Charlotte Perkins Gilman, quizá se darían cuenta de que el amor y la mejor de las intenciones, sin conocimiento y sin capacidad de escucha, no solamente no curan ni alivian ni arreglan nada sino que pueden destrozar para siempre la vida de las personas que más quieren. 



 

lunes, 18 de abril de 2022

MAL ENCUENTRO A LA LUZ DE LA LUNA

En la primavera de 1944 en la isla de Creta, bajo la ocupación alemana, tuvo lugar una de las aventuras más pintorescas de la segunda guerra mundial. Paddy y Billy, dos oficiales británicos, con la ayuda de un reducido grupo de partisanos cretenses, lograron secuestrar al general nazi a cargo de la isla, sortear las patrullas alemanas durante casi tres semanas, y llevarlo hasta El Cairo para entregarlo como prisionero a las fuerzas aliadas. Patrick Leigh Fermor y William Stanley Moss tenían veintinueve y veintidós años respectivamente. Este último había participado en la campaña del desierto y era casi un veterano ya, pese a su edad. Un veterano, y un escritor fantástico, como demuestra en este breve libro en el que cuenta, como si fuera una novela de espías, cómo secuestraron al general nazi y burlaron una y otra vez la persecución de decenas de miles de soldados alemanes enviados tras ellos. 

Lo primero que me cautivó de esta historia fue el amor por el paisaje y las costumbres de los cretenses en las descripciones, que me recordaron inmediatamente a la trilogía de Corfú de Gerald Durrell. Y es que desde la primera página estás allí. En Creta, una isla donde el tiempo parece haberse detenido y a la vez fluye sin fronteras entre el pasado y el presente. Donde las venganzas tribales son parte de la vida cotidiana y la hospitalidad es una ley milenaria tan omnipresente como las montañas. 

¿Cómo se puede escribir así con veintidós años? Guerrilleros adustos y extremadamente hospitalarios, paseándose por los pueblos con fanfarronería de piratas. Hombres llenos de "fogosidad, agallas y, por encima de todo, una disposición para encontrar el punto humorístico en cualquier cosa o situación". Guías que cuentan las distancias no en kilómetros ni en horas, sino en lo que tardan en fumarse un cigarrillo (para llegar al siguiente pueblo quedan..., ¿cincuenta cigarrillos?). Quizá para conseguir escribir así estas peripecias encantadoras que resultarían inverosímiles en tiempos de paz hace falta estar hecho de una pasta especial, haber viajado por medio mundo con apenas veinte años, llevar dos años luchando en el desierto, la mochila cargada de volúmenes de Shakespeare y Tolstói junto a la cantimplora y las pistolas, y vivir la vida como si fuera una inmensa y arrebatadora aventura. 

Después de leer este libro, yo, que siempre he sido tan poco guerrero como religioso, me uniría sin dudarlo a una misión tras las filas enemigas si fuera en la compañía de Billy y Paddy. ¡Me han enamorado! Mirad, mirad cómo termina la nota que les dejaron a los nazis dentro del coche en el que iba el general secuestrado: "¡Esperamos volver a verles pronto! Y lamentamos tener que abandonar un coche tan bonito". Dos veinteañeros británicos encerrados en una isla, se llevan prisionero al general de cuarenta mil soldados nazis cabreados delante de sus narices, ¡y se permiten sacarles la lengua con recochineo! 

Con su desenfado efervescente, el afecto que se demuestran entre sí, el cariño y el reconocimiento hacia los pastores cretenses que les llevan comida a sus escondites y les descubren imposibles caminos de cabras por los que burlar la vigilancia de los nazis, Paddy y Billy convertirían a cualquier ateo pacifista en un devoto guerrillero. ¿Misión casi imposible? ¿Altísimo riesgo de muerte? ¿Diversión y adrenalina aseguradas? ¡Vamos allá!





jueves, 7 de abril de 2022

AZUCRE

Lluvia sin fin. Un invierno sin sol. La tierra se pudre. Las mujeres lloran. La tierra los odia, si no, no les haría esto. Deslomarse toda la vida para acabar cuidando este suelo muerto, que ya no es capaz de dar ni una mísera patata. Las mujeres pierden a sus hijos. Se les vacían los brazos y las ganas. Y sus maridos se marchan, emigran al otro lado del mar en busca de un futuro, otra vida, o quizá solo otro cielo que deje pasar la luz y el calor necesarios para un nuevo comienzo. 

La Galicia de esta novela huele a lluvia y a desesperanza. A una luz ahogada por una manta de agua que no deja pasar la alegría ni el aire. De allí parten centenares de rapaces en dirección a Cuba. El paraíso prometido. Estamos en 1853 y cualquier cosa más allá del mar es tan real como una historia de la Biblia o como los cuentos de meigas con los que sus madres les alertaban de pequeños de los peligros del mundo. Cuba es una promesa. Y allá van, en procesión, todos juntos, sonriendo ante la posibilidad de volver ricos, de comprarse un pazo y llenar la panza todos los días hasta que se acostumbren al sabor de la felicidad. 

"Uno no sabe qué creer cuando todo es posible. Cuando va a un lugar que no se sabe dónde está, por un camino que nunca ha transitado. Todo lo que cuenten podría ser. Y todo lo que tiene que ver con el demonio, más". 

Aunque nada más llegar, el demonio no aparece por ningún lado. Con esa luz, ¿cómo podría? En Cuba el sol se derrama y "la ciudad parece una ventana abierta al cielo, un lugar donde los colores hieren la vista. Un lugar con esta luz no puede traer cosas malas, la maldad se oculta, no podría sobrevivir aquí. Los colores se salen de las cosas para atravesar las pupilas y los ojos no son suficientes para comprender el entorno". 

En Cuba también las cosas tienen nombres distintos. "¿Qué haremos si no sabemos llamar a las cosas? El que no sabe es como el que no ve". Y en un mundo despiadado, donde el dinero es la medida de todas las cosas, los ciegos se convierten tan fácilmente en esclavos. 

Esta es una novela sobre un viaje al infierno. Un viaje real, que vivieron mil setecientos gallegos cuando llegaron a Cuba y se encontraron con que el trabajo que les prometieron, en vez de a la riqueza, los conducía a la reclusión, al dolor y a la muerte. Hay frases memorables en cada página. Frases como martillazos, o como mareas que te arrastran a un estado de maravilla y estremecimiento continuo. Tiene una cadencia seca y profunda que parece salir de la misma tierra y te deja en la memoria una huella indeleble.

 




lunes, 4 de abril de 2022

MIEL DE LUNA

Mamá Musaraña es una mamá especial. O quizá no, es una mamá y punto. Especial como todas las mamás. Su hijo Hugo está enfermo, no sabe lo que le pasa. Tiene los pies ardiendo, la frente helada y no para de dormir. El único remedio conocido es la miel de luna, así que se prepara para un pequeño viaje. Cuando Hugo se despierta y le pregunta ¿adónde vas, mamá?, ella le responde: a la luna, pero no te preocupes, será un viaje rápido. 

Un viaje rápido que la llevará lejos, muy lejos, a lomos del gran búho, su mortal enemigo, y de una inesperada estampida de pesadillas que, gracias a una dulce canción, logra poco a poco aplacar. Atravesará el valle de las mariposas, aterrizará en una amapola, se enfrentará con decisión a un ejército de abejas que solo saben decir ¡no!, y terminará por descubrir que de los paraguas pueden brotar rayos de luna que indican el camino a casa. 

Miel de luna es un cuento precioso para leer con niñas y niños a partir de cinco años, de los que hacen del mundo un lugar mejor, más amable y bondadoso. Invita a soñar y a liberar los caprichos más disparatados de la imaginación. Y es dulce y mágico, como los ojos de una madre y una cucharadita de miel.