En febrero hará un año que Oliver Sacks nos anunció que un cáncer amenazaba de forma seria su vida mediante un bellísimo artículo en el que nos decía: "en el tiempo que me queda tendré que arreglar mis cuentas con el mundo".
El tiempo se le acabó en agosto pasado. Perdimos a una gran persona, un profesor de neurología y un escritor que supo acercarnos los trastornos de la mente de forma divulgativa en libros tan interesantes como "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", "Un antropólogo en Marte", "Despertares", "Veo una voz", "Musicofilia" o "Alucinaciones".
Nos ha dejado sus memorias en este interesante libro que a mí me ha sorprendido tanto. La imagen que yo tenía de Sacks era la de un amable y serio profesor condecorado por la reina Isabel de Inglaterra, recibido por la reina Sofía, merecedor de tantos premios, y sin embargo en este libro nos desvela una juventud contradictoria, apasionado de las motos, de la natación, culturista y adicto a las drogas hasta los 35 años. Supo conducir todas esas experiencias hacia la sabiduría mediante el conocimiento de su profesión de médico y neurólogo. Describe también la intensa relación que tuvo con su madre, que en aquella época (años 50 del siglo XX) no pudo asimilar la homosexualidad de su hijo, y con su hermano esquizofrénico en un ambiente exquisito de Londres, donde sus padres eran prestigiosos médicos.
Huyendo de la rígida Inglaterra, se fue a Estados Unidos con veintipocos años y su condición de judío le ayudó a relacionarse con otros médicos, que de alguna forma le apoyaron para abrirse camino en su profesión.
Amsterdam, un lugar que marcó una etapa de su vida, las intensas relaciones con sus pacientes, con actores como Robert de Niro o Robin Williams con los que colaboró en la adaptación al cine de sus obras, forman parte de una autobiografía inusual, espléndida y singular, como su autor.
(Recomendado por Isabel)
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