lunes, 17 de octubre de 2022

UN AMOR AL ALBA

Un amor al alba. Al alba de una ciudad mágica por descubrir. Al alba de las carreras artísticas de dos jóvenes extranjeros, ella rusa, él italiano, antes de que empiece de verdad cada uno a pensarse únicamente como creador, antes de que ninguno de los dos pueda siquiera sospechar que la poesía y la pintura los volverán mundialmente famosos. Un amor fugaz y quién sabe si platónico, al inicio de su juventud, cuando París era una promesa infinita, un lienzo en blanco lleno de posibilidades. París en 1910, antes de la guerra: la capital del arte y de la libertad. 

Esta novela lírica, de prosa delicada y apasionada, recrea la relación entre Anna Ajmátova y Amedeo Modigliani en el París de su juventud. La autora ha conseguido una voz que se adhiere suavemente a sus personajes para seguir sus pasos desde sus emociones, para que veamos sus vidas con sus ojos. Habla de la belleza como pasión y destino. Como ideal y como herramienta para liberarse de una educación provinciana basada en la ignorancia y los prejuicios. Conecta con Los europeos y El baile de Natasha, de Orlando Figespor la relación entre la cultura rusa y la capital francesa, y la influencia de la literatura, en este caso la poesía simbolista con Baudelaire como estandarte, en la pintura de Modigliani y la obra de Ajmátova. 

Pero ante todo es una crónica de un amor improbable. 

Modigliani es el prototipo de pintor bohemio, siempre al borde de la miseria, artista culto siempre con un libro bajo el brazo, de complexión robusta, bajo de estatura, con un magnetismo mediterráneo al que resulta difícil resistirse. Un hombre marcado por la salud frágil, en busca de un absoluto que solo encuentra en la pintura y en la escultura. "Al igual que en los museos, busca en los libros el relámpago que despierta, la luz que fulmina". 

El cuerpo es un lenguaje. Lo saben los artistas jóvenes, deslumbrados por la sensualidad exótica de los ballets rusos que causan furor en el público parisino. Lo sabe la joven Anna cuando recita sus primeros poemas en París, "lentamente, con ternura, los brazos a menudo cruzados sobre el pecho". Una mujer alta y delgada, con un aire misterioso e inquietante, a pesar de la dulzura. Un ideal de belleza que lleva mucho tiempo fraguándose en la mente de Modigliani, que siente la loca esperanza de haber encontrado por fin la mujer real que encarna su sueño. Ese sueño de piedra, que le seguía desde Italia, resulta que hablaba francés con un fuerte acento ruso. 

Un amor al alba, efímero como un amanecer. Pero profundamente duradero en la huella que se dejan una y otro. "Pintar, esculpir, escribir, componer, es mostrar a la muerte su fracaso". Y ese es el poder del arte, que da alas a cualquier vida que se entregue a él, como Ajmátova y Modigliani, a tumba abierta. 




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