¿Cuántos niños en algún momento de su infancia no han sentido miedo de la oscuridad? Es un tema recurrente en la literatura infantil, precisamente porque es alto el número de niños que vive esa sensación y en este cuento el autor y el ilustrador han tratado el tema con ternura, con unos dibujos sugerentes en los que el monstruo de la oscuridad se la va comiendo de la forma más original, untándola sobre tostadas quemadas, poniéndola en bocadillos, en la sopa, en el estofado, sorbiéndola... de una caja donde sólo hay oscuridad.
Pero cuando ya no queda más oscuridad ¡¡¡vaya problema!!! Porque sin oscuridad las luciérnagas no se molestan en salir si ya no va a brillar su luz, los búhos no se despiertan porque no hay noche, los ojos de los gatos no tendrán ese brillo que les hace tan especiales, y además Lorenzo, el personaje de este cuento, no se podrá dormir porque no tendrá la oscuridad necesaria. Menos mal que llega el monstruo que se la comía y le acuna entre sus grandes, suaves y oscuros brazos, tarareándole una nana que consigue por fin dormirle.
Una deliciosa historia para contar a los pequeños llena de creatividad.
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