Yo me he educado en la desobediencia. En el desafío a la autoridad cada vez que trataba de imponerme su criterio. Me he educado pensando instintivamente que si no te gustan los pantalones que me pongo y tuerces el gesto y me señalas esos otros modositos y normales y aburridos que tú consideras más convenientes, entonces solo me pondré estos en concreto y buscaré otros todavía menos modositos, normales y aburridos, porque ante los juicios moralizantes de los demás lo que me sale es la respuesta y la provocación.
No tolero tutelas. No tolero que me den lecciones disfrazadas de consejos. Que me empiecen una frase con "Tú lo que tienes que hacer es" y que tenga que sonreír porque es de buena educación prestar atención a la voz de la sabiduría. No tolero que me aleccionen. Que me miren desde arriba, aunque sea para tratar de ayudarme. Especialmente si es para tratar de ayudarme. Toda la vida he intentado ser discreto y risueño, caer bien sin hacerme notar, mientras iba acumulando una rabia volcánica contra todas esas personas que viven imponiendo su discurso y ocupan todo el espacio y sojuzgan la voluntad de los demás y encima van de almas caritativas generosas cuyo admirable trabajo hay que reconocer y agradecer.
Toda mi vida he hecho planes para la desobediencia. Así que la voz de Irantzu Varela en este monográfico de Pikara magazine ha sido una hermana, un alma gemela, un espejo al otro lado del privilegio en el que me reconozco y que me inspira para seguir desobedeciendo. Y para aprender cada día a tener menos reparos en alzar la voz ante los ataques machistas, ante los comentarios sobre los cuerpos de los demás. Ante ese conocido que le dice a una amiga: Qué delgada estás, ¿no?, has adelgazado un montón, y eso, fíjate en lo que te digo, eso seguro que es por el estrés, a qué sí, ¿eh?, claro que sí, estrés, ansiedad, o cualquier cosa de esas. Alzar la voz contra cualquier cosa que haga a las mujeres avergonzarse de su cuerpo, de su edad, de su libertad, de su naturaleza. Alzar la voz ante todos esos hombres -y algunas mujeres- que nos explican el mundo con el tono de "qué haces que no estás sacando un cuaderno para apuntar mis palabras". Que elevan la voz por encima de cualquier conversación para que solo se escuche la suya. Que necesitan atención constante, validación constante, adulación constante. Que no quieren amigos, sino fans.
Ahora que la violencia machista vuelve a estar de actualidad, no para poner más recursos para seguir erradicándola sino, bochornosamente, para tener que volver a defender su existencia, es importantísimo recordar, todos los días, que "detrás de todos los hombres capaces de torturar y asesinar mujeres hay un montón de hombres -y de mujeres- que se ríen con los chistes sexistas, frivolizan con la violencia machista o consideran que las mujeres estamos "donde tenemos que estar".
Gracias por tu desobediencia, Irantzu. Tus palabras son un espejo en el que la mía se reconoce y se crece. Estos textos me dicen cosas que me suenan a mí. Y al futuro de libertad desobediente en el que quiero vivir.
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