lunes, 24 de junio de 2013

MARIE BONAPARTE

¡Que personaje singular! Marie Bonaparte era sobrina nieta de Napoleón y se casó muy enamorada con el príncipe Jorge de Grecia, que mantuvo una relación homosexual con su tío Valdemar durante toda su vida. Una anécdota curiosa fue que cuando murió Jorge con más de 80 años, Marie colocó dentro de su ataúd una cajita con el pelo de su tío amante que había fallecido años antes.

La época que le tocó vivir (1882-1962) fue de una intensidad que ella supo vivir de la misma forma, apoyada en la inmensa fortuna que su familia materna le había legado, de la que una de las más conocidas posesiones era el Casino de Montecarlo. Su dinero le permitió vivir viajando por todo el mundo, financiando revistas, instituciones y libros relacionados con la psicología y apoyando a Sigmund Freud, del que fue discípula y paciente, además de benefactora. Consiguió salvoconductos para que se trasladaran de Viena, donde estaban asediados por los nazis, para él, su familia y amigos. Basada en esta relación se rodó una película en 2004 "MARIE" protagonizada por Catherine Deneuve.

Comprometida con muchas causas perdidas, se implicó en la lucha contra la ablación y la pena de muerte. También consiguió rescatar a muchos intelectuales judíos y especialmente la correspondencia de Freud, del acoso nazi. Amante, entre otros, de un primer ministro francés, ejerció un papel fundamental en la difusión del psicoanálisis en Francia y descubrió en el mundo de la cultura un bálsamo que la consolaría de la soledad de su infancia y de un matrimonio frustrado.
Una espléndida recreación de esos años turbulentos en los que tantos personajes interesantes formaron parte de la vida de esta mujer, como Lou Andreas-Salomé, Dreyfus, Anatole France, Anna Freud, Rudyard Kipling, Stefan Zweig, Lacan, Roosevelt, a quien propuso la creación de un estado judío en el sur de Estados Unidos y toda la realeza europea con la que estaba emparentada.


jueves, 20 de junio de 2013

KIOTO

La literatura de Kawabata en Kioto es casi pictórica, las estaciones, los colores, los sonidos, las texturas de las telas, la nieve o la delicadeza estética de un juego de té, nos transportan a ese Japón de las tradiciones, donde la protagonista Chieko es una joven adoptada por Takichiro, un comerciante de telas, y Shigue, su mujer.
Cuando Chieko descubre que fue abandonada por sus padres y se encuentra con su hermana gemela, Naeko, el tema en manos de cualquier escritor que no fuera Kawabata fácilmente se convertiría en melodrama, pero él consigue una profundidad y complejidad estéticas que hacen fluir el relato al ritmo de las estaciones y nos trasmiten su belleza.
Este libro nos propone un acto no sólo de contemplación estética, en su más extenso significado sino también un acto de reflexión y de búsqueda de la identidad. Diseña exquisitamente el perfil de la naturaleza domesticada en Chieko, y en estado puro, la de los grandes árboles, las montañas, lo salvaje, en su hermana Naeko.
Para saborear lentamente una literatura que me ha recordado otro título espléndido de este autor, Lo bello y lo triste, más que recomendable.

miércoles, 12 de junio de 2013

PERDIDA

Perdida es una abrumadora historia de amor. Y la mayoría de la gente que conozco se llevará las manos a la cabeza, ¿una historia de amor? ¿eso, eso es amor? Para mí, sí, desde luego. Amor omnipresente y sobrecogedor, casi terrorífico, pero AMOR con mayúsculas.

La historia es en principio muy sencilla, muy clásica: tenemos una desaparición, sangre derramada, dinero e infidelidad como presuntos móviles, codicia, pasión, policías testarudos y el sospechoso habitual. Y tenemos por supuesto una víctima, o mejor, varias posibles víctimas, porque nada es en realidad lo que parece, no hay héroes ni personajes entrañables ni ningún modelo perfecto de conducta. Además, la estructura del libro es muy inteligente, con la alternancia de la voz femenina en forma de diario y la voz masculina en presente, tan definidas y convincentes las dos. Hasta aquí, thriller al uso, novela negra de manual.

Pero Perdida es mucho más que eso. Perdida utiliza la historia cotidiana de un matrimonio para sumergirnos en un mundo complejo, escalofriante y también desconcertantemente lúcido. A la vez que nos quita la respiración con una trama perfecta, disecciona hasta el hueso la evolución de un amor perfecto, la embriaguez de las primeras semanas, la certeza de haber llegado por fin a ese sueño del amor absoluto, la necesidad de exigirte ser mejor de lo que has sido, ser mejor de lo que en realidad eres para estar a la altura de la admiración del otro, y de ahí pasar a ese encantador fingimiento, a incorporar todos los gustos del otro a los tuyos en busca de una desenfrenada perfección, como si nada pudiera desagradarte, ceder constantemente a la agotadora exigencia del amor, una y otra vez, indefinidamente, hasta sorprenderte pensando que quizá, como Amy le dice a Nick, "la única temporada de tu vida en la que te sentiste a gusto contigo mismo fue fingiendo ser alguien que a mí me podría gustar".

Si aceptamos que el amor no puede ser una línea recta entre un principio y un final felices, si aceptamos que el amor a largo plazo es un juego muy muy peligroso, entonces Perdida es sin duda una maravillosa, implacable y abrumadora historia de amor.