"Hay libros-submarinos que te descubren profundidades adultas insospechadas. Y hay libros-lanchas motoras con los que vuelas por la superficie del agua como un niño". Esto escribía yo sobre los libros de Stephen King en 2018, después de leer la Trilogía del Mercedes, con la que pasé tan buenos ratos. Y lo mismo sigo pensando cinco años después, tras terminar Billy Summers, una novela que he leído con la alegría despreocupada de quien no tiene tiempo de tomar notas de nada ni darles vueltas filosóficas a las frases porque está demasiado ocupado disfrutando como un niño del presente.
Billy Summers es un veterano de Irak que lleva una década dedicado al silencioso oficio de asesino a sueldo. Eso sí, con un código ético particular: solo acepta matar a quien él piensa que se lo merece. Cuando le ofrecen un trabajo que encaja perfectamente con su perfil y tan bien pagado que podría retirarse del negocio para siempre, no se lo piensa. Lo que no sabe es que lo que siempre ha salido a la perfección puede empezar a torcerse, por los motivos más insospechados. A torcerse y a torcerse hasta que la historia se vuelva totalmente imprevisible.
Esta es una novela construida como una trampa que se va cerrando. Cada capítulo es una cucharadita más de arroz en una balanza que se va inclinando e inclinando cada vez más hacia el lado más oscuro. En el que, por cierto, no falta su colmillito mordaz a la política estadounidense: "En un mundo donde un timador puede ser elegido presidente todo es posible". O sus homenajes literarios explícitos e implícitos, como cuando habla de la esperanza, "esa cosa con alas", pero también esa cosa que duele, y Emily Dickinson asoma la cabecita por detrás del hombro de un asesino a sueldo y guiña un ojo cómplice.
Hay algo en las novelas de Stephen King que me produce una satisfacción profunda. Una calma moral. Será que los personajes me caen bien. Me siento en el asiento trasero de sus coches en sus largos viajes por Estados Unidos y les escucho hablar y me río con sus bromas y disfruto del sol sobre los maizales y hasta pillo las referencias a Cormac McCarthy y duermo a pierna suelta en sus moteles de tres al cuarto, como si esa fuera mi vida soñada. Quizá sea eso. Que consigue meterme de lleno en una historia totalmente ajena a mi vida y durante lo que dura la novela estoy ahí dentro de lleno, casi más presente en la historia que en la ajetreada vida real de todos los días. Un chute de presente para leer como un niño, eso es Stephen King.
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