jueves, 29 de junio de 2023

UN NUEVO PAÍS AL OTRO LADO DE MI VENTANA

Me interesan mucho los desarraigos. Los testimonios de personas que viven con un pie en una cultura y el otro en otra, en un extraño equilibrismo que a menudo les hace sentirse extranjeros en todas partes. Sentirte extranjero libera y duele. Libera porque la necesidad de encajar y actuar conforme a unas normas sociales rígidas se relaja y tu condición te permite excentricidad y actuar un poco como quieras. Y duele porque en el fondo todos deseamos una familia amplia que nos acoja y nos haga sentirnos parte de algo más grande que nosotros. 

Yo he sido extranjero en Francia durante el año que viví allí. Y a pesar de que aprendí el idioma y traté de imitar las costumbres, siempre fui el español, el de fuera, el que se añade pero no pertenece. Curiosamente, un año bastó para afrancesarme y, al volver, ya tampoco me sentía del todo español en España. Lo que antes me parecía natural en mi país, empecé a percibirlo como exótico e incluso un puntito escandaloso, desde la costumbre de echar la bronca por no saber dar las gracias (mira que haber traído un bizcocho, pero si no hacía falta, ¡hay que ver cómo eres!) hasta el uso de imperativos sin contemplaciones para pedir las cosas en una tienda (dame tres bolis, envuélveme esto para regalo y me das una bolsa). A veces basta con cruzar una frontera para que la campechanía se convierta en mala educación. Pero eso de no sentirme español tampoco era una percepción solo mía, siempre recordaré un intercambio con la tía de P. el día que la conocí. Ella me preguntó dónde estaba mi costilla, y yo la miré sin entender, ¿cómo? Sí, tu costilla, que dónde se ha metido. Y como yo seguía sin saber de qué hablaba, me miró fijamente por primera vez y me dijo: ¿pero tú eres español? A veces basta con no entender un coloquialismo para volverte extranjero en tu propio país. 

"El desconcierto de vivir como extranjero, que en un principio es un obstáculo por vencer, con los años se convierte en el resultado de tu vida". Theodor Kallifatides lo sabe muy bien. Griego afincado en Suecia, traductor del griego al sueco y viceversa, reflexiona en este libro autobiográfico sobre la vida del emigrante desde un punto de vista poético, psicológico y filosófico. Sobre qué significa para un griego vivir en Suecia, y cómo la identidad corre el riesgo de diluirse cuando pasa tantos años fuera de su lugar de origen. Al final, como escritor y traductor, encuentra en las palabras ese refugio universal para abrigarse ante cualquier intemperie: "No me perdería a mí mismo mientras pudiera calentarme junto al hogar de mi lengua, aunque fuera de lejos". 

Cuenta que en Grecia no parece griego ni en Suecia, sueco. Y no tiene nada que ver con el idioma. ¿Qué es lo que nos define como pertenecientes a un lugar? Quién sabe. Pero detectar al que no pertenece siempre ha sido un ejercicio inmediato (y placentero) para muchísima gente. "Quizá sea más fácil ver lo que alguien no es que lo que es". 

Me ha gustado mucho el capítulo que dedica a las diferencias entre el griego y el sueco. No se trata de las palabras, sino de la idea detrás de las palabras, del concepto que las habita. "El sol griego es masculino, de pelo corto y ensortijado. El sol sueco es femenino, de pelo largo y lacio. Para los griegos, la luna es una beldad, para los suecos, en cambio, es un viejecito cansado". Así que cuando un griego le hable de la luna a un sueco, por mucho que sepa todas las palabras necesarias para comunicar su pensamiento, su luna no tendrá nada que ver con la luna de quien escuche, y la comunicación rodará sobre una carretera llena de baches y agujeros y trampas que ninguno podrá sortear. "Se puede traducir una palabra de una lengua a otra, pero no se puede traducir un universo a otro universo. Siempre falta algo, y con mucha frecuencia lo esencial". 

Sentirte extranjero libera y duele. Siempre seré extranjero fuera de España y a menudo lo seré también dentro, por muchos coloquialismos que aprenda. Al final, pienso que es una suerte habitar más de un universo, comprender el mundo desde más de un punto de vista. Quizá entender que el sol puede ser a la vez masculino y femenino sea abrir una ventana más por la que mirar el mundo. Ver más allá de lo que podrán ver los que nunca han vivido como extranjeros en ningún sitio. 



 

lunes, 26 de junio de 2023

EL VIOLÍN DE LEV

Me gusta leer libros sobre música, porque no solo los leo, los escucho. Con 555, de Hélène Gestern, me sumergí en las sonatas de Scarlatti, y, cada vez que lo recomiendo, un clave se pone a danzar juguetón en mi cabeza. Con este Violín de Lev he escuchado a Monteverdi y a Corelli, su pasión y su serenidad, y la textura carnosa y frágil del violín me ha acompañado toda la lectura como el protagonista indiscutible que es. Helena Attlee ha escrito un libro sobre un violín. Un violín muy especial. Un violín que la cautivó hace años y que no ha podido quitarse de la cabeza. Un violín capaz de convertirse en el héroe de una historia de aventuras, de un viaje musical por bosques, ríos, mercados, talleres, museos y ese mundo esplendoroso de la imaginación que se abre como un libro cada vez que una historia comienza en nuestra cabeza. 

Todo empezó en un concierto de música klezmer en una pequeña ciudad galesa. Un violinista dio un paso al frente, el resto de instrumentos enmudecieron, y el tiempo se detuvo. Ese sonido empezó a hablar con una voz tan poderosa que los sentidos del público se agudizaron, ansiando emociones más intensas, salvajes, tristes y alegres que las que eran capaces de imaginar. "Cuando los aplausos se fueron apagando y se encendieron las luces, mi vieja amiga Rhoda se volvió hacia mí sonriendo y me dijo: "¿Cómo se atreve a hablarnos de ese modo? ¡Somos mujeres casadas!" 

El poder de seducción de este violín ocupó cuatro años de investigaciones y viajes en la vida de Helena Attlee. Como una Agatha Christie de los violines, la autora le siguió la pista por medio continente, empezando en Cremona, cuna de los mejores violines antiguos del mundo, siguiendo por todo el norte de Italia, por Praga, París, Londres, hasta acabar en Rostov, frontera entre oriente y occidente y donde la música gitana mezcló sus sonidos con instrumentos nacidos para tocar a Vivaldi en una deliciosa mezcla cultural. 

Página tras página de este fascinante festín cultural, he estado tras las rejas de un convento, mirando por encima del hombro indiscreto de Rousseau, tratando de vislumbrar el perfil de alguna de esas chicas que cantan y tocan como los ángeles en los ospedale venecianos para comprobar si su físico puede equipararse a la belleza sin igual de la música que interpretan. He vivido una época y una cultura que puso los violines en el centro de la religión y les otorgó poder para cambiar la educación estética de varias generaciones y las vidas de sus humildes instrumentistas. He conocido una liturgia que en el siglo del barroco italiano se volvió intensa, extravagante y sensual, una experiencia integral de los sentidos gracias en buena medida a la omnipresencia de los violines. 

La historia del violín de Lev, como la de la mayoría de instrumentos antiguos, "parece pertenecer a un lugar remoto en el tiempo, difuso, apenas iluminado por velas, donde el misterio todavía puede florecer y la verdad resultar aproximada". Este libro explora ese misterio y cuenta cómo los violines italianos han sugestionado a personas como Attlee durante siglos, determinando sus estados de ánimo, influyendo en su imaginación, dirigiendo sus pensamientos e incluso llevándolos a emprender viajes por toda Italia para seguir la pista del embrujo de su música. 

El violín de Lev me ha recordado a Peregrinos de la belleza, de María Belmonte (también traductora de Helena Attlee) y a Grand Hotel Europa, por esa llama atraída por la cultura mediterránea que alimenta la pasión por el arte, la historia y la música. Es la historia de una obsesión, la obsesión por un sonido capar de cambiarte la vida. Y es que, como dice el último propietario del violín de Lev: "Sentí una conexión total con su sonido. Me respondía con ese tono lúgubre en los graves que no había encontrado en ningún otro violín, y en su voz había una tristeza que aún me obsesiona. Reconozco la misma tristeza en mí mismo y puedo expresarla perfectamente a través de este violín. Siempre había deseado producir un sonido del que yo formara parte y era éste". 




jueves, 22 de junio de 2023

(YA NO) SOY ESA. MONOGRÁFICO PIKARA

Yo me he educado en la desobediencia. En el desafío a la autoridad cada vez que trataba de imponerme su criterio. Me he educado pensando instintivamente que si no te gustan los pantalones que me pongo y tuerces el gesto y me señalas esos otros modositos y normales y aburridos que tú consideras más convenientes, entonces solo me pondré estos en concreto y buscaré otros todavía menos modositos, normales y aburridos, porque ante los juicios moralizantes de los demás lo que me sale es la respuesta y la provocación. 

No tolero tutelas. No tolero que me den lecciones disfrazadas de consejos. Que me empiecen una frase con "Tú lo que tienes que hacer es" y que tenga que sonreír porque es de buena educación prestar atención a la voz de la sabiduría. No tolero que me aleccionen. Que me miren desde arriba, aunque sea para tratar de ayudarme. Especialmente si es para tratar de ayudarme. Toda la vida he intentado ser discreto y risueño, caer bien sin hacerme notar, mientras iba acumulando una rabia volcánica contra todas esas personas que viven imponiendo su discurso y ocupan todo el espacio y sojuzgan la voluntad de los demás y encima van de almas caritativas generosas cuyo admirable trabajo hay que reconocer y agradecer. 

Toda mi vida he hecho planes para la desobediencia. Así que la voz de Irantzu Varela en este monográfico de Pikara magazine ha sido una hermana, un alma gemela, un espejo al otro lado del privilegio en el que me reconozco y que me inspira para seguir desobedeciendo. Y para aprender cada día a tener menos reparos en alzar la voz ante los ataques machistas, ante los comentarios sobre los cuerpos de los demás. Ante ese conocido que le dice a una amiga: Qué delgada estás, ¿no?, has adelgazado un montón, y eso, fíjate en lo que te digo, eso seguro que es por el estrés, a qué sí, ¿eh?, claro que sí, estrés, ansiedad, o cualquier cosa de esas. Alzar la voz contra cualquier cosa que haga a las mujeres avergonzarse de su cuerpo, de su edad, de su libertad, de su naturaleza. Alzar la voz ante todos esos hombres -y algunas mujeres- que nos explican el mundo con el tono de "qué haces que no estás sacando un cuaderno para apuntar mis palabras". Que elevan la voz por encima de cualquier conversación para que solo se escuche la suya. Que necesitan atención constante, validación constante, adulación constante. Que no quieren amigos, sino fans. 

Ahora que la violencia machista vuelve a estar de actualidad, no para poner más recursos para seguir erradicándola sino, bochornosamente, para tener que volver a defender su existencia, es importantísimo recordar, todos los días, que "detrás de todos los hombres capaces de torturar y asesinar mujeres hay un montón de hombres -y de mujeres- que se ríen con los chistes sexistas, frivolizan con la violencia machista o consideran que las mujeres estamos "donde tenemos que estar". 

Gracias por tu desobediencia, Irantzu. Tus palabras son un espejo en el que la mía se reconoce y se crece. Estos textos me dicen cosas que me suenan a mí. Y al futuro de libertad desobediente en el que quiero vivir. 

 


lunes, 19 de junio de 2023

QUIJOTE EN EL CONGO

Navegar el Congo es como salir a luchar contra gigantes. Morder el polvo y volver a levantarse. Y volverse a caer en un mundo que parece detenido por una belleza salvaje salida de otro mundo, de una canción. O de una gesta de caballería. Navegar el Congo es detener el tiempo, o acelerarlo si la muerte asoma el hocico. Porque la muerte siempre está rondando, ya sea en carreteras impracticables, en selvas controladas por grupos rebeldes o en corrientes asesinas del río que te atacan como serpientes. Y los gigantes nunca vuelven a su forma de molinos, aunque sí que se pueden amansar muchas fieras si uno sabe cómo. Y Xavier Aldekoa suele saber cómo. 

Con un ejemplar de El Quijote a cuestas (grandes viajes requieren grandes libros), el autor se propuso navegar todo el río Congo, desde su nacimiento en el centro de África hasta su desembocadura, 4.700 kilómetros, algo así como de Lisboa a Moscú. Pero en canoas y barcazas atestadas, que alcanzan en sus tramos más rápidos los 17 kilómetros por hora y en las que dormir sobre una nevera durante semanas es un privilegio. La aventura de su vida. Y la de cualquiera, a tenor de las miradas que le dirigían los congoleños al enterarse de su proyecto. Su intención no era solo viajar. "Quería escuchar: que el río fuera una máquina de hacer mejores preguntas, que el avance por aquella corriente abriera una vía para entender otras realidades". 

"No se sale ileso tras recorrer el alma de una tierra golpeada durante siglos, cuya tragedia ha sido siempre tener los tesoros deseados por la economía mundial y para la que el contacto con el exterior ha sido siempre sinónimo de agresión, engaño y explotación". La historia reciente del Congo es una serie continua de brutalidades inimaginables. Desde la llegada de los primeros hombres blancos que propiciaron siglos de esclavitud y sobre los que se cimentó el capitalismo global, hasta las atrocidades del colonialismo del rey belga Leopoldo II, denunciadas por Roger Casement. Pero la violencia no acabaría ahí. Siguió la independencia en los años sesenta ante el cruel paternalismo de los belgas, las guerras civiles, la atroz violencia sexual contra las mujeres como arma de guerra, la intervención de Uganda y Ruanda en el expolio de las materias primas en los años noventa, y el estado de descontrol de todo el este del país, en manos de grupos guerrilleros que saquean la riqueza mineral del país, que hacen que la paz firmada en 2003 sea más un acuerdo que una realidad.  

"¿Cómo salir intacto de una tierra tan malherida? Coincido con el reportero salvadoreño Óscar Martínez, editor de El Faro: el oficio del periodista no es ver cosas. No es estar. Reclama otros verbos. Ir, entender, dudar, escuchar, disputar, señalar, comprometerse, cuestionar y sentir con urgencia, con el objetivo radical de exprimirse, de dejarse las tripas en el intento. El oficio exige piel. Estar alerta y desprenderse de cualquier distracción para captar lo esencial de lo que nos rodea. Ir hasta el final". 

Xavier Aldekoa


El tono de los libros de Xavier Aldekoa es humano y emocionante y siempre me reconcilia con el mundo. Me gusta cómo describe las largas horas de navegación, en las que siempre hay mucho espacio para la risa y el baile. Y su compromiso con escuchar y acompañar y su capacidad para captar los vínculos humanos. Es asombroso cómo consigue que, como lector, esté ahí con él, navegando con él, que viva una tormenta como el ataque de un dragón enfurecido y los relámpagos sean espadazos de luz que se convierten en espectros. Que ría y me conmueva y me indigne la rapacidad de las "multinacionales mineras y tecnológicas que se enriquecen con los beneficios del coltán, el oro o el cobalto manchados con la sangre de los nadie". 

"El Congo. Recorrer el gran río africano se presentaba ante mí como una empresa quijotesca. Como un viaje a un río delirante, feroz, monumental, irreal, exuberante, extremo y desvariado, que avanza ajeno a la civilización o la modernidad. Como una locura maravillosa". Y lo hizo sin aviones ni atajos, viajó como lo hacen los congoleños, aunque más de uno no se creyera que fuera capaz de hacerlo. Porque "nada iguala más que caminar junto a otro. No importa si el compañero de ruta es un soldado, un universitario, un agricultor, un nómada del Sáhara o un pigmeo de la selva: la forma de desplazarse más antigua de la humanidad se convierte a menudo en una puerta a una conversación sincera y a una complicidad que da pie a contarse la vida y las entrañas. Compartir camino es una forma de conocerse a uno mismo y de entender a los demás". 

Gracias por este camino, Xavi. Ha sido un viaje inolvidable. 






jueves, 15 de junio de 2023

QUÍTAME LA CULPA. MONOGRÁFICO PIKARA

Quién no ha vivido una relación secreta. Una relación especial, especialísima, tan especial que no se podía contar como cualquier otra. Tan especial que convenía mantenerla en secreto, dentro de la burbuja de la maravilla, para no contaminarla con las miradas de los demás. Quién no ha vivido una relación clandestina, y ha saboreado esa clandestinidad como si fuera un regalo, un dulce mágico y maravilloso destinado a hacerle la persona más especial del mundo. La clandestinidad como la libertad suprema de no depender de nadie, de vivir totalmente libre de ataduras y de juicios ajenos. Quién no ha vivido una relación secreta en la que el secretismo y la burbuja y la clandestinidad y el aislamiento eran el terreno perfecto para que la otra parte no se responsabilizara de nada, para que pudiera hacer y deshacer vínculos y apegos a su antojo en un tira y afloja enloquecedor, y para que fuera libre, sí, totalmente libre de romper y volver y romper y volver y ahora sí y ahora no y qué más da si tú y yo en realidad no existimos para nadie y nadie te puede proteger porque nadie nos ha visto y para nadie existimos y a nadie puedes acudir. 

Y luego, la culpa. La culpa de haber entrado ahí si ya sabías que no era sano. La culpa de haber aceptado permanecer en la burbuja cuando todo te pedía salir de ella. De haber aceptado que había que fingir, soltarse la mano en público, sonreír como maniquís y tragar la distancia impuesta y el exilio interior como el peaje imprescindible para que la otra parte estuviera bien y te aceptara. Qué más da cómo estuvieras tú. La culpa, la culpa de aceptar esa negación de ti, de tus sentimientos. La culpa de tragarte tus sentimientos, esa brutalidad diaria al mirarte en el espejo, ese automaltrato, y decirte: está bien, puedo con esto. En el fondo merece la pena. 

Con los episodios que nos quiebran construimos nuestra identidad y ponemos diques a los daños futuros. Da igual cuánta teoría feminista acumulemos, lo que nos enseña a no volver a tropezar con el machismo es haber tropezado con él y haber aprendido a levantarnos. A menudo, varias veces. Y aprendemos poco a poco. Tras muchos años de sufrirlo todos los días. Tras muchos años de negación, de recuerdos enterrados en la memoria más profunda y de normalización de conductas que hoy, por fin, nos resultan intolerables. Gracias a las heridas, luchamos contra ellas. Luchamos con la palabra, porque quedarnos en silencio y mirar para otro lado no soluciona nada y legitima el maltrato y nos convierte en cómplices. Y el tiempo de aceptar ser cómplices se acabó. 

Las voces recogidas en este monográfico de Pikara magazine cuentan historias cotidianas. Historias de maltrato, sutil a veces, brutal otras, que resultan un paisaje familiar en prácticamente todas las familias si nos atrevemos a mirar con atención y espíritu crítico. El maltrato psicológico es omnipresente. Lo hemos sufrido y lo hemos reproducido, en mayor o menor medida. Y estas voces sirven para saber reconocerlo, para vernos reflejados en otras historias, distintas pero tan iguales a las nuestras, y decir basta. Basta de control, basta de sometimiento, basta de manipulación. Basta de mirar para otro lado cuando el maltrato se asienta con su descarada normalidad una y otra vez en las comidas familiares, en los grupos de whatsapp y en las reuniones de amigos. 

Estas historias son invitaciones a contar la tuya. "Porque si crees que no tienes nada que contar, cambiarás de opinión leyendo a otras. A las tuyas. A las nuestras".





lunes, 12 de junio de 2023

LA MALA COSTUMBRE

Hay una niña que juega a enredar alrededor de su índice los mechones ensortijados de la mujer sentada delante de ella en el transporte público. Es una niña que tiene miedo de que sus padres dejen de quererla si descubren el secreto que esconde. Es una niña que no es enteramente ella, que sufre cuando su madre la abraza y la llama "mi machote" con orgullo. Que baila canciones de Madonna como si estuviera emitiendo señales luminosas en la oscuridad, "sacudidas de libertad que lanza al cielo esperando, asustada y esperanzada que alguien sepa descifrarlas". Una niña que sueña con fundirse en ese reino de las mujeres en el que siempre encuentra un lugar seguro. 

Este libro me ha acogido como un lugar seguro. Y es que hay tan pocos lugares verdaderamente seguros en cualquier vida que se salga de la norma. Escuchar a tus padres hablar de las personas diferentes, de esas "otras" que no encajan en lo que ellos consideran adecuado, correcto o decente, escucharles usar palabras que las condenan a un lugar periférico, extranjero, que se puede visitar pero que no se habita ni se comparte, puede intoxicar tu vida y tu autoestima para siempre. Y ay, esas miradas cuando te notan distinta, cuando desafías la norma y ese desafío nace de una herida que no solo no saben cuidar, sino que perciben como una amenaza. "Hay familias a las que el amor se les hace furia y negación en cuanto perciben que el suelo que pisan no es firme. Amores mal asentados que ante una herida en uno de sus miembros aplican un torniquete en lugar de limpiarla, presionarla hasta que deje de sangrar y cubrirla con gentileza. Siempre fue nuestro caso. Nos queríamos mucho, pero nos queríamos con demasiada urgencia". 

Alana S. Portero ha escrito un libro saturado de dolor y de belleza. Lo he leído llorando y riendo, con el corazón en un puño y parando a cada rato para respirar y digerir su intensidad. Nada en mi biografía me conecta aparentemente con la protagonista de esta historia, pero no recuerdo ningún libro reciente que me haya llegado más adentro, que me haya resonado con tanta fuerza. Ese anhelo de "brisas de perfume y olor a maquillaje", esa sororidad explosiva y desenfadada que le rompe a esa niña su "pequeño y travesti corazón", también me rompe a mí el mío en cada página. Y no quiero que acabe. Quiero que continúe este milagro hecho palabras. Esta bocanada de aire en un mundo que tantas veces hemos tenido que habitar conteniendo el aliento. "Un día yo dejaría de habitar las profundidades, la asfixia y el miedo, y florecería como un hada perfecta, dueña del aire".

La mala costumbre cuenta la historia de un extrañamiento: "Toda la vida sintiéndome ajena a aquellas personas, escondiéndome de ellas detrás de una mentira elaboradísima con forma de niño simpático, gordito y sabiondo, me había despojado del derecho a entenderlos". Es la historia de alguien que no pertenece, y lo sabe muy pronto, y no sabe qué hacer para ascender a la superficie y conseguir por fin respirar como ella necesita. Es una historia de clase obrera, de conciencia firme y amorosa, de un barrio violento habitado por vecinos vulnerables pero prodigiosos, "forjados en fuegos de otro mundo". Una comunidad "que había tejido algo hermoso con las sombras a las que había sido condenada". 

Llena de referentes múltiples y eclécticos, como la cultura pop, la mitología griega y las madrugadas madrileñas clandestinas, la voz protagonista emerge gloriosa y desnuda como una heroína de cuento de un mundo cruel en el que "antes de definirte tú misma, los demás te dibujaban los contornos con sus prejuicios y sus violencias". Y he sentido, a lo largo de todo el libro, cómo esa liberación me desataba nudos por dentro que apenas había percibido hasta ahora. Nudos olvidados sobre los que siempre había procurado caminar de puntillas y que conectaban todos con una masculinidad rígida de golpes en el pecho y competitividad ruidosa, de bravuconería pueril y analfabetismo emocional. Una masculinidad que yo siempre había sentido como un molde en el que no podía caber y que, desde una multitud de miradas y voces a mi alrededor, me decía: pobre de ti como te salgas de ahí. 

Y no sé qué más decir. O sí, tengo apuntadas tantas citas, tantas reflexiones que han florecido de estas páginas que no terminaría nunca. Pero este libro no acaba con la última página. Este libro es una semilla con el potencial de todo un bosque. Lo he leído llorando y asintiendo. Y cuando la lágrima daba una tregua venía la carcajada a ocupar el hueco. Es una hermosura con sabor a revolución. Está causando muchas pequeñas revoluciones tu libro, Alana. De esas que producen gratitud y brazos abiertos y curan cosas que uno ni siquiera sabía que dolían. Gracias por tanto.




jueves, 8 de junio de 2023

ACTIBISMOS: UNA MIRADA BI SOBRE LAS LUCHAS DISIDENTES. MONOGRÁFICO PIKARA

"Cuando dedico horas a transformarme y a producirme, no me estoy disfrazando. O, bueno, sí, pero no en el sentido despectivo con el que algunas personas lo dicen. No estoy enmascarando nada. Al contrario: estoy revelando mi yo más puro. ¿Por qué no me ves? ¿Alguna vez has sentido esa euforia? ¿La euforia de verte y que te vean? Es un destello que ciega". 

Este párrafo de Noemí López Trujillo habla de una euforia que nace y explota desde una oscuridad sojuzgada a base de cerrojos y desprecios. De la abuela que te dice que vas más pintada que una puerta y de la madre que te mira despectiva y te suelta delante de todos que pareces una buscona así vestida, y mirándote a los ojos, añade: o algo peor. La oscuridad de escuchar desde la infancia comentarios despectivos sobre cualquier comportamiento que se salga de la norma del género, cualquier hombre "afeminado" o mujer "masculina" inmediatamente vilipendiados, corregidos y fustigados con lenguas que se solazan en los chistes más mordaces, revelando una maldad pueril basada en el miedo a lo desconocido y a lo que se desvía del camino amurallado y único de la tradición. La oscuridad de escuchar, también desde la infancia, todo tipo de comentarios sobre nuestros cuerpos. Nuestros cuerpos como campos de batalla en los que nuestras familias tratan de imponer su dominio, diciéndonos qué ropa nos queda bien, cómo tenemos que llevar el pelo y cuál es nuestro volumen ideal. 

Pero de esta oscuridad se sale. Se sale con mucho esfuerzo y dolor, con un atrevimiento que mezcla el pánico y el éxtasis, como cuentan las voces que aparecen en este monográfico de Pikara magazine sobre las experiencias bisexuales y su lucha por afirmar su identidad, plantando cara a cada prejuicio y cada discriminación. 

Me ha gustado mucho cómo se describe la necesidad de identificarse no solo a través de la violencia o discriminación recibidas, no solo a través de ese rol de víctima acostumbrada al desprecio y a la desconfianza, o, en el mejor de los casos, a la compasión, sino también a través de la euforia, la alegría y la convivencia con otras personas afines con las que afirmar vidas plenas, completas y diversas.

"El género no es solo lo que nos han dicho que es. No es solo esa cajita de expectativas, definiciones y obligaciones. Es la reapropiación, pero no solo. Es la creación en un lugar devastado. Es inventar mundos encima de otro mundo que no te convence. Y hacer un ejército para defender lo creado". 

Este monográfico dedicado a la bisexualidad reúne textos valientes e inspiradores, textos como manos que van abriendo puertas y ventanas para airear nuestras vidas, limpiar el polvo y las telarañas rancias de las tradiciones de siempre y que en cada rincón huela a aire y a flores ya nunca más prohibidas. 




lunes, 5 de junio de 2023

BILLY SUMMERS

"Hay libros-submarinos que te descubren profundidades adultas insospechadas. Y hay libros-lanchas motoras con los que vuelas por la superficie del agua como un niño". Esto escribía yo sobre los libros de Stephen King en 2018, después de leer la Trilogía del Mercedes, con la que pasé tan buenos ratos. Y lo mismo sigo pensando cinco años después, tras terminar Billy Summers, una novela que he leído con la alegría despreocupada de quien no tiene tiempo de tomar notas de nada ni darles vueltas filosóficas a las frases porque está demasiado ocupado disfrutando como un niño del presente. 

Billy Summers es un veterano de Irak que lleva una década dedicado al silencioso oficio de asesino a sueldo. Eso sí, con un código ético particular: solo acepta matar a quien él piensa que se lo merece. Cuando le ofrecen un trabajo que encaja perfectamente con su perfil y tan bien pagado que podría retirarse del negocio para siempre, no se lo piensa. Lo que no sabe es que lo que siempre ha salido a la perfección puede empezar a torcerse, por los motivos más insospechados. A torcerse y a torcerse hasta que la historia se vuelva totalmente imprevisible. 

Esta es una novela construida como una trampa que se va cerrando. Cada capítulo es una cucharadita más de arroz en una balanza que se va inclinando e inclinando cada vez más hacia el lado más oscuro. En el que, por cierto, no falta su colmillito mordaz a la política estadounidense: "En un mundo donde un timador puede ser elegido presidente todo es posible". O sus homenajes literarios explícitos e implícitos, como cuando habla de la esperanza, "esa cosa con alas", pero también esa cosa que duele, y Emily Dickinson asoma la cabecita por detrás del hombro de un asesino a sueldo y guiña un ojo cómplice. 

Hay algo en las novelas de Stephen King que me produce una satisfacción profunda. Una calma moral. Será que los personajes me caen bien. Me siento en el asiento trasero de sus coches en sus largos viajes por Estados Unidos y les escucho hablar y me río con sus bromas y disfruto del sol sobre los maizales y hasta pillo las referencias a Cormac McCarthy y duermo a pierna suelta en sus moteles de tres al cuarto, como si esa fuera mi vida soñada. Quizá sea eso. Que consigue meterme de lleno en una historia totalmente ajena a mi vida y durante lo que dura la novela estoy ahí dentro de lleno, casi más presente en la historia que en la ajetreada vida real de todos los días. Un chute de presente para leer como un niño, eso es Stephen King. 




jueves, 1 de junio de 2023

ODIOS. MONOGRÁFICO PIKARA

"Son regalos, no os pertenecen". "Escucha la llamada de tu conciencia". "Asesinas". "Es el nuevo holocausto". "Aquí se matan niños". Estas y otras lindezas tienen que escuchar y ver escritas en pancartas con mucha frecuencia las mujeres que van a abortar a las puertas de las clínicas que ofrecen este derecho. Fetos de plástico, pequeños ataúdes puestos en la acerca, soflamas de todo tipo, chavales de rodillas sobre el asfalto rezando, cualquier acción es válida con el fin de acosar a las mujeres que van a interrumpir su embarazo y tratar de hacerles cambiar de opinión. A pesar de que, según la ley aprobada en 2022, este tipo de actos están penados en España con hasta un año de cárcel, la policía aún no suele tomar cartas en el asunto ni identificar a nadie. Es un ejemplo más de la ola reaccionaria que nos está invadiendo con el objetivo de arrebatarnos derechos fundamentales y socavar la pluralidad, la libertad y la independencia de las personas. 

Sobre estos derechos fundamentales y su defensa a ultranza van los monográficos de Pikara Magazine, revista digital de divulgación de la teoría y la práctica feminista que practica un periodismo "crítico, transgresor y disfrutón", y este en concreto, sobre el impacto de las políticas del odio en la ciudadanía, y en especial en las mujeres. En apenas 70 páginas hace un repaso por distintos temas que ofrecen nuevas perspectivas para desarrollar un espíritu crítico y poder posicionarse con argumentos en contra de todo aquello que atente contra nuestra libertad, nuestra independencia y nuestra dignidad como personas. 

Posicionarse contra el racismo cruel que, mediante concertinas y devoluciones en caliente, vulnera los derechos fundamentales de los migrantes en nuestra frontera sur. 
Posicionarse contra la misoginia que ataca los derechos reproductivos y sociales de las mujeres a las puertas de las clínicas y en las tribunas políticas. 
Posicionarse contra la ola reaccionaria que, enarbolando la defensa de la familia tradicional como el único modelo de familia posible, amenaza, no solo en España sino en todo el mundo, los derechos de todas las minorías y contribuyen a sostener el actual régimen de desigualdad. 
Posicionarse contra el acoso y la violencia contra las mujeres en los medios digitales y redes sociales, sobre el que recientemente escribió un ensayo brillante Laura Bates (Los hombres que odian a las mujeres). 
Posicionarse contra los modelos de mujer que quieren llevar a las familias a estereotipos de los años 50, pero doblando las jornadas de las mujeres trabajadoras. 
Contra ciertas influencers cuquis de Instagram, que no tienen reparos en meter publicidad de extrema derecha en medio de cupcakes perfectos en tonos pastel. 
Contra las terapias de reconversión que, espoleadas por la iglesia católica, buscan un tipo de genocidio al pretender borrar y eliminar la identidad de las personas LGTBI. 

Posicionarse contra todo lo que nos degrada como seres humanos e intenta retrotraernos a épocas oscuras ya superadas, y a favor de una convivencia más libre, más diversa y disfrutona, como defienden en Pikara, que nos permita seguir construyendo un futuro que defender con orgullo.