Estoy leyendo el nuevo libro de Nadeem Aslam, El jardín del hombre ciego, y no paro de acordarme del primer libro suyo que se publicó en España: Mapas para amantes perdidos. Son dos libros muy distintos: El jardín del hombre ciego transcurre durante la invasión norteamericana de Afganistán en 2001-2002 y la violencia de la guerra es la tragedia que mueve los hilos de los personajes; Mapas para amantes perdidos transcurría en Inglaterra dentro de una comunidad paquistaní y los dos protagonistas desaparecen misteriosamente sin que nadie pueda saber si han muerto o han huido para amarse libremente. Pero los dos tienen en común la religión islámica, en todas sus gradaciones de intensidad, como forma de vida, como hogar donde refugiarse en un exilio hostil en Occidente, o como arma que blandir para reclamar lo que les ha sido arrebatado por la fuerza en su lugar de origen. Y sobre todo, una mirada delicada y sensual hacia todas las cosas, una devoción por todo lo que inspira belleza: los pájaros, las mariposas, los colores sorprendentes, las emociones enclaustradas y la suave violencia con la que aguardan su liberación. El lenguaje es lo opuesto a la rigidez del Islam que retrata, es exuberante y una celebración de la vida que late en todas las cosas. Es uno de mis escritores favoritos, cada libro suyo esconde una multitud de pequeñas revelaciones. Como ejemplo, os dejo el inicio de uno de los capítulos de Mapas para amantes perdidos:
"El lago tiene el brillo apagado del raso viejo. Suraya está sobre el muelle en forma de xilófono y observa los nombres e iniciales que los amantes han grabado sobre su superficie en urdu, hindi, bengalí y también en inglés. Los puntos marcados sobre la madera son del tamaño de los hoyuelos que se ven en los nudillos de una muñeca. La madera es tan suave que, cuando la toca, tiene la sensación de que le devuelve la caricia."
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