Cada navidad elegimos dos o tres libros estrella para recomendar a todo aquél que nos pregunte por una buena historia. Otros hacen listas de lo mejor del año, nosotros elevamos un podio sin vencedores en el que, este año, por ejemplo, han triunfado por igual la inteligencia, los bares, la risa loca, la lagrimilla, el drama familiar y la tragedia colectiva. Sin números uno ni orden de ningún tipo. Este año comparten podio "Una madre", "La familia Karnowsky" y "El bar de las grandes esperanzas". Y ya que todos, esta vez, están aquí reseñados por nuestra librera madre, me apetece ahora soltar un par de apuntes sobre este último, que acabo de terminar, para que si no lo leéis sea únicamente porque aún no os lo han regalado.
"Cuando oía a mi padre por la radio, mi madre no oía sus bromas, ni su encanto, ni su voz. Lo que oía era la cuota de manutención que él no le pasaba." Y las broncas, los gritos y quizá el cuchillo de cocina que apareció de repente en la mano de él mientras se le acercaba amenazante con los ojos vidriosos de alcohol. Brutalidad e indiferencia. Un hombre-castigo. Pero para J.R. es La Voz, el vacío de un padre cuya ausencia permite rellenar solamente con las inflexiones melodiosas y seductoras de esa voz omnipresente. El hijo sabe ciertas cosas de su padre y por eso trata de ocultar el anhelo y la fascinación que le provoca su voz en la radio. La madre hierve de rabia y frustración por haberse casado con un hombre así pero por discreción y respeto a su hijo se oculta tras una máscara de calma fingida como si se escondiera detrás de un biombo. Y así va creciendo J.R., esquina de un triángulo desigual que intentará equilibrar durante toda su vida acudiendo al bar Publicans, maravilloso microcosmos de vidas itinerantes, en busca de ejemplos masculinos que rellenen la carencia que deja La Voz en su interior.
"Mi madre era la palabra impresa: tangible, presente, real; mientras que mi padre era la palabra hablada: invisible, efímera, convertida al instante en memoria."
J.R. quizá haya escrito este libro autobiográfico para atrapar la palabra de su padre, convertirla en real y despojarla de los mitos con los que construyó su personaje. Un libro-búsqueda. Como todos, en realidad. Pero éste, en concreto, de búsqueda explícita por las propias raíces, por los recovecos de la fragilidad de la infancia y de un amor inestable e imposible, que no deja de plantar semillas de árboles bajo cuya sombra nunca podrá refugiarse.
¿Por qué hemos aupado este libro al podio de lo más recomendable? Pues porque cuando lo recomendamos, nuestra sonrisa previa al argumento define mejor nuestro entusiasmo que cualquier resumen de su historia que se nos pueda ocurrir.
Felices lecturas para 2016.
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