Nos hemos acostumbrado a dar por sentado nuestros derechos. Como si las cosas sólo pudieran mantenerse o mejorar. Pensamos que la democracia es indestructible. Que lo que les pasó a Italia y Alemania en los años veinte y treinta no puede volver a pasar. Nos hemos inventado un futuro en el que siempre habrá democracia y cada vez tendremos más derechos. Hoy en día escuchamos las palabras fascista y nazi con total tranquilidad: su uso extensivo ha difuminado tanto su contorno que apenas proyectan amenaza. Y lo cierto es que razones para el optimismo no faltan. Pero nada está a salvo para siempre. Los derechos civiles no son logros inamovibles, no son monumentos eternos. Son construcciones precarias que sufren ataques todos los días y que sólo seguirán en pie si no nos olvidamos de que pueden ser abatidos.
Estos dos breves ensayos comparten un tono de urgencia. Y una advertencia que ya empieza a resultarnos familiar: el fantasma del fascismo recorre Europa, y conviene saber reconocerlo allá donde surge para poder combatirlo de la mejor manera posible.
Contra el fascismo es la transcripción de una conferencia que dio Umberto Eco en Estados Unidos en 1995. En ella ya alertaba de que la ideología fascista no estaba muerta y enterrada, como muchos parecían creer. Había brotes de ella por doquier, pero a veces costaba reconocerla porque adoptaba tonos y formas nuevas, acordes a los nuevos tiempos. Sin embargo, sus principios variaban muy poco de los principios básicos del fascismo italiano, que Umberto Eco resumía de una manera cristalina para las nuevas generaciones en catorce arquetipos.
Construcción de la identidad a través de la invención de un enemigo.
Subordinación de los actos individuales al Estado y a su ideología.
Culto a la tradición y a los valores tradicionales.
Desconfianza en la cultura, en la medida en que se la asocia con actitudes críticas.
Desconfianza en la ciencia, a menos que esté al servicio de la tradición.
La ciencia que entiende el desacuerdo como instrumento del progreso de los conocimientos es sospechosa.
El desacuerdo es traición.
Miedo y rechazo a la diferencia y a los diferentes.
Si estos arquetipos nos resultan familiares es que el fantasma del fascismo está más cerca de volverse corpóreo de lo que suponemos.
Subordinación de los actos individuales al Estado y a su ideología.
Culto a la tradición y a los valores tradicionales.
Desconfianza en la cultura, en la medida en que se la asocia con actitudes críticas.
Desconfianza en la ciencia, a menos que esté al servicio de la tradición.
La ciencia que entiende el desacuerdo como instrumento del progreso de los conocimientos es sospechosa.
El desacuerdo es traición.
Miedo y rechazo a la diferencia y a los diferentes.
Si estos arquetipos nos resultan familiares es que el fantasma del fascismo está más cerca de volverse corpóreo de lo que suponemos.
En Sobre la tiranía, Timothy Snyder nos alerta de la amenaza de la tiranía que subyace en todas las democracias libres. Toma como ejemplo la historia europea del siglo XX y su enseñanza: "las sociedades pueden quebrarse, las democracias pueden caer, la ética puede venirse abajo, y un hombre cualquiera puede acabar plantado al borde de una fosa de la muerte con una pistola en la mano". Y contra la emoción que provoca el nacionalismo y su despliegue de banderas, contra la polarización de las sociedades que anula la capacidad de debate y de entendimiento, propone el diálogo, la aceptación y el fomento de la discrepancia constructiva y la resistencia firme ante cualquier atropello de la ética, de la dignidad y de la humanidad que nos ha hecho libres.
Umberto Eco y Timothy Snyder nos dicen cosas muy sencillas que nunca deberíamos olvidar. Nos dicen que la tiranía necesita cómplices, millones de cómplices, para existir y prosperar. Y nos piden que no seamos nunca cómplices de ella. Nuestras sociedades libres se levantan sobre millones de muertos que lucharon por ellas y perecieron en el intento. Son monumentos frágiles. No nos olvidemos nunca de seguir apuntalándolos.
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