Un día, una mujer en la India dice no. Dice no a recoger excrementos con las manos, a doblar la espalda ante los demás. Dice no a ser tratada como un animal, a ser vejada y amenazada y expulsada de la sociedad. Dice no a que su hija aprenda su oficio execrable, a que su hija sea a su vez tratada como una intocable y deba permanecer encorvada sobre la mierda durante toda su vida. Y reúne el valor y la imaginación necesarias para luchar por algo mejor para las dos, lejos de ese mundo despiadado con las de su clase, lejos de las miradas, de la reprobación asesina de quien piensan que todo está bien como está.
Un día, una mujer en Sicilia dice no. Dice no a seguir fingiendo que sigue siendo una niña, a seguir yendo al taller de su padre como si todo fuera a durar eternamente. Dice no a ese pretendiente aburrido que todo el mundo dice que le conviene, no sólo para ella sino para toda su familia. Dice no a resignarse a besar una piel siciliana, blanca como la suya, para toda la vida. Y reúne el valor y la imaginación necesarias para luchar por aquello que más ama, por mantener en pie ese taller que ha alimentado sus sueños desde niña y darle la vuelta al mundo conocido para que siga girando todavía con más fuerza.
Un día, una mujer en Canadá dice no. Dice no a seguir interpretando el papel de mujer perfecta que lo hace todo bien, a seguir triunfando en su trabajo pese a la mirada desconfiada de los hombres. Dice no a sentirse culpable por ponerse enferma, por no cumplir con las exigencias que le imponen. Dice no a desatender a sus hijos, a fingir que no puede con su alma ni con la mirada compasiva de su jefe que dice ya sabía yo que no podrías. Y reúne el valor y la imaginación necesarias para luchar por una vida mejor, lejos de ese trabajo que aniquila la salud y la dignidad, lejos de ese mundo que dice que si eres mujer tendrás que trabajar dos veces más para conseguir lo mismo que los hombres.
Estas tres historias paralelas son los tres hilos que forman una trenza. Están impregnados del sufrimiento de tres mujeres y tienen la delicadeza y la resistencia necesarias para aguantar cualquier adversidad que se les ponga por delante. Están contadas con sencillez y sensibilidad, son la caja de resonancia de un dolor que la autora hace suyo y que nos transmite para que aprendamos que al otro lado de cualquier tragedia casi siempre hay luz. Esa resonancia, que la autora convierte en espíritu de lucha, es lo que emociona y cautiva de esta novela.
Las mujeres aún estamos en desventaja,falta mucho y muchos años que mejoren las cosas y que cambien sobre todo que cambien
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