jueves, 28 de enero de 2021

INSOLACIÓN

El año pasado decidí celebrar el centenario de Galdós leyendo la primera serie de sus Episodios Nacionales y dos novelas: Doña Perfecta y Marianela. Como la obra de Galdós da para muchos años lectores, este año seguiré con la segunda serie de sus episodios y con alguna novela más que se me vaya poniendo a tiro. Pero ya en sordina, en segundo plano, porque este 2021 hay otro centenario ineludible que me apetece celebrar por todo lo alto y que merece toda mi atención: el de mi querida y admiradísima Emilia Pardo Bazán. 

Y he empezado por Insolación, una novela corta que se aleja de las descripciones naturalistas de otras novelas de la autora para narrar la psicología de un tonteo, de una seducción vertiginosa que se convierte en verdadera obsesión por las apariencias. Es el retrato de un mundo que ya no existe. No existen las criadas con su avidez por los secretos de sus señoras. No existen las señoritas viudas que no pueden ser vistas del brazo de ningún hombre sin asomarse al escarnio público. No existe la tiranía que enclaustra a las mujeres en sus casas reduciendo sus opciones de vida a dos únicos caminos: el matrimonio o el convento. Ya no existe nada de eso, afortunadamente, y sin embargo hay una pulsión interior que sigue ahí, en el miedo a entregarse a otro, en el miedo a lo desconocido y a no saber encajar el torrente de los sentimientos en el estrecho habitáculo de las convenciones sociales. 

Emilia Pardo Bazán habría adorado la libertad de nuestro siglo XXI. La libertad para hacer y deshacer afectos, para ir del brazo de quien una quiera y no tener cotillas maledicentes ni en casa ni en las tertulias que inspeccionen con celo inquisidor cada arrebato. Y me la imagino feliz en este siglo nuestro tan imperfecto porque su voz me llega cercanísima, vivaz y dicharachera como si la estuviera escuchando, aquí, al oído, en cada frase arrebatada, en cada lamento y reflexión que se desparrama de los personajes. 

Aunque el contexto ya no exista, aunque hayamos evolucionado lo suficiente como para neutralizar esa presión social sobre el comportamiento sexual de las mujeres, esta historia sigue teniendo un componente que no pasa de moda. Las tradiciones pacatas basadas en la religión siguen influyendo en las relaciones amorosas, condenando aún a muchas a la clandestinidad, y a la mujer a ser "un péndulo continuo que oscila entre el instinto natural y la aprendida vergüenza". 

Insolación, con su costumbrismo y su retrato de un mundo extinguido, es la historia de "un sentimiento que así, a la chitacallando, aspiraba nada menos que a tomar plenísima posesión de sus dominios, a engranar en la máquina del espíritu para ser su regulador absoluto, y dirigir su marcha con soberano imperio". Y de sentimientos así, por fortuna, sigue alimentándose nuestro mundo. 



lunes, 25 de enero de 2021

TRILOGÍA EL ARCO DE LA GUADAÑA

He recomendado mucho esta trilogía en las últimas semanas. Sobre todo a adolescentes porque trata sobre la muerte. Y creo que hay pocas cosas que fascinen más a esa edad. La vida y su sentido. Las experiencias extremas. La trascendencia del amor. Lo sublime y lo eterno. Este libro trata sobre la muerte. Más concretamente sobre qué pasaría si esta desapareciera y nos volviéramos inmortales. Y qué sentido tendría la vida si de repente ya no se acaba. 

Si la función de la literatura consiste en extender los límites de la realidad en nuestra imaginación, esta novela cumple sobradamente su función. Neal Shusterman plantea dilemas morales que me han recordado a los de Saramago en Las intermitencias de la muerte. ¿Qué le pasa a una sociedad cuando deja de sufrir, cuando deja de estar insatisfecha y, sobre todo, cuando deja de tener miedo a la muerte? ¿Puede disfrutarse un placer que no se acaba? ¿Cómo devalúa un deseo el hecho de que siempre se cumpla? ¿Somos humanos porque algún día moriremos? 

Esta trilogía de ciencia ficción plantea los límites que debería tener una inteligencia artificial para servir a la humanidad sin someterla, y desarrolla una historia adictiva en la que no faltan crisis de conciencia, corrupción política, abusos de poder, religiones fanáticas, resistencia a la autoridad, catástrofes espectaculares, persecuciones, ambición, engaño y una historia de amor enrevesada por la que no apostaría ni el algoritmo más optimista. Shusterman te saca de tu realidad para hacerte pensar en el sentido que le das a aquello en lo que nunca piensas. Te señala la oscuridad para que veas los límites de la luz y te muestra lo fácil que es poner en peligro la vida de todos si sólo piensas en salvaguardar la tuya. 

Últimamente he recomendado mucho esta trilogía y me he dado cuenta de que su premisa atrae mucho a los adolescentes mientras que a sus padres les causa recelo. Sus ojos de alarma me dicen que sus "niños" de catorce o quince años no están preparados para leer sobre temas tan profundos o tan duros. Y yo siempre pienso que a esa edad son precisamente esos temas los que más les atraen porque ya no son niños, porque sus cuerpos están cambiando, sus mentes bullen de actividad febril y anhelan explorar lo desconocido hasta el final. Los adolescentes están llenos de vida, así que ¿cómo no iba a atraerles la muerte, cuando es la otra cara de la misma moneda?



jueves, 21 de enero de 2021

UNA GUÍA SOBRE EL ARTE DE PERDERSE

"No perderse nunca es no vivir, no saber cómo perderse acaba con uno". 

Perderse es malo. La propia palabra y su familia (perder, pérdida, perdido) proyectan inconvenientes o desgracias en nuestra imaginación. Perder el rumbo, perder el equilibrio, perder la confianza. Estar perdidos es una situación de la que todo el mundo quiere escapar. Porque perderse es dejarse llevar y nuestras vidas hipercontroladas nos señalan que la incertidumbre y lo imprevisible son amenazas. Que perderse siempre es un error. 

Pero, ¿quién no ha sentido alguna vez la necesidad de estar solo, de relacionarse con desconocidos para dejar de actuar según lo que la gente de siempre espera de ti? ¿Quién no ha deseado alguna vez dejar de calcular lo que va a pasar, dejar de tener la mente siempre puesta en la incerteza del futuro para abrazar con los ojos cerrados la maravilla de lo imprevisible?

Rebecca Solnit ha escrito un pequeño ensayo sobre lo que significa perderse para el ser humano, sobre sus peligros y sus bondades, sobre la inmensa libertad que proporciona y sobre la necesidad de aprender a estar perdidos para que la experiencia nos enriquezca y para poder volver sanos y salvos a nuestras vidas sometidas a las brújulas. En capítulos independientes sobre todo tipo de temas, nos habla sobre el miedo a lo desconocido, ese miedo que nos atenaza cada vez que nos enfrentamos a una situación inédita y ante el que a menudo reaccionamos con recelo. Cualquier tarea nueva, desde envolver paquetes para regalo hasta viajar solos al extranjero, se nos hace un mundo hasta que la hemos realizado dos o tres veces; a partir de la cuarta, ya forma parte de nuestra vida y la hacemos con los ojos cerrados. Solnit nos habla de nuestro miedo visceral al cambio, de nuestro rechazo total a abandonar las costumbres en las que nos hemos educado para adoptar otras nuevas y de cómo este recelo por la mezcla y la experimentación nos cierra la mente, nos priva de libertad y nos vuelve intolerantes. 

Tomando como ejemplo las vidas de exploradores como Cabeza de Vaca así como de personas cercanas a la propia autora, este libro es un homenaje a todos aquellos que nos enseñan la costumbre de transitar por senderos a los que no estamos acostumbrados y la necesidad de dejar la puerta abierta a lo desconocido. Dejemos de desconfiar de todo aquello que no nos resultar familiar, dejemos de fruncir el ceño ante todo lo que no entra dentro del estrecho marco de nuestras expectativas, y aprendamos que perderse y entregarse a lo desconocido es un arte necesario para vivir y convivir en paz. 



lunes, 18 de enero de 2021

DANIEL. VOCES EN DUELO

"Pido al dolor que persevere. 
Que no se rinda al tiempo, que se incruste
como una larva eterna en mi costado

para que de su mano cada día
con tus ojos intactos resucites,
con tu luz y tu pena resucites
dentro de mí. 

Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,
el aire de mi llama, de la lumbre

donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte". 


Este libro habla de dolor. Del dolor de una pérdida. De la pérdida de un hijo: la más atroz, dicen, que puede sufrir un ser humano. Dos mujeres, dos poetas, dos madres perdieron a su hijo de la misma manera. Ambos se llamaban Daniel y ambos se suicidaron. De esta improbable y terrible coincidencia nace este libro, un poemario a dos voces en el que Chantal Maillard y Piedad Bonnett nos hablan del dolor y de la pérdida, de esa cuerda tensa que cada una sujeta con una mano y al final de la cual sólo hay oscuridad. Y una feroz, muy feroz esperanza. 

Yo no puedo entender ese dolor. Pero estos poemas abren una rendija en mi intuición con la precisión brutal con la que un cirujano interna un bisturí entre dos costillas para buscar la herida, para sacar la bala, para tratar de paliar el daño, bañado el intento de sangre. 

Este libro no se puede entender. ¿Cómo entender la náusea y el miedo, "la marea del miedo / subiendo entre los juncos"? La incredulidad de "un pez que salta y ya no encuentra el agua". No, no se puede entender. Sólo cabe internarse en él sin brújula y leerlo con las manos abiertas, manos afortunadas las nuestras que no sujetan ninguna cuerda tensa hasta el abismo, para aprender que la oscuridad más profunda también tiene sus caminos, sus senderos, sus precipicios. Y que todos están hechos de lo que se esconde detrás de las palabras. 



 

jueves, 14 de enero de 2021

USOS AMOROSOS DE LA POSTGUERRA ESPAÑOLA

Me gusta muchísimo cómo escribía Carmen Martín Gaite. Su elegancia, su ironía y su perspicacia psicológica. Hay pocas novelas de la literatura española de finales del siglo XX que haya disfrutado tanto como Nubosidad variable y cada vez que vuelvo a sus libros siento que regreso a un lugar conocido que me hace feliz y que nunca me canso de explorar. 

Martín Gaite escribió este libro como una tesis, un trabajo académico con el que se proponía investigar la influencia de la guerra civil y, sobre todo, del régimen político posterior, en las relaciones amorosas. Es decir, la influencia de la política en la vida privada de los afectos. Es un ensayo al que no le falta la ironía y que parece escrito con la distancia de quien ha superado hace tiempo todos aquellas costumbres y las rescata para enseñárselas al mundo con un gesto amable y un puntito condescendiente que dice: mirad qué cosas más bárbaras nos inculcaban de pequeñas. Y lo entiendo, entiendo esa distancia. El libro se publicó en plena década de los ochenta, unos años de ruptura y libertad, y aquellas mojigaterías franquistas parecía que quedaban no sólo muy lejos, sino enterradas para siempre. Sin embargo, bien entrado ya el siglo XXI, reconozco muchas actitudes actuales en las descritas en este ensayo, y no puedo evitar leerlo no sólo como un rescate arqueológico, sino como una advertencia que parece decir: de aquí salieron la mayoría de vuestros traumas emocionales, no volváis a cometer los mismos errores. 

Este libro trata sobre el daño que la moral católica infligió en el desarrollo emocional de la generación de la postguerra. "Restringir y racionar" era la consigna que aplicó la dictadura de Franco para instruir a la gente sobre la manera correcta de gestionar su economía. Y, por extensión, de gestionar sus emociones. La manera correcta de vivir pasaba por mutilar la expresión de sus emociones con aquellas instrucciones que a casi todos nos han intentado enseñar de alguna manera: los hombres no lloran ni se muestran vulnerables ni hablan abiertamente de lo que sienten; las mujeres no alzan la voz, aspiran a un único amor para toda la vida y cargan con todo el peso del trabajo doméstico. (Hay un capítulo muy significativo en el que la autora describe cómo a los hombres la promiscuidad les vuelve sabios mientras que a las mujeres las vuelve golfas. Hoy quizá usaríamos otros adjetivos pero seguimos juzgando la actividad afectiva y sexual de hombres y mujeres por raseros bien distintos). 

A partir de los años 50 la economía prosperó y empezó a olvidarse paulatinamente del sufrimiento causado por aquella sádica doctrina del "restringir y racionar", sin embargo, aquella moral perduró en la mentalidad de amplias capas de la sociedad, millones de hombres y mujeres que siguieron transmitiendo a sus hijos la idea de que "restringir y racionar" la expresión de sus emociones (en especial si se salen de la norma o tienen que ver con su sexualidad) era la forma correcta de vivir. 

Esta educación la veo yo todos los días en la librería. Aplicada a la economía particular, a la inteligencia emocional y a todo tipo de situaciones. Es una educación basada en el sermón, en los dogmas y en los mandamientos, que dice que para casi todo hay una sola forma de hacer las cosas correctamente, una única solución buena para cada problema, y que sigue creando generaciones enteras que piensan con naturalidad que su forma de entender la vida, desde su libertad para morir dignamente hasta sus elecciones culinarias de los domingos, no sólo es la mejor, sino la única correcta. 

No sé si era el propósito último de Carmen Martín Gaite al escribir este ensayo, pero yo lo he leído como una denuncia demoledora de lo que un estado doctrinario puede hacer con la educación afectiva de la gente y cómo puede encadenar al sufrimiento a decenas de millones de personas para tratar de salvarlos de una serie alucinada de peligros imaginarios. 

Es cierto que en setenta años hemos progresado bastante. Nuestra forma de entender las relaciones amorosas en 2020 se habría considerado un insulto a la decencia y a la buena educación en 1950. Y sin embargo, parte de aquella represión emocional que era la norma entonces sigue rigiendo la educación de muchas familias setenta años después. El sexo como tabú, el gran amor único y para siempre, la maternidad como destino, la insinceridad al hablar de las emociones y la pervivencia de los roles de género siguen estando muy presentes. La sombra de este puritanismo castrador tan nacional y tan católico es muy alargada. Pero me consuela imaginar el escándalo con que juzgarán nuestras mojigaterías dentro de setenta años, cuando algún lector lea sobre nuestros usos amorosos de la era digital y se eche saludablemente las manos a la cabeza. 




lunes, 11 de enero de 2021

IRRESISTIBLE (firma invitada)

Irresistible es un ensayo que no se puede parar de leer. Lo conocimos gracias al pedido de una clienta y la premisa nos gustó tanto que le hicimos un huequito entre las lecturas de ese momento.

En esta reflexión sobre las adicciones del comportamiento, su autor, Adam Alter, psicólogo y profesor, nos muestra las claves del éxito de los videojuegos, de la tecnología vestible o de diferentes aplicaciones de nuestros smartphones para mantenernos enganchados igual que las sustancias adictivas lo hacen con quienes las consumen. De hecho, a lo largo del ensayo, en más de una ocasión se comparan algunas aplicaciones móviles con el poder adicto o de la heroína.

Si pasamos horas pendientes de nuestro correo electrónico, o tratando de pasar de nivel en nuestro videojuego favorito, no se trata de una mera casualidad. Detrás de nuestra adicción hay mucha investigación del comportamiento para mantenernos ahí y ocupar buena parte de nuestra vida en una ilusión de socialización que no es más que eso.

Alter dedica la segunda parte de su ensayo a enumerar y explicar qué ingredientes son los esenciales para “diseñar” una experiencia adictiva, entre los que se encuentran los objetivos, las recompensas, la interacción social o el progreso. Ya nos advierte en el prólogo de que los grandes creadores de “experiencias adictivas” son los primeros en no consumirlas ni dejárselas consumir a sus hijos e hijas. Como dirían nuestras abuelas: “quien evita la ocasión –yo diría la tentación–, evita el peligro”.

Este libro me ha hecho recapacitar sobre el uso abusivo que hacemos de los diversos dispositivos tecnológicos que el mercado pone a nuestro alcance para ayudarnos a vivir vidas más cómodas -contadores de pasos o calorías, correo electrónico, pequeños videojuegos que nos ayudan a desconectar–. Alter cita un estudio en el que se concluye que buena parte de los usuarios de esta tecnología no son capaces de estimar el tiempo de uso que hacen de ella y tienden a pensar que la utilizan la mitad del tiempo que en realidad emplean. Haz la prueba. Yo la hice y me sorprendí tanto que decidí dejar por unos días mi propia cuenta de Instagram e indagar en aquellos mecanismos tecnológicos en cuyas redes (nunca mejor dicho) me he dejado atrapar. 

Afortunadamente, también el autor, en la última parte de su ensayo, da pistas para aprender a hacer un uso responsable de la tecnología y evitar caer en la necesidad de las clínicas de desintoxicación tecnológica, cada vez más extendidas por nuestro enganchadísimo y "ultratecnologizado" Occidente.

Este ensayo puede ser el mejor empujón para poner en práctica uno de los más repetidos propósitos de nuevo año: pasar menos tiempo enganchados a las redes sociales y más a las relaciones sociales del contacto directo, las de las miradas a los ojos y la sonrisa sin pose. Ahora bien, ¿estamos realmente decididos a dar el paso?



lunes, 4 de enero de 2021

MANIFIESTO POR LA LECTURA

Hay tantos motivos para leer como motivos para no hacerlo. Ser librero es abrazar con devoción los primeros y aprender a respetar los segundos. A respetar y a no cejar nunca en el empeño de seducir sibilinamente a los que no leen con nuestro entusiasmo, alimentado día tras día con nuevas lecturas que nos abren las puertas de vidas siempre insospechadas. Hay muchas formas de seducción posibles. Y este manifiesto por la lectura es de las más irresistibles que han caído en mis manos en mucho tiempo. 

Irene Vallejo tiene una forma elegante y pausada de estar en el mundo. Transmite entusiasmo con una facilidad encantadora y no tiene que esforzarse mucho para atraer a cualquiera a la magia de sus palabras. No sé lo que es, en realidad. No sé qué extraña mezcla de fragilidad y pasión, de sencillez y resistencia, consigue este extraño sortilegio. Pero cuando uno la escucha se siente reconfortado y admirado. Y convencido de que las palabras, sobre todo si las pronuncia ella, no pueden ser sino un "hechizo cargado de futuro". 

La poesía y la belleza son los mimbres con los que está hecho este manifiesto por la lectura, por una forma de vivir que con cada libro cambia y se enriquece: la única forma que los lectores conocemos e imaginamos. En los libros aprendemos que lo imposible debe ser soñado para convertirse en realidad. Sin sueños no seríamos capaces de amar, de aspirar a algo mejor, de superarnos, de tratar de alcanzar algún tipo de felicidad. Sin sueños sólo aspiraríamos a lo posible y nuestra vida estaría cerrada a cal y canto por la estrechez de la realidad. Sin sueños no podríamos vivir como vivimos. Y no se me ocurre medio guardián ni mejor medio de transporte para los sueños que los libros. 

"Los libros son albergues de la memoria, espejos donde mirarnos para poder parecernos más a lo que deseamos ser. Estos frágiles universos son nuestra fortaleza". Hay tantos motivos para leer como motivos para no hacerlo. Pero leyendo a Irene Vallejo, uno rápidamente se olvida de los segundos y llega a preguntarse, con genuino asombro, si en realidad alguna vez existieron.