lunes, 21 de septiembre de 2020

UNORTHODOX

En los últimos años han tenido mucho éxito los libros de memorias sobre vivencias en comunidades religiosas fanáticas. Libros como Una educación, de Tara Westover, Boy erased, de Garrard Conley, o este de Deborah Feldman nos llaman la atención porque nos muestran qué sofisticadas maneras puede idear la gente para torturar y humillar a sus semejantes en nombre de una tradición religiosa. Es decir, nos llaman la atención precisamente porque son extremos, radicales, porque su brutalidad es tan salvaje que la repulsión que sentimos rozaría casi con la hilaridad si sus principios no resultaran tan aterradores. En definitiva: nos gustan porque nos muestran una realidad radicalmente distinta a la nuestra. 

Pero yo a veces me pregunto: ¿de verdad esa realidad es tan distinta? ¿No será que sus expresiones más llamativas no nos dejan ver que en el fondo a todos nos han educado en base a algún tipo de tradición fanática, tan interiorizada en nuestra forma de ser que nunca la asociaríamos con nada claramente reprochable?

Deborah Feldman nos cuenta en Unorthodox que su comunidad jasidí satmar de Brooklyn está llena de "gente arrastrada por la impetuosa corriente de unas tradiciones ancestrales". Gente a la que le enseñan que todo lo que viene de fuera de su comunidad es peligroso porque "vuelve el espíritu vulnerable, como un felpudo de bienvenida para el demonio". Gente que sólo se relaciona, se casa y se reproduce con miembros de su comunidad porque cualquier mezcla puede alterar su "pureza". Gente que, a fuerza de tener miedo de poner en entredicho la opinión mayoritaria, reprimen sus opiniones hasta que estas poco a poco desaparecen y terminan por volvérseles inimaginables. Gente encerrada en la cárcel del decoro y de la obediencia. Gente a la que le enseñan que "la asimilación fue lo que condujo al Holocausto. Intentamos integrarnos y Dios siempre castiga a quienes lo traicionan". 

Si retiro la capa externa de extravagancia local de cada libro, me doy cuenta de que estas vivencias extremas de Unorthodox, Una educación y Boy erased se dan todos los días en nuestra sociedad bajo las distintas formas de un mismo cóctel incendiario, al que tristemente ya vamos acostumbrándonos, hecho de nacionalismo, xenofobia y pensamiento mágico. Al final, todos los fanatismos identitarios se parecen, pero cada uno expresa sus locuras a su manera. 

Deborah Feldman

Me ha gustado mucho la descripción de Deborah Feldman de niña, una Matilda traviesa y revoltosa con ganas de descubrir su poder mágico para cambiar el mundo. Curiosidad y apetito por experiencias nuevas en una comunidad ultraortodoxa: ¿qué podría salir mal? Me ha hecho pensar también en todas esas chicas que alcanzan la edad adulta deseando experiencias que socavarían los propios cimientos de la comunidad en la que se han criado, que, a falta de otras experiencias, son los propios cimientos de su existencia. Qué bien contaba el eterno dilema de elegir entre la felicidad y la pertenencia Jeanette Wintersen en su maravilloso Por qué ser feliz cuando puedes ser normal

¿De verdad se puede abandonar el lugar, la gente y la cultura de la que procedes?
Deborah Feldman y el resto de autores citados en esta reseña escribieron libros para decir que sí. Que sí se puede. Y que aunque siempre merece la pena, el precio a pagar por tamaña osadía desgraciadamente nunca termina de pagarse. 




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