lunes, 30 de septiembre de 2013

NADEEM ASLAM Y LA SENSUAL VIOLENCIA DEL ISLAM

Estoy leyendo el nuevo libro de Nadeem Aslam, El jardín del hombre ciego, y no paro de acordarme del primer libro suyo que se publicó en España: Mapas para amantes perdidos. Son dos libros muy distintos: El jardín del hombre ciego transcurre durante la invasión norteamericana de Afganistán en 2001-2002 y la violencia de la guerra es la tragedia que mueve los hilos de los personajes; Mapas para amantes perdidos transcurría en Inglaterra dentro de una comunidad paquistaní y los dos protagonistas desaparecen misteriosamente sin que nadie pueda saber si han muerto o han huido para amarse libremente. Pero los dos tienen en común la religión islámica, en todas sus gradaciones de intensidad, como forma de vida, como hogar donde refugiarse en un exilio hostil en Occidente, o como arma que blandir para reclamar lo que les ha sido arrebatado por la fuerza en su lugar de origen. Y sobre todo, una mirada delicada y sensual hacia todas las cosas, una devoción por todo lo que inspira belleza: los pájaros, las mariposas, los colores sorprendentes, las emociones enclaustradas y la suave violencia con la que aguardan su liberación. El lenguaje es lo opuesto a la rigidez del Islam que retrata, es exuberante y una celebración de la vida que late en todas las cosas. Es uno de mis escritores favoritos, cada libro suyo esconde una multitud de pequeñas revelaciones. Como ejemplo, os dejo el inicio de uno de los capítulos de Mapas para amantes perdidos:

"El lago tiene el brillo apagado del raso viejo. Suraya está sobre el muelle en forma de xilófono y observa los nombres e iniciales que los amantes han grabado sobre su superficie en urdu, hindi, bengalí y también en inglés. Los puntos marcados sobre la madera son del tamaño de los hoyuelos que se ven en los nudillos de una muñeca. La madera es tan suave que, cuando la toca, tiene la sensación de que le devuelve la caricia."

martes, 24 de septiembre de 2013

PETROS MÁRKARIS VS JO NESBO

Septiembre, como siempre, es un verdadero festival de novedades, y dos de mis autores favoritos de novela negra, Petros Márkaris y Jo Nesbo, comparten la mesa de lo más reciente. Los títulos son "Pan, educación, libertad", del primero, y "El muñeco de nieve", del segundo. Los he leído casi seguidos y me han encantado los dos, aunque no deja de asombrarme lo diferentes que son, a pesar de pertenecer al mismo género. Los elementos comunes son obvios: un comisario de policía que tiene que resolver uno o varios casos de asesinato, con cierta predilección por los asesinos en serie, y que generalmente triunfa en su propósito con diversos grados de dificultad. Ahora bien, las diferencias son enormes. Nesbo es noruego y sus personajes son solitarios, pasan frío y comen mal. Márkaris es griego y su protagonista ama a su familia, maldice el tráfico y come de maravilla. Son mundos tan opuestos que parece mentira que pertenezcan al mismo continente. 

Es la sexta novela que leo del autor noruego y no deja de fascinarme la psicología de su protagonista. Harry Hole es un policía que ronda los cuarenta, muy alto, muy delgado, con tendencia a ahogar sus problemas en el alcohol. Y es una tendencia peligrosa, porque problemas tiene muchísimos. A Nesbo le gusta indagar en las raíces de los traumas, en la dificultad para soportar el peso de una soledad inevitable, en cómo se protege uno de las dentelladas de los demonios interiores. Todos sus libros son una mirada hacia dentro y una lucha por encontrar algo de paz en la destrucción que traen consigo las relaciones frustradas. Sus personajes siempre sufren algún desequilibrio emocional y a menudo sus decisiones bordean los límites de lo ético. Y describe esa intensidad con una prosa que por momentos se vuelve lírica y profunda, inesperada y sorprendente en una novela negra. Sus libros son potentes, violentos y dejan huella, plantean preguntas interiores que tienen difícil respuesta. Y a la vez las tramas están bien hiladas, con todo el ritmo y los giros inesperados que se pueden pedir.

Quizá la simpatía es más inmediata al leer las historias de Kostas Jaritos, el comisario cincuentón de Márkaris. Campechano, familiar, ligeramente chapado a la antigua (digamos que casi machista y casi de derechas), sus investigaciones transcurren con parsimonia, son casi pacíficas, sin la violencia explícita de Nesbo, llenas de descripciones de itinerarios urbanos por Atenas y con una ausencia total de conflictos interiores. Kostas es un hombre mayor, estoico, afable y no se cuestiona nunca a sí mismo. Cae bien casi desde el principio por su bonhomía y su ausencia de sombras. Ningún enigma, ningún demonio, ninguna pertubación en su carácter. En las últimas tres novelas, el conflicto ha sido siempre político: la crisis. Y todo la inmundicia pública que trae consigo: corrupción, clientelismo y abusos de poder. Ese es quizá el punto de vista más interesante de las investigaciones, la cantidad de cabreo saludable que exhibe el autor respecto a lo que está pasando en su país y cómo nos hace disfrutar cuando un asesino anónimo empieza a matar a banqueros, sindicalistas, políticos y demás basura pública para impartir su particular justicia. Menos literario e intrigante que Nesbo, su encanto reside en la simpatía del personaje y en el retrato de una Grecia en quiebra, tan actual.
Son dos visiones del género negro que describen caracteres y sociedades contrapuestas. La privada y la política, la dolorosa y la estoica, la intensa y la simpática. Y las dos me encantan.

jueves, 19 de septiembre de 2013

ESPERANDO EL ALBA

Es curioso cómo la velocidad de la lectura, el espacio y la compañía cambian la percepción de un libro. No solamente el estado anímico o las expectativas. Un libro leído en un día, en la soledad de un aeropuerto o de una playa desierta, se digiere de una manera totalmente distinta al mismo libro disfrutado confortablemente en el sofá del salón en un plazo de una semana.  La estructura de la acción gana o pierde nitidez, los personajes se desdibujan o se perfilan mejor en nuestra retina y a veces las lecturas rápidas hacen que un libro penetre más profundamente en nuestra memoria que las reposadas. También depende de los libros. Hay algunos (ciertos ensayos, casi toda la poesía) que no se dejan de ninguna manera leer deprisa. Es como si a la media hora se cansaran de estar abiertos y cerraran sus tapas de un golpe entre tus manos, porque no hay manera de procesar durante tanto tiempo tanta información. Sin embargo, hay otros que si no los lees rápido se aburren y pierden el sentido. Una persecución por las calles de Nueva York de madrugada no puede durar cuatro días a diez páginas diarias.

Por fortuna, Esperando el alba se deja leer de todas las maneras. Estos días de septiembre ningún librero que tenga colegios cerca puede en su sano juicio dedicar muchas horas al día a leer, así que he leído este libro a cucharaditas de veinte o treinta minutos, pequeños ratitos robados a los horarios frenéticos de la temporada. Y me ha parecido una delicia.
Estamos en 1913, en Viena, la ciudad del psicoanálisis, del arte de vanguardia, de un imperio en descomposición. La ciudad donde el suicidio es noble y la decadencia una exquisitez. Nuestro protagonista, Lysander Rief, es un joven actor inglés que visita la ciudad en busca de un tratamiento para un trastorno sexual. En la antesala de su psicoanalista se encuentra con una misteriosa joven llamada Hettie Bull que será la solución para su íntimo problema y a la vez el inicio de una serie de increíbles intrigas políticas en las que tendrá que utilizar una y otra vez su ingenio de actor para salir indemne. Se convertirá en espía, recibirá heridas físicas y sentimentales que dejarán profundas cicatrices, ideará huidas bajo disfraces inverosímiles, luchará a su pesar en varios frentes de la guerra, se cruzará en el camino de hermosas damas y tendrá en sus manos el inmenso poder de los secretos ajenos.

Entretenido, ligero, intrigante, la prosa es de una fluidez maravillosa y describe muy bien un continente abocado a una guerra que cambiaría para siempre la idea de progreso e invulnerabilidad. Un libro de aventuras como los de antes, una novela de espionaje y suspense escrita con esa elegancia británica tan eficaz y reconfortante. Un libro que transcurre casi siempre de noche, en esas horas que se llenan de preguntas y que no nos dejan dormir, las horas en las que todos los azares y las casualidades de nuestra vida confluyen para interrogarnos sobre el sentido de nuestros actos, sobre el poder y la responsabilidad que tenemos sobre ellos, y que nos sorprenden abriendo y cerrando las ventanas, buscando respuestas, trazando planes, ahuecando las almohadas, con los ojos bien abiertos. Esperando el alba.



martes, 17 de septiembre de 2013

FILBERT, EL DIABLILLO BUENO

Había una vez un papá diablo que era feroz y malvado.
Había también una mamá diablo que era fiera y malvada.
Y luego estaba Filbert, su pequeño diablillo, que no es que fuera bueno, era RE-QUE-TE-BUENO.


Un precioso cuento lleno de colorido donde dos monstruos horribles tienen un bebé lleno de bondad que lucha por preservar las diferencias con su familia afirmando su derecho a la propia identidad.
Su encuentro con Florinda, aprendiz de una escuela de ángeles que no se porta suficientemente bien para los cánones, les une en su deseo de preservar su criterio por encima de los hábitos que les han sido establecidos. Bellísimas las ilustraciones de Jimmy Liao, que de nuevo nos hace un regalo para la vista, recordándonos otro relato que ilustró en "El monstruo que se comió la oscuridad".
La literatura infantil se enriquece con estas pequeñas y entrañables obras de arte trasmitidas por un texto y unas ilustraciones muy sugerentes.

lunes, 16 de septiembre de 2013

EL MONSTRUO QUE SE COMIÓ LA OSCURIDAD


¿Cuántos niños en algún momento de su infancia no han sentido miedo de la oscuridad? Es un tema recurrente en la literatura infantil, precisamente porque es alto el número de niños que vive esa sensación y en este cuento el autor y el ilustrador han tratado el tema con ternura, con unos dibujos sugerentes en los que el monstruo de la oscuridad se la va comiendo de la forma más original, untándola sobre tostadas quemadas, poniéndola en bocadillos, en la sopa, en el estofado, sorbiéndola... de una caja donde sólo hay oscuridad.

Pero cuando ya no queda más oscuridad ¡¡¡vaya problema!!! Porque sin oscuridad las luciérnagas no se molestan en salir si ya no va a brillar su luz, los búhos no se despiertan porque no hay noche, los ojos de los gatos no tendrán ese brillo que les hace tan especiales, y además Lorenzo, el personaje de este cuento, no se podrá dormir porque no tendrá la oscuridad necesaria. Menos mal que llega el monstruo que se la comía y le acuna entre sus grandes, suaves y oscuros brazos, tarareándole una nana que consigue por fin dormirle.

Una deliciosa historia para contar a los pequeños llena de creatividad.

viernes, 13 de septiembre de 2013

LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA

A partir de ahora ya sé lo que voy a responder cuando me pidan libros de autoayuda con voz lastimera:
¿Estás deprimida y el mundo te parece insoportable? Lee La escafandra y la mariposa.
¿Tus hijos te hacen la vida imposible? Lee La escafandra y la mariposa.
¿Te ha dejado la novia? Lee La escafandra y la mariposa.
¿Crees que no eres capaz de hacer nada? Lee La escafandra y la mariposa.
Y también:
¿Estás estupendamente y quieres leer un libro sorprendente y milagroso?
Lee La escafandra y la mariposa.

El 8 de diciembre de 1995 Jean-Dominique Bauby era un hombre de éxito de 43 años. Redactor jefe de la revista Elle, padre de dos hijos con una vida sentimental bastante movida, fue a buscar a su hijo en su flamante BMW nuevo, y a la vuelta empezó a marearse, a verlo todo doble y a perder el control de su cuerpo. Como en una alucinación producida por LSD. Pero irreversible. Y con unos efectos secundarios escalofriantes. Consiguió parar el coche pero se sumió en un coma que duraría tres semanas y del que despertaría con el cuerpo inmovilizado a excepción del párpado izquierdo. Todas sus facultades mentales quedaron intactas. Oía, olía, veía, comprendía, recordaba, sentía, pero no podía hablar ni mover nada más que el párpado izquierdo. Estaba cautivo de su propio cuerpo. Encerrado en una escafandra.

Pasados los primeros momentos de incredulidad, furia y terror, le dijeron que un parpadeo era sí y dos parpadeos no, y que para decir algo una ortofonista le recitaría un alfabeto modificado esperando un parpadeo que le indicara una letra, que seguida de otras formaría una palabra, que seguida de otras formaría una frase. A partir de ahí empezó una rudimentaria comunicación con el mundo exterior, escasa y terriblemente frustrante. Y es en este punto donde comienza mi admiración por la fuerza de voluntad de este hombre. Ante esa reclusión yo me habría encerrado más en mí mismo en un rechazo inconsciente a esa figura deforme y grimosa que me devolvía en el espejo y que veía en los rostros de los amigos que se atrevían a venir de visita. Pero él se agarró a su párpado izquierdo con todas sus fuerzas. Y creyó en algo. Quizá en sus hijos, en el vuelo de su mente intacta, en una rehabilitación parcial e improbable. No sé en qué, ni me importa. Pero tuvo la fuerza de creer que había algo más después de ese horror. Y escribió este libro.

Un libro directo, sin concesiones al dramatismo ni al victimismo. Nada de quejas ni de visiones doloridas de la vida (que por otra parte serían absolutamente legítimas). Predominan el buen humor, la cercanía y la sencillez. Y la poesía. Y eso es lo que me ha dejado k.o. Que un hombre que tarda una hora en dictar dolorosamente con el ojo en llamas un solo párrafo se ponga a construir perífrasis poéticas. Si queréis, podéis hacer la prueba mentalmente. Una media de seis parpadeos por palabra mientras te recitan un alfabeto una y otra vez y vosotros hablando de la suavidad de los colores de una puesta de sol o del recuerdo del sabor de un helado de vainilla sobre la piel del muslo de aquella chica alta y morena. Me admira que en medio de la fealdad de todo ese dolor haya guardado tanto espacio en su interior enclaustrado para la belleza. Una belleza que está presente en todos los capítulos del libro, en el lenguaje que se recrea en los recuerdos como medio para volver a vivir situaciones y sensaciones ya para siempre inalcanzables. Una belleza que es la razón de ser de la mariposa que dicta este libro y que vive presa dentro de la escafandra y que no cesa de volar.
Jean-Dominique Bauby murió el 9 de marzo de 1997, pocos días después de la publicación de este libro.

martes, 10 de septiembre de 2013

AL MAL TIEMPO, MEJOR CARA

Una lectura refrescante y optimista en estos tiempos oscuros que corren siempre es de agradecer. Barbara Constantine nos ofrece de forma muy amena fórmulas para enfrentar algunos de los problemas más acuciantes de hoy. La situación económica y la soledad, por medio de la solidaridad intergeneracional en el medio rural francés. También aborda las difíciles relaciones de pareja, las inquietudes de dos pequeños divididos entre los problemas de sus padres y la ternura de su abuelo y la forma de tejer lazos inesperados entre aquellos que se necesitan mutuamente, todo de forma suave, ligera.


Ferdinand, el abuelo, pasará de vivir en soledad a compartir su granja, primero con su vecina Marceline, después con su amigo Guy, a continuación con las octogenarias Hortense y Simone, más tarde con la joven Muriel, el horticultor ecologista Kim y la estudiante Suzanne, sin contar los gatos, el perro y el estupendo burro, todos personajes que acabamos queriendo a pesar de sus defectos.
Con un estilo sencillo, sin pretensiones intelectuales y un lenguaje popular, a partir de esta optimista y humana novela se han creado numerosas actividades solidarias entre jóvenes y mayores en zonas rurales de Francia y la autora ha propiciado un foro en Internet. Un ejemplo a seguir.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Y LAS MONTAÑAS HABLARON

Después del buen recuerdo que nos dejó Khaled Hosseini con Cometas en el cielo en 2003 y Mil soles espléndidos en 2007, ha merecido la pena esperar seis años para poder disfrutar una lectura emotiva, tierna, entrañable, que se recrea en historias humanas y familiares de su país de origen, Afganistán, tan maltratado por años de invasiones. Primero la soviética, luego el dominio de los talibanes, que convirtieron la segregación y el maltrato a las mujeres en ley, por último la ocupación estadounidense que no ha mejorado sustancialmente la situación de los afganos.
El libro cuenta la historia de dos hermanos, Abdula y Pari, separados desde la infancia, cuando los lazos afectivos de la familia son tan fuertes, dando saltos constantes en el tiempo y en los escenarios que se reparten entre Kabul, París, California y de forma ocasional en Madrid.
Hosseini  vuelve a sus orígenes, se marcha, retorna, se distancia, se acerca, observa desde la cercanía y luego en la lejanía, recreando complejos personajes llenos de matices y sobre todo haciendo un retrato sentimental del protagonismo fundamental de la familia, que es el pilar más importante en que se apoya el pueblo afgano. Hosseini se siente en deuda con sus raíces afganas a pesar de que salió de allí con cinco años y pasó su adolescencia en París y luego estudió medicina en Estados Unidos, donde ahora reside. Tiene una Fundación de Ayuda Humanitaria para atender necesidades en Afganistán y sus libros son la  mejor contribución que puede hacer para dar a conocer la realidad de ese pueblo.
Inolvidable sus Mil soles espléndidos y esos dos personajes femeninos, Mariam y Laila, en una historia de amistad y solidaridad entre las mujeres, tan maltratadas.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

CARTAS AL SILENCIO

Para decirlo sin rodeos, acaba de editarse un libro llamado Cartas al silencio que lleva mi nombre. Me dicen que es mejor soltarlo de golpe, como las declaraciones de amor o los diagnósticos médicos, sea lo que sea, bueno o malo, no hay que hacerse de rogar. Todavía no tengo claro si se trata de una declaración o de un diagnóstico, si leéis el libro quizá podáis sacarme de dudas.
Y es que la promoción del libro es algo que me resulta bastante extraño. Contar de qué va, sonreír, argumentar, responder preguntas, intentar convencer, persuadir... Un trabajo agotador y admirable para el cual no estoy ni mucho menos cualificado. Pero como la primera frase no daba para una entrada de blog, os diré que se trata de un libro de poesía (en prosa y en verso) que reúne textos escritos a lo largo de los últimos nueve años, unidos por la importancia del silencio. El silencio como lugar donde escribir libremente y como respuesta contra la que se lucha.
La contraportada dice lo siguiente:
 
Estos textos provienen de cartas y poemas que de algún modo no recibieron respuesta. Nacieron para provocar algo, para generar vida, quizá para trazar un puente hacia otras sensibilidades abiertas y expectantes. Con el paso del tiempo, el silencio las fue solidificando, despojándolas de la anécdota concreta y de su circunstancia, hasta convertirlas en flores secas, en pequeños objetos decorativos, en algo que tiende hacia lo irreal, hacia la magia, en algo que podría ser literatura.
 
Aunque no me dedico profesionalmente a escribir, como la mayoría de los escritores, escribo por necesidad. Las razones son múltiples y agradablemente confusas, así que no intentaré desentrañarlas. Sólo puedo decir que escribir es una forma de sobrevivir, de llenar el silencio. Y sobre todo, un reducto de libertad incuestionable.

 

lunes, 2 de septiembre de 2013

NORTE

Llevaba un tiempo queriendo leer esta novela e inconscientemente la he estado postergando. Otras lecturas se han colado sin pedir permiso en mi fila siempre inabarcable de libros por leer, lecturas más fáciles, más familiares, más inmediatamente comprensibles. Después de leer varias críticas muy buenas y a pesar de que mi instinto no paraba de tirarme de la manga hacia sus páginas, le tenía un poco de miedo a esta novela. Miedo por la dureza del tema y miedo por no ser capaz de entrar en su juego, en un mundo tan aparentemente ajeno al mío. Escritor boliviano, americanismos, coloquialismos, personajes dementes. Miedos todos, afortunadamente, infundados.
Norte es una novela magnífica.
Norte es EEUU, ese país hostil que encierra todas las trampas y todas las promesas.
Norte es la condena del exilio, un lugar transitorio del que nadie vuelve.
Norte es donde la cordura se pierde y la identidad se desdibuja.
El libro cuenta tres historias. La de una estudiante de doctorado de literatura latinoamericana que mantiene una relación agotadora y destructiva con un profesor desequilibrado que la necesita pero no la quiere. La de un inmigrante mexicano en California internado en un hospital psiquiátrico donde desarrollará, pese a su esquizofrenia (o gracias a ella), una obra pictórica que se hará famosa años después. Y la de un asesino en serie que se cree el enviado de una fuerza superior y cruza la frontera entre México y EEUU para elegir a sus víctimas en las mansiones indefensas que jalonan las vías del tren del sur del país. Tres historias que corren paralelas sin apenas llegar a tocarse, y cuyos personajes tienen en común un difuso sentimiento de furia hacia la realidad que les rodea, la creación artística como forma de supervivencia y un deambular sin rumbo por la frontera entre la demencia y la cordura. Son personajes intranquilos, angustiados, nerviosos, que viven unas vidas inasibles que no les pertenecen en un mundo hostil (EEUU) al que no pueden pertenecer.

Norte es un libro sobre la incomunicación, la imposibilidad de llegar de verdad a los demás, y el aislamiento que esa barrera invisible provoca. Toca muchos temas, es como un laberinto lleno de entradas por donde meterse pero con las salidas bastante escondidas. Hay una reflexión que me ha llamado la atención sobre la crítica literaria como aprendizaje. Michelle, la estudiante, se pregunta cómo se puede mantener una genuina pasión por los libros si se pasa uno la vida diseccionándolos como si fueran cadáveres. No entiende la forma clínica de acercarse a los libros de sus compañeros y profesores del doctorado. Y eso es algo que comparto. De hecho, con Norte me ha pasado. Llevo ya un rato exponiendo aquí las razones de mi entusiasmo por este libro, intentando hacer una crítica, argumentar por qué me ha gustado tanto, cuando lo cierto es que no tengo ni idea. En el fondo me ha gustado sin saber por qué. Sin razones. A pesar de todo lo que pueda decir de él, la razón última de mi entusiasmo es una incógnita para mí mismo. Y prefiero dejarla así. Son pocos los libros que me gustan irracionalmente. Y son los mejores.