Una corriente de felicidad. Eso provoca este libro. Y unas ganas irresistibles de cogerse la mochila y marcharse a África. A colarse como padrino en una jubilosa pedida de mano, meter las piernas desnudas en el chapapote que ha envenenado el delta del Níger o comprobar cómo el espíritu de Mandela consigue hasta meter goles por la escuadra en el último minuto.
África no es un continente, es un océano. Un mosaico hecho de países dispares que a menudo prosperan sobre desigualdades obscenas. La violencia, el desempleo, el hambre y la delincuencia forman el barro sobre el que se mueven gigantes que están empezando a crecer a ritmos vertiginosos. Se estima que en 2050 África habrá doblado su población hasta alcanzar los dos mil millones de habitantes, y ante este boom demográfico, los retos se acumulan. Todo apunta a que sólo aquellas naciones que sepan atender las necesidades de una población creciente y cada vez más consciente de sus derechos y de cómo reivindicarlos, resistirán la tormenta.
Este libro de viajes es una puerta de entrada espléndida al océano africano. Xavier Aldekoa nos invita a descubrir quince países a través de su mirada generosa, incisiva y cercana. La mirada de un tipo sencillo que derrocha simpatía por la gente, cabreo por su sufrimiento y unas ganas locas de aprender a descifrar algo de ese irresistible galimatías que es África visto desde fuera.
Hay capítulos que me han dejado helado. Y no porque la información fuera nueva, sino porque hacía mucho que no leía el sufrimiento desde tan cerca. Cuando eres tan pobre que toda tu vida y sus infinitas posibilidades se resumen en el objetivo de conseguir comida, te olvidas de que eres un ser humano. Y que tienes derecho a comer. Y que en tu país, tus conciudadanos tiran a la basura el 30% de los alimentos que compran. Y como tú no tienes suficiente comida, no te dan las fuerzas para rebelarte y decirles bien alto a los jefazos que orquestan y permiten esta barbarie que está en sus manos cambiarla.
Es brutal la descripción de las bandas callejeras de niños, "algunas formadas por críos de apenas siete años, que vagan sin rumbo, colocados y buscando una nueva víctima a quien robar para pagarse la siguiente dosis". Y me ha recordado aquel libro-puñetazo tan bello de Mankell, Comedia infantil, que consigue cambiarte la forma de ver el mundo al introducirte en la piel de un niño de la calle en Mozambique.
Xavier Aldekoa |
Pero no todo es dolor ni muerte. Hay mucha vida en estas páginas. Muchas risas. Me encanta la descripción del optimismo inquebrantable de los africanos: "A diferencia del viejo continente, donde el optimismo se basa en la lógica o la razón - uno es optimista porque hay motivos para serlo -, el optimismo africano nace del deseo. Por eso a veces es un optimismo kamikaze, que pacta compromisos improbables o mantiene esperanzas imposibles". "En África nunca nada está roto, está esperando a ser reparado".
Y tras el grito de rabia que provoca conocer de cerca la situación de las mujeres en el Congo y cómo sus cuerpos se han convertido en campo de batalla, esta declaración arroja esperanza: "La mujer africana no sólo es el motor del continente sino su pieza más fiable: una mujer africana jamás desaprovecha una oportunidad para sacar adelante a los suyos. África no está perdida, está esperando a que las mujeres ocupen el sitio que les corresponde".
Una corriente de felicidad. Eso provoca este libro. Y un chute de guasa, fascinación, asombro, admiración y cariño a raudales por un continente inabarcable que Xavi ha convertido en hogar. Y al pasar la última página, me doy cuenta de que quiero más. Más historias, Xavi, por favor. Nunca dejes de contar más historias desde África.
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