jueves, 31 de marzo de 2016

VIKINGO. EL MANUAL DEL GUERRERO NÓRDICO

Los vikingos están de moda. Una serie de éxito cuenta, de forma muy libre, la vida de Ragnar Lodbrok, un héroe semi legendario del que no se sabe gran cosa, aparte de que dedicó su vida a saquear las costas de Inglaterra y Francia, tener hijos con guerreras descendientes de dioses y aterrorizar con los relatos de sus hazañas las noches de muchas generaciones de niños cristianos con miedo a la oscuridad. La serie cuenta con actores escandalosamente guapos, va por su cuarta temporada y tiene la virtud de profundizar en la vida cotidiana de los vikingos con el fin de despojarlos de esa fama de rubios-salvajes-barbudos-sedientos de sangre con la que nos los han pintado siempre a casi todos los que hemos nacido al sur de Escandinavia.

Me gustan los vikingos. Me gusta verlos administrar justicia en sus tribunales populares, primitivos, con códigos intuitivos que me parecen siempre más justos y saludables que sus contemporáneos cristianos, supeditados al poder de una nobleza legitimada por un dios inaccesible. Me gustan sus dioses, también, Thor, Odín, Loki, seres poderosos y temibles pero también interpretables desde múltiples puntos de vista. Sin libros sagrados, sin miedo constante al castigo, sin penitencias, sin símbolos que representan debilidad, miedo y tortura. 

Me gustan tanto los vikingos que estoy pensando seriamente convertirme en uno. Y lo mejor es que ya he encontrado manual para aprender todo lo que necesito saber sobre salir de expedición por el Atlántico norte hacia costas desconocidas, sentir la adrenalina del combate hirviendo en mis venas, saquear tesoros escondidos, quemar monasterios, recibir fortunas de grandes señores cristianos por no atacar sus miserables tierras y convertirme en un guerrero famoso en todo el mundo conocido. Bueno, algo así. 


miércoles, 16 de marzo de 2016

LA HABITACIÓN

Para Jack, un niño de cinco años, la Habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende. Por la noche, Mamá lo pone a dormir en el Armario, por si viene el Viejo Nick. Para su madre, la Habitación es el cubículo donde lleva siete años encerrada. Con gran tesón e ingenio, ha creado en ese reducido espacio una vida para su hijo, y su amor por él es lo único que le permite soportar lo insoportable. Pero la curiosidad de uno crece a la par que la desesperación de la otra. Sólo queda urdir la huida, un plan más arriesgado de lo que ambos puedan imaginar.

Un libro demoledor sobre cómo afrontar el horror del cautiverio y al mismo tiempo un libro lleno de una ternura inimaginable. La voz del narrador, un niño de cinco años, es como un velo de colores que distorsiona nuestra percepción de la realidad, y al terminar el libro nos damos cuenta de que hemos incorporado esa distorsión en nuestra vida para siempre, que la realidad a través de ese velo es infinitamente más rica y sorprendente.

Hace unos días fuimos a ver la película basada en este libro, y me alegré muchísimo cuando Brie Larson se llevó el Oscar a la mejor actriz. El libro se publicó en español en 2010 y con el paso de los años parece que había ido cayendo en el olvido. Nosotros lo recomendamos mucho cuando salió pero otros libros muy buenos fueron llegando, pilas y pilas y pilas de novedades frescas e invasoras ocuparon su espacio y relegaron esta maravilla a un fondo de biblioteca con más polvo del que debería. Y me alegro por esta nueva vida que la película le ha dado a esta historia. Porque es impactante y emotiva y remueve muchas cosas que nunca deberíamos dejar que se durmieran en nuestro interior. Y porque el mundo se vuelve más complejo después de leerlo. Y mucho, mucho más interesante.



viernes, 11 de marzo de 2016

QUÉ VEMOS CUANDO LEEMOS

Leo un libro sobre una ruta a pie por los Apeninos. Me imagino los pinos, los bosques, los crujidos que provocan los animalillos en la maleza, el calor (aunque no recuerdo que el autor precise la época del año), veo el caracol que intenta cruzar imprudentemente el camino, toco su caparazón. Veo todo eso. Es decir, me lo imagino. Como nunca he estado en los Apeninos y cuando los crucé lo hice por los túneles de la autopista que va de Florencia a Bolonia, sustituyo sus bosques y su realidad por bosques y realidades similares que con los años he ido almacenando en mi memoria. Cambio los restos de la Via Flaminia por los restos de la calzada romana que más conozco, la que parte de Cercedilla; cambio aquellos pinos por los pinos de la Sierra de Guadarrama, o quizá los de Menorca, por aproximarme un poco más a Italia; rebusco en la galería de fotos y sensaciones de mi memoria para imaginar lo que estoy leyendo y así, poder verlo. Y lo hago, reconstruyendo el libro a mi manera. En el fondo, inventándomelo. Así, mi lectura de la ruta a pie por los Apeninos nada tiene que ver con la tuya,  lector de este blog, porque tu galería de recuerdos es otra. Ni, por supuesto, con la del autor, que sí que ha estado en los Apeninos, y además ha vivido el viaje antes de contarlo. 

Leer es crear. Es inventar. Es trasladar a nuestra realidad una realidad que, en buena medida, nos resulta totalmente desconocida. O mejor, sustituir esa realidad desconocida por nuestra propia experiencia. 
¿Qué vemos cuando leemos? 
¿Vemos las facciones de Anna Karenina? Tolstoi nos habla de manos delgadas, de elegancia en los gestos, de impulsividad. ¿Cómo es un rostro elegante, impulsivo y de manos delgadas? 
Aunque pensemos que sí vemos las facciones de Anna Karenina, en realidad no es así. Vemos una idea, un concepto construido en nuestra percepción mediante datos imprecisos: manos delgadas, elegancia, impulsividad. Anna Karenina es una abstracción, reducimos el personaje a un símbolo en nuestra cabeza (un símbolo que se va transformando a medida que vamos avanzando en la lectura y añadiendo información) para hacerlo comprensible. 

A casi nadie le gusta una película basada en un libro que ya ha leído. La ambientación, y sobre todo los actores, a menudo traicionan la idea que nos habíamos hecho de ellos. Y la traicionan no porque sean en sí mismos inexactos o poco fieles al original, sino porque nuestra lectura del libro los había convertido en nuestros. Al leer, nos apropiamos de la historia. Los Apeninos del autor son mi Sierra de Guadarrama, y no quiero que me la quiten. El rostro de Anna Karenina es una nebulosa en mi cabeza, un concepto casi abstracto que difícilmente podré materializarlo en unas facciones concretas, sin embargo sí sé que no puede ser el rostro de Keira Knightley, por mucho que me guste la película.

Sobre estos temas, y muchos otros relacionados con lo que significa ese cotidiano acto de leer, trata este libro. Meterse en él es como mirarse hacia dentro y analizar qué hacemos cuando leemos. A simple vista, parece que poca cosa. Pero observado de cerca, con el microscopio que nos facilita la argumentación escrita y visual de Peter Mendelsund, los engranajes mentales que se ponen en marcha cuando leemos son verdaderamente fascinantes. 



martes, 8 de marzo de 2016

MUJERES

Erasmo de Rotterdam: "La mujer es mujer, es decir loca, sea cual sea el disfraz que adopte".
Aristóteles: "La mujer es inferior por naturaleza, es un varón mutilado".
Santo Tomás de Aquino: "La mujer es un error de la naturaleza: nace de un esperma en mal estado".

La tradición cultural ha sembrado de agujeros la historia de la Humanidad. Ha tratado a las mujeres como personas inferiores, con capacidades inferiores, relegando sus vidas y sus logros al menosprecio, y de ahí, al olvido. Recuperar la presencia de las mujeres en la historia requiere a menudo un esfuerzo arqueológico. Sus vestigios están en ruinas, rotos y desperdigados por siglos de indiferencia masculina, y para llegar a ellos hay que apartar los restos de los hombres, abrumadores, totalizadores y con una estúpida e infantil tendencia a querer ocupar toda la atención y todo el espacio. 

La historia de la civilización occidental es un gran puzle cuyas piezas femeninas han sido sustituidas, sistemáticamente, por piezas masculinas. Y este libro de Galeano se propone devolver a su sitio alguna de esas piezas robadas y olvidadas, arrebatando del olvido pequeñas historias de mujeres conocidas por su talento (Camille Claudel, Marie Curie, Frida Kahlo) o por su lucha por una causa (Rosa Luxemburgo, Rigoberta Menchu). Y también, historias de mujeres anónimas, que nunca entrarán en los libros de historia, mujeres que participaron en hazañas colectivas como la Comuna de París o la revolución mexicana, prostitutas, modelos, actrices o panaderas que en algún momento de sus vidas se negaron a obedecer, servir y callar y se atrevieron a salir a la calle, a no atender a soldados que hubieran participado en represiones de obreros, a cantar y actuar y enseñar cuando la Iglesia lo prohibía y a desafiar a Aristóteles, San Pablo, Erasmo y demás eminencias misóginas de la historia para reivindicar que ellas también tenían alma, sabían impartir clases y no, señores filósofos, no estaban locas. 



lunes, 7 de marzo de 2016

LA FLOR PÚRPURA

Hay una autora de nombre imposible de recordar cuyos libros se venden como si estuvieran prohibidos. La gente se los lleva con ansia, con secretismo y ojos encendidos. A veces los envuelvo para regalo y, al pegar el último trocito de celo en el papel estampado, la clienta me lo quita de las manos y se lo mete en el bolso con premura, rechazando la bolsa que le ofrezco, como si alguien se lo fuera a arrebatar y no quisiera que nadie viera lo que ha comprado. Los títulos de sus libros sugieren colores fogosos, nombres exiliados y plantas exóticas. Y también, una actitud ante uno mismo y ante la vida que, como ella bien dice, todos deberíamos compartir. 

Acabo de terminar su primera novela, La flor púrpura, escrita con 25 años, y ando fascinado. ¿Qué vivencias se esconden tras una escritura tan serena, tan sabia, tan desprovista de ira y de afán de venganza? Lo más lógico sería esperar que esta historia hubiera sido contada para saldar cuentas; desde el dolor, por ejemplo, para asumir el papel de víctima que ansía reconocimiento, o desde la rabia, para asumir el papel de vengadora que reclama justicia. Pero no. La voz de la protagonista, una adolescente de quince años, es de una inocencia desarmante, una inocencia rota que sabe mucho más de lo que quiere admitir, pero que no busca redimirse ni encontrarse en su herida sino contar una historia que realmente merece ser contada. 

Eugene es un héroe en Nigeria. Defensor de la democracia en tiempos de revueltas militares, empresario de éxito, generoso con los pobres, un perfecto producto colonial en su devoción por lo inglés y la educación. Poderoso, influyente y carismático de puertas afuera. Dictador, maltratador y represor con su mujer y sus hijos. 
Eugene es un padre modélico. El padre que todas las chicas querrían tener. Y Kambili lo venera como a un ser superior. Y se adapta a las normas, al silencio de su vida cotidiana, al estricto horario diseñado por su padre para que nunca dude qué debe hacer o en qué tiene que emplear su tiempo para convertirse en la mejor estudiante de su instituto, en la futura mujer perfecta. Se adapta a la violencia escondida detrás de cada gesto de amor, otorgado como un regalo que debe devolverse de una manera determinada, una inversión que debe ser retribuida. Se adapta a una exigencia siempre en busca de cotas más altas de sacrificio hasta que pasa unos días con su hermano en casa de su tía Ifeoma y al volver, la superficie impoluta de su rutina, con su ritmo invariable de éxitos y castigos, empezará a resquebrajarse hasta desmoronarse por completo. 

La tía Ifeoma es el contrapunto de Eugene. Viuda, profesora de universidad, enérgica, descarada, exuberante, llena de vida. En su casa, los niños preguntan, los niños gritan, se increpan. En su casa, las preguntas se abren como mangos maduros y nadie admite que se queden sin respuesta. Kambili, por primera vez en su vida, ve cómo en las comidas sus primos hablan libremente, se dirigen sin temor ni vacilación a cualquiera y respiran aire a voluntad. Se ríen. En casa de Ifeoma se ríe y ella dirige la alegría de sus hijos con el orgullo de un entrenador de fútbol contento con su equipo. Y el aprendizaje de esa risa y de esa complicidad será un viaje del que Kambili regresará transformada para siempre. 

Chimamanda Ngozi Adichie

La flor púrpura es una novela de iniciación. De iniciación a la vida, al amor, a la brutalidad, a la búsqueda de preguntas que conformen su identidad, a la pérdida de un referente paterno y la necesidad de encontrar algo sólido que pueda rellenar ese vacío. La violencia del padre, aislada en fogonazos que llegan de improvisto y dejan al lector aturdido por su intensidad, es producto de la enfermedad que genera el fanatismo religioso: Eugene se considera en el deber de establecer lo que es correcto y lo que es impío, impartiendo castigos para expiar el pecado de cada conducta de sus hijos y de su mujer que él cree que debe corregirse. Con golpes, con latigazos, con quemaduras, con una violencia que él ejerce con dolor, con lágrimas en los ojos, convencido de que es lo mejor para ellos, que deben aprender a corregir sus errores. Una violencia que deja en su familia vidas interiores hechas pedazos, personas rotas que nunca logran recomponerse del todo porque los lugares en los que encajaban dichos pedazos han desaparecido. 

Sin embargo, cuando ya no queda nada, cuando Ifeoma emigra del país en busca de un futuro mejor, o agua potable, o electricidad, o una vida un poco más digna para sus hijos, Kambili sabe que siempre podrá volver adonde fue feliz, al lugar donde conoció la libertad de preguntar y de amar, un lugar que lleva ya incorporado en su interior y que "tenía el poder de liberar algo atrapado en el fondo de su estómago que subía hasta la garganta y surgía en forma de canción de libertad. En forma de risa". 


viernes, 4 de marzo de 2016

MOIRA

Una literatura inquietante la de Julien Green, nacido en París de padres norteamericanos con raíces sureñas. Nació en 1900 y murió en 1998, así que prácticamente abarcó todo el siglo XX. Fue el primer miembro no francés (nunca perdió la nacionalidad norteamericana ni aceptó la francesa que le ofrecieron) que perteneció a la Académie de France. Escribió una obra ingente que incluye novelas, ensayos, teatro, cuentos, hagiografías, diarios, etc.

Moira es una novela a medio camino entre el género negro y el relato gótico y me ha recordado algunos de los perfiles de los personajes de Dostoievski. Una obra maestra de la literatura en la que Julien Green nos adentra en la mente desquiciada de un personaje que hace de la religión un fanatismo y una desmesura.

Joseph Day, el protagonista, es un joven hipersensible y paranoico que se inicia en la universidad con una fijación fanática religiosa pero que llegamos a conocer y a sentir muy próximo, con una conciencia que le aboca a la marginación y a sentimientos encontrados de soledad y exaltación. Una vida que busca lo absoluto a través de dios, volcada en el lado oscuro de la religión, ignorando que hay un abismo entre el yo ideal y el yo cotidiano. Busca formas de evasión en su necesidad vital de encontrar espacios que den un significado a su existencia y aboca su vida a la tragedia.

Profundidad y amenidad en un relato que te absorbe hasta la última línea, con un final inesperado.



martes, 1 de marzo de 2016

Editoriales afines (II): Nórdica

Hay una viñeta en los libros de Astérix que me encanta. Se repite en unas cuantas historietas y cada vez que la veo me parto. Aparece la nariz de Obélix en primer plano, girada en un ángulo casi imposible hacia el olor a jabalí que acaba de llegarle, proveniente del bosque. A veces no puedo evitarlo y mi nariz cobra vida propia y hace cosas parecidas al volver a casa cuando el olor de la cena inunda la escalera hasta el portal. Pero no solamente sucede con el olor a comida (o a futura comida, como en el caso de Obélix). También ocurre con la visión de cosas hermosas. A mí me pasa, en concreto, con la visión de libros hermosos. De muchos libros hermosos juntos. Me pasa, por ejemplo, cada vez que paso por delante de los libros de la editorial Nórdica, todos bien juntitos en su sección, y cometo la imprudencia de mirar sus portadas. Se me olvida si iba o venía de la trastienda o la novedad que justo en ese momento estaba recibiendo y sólo pienso que quiero leer éste de Kipling y ése de Irving (pero ¿lo has visto?) y aquél de Dostoievsky (¡pero qué pintaza!).

10 años.
200 títulos.
Una editorial que nació con la ambición de convertirse en un "referente de las diferentes literaturas de los países nórdicos", por citar a Diego Moreno, el editor, y que con los años ha ido incluyendo clásicos de otras procedencias en libros ilustrados editados con una calidad excepcional.
A mí me admira su trabajo. Editar veinte libros al año, lograr una selección cuidada, inteligente, exquisita, reunir a los mejores ilustradores para convertir cada título en una joya y conseguir que nos apetezcan sus libros, sean cuales sean, simplemente porque los editan ellos.

Me admira su trabajo.
Al igual que muchos clientes me dicen con envidia que siempre han querido ser libreros y que qué trabajo más bonito, ahí, tan a gusto, rodeado de libros, yo a veces sueño con crear una editorial así como Nórdica, con un proyecto definido y generoso que dé sentido a unas cuantas ambiciones y haga felices a libreros y lectores exigentes y curiosos. Y ya, si es capaz de estimular los sentidos como los jabalíes la delicada nariz de Obélix, sería la gloria.

De Nórdica nos gustan muchos libros, decenas de ellos. Aquí os dejamos las reseñas que hemos escrito de algunos imprescindibles: