Aquí tenéis una historia fascinante contada con gran talento literario, un retrato potente de una época irrepetible, desde la revolución rusa de 1917 hasta el final del siglo XX. Hay relatos con los que nos identificamos por su cercanía a nuestras emociones, a nuestras vivencias, y otros que por ser ajenos completamente a nosotros actúan como un deslumbramiento. Esto es lo que me ha sucedido con el testimonio que Francine du Plessix Gray, que nos ofrece este libro como un gran regalo para conocer algunos rasgos de culturas tan dispares como la rusa, la francesa y la norteamericana.
Ellos se refiere a los dos protagonistas principales: su madre, Tatiana Yákovleva, y su padrastro, Alexander Lieberman, fotografiados en la portada del libro junto a la autora. La historia no solo son ellos, hay otros personajes potentes como el tío Sasha Iacovleff, pintor y explorador, o el poeta soviético Maiakovski, el gran amor de Tatiana a pesar de la corta relación que tuvo con él a los veinte años. Ella fue la musa del famoso poeta futurista, que tiene un museo en Moscú.
Después de vivir las calamidades materiales del inicio del comunismo junto a una madre indiferente a todo, con diecinueve años Tatiana viajó a París gracias al visado que le consiguió su tío Sasha, personaje seductor, para vivir con su abuela, Babushka, mujer inteligente, culta y amorosa a la que siempre adoró y cuyo retrato estuvo en el dormitorio de Tatiana hasta el día de su muerte. Al año siguiente conocería a Maiakovski y su amor fue tan impactante que condicionó la vida del poeta que desde hacía años convivía con otra mujer a la que mantenía económicamente. Los inconvenientes políticos de no poder viajar a París con la frecuencia que deseaba para ver a su Tatiana, enterarse un año después de que ella había aceptado la oferta de matrimonio de un conde francés y otras adversas circunstancias le llevaron al suicidio.
Tatiana se casó con el conde du Plessix, padre de Francine, la autora de este testimonio, y al cabo de tres años se separaron. Poco después conoció a Alexander Liebermann, que sería su compañero el resto de su vida. La mayor parte de este relato cuenta su vida juntos en Estados Unidos después de escapar de París durante la ocupación nazi, pasando por Madrid, en un viaje accidentado para conseguir llegar a Lisboa y embarcar hacia Nueva York, donde vivía el padre de Alexander, ambos judíos.
Tatiana se convirtió en una diseñadora de sombreros prestigiosa que elaboraba los más sofisticados diseños para la élite de las actrices y la alta burguesía norteamericana. Marlene Dietrich formó parte de su más íntimo círculo de amistades, y Alexander dirigió durante más de treinta años el grupo de revistas de moda gráfica más importante de la época (Elle, Vogue, etc.).
El amor de Alexander por Tatiana fue de una devoción ilimitada: marido, compañero, cuidador, resolvía todos sus deseos y caprichos. Era fotógrafo, pintor y escultor en su tiempo libre y el retrato que hace su hija le define como un Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El primero en su círculo doméstico por su bondad y generosidad sin límites, incluso con su madre en París, y el segundo en el ámbito profesional como un arribista cínico e incluso cruel en un mundo lleno de intrigas y deslealtades.
La honestidad de Francine contando esta historia es admirable y en algunas ocasiones me ha recordado en la descripción de los personajes a mis admirados y queridos Irène Némirovski y Stefan Zweig, dos de mis escritores preferidos.
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