lunes, 30 de diciembre de 2013

EL HOMBRE QUE DIJO ADIÓS

Anne Tyler es una de las voces más valoradas e importantes de la novela estadounidense, miembro de la Academia de las Letras Americanas, ganadora de un Premio Pulitzer y un National Book Award, se crió en una comunidad cuáquera en Carolina del Norte y se casó en 1963 con un psiquiatra y escritor iraní. En 1967 se trasladaron a vivir a Baltimore donde todavía reside.

Aaron, el personaje principal de esta exquisita novela es un editor tierno, un poco distante, con dos malformaciones físicas que no interfieren en su vida cotidiana porque ha sabido afrontarlas sin complejos. Transcurre en la misma zona donde reside Anne Tyler y es un perfecto retrato de la clase media estadounidense contado con un cierto humor e ironía, sientes la intimidad de los personajes y el punto extravagante que supone la irrupción de Dorothy, su mujer muerta que se le aparece, o eso cree, en distintos momentos durante la etapa de duelo.

Las relaciones entre los compañeros de esa oficina editorial donde es su hermana la que dirige los movimientos y la reconstrucción de la casa que compartió con su mujer son elementos que nos involucran como testigos privilegiados de unas vidas cotidianas que rezuman ternura. Amena, suave, buena literatura.

viernes, 27 de diciembre de 2013

CONCIERTO DE PIANO

La sensibilidad y la delicadeza oriental se plasman en este precioso cuento para niños, a partir de los 4 años, que cuenta la historia de Momo, una niña pianista que llega al corazón de todas las edades. Escrito por el japonés Akiko Miyakoshi, trata de la emoción y los nervios de un primer concierto de piano y la imaginación que vuela a espacios paralelos donde unos ratoncitos le dan el aplomo y la seguridad para salir airosa de la prueba.

Unos dibujos muy especiales, a carboncillo, con ligeros toques de color que dan profundidad a una historia de perfeccionismo que es bastante habitual en los artistas.

Por asociación de ideas este libro me ha recordado otro para un público mucho más adulto pero también relacionado con la música, muy especial y recomendable: "Cómo ser feliz si eres músico o tienes uno cerca" de Guillermo Dalia. Para los que hemos tenido la suerte de convivir con un músico, nos proporciona orientación y datos para conocer el porqué de algunas características que son habituales en ese mundo maravilloso de la creación artística.

lunes, 23 de diciembre de 2013

EL MISTERIO DEL COMISARIO RICCIARDI

Ya tenemos a la ciudad de Nápoles vestida de todos los colores de las estaciones: tiritando empapada bajo el precario refugio de un portal, floreciendo en la canción a pleno pulmón que sale de la boca roja de una joven lavandera, buscando con una sonrisa explícita el huidizo frescor de la sábana donde prolongar sus juegos de amor, y por último, petrificada de frío en los ojos sin vida de un pobre niño de la calle. El invierno, la primavera, el verano y, ahora, El otoño del comisario Ricciardi, completan el ciclo anual de los casos de este joven inspector que se ha convertido en mi gran amor literario de la literatura policíaca.

Debo reconocer que, hace año y medio, cuando empecé a leer El invierno..., la primera impresión fue de desconfianza. Me gustaba irme hasta el Nápoles de 1931, con su Mussolini y su miseria, me gustaba el lenguaje depurado y melancólico, me gustaban la sencillez y la elegancia del estilo, pero ¿un comisario que tiene el don, o la maldición, de escuchar las últimas palabras de los que han sufrido una muerte violenta? ¿Escucharlas eternamente, cada vez que pasa por el lugar de la tragedia? Para que te tragues algo así tienen que darte algo a cambio, no puede ser gratuito. Es una apuesta arriesgada la del escritor que se atreve a presentarte semejante incongruencia. Apela a tu imaginación, a tu capacidad de soñar, de dejar de lado tu diario materialismo y abrir los ojos a la magia, a lo que no tiene nombre y desbarata tu percepción de las cosas. Apela a las corrientes subterráneas del instinto, a lo que vive en cada uno de nosotros en permanente huida, y que se resiste a ser explicado. Y tiene éxito. Al menos conmigo lo tiene, venció mi resistencia en unas quince páginas y desde entonces me tiene totalmente a sus pies, rendido a las voces moribundas que guían sus pasos y tatúan su vida de tragedia. Entiendo que la apuesta de Maurizio di Giovanni, como toda seducción, es imperfecta, y haya gente que se cierre en banda a la posibilidad de cierta magia en la literatura. Que retire, espantada, todas sus fichas de la partida y no se juegue ni medio céntimo a la jugada de Ricciardi. Yo, si se trata de magia, peco siempre de imprudente y desde aquel inicio de El invierno..., todas mis fichas son suyas.

No es habitual encontrar una belleza musical en la técnica narrativa. Y no me refiero solamente a la sonoridad de las frases o al tintineo de ciertos adjetivos. Es un belleza pulcra y sencilla, despojada de cualquier artificio, que transmite una melancolía lírica sin estridencias, como un aria popular italiana cantada con sentimiento por una joven lavandera. Y esa musicalidad está también presente en la armonía al enlazar los capítulos, en los paralelismos y en las repeticiones, en la sutil simetría de las frases que hace que la historia fluya sin esfuerzo alguno. La fluidez en las novelas me parece un logro superlativo. Me cuesta mucho encontrarla y cuando lo hago, suele ser en escritores relativamente desconocidos o de género, como Stephen King o Amor Towles, o en clásicos de principios del siglo XX, como Edith Wharton o Irène Némirovsky. La mayoría de los libros que leo, incluyendo los libros que más me gustan, parecen estar escritos a trozos. Sé que esto es una perogrullada, nadie escribe un libro del tirón. Pero la magia de la fluidez está en conseguir que lo parezca. Esa maravillosa sensación de que el escritor se ha sentado en su confortable silla, ha sonreído, convencido del poder de su historia, ha alzado elegantemente los brazos y se ha puesto a escribir sin dudar, de un solo trazo, hasta terminarlo. Crear esa ilusión de continuidad me parece algo admirable y raro, y creo que Maurizio di Giovanni tiene esa capacidad.

Hay muchos temas en estos cuatro libros. Hay una infinita compasión por los pobres, por los indefensos de la violencia cotidiana, por los muertos olvidados y sepultados por toneladas de pasiones repetidas. Compasión, también, por el amor asustado que se alimenta de miradas por la ventana, sueños indecisos y tímidas pasiones imprudentes. Hay una brutalidad sistemática por parte del régimen fascista, que corrompe y envilece jugando con el miedo de los que aún tienen algo que perder. Hay también un cinismo contestatario e imprudente que no sabe callarse la rabia y la amargura, que es capaz de cultivar, en la soledad de la noche, una integridad furiosa más poderosa que el terror.

Y hay, sobre todo, un misterio: el propio comisario Ricciardi. Detrás de sus ojos verdes y helados, que parecen ver siempre más allá de las cosas y las personas, se esconde un secreto, algo que los lectores no sabemos, que el propio personaje desconoce y, lo que es mejor, que ni siquiera el autor es capaz de controlar. Es un misterio que se insinúa en su forma de moverse, en su cabeza siempre descubierta en medio de la multitud de sombreros, en su obstinación de permanecer a la intemperie, tanto física como emocional, en lo que desea y lo que teme, en lo que no se atreve a confesarse, en su reticencia y en su elegancia, en lo que intuimos. Y esa es la verdadera fascinación de los libros, el vértigo de su adicción: apela a un misterio interior propio que no soy capaz de descifrar y cuyo poder, con cada parcial resolución de los casos, no hace más que intensificarse. Y mientras tanto, yo sigo arrastrando el montón de mis fichas a su lado de la partida: sé que, salga lo que salga, con Ricciardi siempre gano. 


martes, 17 de diciembre de 2013

CÓMO GOBERNAR UN PAÍS

La primera impresión al hojear este librito de 128 páginas (en edición bilingüe, por cierto) es que lo que dice es muy evidente, muy obvio. Para los que hemos nacido en una democracia, nos parece impensable cualquier otra forma de gobierno. Nos parece de manual de Historia, de algo de otra época. Cicerón vivió en el siglo I a. C. y fue testigo de la degradación de los valores democráticos de la República Romana. De hecho, murió asesinado por orden de Marco Antonio en uno de los crímenes políticos más trascendentes de esos años. A partir de entonces, cuestionar la tiranía mediante la palabra iba a convertirse en una actividad de alto riesgo.

Este librito es una selección de los escritos políticos de Cicerón, que abarcan desde los requisitos necesarios para que un político merezca la responsabilidad de gobernar, hasta los problemas de corrupción, de inmigración o de libertad de expresión que hay que controlar. Todo muy lógico y extremadamente razonable. Pero pocos años después de su muerte, Roma se convertiría en un Imperio y la práctica democrática (aunque fuera una democracia de representación mucho menos directa que la nuestra) desaparecería de Occidente. Durante diecisiete siglos. Diecisiete siglos de política salvaje, amparada en la codicia, en la religión, en la legitimación divina de su tiranía. Desde Augusto a Napoleón, pasando por los Reyes Católicos y Luis XIV, diecisiete siglos durante los que los escritos de Cicerón no fueron más que una utopía. Luego llegaría la Revolución Gloriosa en Inglaterra (1688) y sobre todo la Independencia de EEUU (1776), cuya constitución redactarían prudentes lectores de los escritos políticos de este libro, para traernos de vuelta, muy poco a poco, el que quizá sea el menos malo de los sistemas políticos posibles. 

Si la primera impresión que produce este libro es la obviedad, la segunda es la perplejidad por su modernidad. Ningún político de este país está a la altura de las exigencias de integridad de Cicerón. Éste le sacaría los colores a cualquiera de ellos en un debate en el Congreso. Me atrevería a decir que le dejaría mudo, acomplejado y con ganas de meterse debajo de la cama una temporadita. Y también me parece preocupante que este libro parezca tan obvio. La corrupción, la cobardía y la ambición criminal de una clase política pueden liquidar una democracia de muchas maneras. Para conjurar ese peligro y mantener el estado de alerta, propongo que leamos un poquito a Cicerón, así, como en este libro, a cucharaditas dirigidas. Quién sabe qué diecisiete siglos nos esperan.


viernes, 13 de diciembre de 2013

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL

Cada vez que escucho los lamentos sobre el precio de los libros se me llevan los demonios. 
"Es que han subido una barbaridad."
"¿20€? Así no hay quien lea".
"Para eso me compro una revista, que por dos euros me dura casi lo mismo."
Y sobre el infame orgullo de vender libros al peso como si fueran salchichones, este artículo de El País, que viene a darte unas palmaditas en tu hombro desconsolado para decirte: calma, calma, ya pasó, "leer no tiene por qué ser caro". 

La idea de que los libros son caros es relativamente reciente. Desde que los libros pueden piratearse, pagar por ellos se está convirtiendo en un esnobismo. No recuerdo que antes de 2009 viniera gente a por un libro en concreto y se marchara sin él al ver una etiqueta de 18,50€ en la solapa. Sin él y sin vergüenza, más bien con el gesto airado de "a mí tú no me timas". Y como todo lo que se considera caro, ya se empieza a reservar como artículo de regalo. Como un lujo. Y como todo lujo, prescindible. Siempre que veo a alguien renunciar a comprar un libro porque cuesta 20€, pienso que está valorando más su dinero que su inteligencia. Es verdad que leer no tiene utilidad. No se obtienen beneficios cuantificables de la lectura de un libro. Y, al igual que todas las cosas que de verdad significan algo en nuestra vida, leer libros es una actividad total y absolutamente inútil.


Sobre la utilidad de lo inútil trata este librito de Nuccio Ordine que os quiero recomendar hoy. (Por cierto, es novedad, tiene 170 páginas y cuesta 9,50€, no creo que nadie pueda dudar a priori de la relación calidad-precio de este delicado y sutil "salchichón".)
Una de las tesis que propone Ordine es que todo lo útil nos vuelve esclavos de algo. Basamos nuestra existencia en obtener un beneficio. Todo lo que hacemos tiene un fin concreto y material. Dormir, comer, trabajar, negociar, vender, comprar, vivimos dominados por la utilidad de las cosas. Y al convertir lo útil en lo necesario, por inercia o por comodidad, ya no podemos prescindir de ello. 

Esto es muy evidente en la educación. Las asignaturas útiles se priorizan (matemáticas, lengua) y las inútiles se desprecian (música, plástica). Los padres se indignan cuando un libro de texto de plástica cuesta lo mismo que uno de lengua. Dan por supuesto que tiene que tener menos valor puesto que lo que contiene carece de él. O cuando su hijo suspende una de esas asignaturas artísticas llamadas "marías", vacilan entre reírse de la travesurilla del crío o indignarse con el profesor que se cree que puede suspender a alguien en su asignatura inútil. Importan los hechos, siempre los hechos. El mercader de Venecia es un hecho. La expulsión de los judíos de España es un hecho. El teorema de Pitágoras en un hecho. Hechos muertos e inmutables que nada tienen que ver con nosotros, que no nos incumben como personas. Pequeñas islas de conocimiento en el infinito mar de nuestra ignorancia que dejamos morir de inanición al no tender puentes entre ellas y nosotros que las alimenten y les den un sentido. Datos cuantificables, memorizables, absolutos. Datos que son siempre fiables y tienen un resultado previsible al ser reproducidos con fidelidad en un examen. En teoría, la utilidad en la escuela es aprender. En la práctica, es aprobar exámenes. Uno tras otro. Nos convierten en máquinas de aprobar exámenes. Y si aprendemos algo en el proceso, tanto mejor. 

Parece que en el mundo editorial buscar un beneficio es lo único que importa. Cada vez menos gente entiende que algunos libreros nos neguemos a vender ciertos libros. Libros insultantes, libros moralizantes, libros cuyas portadas te arañan las córneas, te revuelven las tripas, te inyectan en la yugular el veneno de la desesperanza, libros-salchichones llenos de gusanos que son un peligro de muerte para cualquier sensibilidad lectora y que dentro de unas semanas afortunadamente irán a parar al vertedero infinito de las vergüenzas editoriales. Libros que los supermercados apilan junto al panettone y que algunos libreros queremos tener lo más lejos posible por una simple cuestión de dignidad profesional. 

Y aun así, libros útiles. Las editoriales que se rebajan a publicar ciertas basuras esgrimen los números para justificarse, incluso para alardear de que de esta manera pueden mantener la literatura de verdad. Yo no quiero mantener la literatura de verdad. En el momento en que la supervivencia de Stefan Zweig o de Dostoievski en mi librería dependa de cuántos ejemplares del éxito salchichonero del momento pueda vender, daré felizmente por terminada mi tarea y me dedicaré a regar mis plantas y tocar el piano en las tardes de lluvia. Estoy cansado de escuchar siempre la pregunta sobre la rentabilidad de lo que vendo: "Dios mío, tres estanterías de poesía, once de ensayo, nueve de clásicos ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a libros que no se venden lo suficiente para ser rentables?" Hay libros que son intemporales, que esconden secretos de belleza, de sabiduría, de creatividad, de inquietud, de muerte, de vida, de esperanza, de lucha, de felicidad, y por ello, porque son totalmente inútiles y su vida no mengua con los años ni con los siglos, están llenos de futuro. 

Esta pregunta es extrapolable a un Estado cualquiera: ¿por qué dedicar un espacio y una cantidad considerable de dinero a instituciones que no venden lo suficiente para ser rentables? Supongo que porque la educación, la cultura, el arte y la investigación científica son nuestro futuro, porque sin ellas nos quedamos sin curiosidad, sin criterio, sin inspiración, y nos convertimos en una masa uniforme de seres manipulables y anodinos, esclavos de la inhumana utilidad de las cosas que creemos necesitar para vivir.

Nuccio Urdine

Hay muchas formas de entender y explicar la utilidad de lo inútil. El libro de Nuccio Ordine reúne las posiciones de decenas de autores ilustres (poetas, artistas, filósofos, científicos) que a lo largo de la Historia han defendido el valor de lo inútil frente a la dictadura del utilitarismo. Aparece en un momento en que la economía salvaje nos quiere convertir en carne de cañón de su codicia y se presenta a sí mismo como un manifiesto. Persuasivo y beligerante. Entre todos los textos sugerentes de Kant, Leopardi, Einstein, Montaigne o Cicerón, me quedo con una intervención de Víctor Hugo en la Asamblea francesa el 10 de noviembre de 1848: 

Víctor Hugo
"Afirmo, señores, que las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás puntos de vista. Esto es de una evidencia tal que apenas me atrevo a someter a la asamblea el resultado del cálculo proporcional que he realizado [...] ¿Qué pensarían, señores, de un particular que, disfrutando de unos ingresos anuales de 1500 francos, dedicara a su desarrollo intelectual una suma muy modesta: 5 francos, y, un día de reforma, quisiera ahorrar a costa de su inteligencia seis céntimos?" 

Hay muchas formas, también, de cultivar la utilidad de lo inútil. Escribir libros es una. Hacer música es otra. Los escritores y los músicos no solemos vivir de lo que hacemos. Pero no nos importa. Lo llevamos bien. Y a la pura felicidad gratuita de hacerlo, se añade la característica que considero más importante: la libertad de crear lo que nos plazca de la manera que nos plazca. La creación siempre quedará, en medio de cualquier alienación utilitarista, como un reducto de libertad incuestionable. Cuando, dentro de muchos años, en alguna vejez predispuesta a la filosofía, alguien me pregunte por el sentido y la utilidad que he encontrado yo en esta vida, probablemente le responderé que el sentido es un misterio insondable pero no hay mayor utilidad que la magia de poder crear, del suave rumor de una tarde de lluvia, un verso o una melodía que perdure. 

lunes, 9 de diciembre de 2013

EL GIRO

El subtítulo de este libro dice: "De cómo un manuscrito olvidado contribuyó a crear el mundo moderno". Cómo mínimo, es intrigante. Y extremadamente ambicioso, también. Crear el mundo moderno. La expectación es máxima.

El manuscrito olvidado es De rerum natura, una gigantesca obra filosófica en verso escrita por el poeta Lucrecio hacia el año 60 a. C. y que se creía perdida, hasta que en 1417 un humanista italiano encontró una copia en un monasterio alemán. Es de suponer que el monje que la copió, allá por el siglo X, no tenía ni idea de lo que estaba copiando. Y esa ignorancia y ausencia de curiosidad, impuesta bajo amenazas por todas las órdenes religiosas medievales, fue en realidad una suerte que permitió que esta obra, y tantas otras, nos llegara sin alteraciones. Este humanista italiano, Poggio Bracciolini, que llegaría a ser secretario de varios Papas, sentía una verdadera pasión por la cultura clásica. Durante años estuvo recorriendo el norte de Italia, Suiza y el sur de Alemania en busca de manuscritos perdidos en las bibliotecas de los monasterios. Para él, recuperar las huellas perdidas del mundo antiguo era la finalidad más elevada de su vida. Aunque, probablemente, no era muy consciente de lo que estaba desencadenando al rescatar el libro de Lucrecio.

No se sabe casi nada de Lucrecio. Vivió en la primera mitad del siglo I a. C. y su poema De rerum natura fue elogiado y editado por Cicerón. Heredero de Epicuro, defiende una filosofía de la búsqueda responsable del placer, una visión jovial de la vida que niega la inmortalidad del alma, cualquier tipo de providencia que prometa una vida mejor después de la muerte, y cuyo propósito principal es un intento de liberar a los hombres del miedo a los dioses y a la muerte. Creer solamente en lo que percibimos a través de los sentidos, evitar el dolor y abrazar el placer.

Ideas ciertamente peligrosas en 1417. El cristianismo es la filosofía del dolor, del pecado original de Adán por el que todos los hombres merecemos ser castigados, es la filosofía del destino, de lo sobrenatural, de la ignorancia como humildad, de las llamas del infierno, del pecado como jaula, del embrutecimiento como humillación. Y ya desde el siglo IV, cuando se convirtió en religión oficial del Imperio Romano, el cristianismo dirigió la furia de su dios colérico hacia todas las concepciones del mundo heredadas de la cultura griega. Y en especial, hacia la filosofía epicúrea y todos sus exponentes, difundiendo una campaña de difamación en la que tanto Epicuro como Lucrecio se convirtieron en seres desequilibrados, excéntricos, lujuriosos, desenfrenados y suicidas. En apenas un siglo desaparecieron las bibliotecas, se dejaron de copiar libros, se sofocó, desterró o asesinó cualquier desafío a la ignorancia (la muerte de Hipatia en 416 es un buen ejemplo) y se podría decir que el integrismo cristiano fue más letal para la cultura clásica que las invasiones germánicas. Sin embargo, en las oscuras bibliotecas de los monasterios, se siguieron guardando y reproduciendo durante siglos copias de obras latinas y griegas, y de una forma milagrosa, parte de toda esa cultura consiguió sobrevivir a un periodo de hibernación de más de mil años hasta que unos hombres ávidos de conocimiento como Poggio Bracciolini empezaron a despertarla de su letargo y darle una nueva vida.

Lucrecio
A pesar del tiempo transcurrido, la obra de Lucrecio seguía siendo inaceptable para la moralidad cristiana del Renacimiento (de hecho siguió escandalizando y considerándose peligrosa hasta las filosofías ateas de los enciclopedistas franceses del siglo XVIII). Pero se aceptaba por su indudable cualidad artística. No era sólo filosofía, era una de las mejores y más extensas obras poéticas rescatadas del mundo clásico. Con la llegada de la imprenta, empezó a divulgarse de una forma más extensa y el autor de este libro dedica los dos últimos capítulos a la influencia que tuvo De rerum natura en diversos autores del Renacimiento. Por ejemplo, en la Utopía de Tomás Moro, donde se convierte la búsqueda de la felicidad en un objetivo colectivo (aunque aceptar la mortalidad del alma siga siendo penado con la muerte), en la concepción de un mundo infinito con múltiples sistemas solares de Giordano Bruno, en los Ensayos de Montaigne, donde se encuentran más de cien citas casi directas de Lucrecio o en la ausencia de vida más allá de la muerte en Romeo y Julieta de Shakespeare. 

El giro me parece un libro sorprendente y original. Es una crítica feroz del cristianismo como doctrina represora y destructiva a lo largo de los siglos y es un elogio de la curiosidad y el afán de conocimiento que impulsó a hombres como Poggio a salvar toda una cultura del olvido. De rerum natura podría haber seguido durmiendo varios siglos más pero gracias a él tuvo la oportunidad de influir decisivamente en la formación del pensamiento moderno. Si, como defiende Lucrecio, el fin supremo de la vida es el placer, dediquémonos a ello en cuerpo y alma, por ejemplo, leyendo libros como éste. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

LOS SURCOS DEL AZAR

El nuevo libro de Paco Roca empieza el 28 de marzo de 1939 en el puerto de Alicante. Decenas de miles de personas esperan desesperadas la llegada de un barco para escapar de las tropas fascistas, que acaban de ganar la guerra. Apenas dos mil conseguirán embarcar, dejando atrás una multitud que pronto será víctima de la más salvaje represión franquista. Entre los que embarcan se encuentra el miliciano republicano protagonista de esta historia, Miguel Ruiz, que vivirá un periplo enloquecedor desde los campos de internamiento franceses del norte de África, las brutales "cárceles de arena", hasta la liberación de París junto al ejército aliado en agosto de 1944 con la famosa compañía "La Nueve", compuesta en su mayor parte por soldados republicanos huidos de España tras la Guerra Civil. Siempre con la mente puesta en España, tras seis años de guerra en dos continentes, la decepción será demasiado fuerte cuando los ejércitos aliados renuncien a devolver a los españoles un gobierno democrático y expulsar a Franco, el amigo de Hitler, el protector de nazis huidos. Demasiado débil, un don nadie, un dictadorcillo fantoche que no merece ningún esfuerzo bélico. Al fin y al cabo, Franco es un problema que tienen que resolver los españoles, diría la ONU, condenando a casi treinta millones de personas a 35 años de dictadura.


Los surcos del azar es una maravilla. Y además, una maravilla necesaria. Me parece muy triste que lo sea, que prolifere tanta historiografía neofranquista tantos años después. O que triunfe un libro de cotilleos sexuales como Franco confidencial, de Pilar Eyre. Parece que es divertido leer sobre sus miserias íntimas pero aburren sus crímenes masivos. Paco Roca dice que escribe con el objetivo de llegar a todos los públicos, a la gente que no suele leer cómics. Creo que este libro debería llegar a todos los que se encogen de hombros cuando oyen hablar de memoria histórica y dicen, para justificar su apatía, que de todas formas todos eran iguales y asesinaron igual y era una guerra y qué se le va a hacer. A todos ellos, a los que visten su violencia de una ideología sanguinaria, a los que están más cómodos en un estado policial y aborrecen las pancartas, la miseria y los debates, a todos ellos les pido que lean este libro. Y aunque tenga 300 páginas, no se sofoquen, es un cómic, seguro que todavía pueden.



lunes, 2 de diciembre de 2013

OPERACIÓN DULCE

Qué gozada enlazar varios libros buenos seguidos. Es una sensación de fluidez maravillosa, como acelerar por una avenida desierta de madrugada con todos los semáforos verdes, o descubrir un grupo de música y que te encanten todas y cada una de las canciones. No es habitual, es un pequeño privilegio de la casualidad.
Operación dulce es de los libros más ligeros de Ian McEwan. No tiene la pasión trágica y abrumadora de Expiación ni el deseo siempre reprimido de Chesil Beach. En cambio, es un libro jovial y divertido, con una suave ironía que te sorprende pasando páginas y páginas con una media sonrisita en los labios y la sensación de estar a gusto, de que el señor McEwan te ha prometido hacértelo pasar estupendamente y posee todos los recursos para cumplirlo con creces.

Corre el año 1972 y Serena Frome es una chica guapa de veinte años con muchas ganas de que la quieran. Entres otros pretendientes, se encuentra con la oferta de una misión secreta para el Servicio de Seguridad británico (el MI5) y no duda en aceptarla. Así pues, novela de espías. En la Inglaterra de los años 70 se seguía espiando a los soviéticos (aunque la amenaza nuclear ya se estaba disipando) y empezaban a preocupar seriamente los atentados del IRA provisional. Pero la preciosa Serena no va a convertirse en una agente doble en Moscú ni va a infiltrarse en una célula terrorista de Belfast. Su cometido es mucho más modesto, más insignificante y acorde con lo que se esperaba de las mujeres (y más si eran muy guapas y muy jóvenes) en el MI5 en aquella época: su misión es subvencionar a un escritor emergente cuya literatura tienda a denunciar la represión comunista a través de una agencia tapadera para que el escritor en cuestión no se entere. Reclutamiento encubierto para las filas de la Guerra Fría cultural. Eligen para ella a un profesor de universidad llamado Tom Haley y Serena descubre que se le da muy bien su trabajo. Quizá demasiado bien.

Como decía, una novela de espías en la que no sabes quién espía a quién ni para qué, una novela sobre el arte de escribir novelas y la convicción de poseer una historia que tiene que ser contada, y sobre todo, una historia de seducción sexual encantadoramente explícita y bien contada. Creo que la tensión sexual es un tema recurrente en los libros de McEwan. Aunque en este libro no lo utiliza como elemento perturbador ni doloroso, sino como la celebración de la unión de dos personas, un imán a cuya atracción no pueden resistirse. El sexo como exaltación de una pasión imprudente.

De Operación dulce me gustan la magia de su fluidez (avenidas desiertas con los semáforos en verde), la precisión y la belleza de su lenguaje, el encanto de la historia y de sus personajes, pero lo que es verdaderamente asombroso es el último capítulo. Quizá no debería decirlo, no sea que algún ansioso empiece por ahí y destroce el misterio. Pero no puedo evitarlo, es de los mejores finales de libro que he leído en muchísimo tiempo. Convierte un libro jovial y entretenido en una novela perfecta.