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lunes, 18 de abril de 2022

MAL ENCUENTRO A LA LUZ DE LA LUNA

En la primavera de 1944 en la isla de Creta, bajo la ocupación alemana, tuvo lugar una de las aventuras más pintorescas de la segunda guerra mundial. Paddy y Billy, dos oficiales británicos, con la ayuda de un reducido grupo de partisanos cretenses, lograron secuestrar al general nazi a cargo de la isla, sortear las patrullas alemanas durante casi tres semanas, y llevarlo hasta El Cairo para entregarlo como prisionero a las fuerzas aliadas. Patrick Leigh Fermor y William Stanley Moss tenían veintinueve y veintidós años respectivamente. Este último había participado en la campaña del desierto y era casi un veterano ya, pese a su edad. Un veterano, y un escritor fantástico, como demuestra en este breve libro en el que cuenta, como si fuera una novela de espías, cómo secuestraron al general nazi y burlaron una y otra vez la persecución de decenas de miles de soldados alemanes enviados tras ellos. 

Lo primero que me cautivó de esta historia fue el amor por el paisaje y las costumbres de los cretenses en las descripciones, que me recordaron inmediatamente a la trilogía de Corfú de Gerald Durrell. Y es que desde la primera página estás allí. En Creta, una isla donde el tiempo parece haberse detenido y a la vez fluye sin fronteras entre el pasado y el presente. Donde las venganzas tribales son parte de la vida cotidiana y la hospitalidad es una ley milenaria tan omnipresente como las montañas. 

¿Cómo se puede escribir así con veintidós años? Guerrilleros adustos y extremadamente hospitalarios, paseándose por los pueblos con fanfarronería de piratas. Hombres llenos de "fogosidad, agallas y, por encima de todo, una disposición para encontrar el punto humorístico en cualquier cosa o situación". Guías que cuentan las distancias no en kilómetros ni en horas, sino en lo que tardan en fumarse un cigarrillo (para llegar al siguiente pueblo quedan..., ¿cincuenta cigarrillos?). Quizá para conseguir escribir así estas peripecias encantadoras que resultarían inverosímiles en tiempos de paz hace falta estar hecho de una pasta especial, haber viajado por medio mundo con apenas veinte años, llevar dos años luchando en el desierto, la mochila cargada de volúmenes de Shakespeare y Tolstói junto a la cantimplora y las pistolas, y vivir la vida como si fuera una inmensa y arrebatadora aventura. 

Después de leer este libro, yo, que siempre he sido tan poco guerrero como religioso, me uniría sin dudarlo a una misión tras las filas enemigas si fuera en la compañía de Billy y Paddy. ¡Me han enamorado! Mirad, mirad cómo termina la nota que les dejaron a los nazis dentro del coche en el que iba el general secuestrado: "¡Esperamos volver a verles pronto! Y lamentamos tener que abandonar un coche tan bonito". Dos veinteañeros británicos encerrados en una isla, se llevan prisionero al general de cuarenta mil soldados nazis cabreados delante de sus narices, ¡y se permiten sacarles la lengua con recochineo! 

Con su desenfado efervescente, el afecto que se demuestran entre sí, el cariño y el reconocimiento hacia los pastores cretenses que les llevan comida a sus escondites y les descubren imposibles caminos de cabras por los que burlar la vigilancia de los nazis, Paddy y Billy convertirían a cualquier ateo pacifista en un devoto guerrillero. ¿Misión casi imposible? ¿Altísimo riesgo de muerte? ¿Diversión y adrenalina aseguradas? ¡Vamos allá!





lunes, 21 de marzo de 2022

TENGO UN NOMBRE

Hace mucho tiempo aprendí que hay ciertas palabras que un librero debe evitar a la hora de recomendar un libro. Violación es una de ellas. Si pronuncias la palabra violación, un ceño se arrugará, un cuerpo se apartará y una persona ya no se fiará de que le vayas a ofrecer un libro apropiado para su sensibilidad. 

Nadie quiere saber nada sobre violaciones, porque las violaciones son esas cosas terribles que les pasan a los demás. Terribles y distantes, tan ajenas a nuestra experiencia como, yo qué sé, Auschwitz o la quema de brujas, aunque en España se denuncie una violación cada cinco horas y una de cada cinco mujeres haya sufrido violencia sexual alguna vez en su vida. Una de cada cinco. También las de nuestro entorno, las que conocemos y no lo dicen y nunca lo sospechamos, sobre todo porque no somos capaces de escuchar la palabra violación sin fruncir el ceño, apartar el cuerpo y querer silenciar la conversación. 

"Cuando oigas una historia de violación, resiste la tentación de apartar la vista, y en su lugar mira todavía más de cerca, porque bajo la sangre derramada y los informes policiales hay una persona entera y bella que busca el modo de volver a formar parte del mundo". Estas palabras de Chanel resuenan dentro de mí una vez acabado este libro y vuelven y vuelven a mi memoria como un mantra. El primer paso para poder luchar contra un problema es poder hablar de ello. Escuchar. Aceptar las palabras que lo definen. Y no cerrar los ojos al espanto que proyectan.

Cuando la policía le preguntó si quería denunciar la violación que había sufrido en el campus de Stanford (California), Chanel Miller pensó que lo correcto era contestar que sí. Porque si no, estaría de alguna forma poniéndose de parte de su violador, ¿no? Denunciar era lo que tenía que hacer. Y lo hizo. Pero en ningún momento se imaginó que "si una mujer estaba borracha durante un ataque con violencia, nadie la tomaría en serio. No sabía que sí él estaba borracho durante el ataque con violencia, la gente se compadecería de él. No sabía que ser una víctima de violación era sinónimo de que no te creyera nadie. No sabía que aquel pequeño sí me reabriría el cuerpo, me restregaría las heridas, husmearía entre mis piernas para que todos pudieran mirar". 

La violación es un crimen cuya gravedad parece variar en función de la conducta de la víctima. Parece más grave si la víctima es virgen que si es promiscua, más grave si es blanca que si es racializada, si es rica que si es pobre, si tiene novio que si es soltera, si está sobria que si está borracha, si lleva pantalones que si lleva minifalda. En el imaginario colectivo, parece que la víctima de una violación siempre es sospechosa de haber incitado de alguna manera a su violador. Y esa culpa es un estigma social que se repite una y otra vez y se convierte en una enfermedad que las devora por dentro y les hace dudar incluso de si lo vivido es real, de si su trauma y su dolor y sus pesadillas se corresponden con algo que ha sucedido de verdad. 

Tengo un nombre es un puñetazo terrible a la cultura de la violación y una mano tendida, empática y generosa, a toda esa "población entera de víctimas ocultas bajo el disfraz de la vida cotidiana, que van a trabajar, se sirven un poco más de café y tienen los ojos abiertos de par en par por las noches, esperando". 

Nunca pensé que con apenas veintiséis años se pudieran escribir unas memorias así. Tan lúcidas, tan bien contadas, tan inteligentes, y sobre todo tan valientes. Chanel Miller habla de dolor y de humillación, pero también de coraje y de rabia. Despliega una profundidad psicológica abrumadora. Hay mucho amor y mucha ternura hacia sus amigos y hacia su familia, hacia esas personas con las que compartía tantos paisajes emocionales y no la interrogaban ni le daban ánimos con frases hechas ni le daban consejos de taza de autoayuda. Un pequeño párrafo sobre su abuelo chino y su forma de pronunciar su nombre (parecido a "xiao niao", pajarito en chino) te calienta el corazón y te hace llorar. 

Su juicio fue uno de los más mediáticos de la historia reciente de Estados Unidos y supuso un antes y un después en la cultura de la violación y el impulso del movimiento #metoo. Después de vivir en el anonimato durante cuatro años, Chanel Miller decidió hacer pública su identidad con este libro íntimo y conmovedor, quizá el memoir más impactante que he leído nunca. 





lunes, 7 de marzo de 2022

CRIADA

Stephanie Land dedica este libro a las madres que sacan adelante solas a sus hijos y a quienes fuimos criados por madres solas. Y mientras lo leí, recordaba las historias que contaba mi madre, y que sigue contando a veces, sobre lo que significó para ella sacarme adelante sin ayuda. Los sacrificios, la angustia, el agotamiento de cargar ella sola con el peso y la responsabilidad de un hijo. Y las miradas de los demás. Si hoy en día criar un hijo sin pareja sigue pareciendo anómalo y despierta inmediatamente multitud de recelos, en los años ochenta seguro que a la mínima cualquiera pensaba "señora, búsquese un marido" para culpar a la madre sola de cualquier adversidad que ella o su hijo tuvieran que afrontar. 

Sacrificios, angustia, agotamiento. Y trato despectivo. La vida que describe Stephanie Land es la de una mujer que limpia casas como medio de supervivencia. Cada mirada en la cola del supermercado, cada comentario susurrado al pagar con los bonos de alimentos clavan en ella un sentimiento de culpa y vergüenza por su situación. Y la aíslan todavía más. Cómo quedar con amigos sin contarles nada de su situación. Cómo convencerles de que no es culpa suya. De que la pobreza no es culpa suya. De que las amenazas y la violencia psicológica del padre de su hija no es culpa suya. De que querer ser madre y aspirar a algo mejor y recurrir a la ayuda pública para conseguirlo no es culpa suya. 

Este es un libro sobre la precariedad laboral. Sobre las consecuencias de la precariedad laboral en una madre sola. Esa precariedad que muchos ven normal e, incluso, necesaria y natural en nuestras democracias occidentales, porque quién si no va a limpiar nuestras casas y hacer todos esos trabajos que no están hechos para nosotros. Y parece que piensan que las limpiadoras disfrutan de su trabajo, que lo han elegido entre el abanico infinito de ofertas laborales de nuestras sociedades capitalistas. Y que si no consiguen finalmente trabajar de otra cosa y lo sufren, entonces será que no están preparadas física o intelectualmente para otro trabajo. 

Es un libro sobre la inhumanidad de la precariedad laboral en un mundo cada vez más fragmentado en el que muchas personas están perdiendo las redes de protección tradicionales de la familia. Cuando la precariedad es la norma, el futuro desaparece. Y lo hemos visto en los últimos años a nuestro alrededor. Un presente sin futuro. Aquí. Al lado. En nuestras ciudades. En nuestras calles. En nuestras casas. 

En el mundo de Stephanie no hay certezas. Todo es provisional. Todo viene y se va. El dinero, las personas, los coches, las viviendas. No hay nada seguro con lo que contar, sencillamente porque no hay dinero para amarrar las cosas. Sin dinero, y sin una red solidaria que te sostenga, no tienes derecho a esperar nada. La vida se transforma en una carrera de obstáculos por la supervivencia. 

Y contra ese mundo precario se dirigen con furia todos nuestros prejuicios de clase. Miramos por encima del hombro, pensamos que se aprovechan, que no han tenido la capacidad de salir adelante como nosotros, que no se han esforzado lo suficiente, que su inteligencia y su moralidad son menos válidas. O, en el mejor de los casos, nos subimos a la ola de la compasión y, en un asombroso gesto de generosidad, pensamos: pobrecillas, qué poco tienen, qué vidas más duras llevan, qué penita, vamos a ver si rascamos unas monedas del fondo del bolso para ayudarlas. Y luego, pobres de ellas si no se muestran resplandecientes en su generosidad, si no te ponen en su altar personal y te repiten lo poco que serían si no hubiera sido por tu ayuda. 

Criada es un libro sobre la aporofobia. Pero, sobre todo, es un libro sobre el amor de una madre por su hija. El amor, que muchas veces es sufrimiento por tener que sacarla adelante sola en esas circunstancias. La soledad. El desvalimiento. La impotencia. La desesperación. La fragilidad espantosa de ver a su hija enferma y saber que no puede mudarse a un alojamiento más saludable para ella, que no puede alimentarla mejor, que no puede protegerla mejor. La sensación de no estar siendo todo lo buena madre que su hija merece. Y que aun así está haciendo todo lo que puede y más de lo que nunca imaginó que podría hacer. A veces piensa en la cantidad de cosas que no puede ofrecerle a su hija: una vivienda digna, una familia, una habitación propia, una despensa llena de alimentos. Y la invade un torbellino de angustia que solo se calma con un mantra, repetido y repetido hasta que el pánico afloja: "te quiero, yo cuidaré de ti, te quiero, yo cuidaré de ti".  

Y así, sale adelante. Amando y cuidando. Cayéndose y volviendo a levantarse. Una y otra vez. Una y otra vez. Escondiendo las lágrimas. Apretando los dientes. Atesorando los momentos de belleza y felicidad de cada día para proyectarlos en el futuro, para que sean la semilla de la que crezca todo después, la semilla de una infancia feliz para su hija. Y así, como Stephanie Land, salen adelante tantas madres solas. Y tantos hijos de madres solas, que a menudo olvidamos que nuestras infancias felices son el regalo de un esfuerzo y un sufrimiento que la mayoría de matrimonios con hijos desconoce. 

La serie inspirada en este libro es muy buena. 
Pero el libro, como suele suceder, va más allá. Es maravilloso. No os lo perdáis. 


Stephanie Land y sus hijas









martes, 1 de marzo de 2022

MORIR. UNA VIDA

Vivimos de espaldas a la muerte. Sin ella nuestra vida no tendría sentido, pero nos horroriza hablar de ella con nadie, y menos aún con aquellos que más sufrirán con nuestra ausencia. Visitamos a los médicos más que a algunos miembros de nuestras familias, nos atiborramos de fármacos preventivos, renunciamos a viajes, paseos, comidas, placeres de todo tipo, recortamos y recortamos nuestra capacidad de disfrutar como si tuviéramos que ofrecer nuestra felicidad en sacrificio a algún dudoso y poco fiable dios de la larga vida. Nos empeñamos en alargar todo lo posible el tiempo de vida como si pudiéramos prevenir la muerte. O como si su llegada fuera un fracaso, un tropiezo fatal que no fuéramos capaces de evitar. Preferimos arrastrar nuestros cuerpos moribundos hacia una agonía interminable antes que encarar la libertad de ponerle fin con serena lucidez. 

La escritora australiana Cory Taylor escribió este libro en dos semanas, poco antes de morir. La suya fue una muerte anunciada. Un cáncer terminal le dejó el tiempo necesario para pensar cómo quería afrontar sus últimos meses. Y sintió la necesidad de escribir, de contar su vida y cómo quería que terminase. De dejar constancia, de hacer repaso, con la extrema lucidez de saber que una está apurando los últimos momentos, los últimos placeres a los que tiene acceso. Ordenar los recuerdos y ponerlos bonitos, darles coherencia y sentido para alcanzar algún tipo de serenidad. Contar la vida para ofrecerla como legado a los hijos. Decir: esto es lo que he sido. Esto es lo que soy. Recordadme. 

Cory Taylor escribe para enseñarles a los demás lo que ve. Con el asombro entusiasmado de una niña que corre hacia su madre para mostrarle su último hallazgo. Escribe para dejar constancia de una curiosidad especial y del aprecio por la infinita diversidad de las personas y de las cosas. Para conectar la propia conciencia con la conciencia de los demás. Para sentirse menos sola en el mundo. A lo largo de estas páginas, la acompañamos por su infancia nómada, pasada en las carreteras australianas, de mudanza en mudanza. Por su juventud y madurez entre Japón y Australia, aceptando que su hogar era múltiple y viajaba con ella en cada viaje. Por su enfermedad y sus recaídas, que le enseñaron que "morir lentamente es como una retirada de la conciencia hacia el olvido que la precede". 

En Australia la eutanasia es ilegal, y la autora reflexiona sobre la aversión que parecen sentir los médicos ante la idea de dejar en manos de sus pacientes el control del final de sus vidas. Como si la muerte fuera algún tipo de fracaso médico. Y la aversión de la sociedad por la muerte en sí, ese gran tabú, "como si el simple hecho de la mortalidad pudiera erradicarse de algún modo de nuestra conciencia". Lo cierto es que ni en Australia ni en Europa hablamos de ella. Nos pasamos la vida afanándonos por silenciarla, y en este vano intento fallamos en una tarea esencial de todo ser humano: prepararnos para morir. Si nos empeñamos en convertir la muerte en esa cosa innombrable revestida de un silencio aterrador, no solamente no sabremos ayudar a nuestros seres queridos cuando vayan a morirse, sino que tampoco podremos afrontar nosotros nuestra muerte dignamente. 

Este es un libro sereno y emocionante sobre el valor de aprender a morir. Sobre la serenidad y la valentía necesarias para seguir viviendo hasta el último momento una vida digna. Es un libro bello y tranquilo, es una mano amiga que te tiende la mano, te guiña un ojo cómplice y te aparta el miedo con una caricia, como si te recogiera un mechón de pelo tras la oreja. 





lunes, 21 de septiembre de 2020

UNORTHODOX

En los últimos años han tenido mucho éxito los libros de memorias sobre vivencias en comunidades religiosas fanáticas. Libros como Una educación, de Tara Westover, Boy erased, de Garrard Conley, o este de Deborah Feldman nos llaman la atención porque nos muestran qué sofisticadas maneras puede idear la gente para torturar y humillar a sus semejantes en nombre de una tradición religiosa. Es decir, nos llaman la atención precisamente porque son extremos, radicales, porque su brutalidad es tan salvaje que la repulsión que sentimos rozaría casi con la hilaridad si sus principios no resultaran tan aterradores. En definitiva: nos gustan porque nos muestran una realidad radicalmente distinta a la nuestra. 

Pero yo a veces me pregunto: ¿de verdad esa realidad es tan distinta? ¿No será que sus expresiones más llamativas no nos dejan ver que en el fondo a todos nos han educado en base a algún tipo de tradición fanática, tan interiorizada en nuestra forma de ser que nunca la asociaríamos con nada claramente reprochable?

Deborah Feldman nos cuenta en Unorthodox que su comunidad jasidí satmar de Brooklyn está llena de "gente arrastrada por la impetuosa corriente de unas tradiciones ancestrales". Gente a la que le enseñan que todo lo que viene de fuera de su comunidad es peligroso porque "vuelve el espíritu vulnerable, como un felpudo de bienvenida para el demonio". Gente que sólo se relaciona, se casa y se reproduce con miembros de su comunidad porque cualquier mezcla puede alterar su "pureza". Gente que, a fuerza de tener miedo de poner en entredicho la opinión mayoritaria, reprimen sus opiniones hasta que estas poco a poco desaparecen y terminan por volvérseles inimaginables. Gente encerrada en la cárcel del decoro y de la obediencia. Gente a la que le enseñan que "la asimilación fue lo que condujo al Holocausto. Intentamos integrarnos y Dios siempre castiga a quienes lo traicionan". 

Si retiro la capa externa de extravagancia local de cada libro, me doy cuenta de que estas vivencias extremas de Unorthodox, Una educación y Boy erased se dan todos los días en nuestra sociedad bajo las distintas formas de un mismo cóctel incendiario, al que tristemente ya vamos acostumbrándonos, hecho de nacionalismo, xenofobia y pensamiento mágico. Al final, todos los fanatismos identitarios se parecen, pero cada uno expresa sus locuras a su manera. 

Deborah Feldman

Me ha gustado mucho la descripción de Deborah Feldman de niña, una Matilda traviesa y revoltosa con ganas de descubrir su poder mágico para cambiar el mundo. Curiosidad y apetito por experiencias nuevas en una comunidad ultraortodoxa: ¿qué podría salir mal? Me ha hecho pensar también en todas esas chicas que alcanzan la edad adulta deseando experiencias que socavarían los propios cimientos de la comunidad en la que se han criado, que, a falta de otras experiencias, son los propios cimientos de su existencia. Qué bien contaba el eterno dilema de elegir entre la felicidad y la pertenencia Jeanette Wintersen en su maravilloso Por qué ser feliz cuando puedes ser normal

¿De verdad se puede abandonar el lugar, la gente y la cultura de la que procedes?
Deborah Feldman y el resto de autores citados en esta reseña escribieron libros para decir que sí. Que sí se puede. Y que aunque siempre merece la pena, el precio a pagar por tamaña osadía desgraciadamente nunca termina de pagarse. 




lunes, 29 de junio de 2020

UNA METAMORFOSIS IRANÍ

En 2006, el ilustrador Mana Neyestani dibujó una conversación entre un niño y una cucaracha en el suplemento infantil de una revista. En boca de la cucaracha puso inconscientemente una expresión común de origen azerí, una minoría étnica de origen turco oprimida por el régimen iraní. Algunos azeríes entendieron que con esa viñeta se les estaba llamando cucarachas y decidieron organizar una revuelta contra el gobierno. Y este, que necesitaba urgentemente echarle la culpa de las protestas a alguien, detuvo a Mana Neyestani y lo encerró en la cárcel. Así empezó esta pesadilla kafkiana: condenado a prisión por una viñeta infantil, el autor nos cuenta su periplo por las cárceles iraníes y su posterior huida por medio mundo cruzando los campos minados en los que algunos países convierten la libertad de expresión. 

Este es un cómic sobre la susceptibilidad identitaria. Sobre cómo un dibujo infantil intrascendente puede llegar a un pueblo oprimido como un insulto. Sobre las identidades ofendidas, dispuestas a encontrar ofensas a su comunidad por todas partes. Y también, sobre un régimen dictatorial que entiende la justicia como un instrumento más del que servirse para imponer su voluntad.

En esta historia, Mana habla (y se ríe, y se enfada) con los personajes que dibuja. Con un aparentemente sencillo sombreado en cuadrícula, crea un dibujo vibrante y enérgico que me ha mantenido en tensión a lo largo de toda la historia, en los aeropuertos de Dubai, de Turquía, de Malasia y de China, en esa odisea interminable y desesperante de las solicitudes de asilo. Mana Neyestani recorrió medio mundo junto a su mujer buscando protección y seguridad. Con pasaportes falsos, con la angustia constante de ser deportados a Irán, donde Mana sería sin duda encarcelado de nuevo. Y con la cucaracha de aquella viñeta infantil persiguiéndole en sus sueños, proyectando sombras amenazantes sobre sus sueños. 

Vivir en un mundo que interpreta el humor como un insulto es arriesgado. Mana Neyestani lo sabe mejor que nadie. Y aquí lo cuenta de forma insuperable.





jueves, 30 de enero de 2020

CORAZÓN QUE RÍE, CORAZÓN QUE LLORA y LA VIDA SIN MAQUILLAJE

Hace poco, en la librería, una señora apretó el bolso bajo el brazo y se fue mirando de reojo al ver que entraba un chico negro. No era la primera vez que pasaba. Al periodista español Moha Gerehou poca gente le cree cuando insiste que es de Huesca. Cuando Obama fue elegido presidente, millones de americanos prefirieron creerse el bulo de que era musulmán y había nacido en África antes que aceptar que tenían un presidente negro. Si los blancos occidentales solemos identificar como extranjero aún hoy, en 2020, a cualquiera que tenga la piel más oscura que nosotros, imaginad cómo trataban en los años treinta los franceses europeos a los franceses de Guadalupe cuando estos iban de visita a su querida metrópoli.

Maryse Condé nació en 1937 en Guadalupe, en una familia negra de clase alta educada en el amor a la cultura y la sofisticación francesas. Un amor voluntarioso y tenaz que no se arredraba ante el racismo evidente que sufrían cada vez que iban de vacaciones a París. En Guadalupe los consideraban unos arribistas soberbios, traidores de su raza, mientras que en París, los camareros de los restaurantes de lujo en los que cenaban les elogiaban su buen dominio del francés con un cumplido que para ellos era una herida en su identidad de franceses, tan duramente conseguida, que ningún francés blanco estaba dispuesto a aceptar. 

En Corazón que ríe, corazón que llora, Maryse Condé cuenta su infancia y adolescencia entre Guadalupe y París. En una serie de peripecias llenas de encanto y desparpajo, relata su educación en una familia orgullosa de haber dejado atrás el destino aciago de la población negra. En el liceo de París, una profesora bienintencionada y defensora de la multiculturalidad le pidió a la pequeña Maryse que hiciera una presentación de un libro de su tierra, y todo lo que esta encontró fueron relatos de esclavitud, algo tan ajeno a ella y a su experiencia como a sus compañeros. ¿Qué hacer? ¿Asumir una identidad en la que no se reconocía? ¿Adoptar, así, el rol que todos los blancos esperaban de ella? "Me dio por pensar, indignada, que la identidad era un vestido que tienes que ponerte, lo quieras o no". A diferencia de sus compañeros, ella tuvo que escoger una identidad. El color de su piel no le dejaba demasiadas opciones. 

En La vida sin maquillaje, nos trasladamos a África, donde una Maryse Condé casada y separada emprendió una búsqueda de sus raíces en la efervescencia de la descolonización. Allí aprendió el amor por un pueblo traicionado por sus gobernantes. Aprendió la compasión. Aprendió que nada pesa más que el sufrimiento de un niño. Aprendió que, como dijo John Lennon, "woman is the nigger of the world", y que no podía dejar que la encasillaran en todas esas pequeñas jaulas verbales (mujer, negra, antillana) que tanto daño hacen a las que no han nacido con privilegios. Poco a poco se fue dando cuenta de que la negritud no era más que una hermosa utopía. A menudo, el color de la piel no significaba nada. No hermanaba a nadie. Sólo dejaba patente lo tristes que podían ser los conflictos entre pueblos que siempre habían sido víctimas del colonialismo.

Este segundo volumen de sus memorias trata también sobre la maternidad, una maternidad insegura, marcada por mudanzas continuas, por el desarraigo, el destierro y el racismo. Su frescura y la sensibilidad llena de encanto que vive en estas páginas por momentos me han recordado a las novelas de Chimamanda Ngozi Adichie. Estos dos libros de memorias son una oda a la espontaneidad y a la libertad, frente a la rigidez de los que se pasan la vida pretendiendo ser otros, controlando y sofocando su verdadera naturaleza. Ambos cantan como pájaros enjaulados, con risa y con llanto, buscando la llave de su libertad. 



jueves, 3 de enero de 2019

ELLOS

Aquí tenéis una historia fascinante contada con gran talento literario, un retrato potente de una época irrepetible, desde la revolución rusa de 1917 hasta el final del siglo XX. Hay relatos con los que nos identificamos por su cercanía a nuestras emociones, a nuestras vivencias, y otros que por ser ajenos completamente a nosotros actúan como un deslumbramiento. Esto es lo que me ha sucedido con el testimonio que Francine du Plessix Gray, que nos ofrece este libro como un gran regalo para conocer algunos rasgos de culturas tan dispares como la rusa, la francesa y la norteamericana.

Ellos se refiere a los dos protagonistas principales: su madre, Tatiana Yákovleva, y su padrastro, Alexander Lieberman, fotografiados en la portada del libro junto a la autora. La historia no solo son ellos, hay otros personajes potentes como el tío Sasha Iacovleff, pintor y explorador, o el poeta soviético Maiakovski, el gran amor de Tatiana a pesar de la corta relación que tuvo con él a los veinte años. Ella fue la musa del famoso poeta futurista, que tiene un museo en Moscú.

Después de vivir las calamidades materiales del inicio del comunismo junto a una madre indiferente a todo, con diecinueve años Tatiana viajó a París gracias al visado que le consiguió su tío Sasha, personaje seductor, para vivir con su abuela, Babushka, mujer inteligente, culta y amorosa a la que siempre adoró y cuyo retrato estuvo en el dormitorio de Tatiana hasta el día de su muerte. Al año siguiente conocería a Maiakovski y su amor fue tan impactante que condicionó la vida del poeta que desde hacía años convivía con otra mujer a la que mantenía económicamente. Los inconvenientes políticos de no poder viajar a París con la frecuencia que deseaba para ver a su Tatiana, enterarse un año después de que ella había aceptado la oferta de matrimonio de un conde francés y otras adversas circunstancias le llevaron al suicidio.

Tatiana se casó con el conde du Plessix, padre de Francine, la autora de este testimonio, y al cabo de tres años se separaron. Poco después conoció a Alexander Liebermann, que sería su compañero el resto de su vida. La mayor parte de este relato cuenta su vida juntos en Estados Unidos después de escapar de París durante la ocupación nazi, pasando por Madrid, en un viaje accidentado para conseguir llegar a Lisboa y embarcar hacia Nueva York, donde vivía el padre de Alexander, ambos judíos.

Tatiana se convirtió en una diseñadora de sombreros prestigiosa que elaboraba los más sofisticados diseños para la élite de las actrices y la alta burguesía norteamericana. Marlene Dietrich formó parte de su más íntimo círculo de amistades, y Alexander dirigió durante más de treinta años el grupo de revistas de moda gráfica más importante de la época (Elle, Vogue, etc.). 

El amor de Alexander por Tatiana fue de una devoción ilimitada: marido, compañero, cuidador, resolvía todos sus deseos y caprichos. Era fotógrafo, pintor y escultor en su tiempo libre y el retrato que hace su hija le define como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El primero en su círculo doméstico por su bondad y generosidad sin límites, incluso con su madre en París, y el segundo en el ámbito profesional como un arribista cínico e incluso cruel en un mundo lleno de intrigas y deslealtades.

La honestidad de Francine contando esta historia es admirable y en algunas ocasiones me ha recordado en la descripción de los personajes a mis admirados y queridos Irène Némirovski y Stefan Zweig, dos de mis escritores preferidos.



miércoles, 19 de diciembre de 2018

NUESTROS DIEZ FAVORITOS

Listas, listas, listas. Llega diciembre y las listas brotan de las piedras. Lo mejor del año, lo imprescindible, lo que no te puedes perder. Hace unos días un amigo despotricaba acalorado contra la dictadura de las listas, contra esa jerarquía que parece imponernos el gusto y las ganas, contra ese dedo admonitorio que se esconde en cada lista y parece exclamar ¡lee esto, lee esto, lee esto! 

Y tenía razón. Jerarquizar el placer y el gusto es un despropósito. Así que esta lista no sólo no es jerárquica (tan bueno es el primero como el décimo) sino que es tan cambiante y flexible como nuestro voraz apetito de novedades y redescubrimientos. Estos diez libros son la puerta de entrada a lo mejor que hemos leído este año. Hay dos autores africanos con voces poderosísimas, una modelo de Klimt, una educación mormona, otra quirúrgica y otra glamurosa, hay lirismo introspectivo, pequeñas lecciones para vivir con conciencia en este inicio de siglo XXI e incluso una novela que se publicó en 2017 pero que descubrimos a principios de este año y cuya sensibilidad y erotismo nos cautivaron tanto que no podíamos no incluirla. 

Aquí están, por méritos propios, nuestros diez favoritos de 2018. Aunque quizá la semana que viene caigamos rendidos ante nuevas novelas y la lista cambie. Como la vida y las cosechas, que nunca se están quietas. 
¡Cosecha Benedetti!


1. Una educación, de Tara Westover (Lumen, 21,90€).

Vivimos un auge de la literatura de autoficción, y estas memorias de la jovencísima Tara Westover son de las más impactantes que han caído en nuestras manos. La autora se crió en una comunidad mormona en las Montañas Rocosas y pasó su infancia y adolescencia doblegada bajo la moral autoritaria y desquiciada de su padre, sin acudir nunca al médico ni a la escuela, aislada del mundo. La educación que recibió en su casa, junto a la educación a la que tuvo acceso cuando decidió romper con sus orígenes y estudiar en la universidad, están descritas con una honestidad desarmante en este libro extraordinario.


2. Ellos, de Francine du Plessix Gray (Periférica & Errata naturae, 26,50€).

Desde la revolución soviética hasta el Nueva York de los años setenta, esta obra monumental cuenta la historia de ellos, los padres de la autora: seductores, egocéntricos, carismáticos, sus vidas se convirtieron en iconos del siglo XX, y sus fiestas en acontecimientos en los que no solían faltar famosos como Marlene Dietrich, Christian Dior o Ives Saint-Laurent. Un retrato intenso y apasionante de buena parte del siglo XX a través de las vidas de una pareja excepcional.




3. Pequeño país, de Gaël Faye (Salamandra, 18€).

El país de Gaël Faye es Burundi. Su pequeño país. A muchos europeos nos cuesta situarlo en el mapa. Incluso encontrarlo. Se halla en el centro de África y es más pequeño que Galicia. Verde, tropical, extremadamente pobre, es tristemente conocido por el genocidio ruandés de los años noventa, que afectó de lleno a su población y que desembocó en una guerra civil que hoy en día sigue sembrando de muertos las cunetas y que parece no tener fin. Hutus contra tutsis, tutsis contra hutus, ¿cuándo se empezó a dividir el mundo entre amigos y enemigos?
Esta novela dulce y sobrecogedora trata sobre la infancia del autor en su pequeño país, que sigue vivo en su memoria gracias a las palabras. 


4. 21 lecciones para el siglo XXI, de Yuval Noah Harari (Debate, 21,90€).

Cada página de este ensayo, a veces cada párrafo, da para una pregunta de largo alcance. ¿Cómo será la sociedad dentro de treinta años? ¿Volverán las guerras, aunque sean en formato digital? ¿Volverán las fronteras y el odio que impiden ver el sufrimiento ajeno? ¿Seguiremos creyendo que liberarnos del sufrimiento es el fin último de las sociedades plurales? Parece claro que la incertidumbre profunda será la característica de nuestra vida en las próximas décadas. Necesitaremos muchísima flexibilidad mental y grandes reservas de equilibrio emocional. Aprender a sentirnos cómodos con lo desconocido. Este ensayo da algunas claves para ir haciéndonos a la idea. 


5. La trenza, de Laetitia Colombani (Salamandra, 18€). 

Estas tres historias paralelas son los tres hilos que forman una trenza. Están impregnados del sufrimiento de tres mujeres y tienen la delicadeza y la resistencia necesarias para aguantar cualquier adversidad que se les ponga por delante. Están contadas con sencillez y sensibilidad, son la caja de resonancia de un dolor que la autora hace suyo y que nos transmite para que aprendamos que al otro lado de cualquier tragedia casi siempre hay luz. Esa resonancia, que la autora convierte en espíritu de lucha, es lo que emociona y cautiva de esta novela. 



6. Luz, de Elisabet Riera (Sexto Piso, 17,90€).

Esta es una historia de amor y desamor. De cómo un nombre escuchado en la calle y una mirada de reojo pueden hacer que el deseo vuelva a brotar de la manera más inesperada. "Quería volver a ver el mundo con los ojos con que tú me mirabas a mí". "Y tu gesto tímido y presumido al ponerte un mechón de pelo detrás de la oreja. Y tu mirada: ya vencida, ya entregada, ya triunfante". Esa mirada de niña que está dejando de serlo, de cuerpo que se despierta y que aún no sabe reaccionar a sus impulsos. Esa mirada que promete lo desconocido, lo que debe ser ocultado a los ojos de los demás para sobrevivir, la luz, la delicadeza y el deseo imparable. 



7. Quédate conmigo, de Ayòbámi Adébayò (Gatopardo, 20,90€). 

Esta es una novela sobre la maternidad. Sobre los estragos que puede hacer en una pareja la necesidad vital de ser padres. Y, por encima de todo, sobre el dolor de una mujer cuya relación con la maternidad es un desgarro continuo. Es intensa, muy intensa. Hay una rabia enfurecida detrás de la sonrisa inocente de la foto de la autora. Hay una pasión constante que no sabe nada de prudencias o delicadezas. Y un deseo que sobrevuela cada pensamiento de la protagonista: abrir en dos la memoria como si fuera un mango maduro, hurgar en la pulpa blanda, extirpar las partes enfermas y exponer todos sus secretos a la luz. 



8. Autorretrato sin mí, de Fernando Aramburu (Tusquets, 18€). 

¿Qué podía uno esperar de Fernando Aramburu después del éxito de Patria? ¿Otro libro sobre Euskadi? ¿Una novela ambientada en Alemania para cambiar de tercio? La verdad es que uno podía esperar muchas cosas. Incluso el silencio. Ese silencio en el que se resguardan tantos escritores para recuperarse del aturdimiento que provoca estar en boca de todos durante tantos meses. Pero Aramburu no ha hecho nada de eso. Ha visitado su pasado como un coleccionista de tesoros para escoger lo más recóndito, lo más sencillo y frágil para armar un libro destinado a quedarse para siempre en la mesilla de noche de todos nosotros. Sin duda, el libro más profundo y conmovedor de su carrera. 


9. Belleza dorada, de Laurie Lico Albanese (Duomo, 18,80€). 

Adèle Bloch-Bauer era bella, rica, de ascendencia judía y muy brillante. Gracias a su interés por las vanguardias pictóricas conoció a Klimt, un pintor nada convencional, discutido y controvertido. Ejerció un gran magnetismo en una Adèle aún muy joven, y le pidió que posara para él en varias ocasiones. Tardó tres años en terminar el cuadro que la hizo famosa, el cuadro que aparece en la portada de esta estupenda novela histórica y que se convertiría en un icono de la historia del arte.



10. Confesiones, de Henry Marsh (Salamandra, 19€). 

Henry Marsh es un neurocirujano británico que hace un tiempo nos regaló Ante todo no hagas daño, una declaración de intenciones en su mismo título. Fuimos muchísimos los que tuvimos la suerte de aprender con las confesiones de este doctor a punto de jubilarse. Ahora, con un propósito declarado en el mismo título de seguir confesándose, profundiza en temas clave como la eutanasia y la obligación de los médicos de evitar el sufrimiento, usando su experiencia con la medicina para enseñarnos a vivir con conciencia.





miércoles, 14 de noviembre de 2018

UNA EDUCACIÓN

Terminé de leer este libro precisamente el día de las elecciones legislativas en Estados Unidos, y no pude evitar relacionar el triunfo republicano de las zonas rurales, la llamada América profunda, con la lectura de esta espectacular novela de Tara Westover. 

The New York Times definió este testimonio como "uno de los libros más importantes del año", algo que comparto plenamente. La autora trasmite honestidad en el relato de una vida que a sus treinta y dos años ha conocido las peores situaciones que una familia puede vivir. De educación mormona, con un padre verdaderamente fanático, pone de manifiesto cuánto dolor puede ocasionar la violencia no solo a los que les rodean sino también a sí mismos. Temas tan fundamentales como la violencia masculina dentro de la familia, la vulnerabilidad de las mujeres, el fanatismo religioso, la homeopatía, la ignorancia, la falsa moral, la falta de una sanidad gratuita universal, son tratados a través del testimonio vital y valiente de una adolescente que fue capaz de utilizar la resiliencia como recurso para salir de un infierno.

Esta novela describe una familia mormona de la América profunda en la actualidad, pero la violencia y la ignorancia están presentes todos los días en todos los ámbitos y todos los países, no solamente en países pobres sino también en las sociedades desarrolladas de Europa donde la humillación cotidiana, la violencia de género y los asesinatos y violaciones dentro de la familia son noticia diaria en los medios de comunicación, en un pico de iceberg que esconde una realidad infinitamente amplia y compleja.

Son tan necesarios, tan fundamentales los temas que toca la vida accidentada y vulnerable de Tana Westover que sería de gran utilidad poner su libro como lectura recomendada en tertulias, centros educativos, bibliotecas y librerías. A partir de ahora será un referente en nuestras recomendaciones diarias. 

                

lunes, 5 de noviembre de 2018

CONFESIONES

Hay libros bellos, líricos, que entretienen, que emocionan, que divierten, duros, que impactan. Y además están los importantes, los que tratan temas fundamentales que atañen a nuestra vida profunda, a nuestras creencias.

Henry Marsh es un neurocirujano británico que hace un tiempo nos regaló Ante todo no hagas daño, una declaración de intenciones en su mismo título. Fuimos muchísimos los que tuvimos la suerte de aprender con las confesiones de este doctor a punto de jubilarse. Ahora, con un propósito declarado en el mismo título de seguir confesándose, profundiza en temas clave como la eutanasia y la obligación de los médicos de evitar el sufrimiento.

"El cerebro no siente dolor, de hecho el dolor es una sensación creada en el propio cerebro como respuesta a señales electroquímicas enviadas a él por las terminaciones nerviosas del cuerpo. Cuando visito pacientes con dolor crónico, trato de explicarles que todo está en la mente y que si me pellizco el dedo meñique, el dolor que siento es solo una mera ilusión. En realidad, el dolor no está en mi dedo, sino en mi cerebro: es una pauta electroquímica en el mapa que este órgano ha hecho de mi cuerpo. Intento explicarles eso con la esperanza de que entiendan que un enfoque psicológico del dolor podría ser tan eficaz como un tratamiento físico. El pensamiento y el sentimiento, y el dolor, son solo procesos físicos que tienen lugar en nuestro cerebro. El dolor fantasma en una pierna o un brazo amputados puede ser atroz. Pero eso es algo que a la mayoría de los pacientes con problemas de dolor crónico o afecciones como el síndrome de fatiga crónica les cuesta mucho aceptar. La dualidad que supone considerar mente y materia como entidades distintas está tan arraigada en nosotros, como lo está la creencia en un alma inmaterial que sobrevivirá de algún modo a nuestros cuerpos y cerebros. No tengo la sensación de que mi yo, el ser consciente que escribe estas palabras, sea pura electroquímica, pero es eso precisamente".

La sabiduría del doctor Marsh, en mi opinión, está relacionada con su preparación antes de iniciar la carrera de medicina. Estudió filosofía, ciencias políticas y cconomía,  lo que implica una base magnífica para tener y aplicar criterio, algo fundamental a la hora de tomar decisiones importantes como son las de decidir si una operación quirúrgica es aconsejable o no, así como otras cuestiones que atañen a la calidad de vida de la gente. Como afirma en su libro, "el sobretratamiento y las operaciones innecesarias son un problema creciente en la medicina moderna y a menudo suponen una equivocación, incluso si el paciente no sale malparado".

Analiza y compara los beneficios y desventajas de la medicina pública y privada apostando por la primera de forma muy objetiva, y se muestra a favor de la eutanasia reflexionando sobre sus múltiples facetas. Como yo, también siente el deseo de ser enterrado en su bosque particular para que su cuerpo se transforme en hojas y madera. En la mayoría de los países desarrollados, el suicidio asistido es ilegal aunque los sondeos de opinión han revelado una amplia mayoría a favor de un cambio legal. Los médicos y parlamentarios parecen tener más problemas con este asunto que el resto de ciudadanos.

Aliviar el sufrimiento es el deber de un médico en igual medida que prolongar la vida aunque parece que esa verdad suele olvidarse en la medicina moderna. Se ha estimado que en el mundo desarrollado el 75% de los gastos médicos de toda nuestra vida corresponde a los últimos seis meses. He ahí el precio de la esperanza, una esperanza que según la ley de las probabilidades, es con frecuencia muy poco realista. Y así, a menudo, acabamos infligiéndonos grandes sufrimientos y ocasionando gastos insostenibles para la sociedad.

¡Cuánto me ha enseñado este libro y cuánto me ha hecho recapacitar y analizar aspectos fundamentales de la vida! Gracias, doctor Marsh.



jueves, 18 de octubre de 2018

APEGOS FEROCES (firma invitada)

Leer es dejar a un lado las expectativas que tenemos sobre los libros. O quizás sea ponerlas en el centro de la mesa y dejar que se cumplan. Con las expectativas muy altas entré yo en Apegos feroces, que ha obtenido varios premios literarios y ha sido recomendado cientos y cientos de veces por libreras y muchas lectoras en redes sociales. Quizás por el miedo a sentirme decepcionada ante las altas expectativas que se habían creado alrededor de esta historia, tardé algo más de un año en adentrarme en ella. Cuando ya casi nadie habla de los paseos por Manhattan de la protagonista y su madre, yo me he metido en las calles de la Gran Manzana y me he dejado sacudir por los recuerdos de ambas y por su relación enfermiza, dolorosa y casi siempre decepcionante.

Parece que es nuestra época la que ha puesto de moda la literatura del yo, las memorias. Sin embargo, Vivian Gornick desgranó las suyas a finales de los años ochenta y estas quedaron en el olvido de los editores españoles hasta que treinta años después de su publicación en inglés, Sexto Piso se animó a traducirlas a nuestro idioma. El éxito ha sido espectacular. 

Me pregunto a menudo el porqué del éxito de algunas novelas o ensayos que a mí me han gustado pero que no han marcado una diferencia fundamental en mi vida. Creo que deben darse muchas circunstancias para que una novela triunfe. Las modas son fundamentales. También que la gente hable de ellas. Y, por último, el contexto en el que cada uno las lee. Si pocas veces hemos leído sobre una relación tan enfermiza entre una madre y una hija, esta novela nos sorprenderá. Si somos unos apasionados de los paisajes urbanos neoyorquinos y de su fauna humana, nos llamará la atención. Si el conflicto entre el deber (o las apariencias) y el deseo es un tema que nos interesa, también estas memorias nos harán pasar un buen rato. Si queremos entender más sobre las relaciones familiares y el porqué de esos sentimientos de amor-odio que a veces nos inundan al pensar en nuestra familia, esta es la novela. Si nos gusta la historia y nos apetece saber más sobre un vecindario judío en el Bronx de los años cincuenta y sesenta, seguro que encontramos en ella elementos de interés. Si nos gustan los personajes femeninos rigurosos, estrictos, fuertes, o los controvertidos, complejos e ingenuos, la madre de la protagonista, Nettie y la propia protagonista cubrirán esas expectativas. Si consideramos enriquecedores los vaivenes temporales en la narración de una historia, este es nuestro libro.

El éxito de Apegos feroces no reside en un solo elemento. Reside en la combinación de muchos de ellos en un momento histórico en el que seguimos buscando referentes femeninos y el género de las memorias llena las estanterías de las librerías. Vamos, que treina años después de su publicación, es ahora cuando los lectores españoles entendemos y apreciamos la modernidad de este relato. Quizás, el haberlo dejado pasar durante tanto tiempo es lo que hace que ahora lo reivindiquemos con más fuerza que nunca, porque Apegos feroces es una historia tan de ahora como lo fue en 1987.



lunes, 20 de agosto de 2018

CONCHA MÉNDEZ: MEMORIAS HABLADAS, MEMORIAS ARMADAS (Firma invitada)

Con este título tan sugerente, Paloma Ulacia Altolaguirre va desgranando y ordenando las memorias dictadas a viva voz, y grabadas en cintas de radiocassette en los años ochenta, por su abuela Concha Méndez. ¿Y quién es Concha Méndez?, se preguntarán muchos ahora mismo. Concha Méndez fue una de esas tantas grandes mujeres que tradicionalmente se ha dicho que había detrás de un gran hombre. Históricamente, la posición de la mujer ha estado relegada a la de su padre, su esposo o sus hijos, y ha habido que realizar una labor casi paleográfica en las últimas décadas para poner rostro, voz y presencia a mujeres que por sí mismas emprendieron grandes cambios personales, culturales y sociales.

Hace pocos años, gracias al documental y libro homónimo Las sinsombrero, conocimos la figura de una serie de mujeres coetáneas a los grandes nombres masculinos de la generación del 27 que trabajaron codo a codo con ellos y crearon una literatura igual de importante que la suya, pero que quedó nublada por la obra de sus compañeros varones. Maruja Mallo en pintura, María Zambrano en filosofía y literatura, Marga Gil en escultura e ilustración y Rosa Chacel, María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Luisa Carnés, Concha Méndez y Josefina de la Torre en poesía, ensayo, teatro y novela produjeron una obra de una calidad igual o superior a la de algunos de los poetas repetidamente antologados desde aquella primera colección de textos recogida por Gerardo Diego.

En este libro de memorias, Concha Méndez le va relatando a su nieta Paloma cómo poco a poco fue liberándose de las trabas de su clase social, su sexo y su tiempo. Concha Méndez trabó una amistad muy importante con Maruja Mallo. Ambas fueron las precursoras del sinsombrerismo y se atrevieron a salir a pasearse por las calles de Madrid sin sombrero, lo que las convertía en unas "cualquiera" para la sociedad tradicional y machista del momento. 

Pero si su mayor acto de rebeldía hubiera sido solo quitarse el sombrero, quizás ahora no estaríamos aquí hablando de la figura de una de las más importantes poetas de su generación. Concha Méndez no solo luchó contra la sociedad puritana de los años veinte y treinta, sino que se rebeló contra su familia y logró marcharse de casa en cuanto fue mayor de edad –en aquel entonces, a los veinticinco años–. Leemos en sus memorias: "El viaje era un deseo que nació en mi infancia cuando miré desde mi pupitre los mapas suspendidos en el muro del colegio. Viajar era viajar, pero era también liberarme de mi medio ambiente, que me impedía crear un mundo propio, propicio para la poesía. Vivir". Y, desde luego, descubrimos a Concha en estas memorias como una gran viajera y aventurera que recorrió Inglaterra, Francia, México o Argentina.



Además de aventurera, Concha se convirtió junto a su marido Manuel Altolaguirre en una de las editoras más importantes del panorama cultural español del momento. En su imprenta editaron la revista Litoral y dieron alas al sueño de Neruda con su Caballo verde para la poesía, dirigida por él pero elaborada íntegramente por ellos.

También llegó a ser agregada cultural y consiguió una credencial como periodista en sus años en Argentina. No dejó de experimentar formas literarias, combinando la escritura de poesía con la de teatro, cine, narración y ensayo. Desde el humor más inocente cuenta cómo escribía poesía mientras pelaba y cortaba cebollas porque la poesía manaba de su mente y de su corazón como un torrente imparable. Y mezclado con ese tono tierno e incluso infantil, nos narra las emociones tan dolorosas que supuso conocer en la distancia los estragos que la guerra civil iba causando en España y en sus amigos íntimos, entre ellos García Lorca.

Escribir sobre este libro sin hablar de mí misma sería una traición. Mi educación poética se basa especialmente en la lectura de los grandes autores de la generación del 27 y, aunque la antología que manejé en mis años de estudiante necesita muchas enmiendas y mejoras, también en ella descubrí la poesía de Concha Méndez, que desde entonces se convirtió para mí en un referente poético que no he dejado de enseñar en mis clases.

Al nacer cada mañana
me pongo un corazón nuevo
que me entra por la ventana.

Sensibilidad, popularismo en las rimas y el surrealismo presente en buena parte de la obra poética de los escritores y escritoras del 27 son los que vertebran la poesía de Concha. Este libro editado con tanto mimo por la editorial Renacimiento es la excusa perfecta para reconciliarnos con una de las mejores poetas de nuestro panorama literario de todo el siglo XX.



jueves, 9 de noviembre de 2017

PROHIBIDO NACER

Os presento un relato ligero tratado con un sentido del humor conmovedor. Las vivencias que nos cuenta son tan graves, tan trascendentes y tan trágicas, que, al disfrazarlas con ese humor tan característico, su autor las hace digeribles.

Hace 33 años, Trevor Noah nació con todas las de perder. La unión de su padre blanco con su madre negra en la Sudáfrica de los años ochenta estaba penada por ley, así que él fue un hijo prohibido por su país. Continuamente durante la lectura del libro me recordaba la edad de este chico para apreciar mejor esta historia personal que, afortunadamente, ha acabado en el éxito de este joven comediante, estrella de la televisión norteamericana. Hoy en día, utiliza la ironía y el humor para hacer comedia política y se ha convertido en el azote de Donald Trump. Divertido, irresistible, con esa sonrisa de niño bueno, ha escrito estas memorias que, además de una denuncia del racismo del Apartheid, escrito minuciosamente, son un homenaje a esa madre coraje que ha tenido la suerte de disfrutar.

A pesar de que su madre le pegaba a menudo, él consideraba que lo merecía y sabía que el amor entre ellos era de tal magnitud que los malos tratos jamás fueron una barrera entre ellos. En cambio, la violencia de su padrastro, que llegó a disparar a su madre después de haberla maltratado durante años, está descrita de forma tan detallada que es como una disección.
También las continuas denuncias en la comisaría, que nunca fueron atendidas, nos retrotraen a otras épocas aquí en España, cuando perdías el tiempo si ibas a denunciar cualquier violencia machista. Yo doy prueba de ello.

Es fascinante el humor con el que nos cuenta, por ejemplo, que cuando tenía cinco y seis años sus parientes maternos no le pegaban, a pesar de sus trastadas infinitas, porque decían que no sabían pegar a un niño blanco, aunque él fuera mestizo. Para ellos, que eran negros, mestizos y blancos eran lo mismo. Incluso, cuando le llevaban en el coche, siempre le sentaban en el asiento trasero y le llamaban "señor", como hacían con los blancos. ¡Qué terrible lo que trastornó sus mentes el apartheid! Me pregunto muchas veces para qué sirven las instituciones internacionales que tenemos si no pueden prevenir, prohibir o castigar actitudes tan graves como las que se han producido hace menos de cincuenta años y se siguen produciendo.

Son infinitos los detalles que demuestran la inteligencia superior de esa madre que tiene Trevor, y me cuesta comprender su fanatismo religioso en alguien que ha demostrado reiteradamente su valor, su clarividencia y su buen hacer. Fue una autodidacta íntegra y quizá la falta de una educación que le proporcionara más conocimientos sea la causa.

En un momento dado le dice a su hijo, que no la ha mirado al saludarla: "¡No, Trevor! Mírame, salúdame. Demuéstrame que existo para ti, no me veas solamente cuando necesitas algo". Una situación que quizá vivimos muchas madres.

Otra de las reflexiones de esa madre independiente y fascinante, cuando se refiere a su marido maltratador: "El hombre tradicional quiere que su mujer sea sumisa, pero nunca se enamora de mujeres sumisas. Le atraen las mujeres independientes, es como un coleccionista de aves exóticas. Solamente quiere mujeres libres porque sueña con meterlas en jaulas".

En otro momento le dice a su hijo, a quien siempre se ha dirigido como si fuera un adulto: "El amor es una acción creativa: cuando amas a alguien, creas un mundo para él".

Un testimonio valioso y necesario que nos recuerda los valores por los que debemos luchar. Además es una lectura divertida, amena y enriquecedora.



viernes, 8 de enero de 2016

EN MOVIMIENTO

En febrero hará un año que Oliver Sacks nos anunció que un cáncer amenazaba de forma seria su vida mediante un bellísimo artículo en el que nos decía: "en el tiempo que me queda tendré que arreglar mis cuentas con el mundo".

El tiempo se le acabó en agosto pasado. Perdimos a una gran persona, un profesor de neurología y un escritor que supo acercarnos los trastornos de la mente de forma divulgativa en libros tan interesantes como "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", "Un antropólogo en Marte", "Despertares", "Veo una voz", "Musicofilia" o "Alucinaciones".

Nos ha dejado sus memorias en este interesante libro que a mí me ha sorprendido tanto. La imagen que yo tenía de Sacks era la de un amable y serio profesor condecorado por la reina Isabel de Inglaterra, recibido por la reina Sofía, merecedor de tantos premios, y sin embargo en este libro nos desvela una juventud contradictoria, apasionado de las motos, de la natación, culturista y adicto a las drogas hasta los 35 años. Supo conducir todas esas experiencias hacia la sabiduría mediante el conocimiento de su profesión de médico y neurólogo. Describe también la intensa relación que tuvo con su madre, que en aquella época (años 50 del siglo XX) no pudo asimilar la homosexualidad de su hijo, y con su hermano esquizofrénico en un ambiente exquisito de Londres, donde sus padres eran prestigiosos médicos.

Huyendo de la rígida Inglaterra, se fue a Estados Unidos con veintipocos años y su condición de judío le ayudó a relacionarse con otros médicos, que de alguna forma le apoyaron para abrirse camino en su profesión. 

Amsterdam, un lugar que marcó una etapa de su vida, las intensas relaciones con sus pacientes, con actores como Robert de Niro o Robin Williams con los que colaboró en la adaptación al cine de sus obras, forman parte de una autobiografía inusual, espléndida y singular, como su autor.

(Recomendado por Isabel)


domingo, 3 de enero de 2016

EL BAR DE LAS GRANDES ESPERANZAS

Cada navidad elegimos dos o tres libros estrella para recomendar a todo aquél que nos pregunte por una buena historia. Otros hacen listas de lo mejor del año, nosotros elevamos un podio sin vencedores en el que, este año, por ejemplo, han triunfado por igual la inteligencia, los bares, la risa loca, la lagrimilla, el drama familiar y la tragedia colectiva. Sin números uno ni orden de ningún tipo. Este año comparten podio "Una madre", "La familia Karnowsky" y "El bar de las grandes esperanzas". Y ya que todos, esta vez, están aquí reseñados por nuestra librera madre, me apetece ahora soltar un par de apuntes sobre este último, que acabo de terminar, para que si no lo leéis sea únicamente porque aún no os lo han regalado. 

"Cuando oía a mi padre por la radio, mi madre no oía sus bromas, ni su encanto, ni su voz. Lo que oía era la cuota de manutención que él no le pasaba." Y las broncas, los gritos y quizá el cuchillo de cocina que apareció de repente en la mano de él mientras se le acercaba amenazante con los ojos vidriosos de alcohol. Brutalidad e indiferencia. Un hombre-castigo. Pero para J.R. es La Voz, el vacío de un padre cuya ausencia permite rellenar solamente con las inflexiones melodiosas y seductoras de esa voz omnipresente. El hijo sabe ciertas cosas de su padre y por eso trata de ocultar el anhelo y la fascinación que le provoca su voz en la radio. La madre hierve de rabia y frustración por haberse casado con un hombre así pero por discreción y respeto a su hijo se oculta tras una máscara de calma fingida como si se escondiera detrás de un biombo. Y así va creciendo J.R., esquina de un triángulo desigual que intentará equilibrar durante toda su vida acudiendo al bar Publicans, maravilloso microcosmos de vidas itinerantes, en busca de ejemplos masculinos que rellenen la carencia que deja La Voz en su interior. 
"Mi madre era la palabra impresa: tangible, presente, real; mientras que mi padre era la palabra hablada: invisible, efímera, convertida al instante en memoria."

J.R. quizá haya escrito este libro autobiográfico para atrapar la palabra de su padre, convertirla en real y despojarla de los mitos con los que construyó su personaje. Un libro-búsqueda. Como todos, en realidad. Pero éste, en concreto, de búsqueda explícita por las propias raíces, por los recovecos de la fragilidad de la infancia y de un amor inestable e imposible, que no deja de plantar semillas de árboles bajo cuya sombra nunca podrá refugiarse. 
¿Por qué hemos aupado este libro al podio de lo más recomendable? Pues porque cuando lo recomendamos, nuestra sonrisa previa al argumento define mejor nuestro entusiasmo que cualquier resumen de su historia que se nos pueda ocurrir. 
Felices lecturas para 2016.


viernes, 13 de noviembre de 2015

ARENAS MOVEDIZAS

Henning Mankell, autor de estas memorias atípicas, moría el pasado 5 de octubre de un cáncer. Se lo diagnosticaron a principios del 2014, momento en que decidió escribir retazos de su vida acompañados de profundas reflexiones sobre temas tan diversos como las glaciaciones que en un futuro muy lejano pueden dejar bajo las aguas a países como Suecia y Noruega, los desechos nucleares radiactivos que desde los años 1950 llevan enterrando bajo toneladas de rocas en el interior de una montaña en Suecia o la esclavitud en sus diversas vertientes, desde su abolición hasta hoy.

¿En qué forma podrá advertirse del peligro de radiación cuando el idioma sea otro en épocas lejanas y las circunstancias imprevisibles? Hipótesis inteligentes sobre las desigualdades, el feminismo o el misterio que lleva a tanta gente al suicidio. Considera que la verdadera fuente de energía de los éxitos son las ganas y la alegría de vivir que se tengan, junto a la curiosidad por saber, por conocer.

Sobre el feminismo considera que los hombres tienen el poder y las mujeres la responsabilidad y para que surja un nuevo orden más justo, el hombre tiene que dar un paso atrás y dejar sitio a la mujer. Son temas fundamentales que mezcla con anécdotas de su vida privada que perfilan al escritor comprometido con África. Durante seis meses cada año se trasladaba a Maputo, en Mozambique, donde dirigía el Teatro Nacional Avenida y protegía a infinidad de niños de la calle. Sus vivencias africanas las trasladó a muchos relatos infantiles entre los que destaca "Comedia infantil" y la trilogía "La ira del tiempo".

Escribió doce novelas con el inspector Wallander de protagonista en las que aborda críticamente los retos de la sociedad actual a través de un personaje lleno de humanidad y sensibilidad, y también obras de teatro y relatos diversos de una amenidad que atrapa desde la primera página.

Mi homenaje a un escritor que seguirá viviendo en nuestra memoria gracias a sus palabras.

(Recomendado por Isabel)

Henning Mankell



jueves, 7 de agosto de 2014

LOS HIJOS

Desde la época en que nació la mafia siciliana para defender al pueblo de los abusos y arbitrariedades que cometían los soldados al servicio de la corona española, hace ya siete siglos, hasta las sastrerías de París y de Ocean City en Estados Unidos donde demostraron su buen hacer dos antepasados del autor, Antonio y Joseph a principios del siglo XX, Talese demuestra en este libro su gran categoría de periodista con su mirada sobre las historias de los millones de emigrantes italianos que se vieron obligados a cruzar el Atlántico en busca de otra vida más digna, con menos miseria, y su retrato brillante de un país y una época como si fuera una novela.


Las trincheras de la Primera Guerra Mundial y la primera fábrica de ese veneno llamado amianto cuyos efectos devastadores para la salud eran aún desconocidos, son un hilo conductor que nos lleva a la Segunda Guerra Mundial. La colaboración de los mafiosos para conseguir la derrota italiana en algunas batallas decisivas es realmente asombrosa y personajes como Garibaldi, Mussolini, Joe Di Maggio, Lucky Luciano o Sinatra se mezclan con la historia de varias generaciones de antepasados del autor.

Lazos de sangre, desencuentros, miserias materiales y morales, tensiones políticas y vínculos con un pasado que se desvanece y un futuro lleno de promesas. 

Una lección de historia amena que nos da las claves de tantos enigmas sobre la historia de Italia. Necesaria.