jueves, 3 de junio de 2021

EL ESPEJO DE UN HOMBRE. VIDA, OBRA Y ÉPOCA DE WILLIAM SHAKESPEARE

No sabemos casi nada de la vida de Shakespeare a ciencia cierta. Y esto ha alimentado toda una serie de teorías conspirativas sobre si realmente fue él quien escribió las obras que se le atribuyen. Pero a pesar de la falta de manuscritos y de pruebas que confirmen directamente lo que siempre se ha dado por hecho, estudiosos de su obra como Stephen Greenblatt pueden aportar cantidades ingentes de hipótesis que ayudan a fijar la idea de Shakespeare como el autor (hermético y escurridizo como pocos) de una de las obras más brillantes y profundas de la literatura universal. 

Y es que es increíble lo herméticas que son sus obras. Incluso la intimidad de los sonetos, a simple vista, no desvela nada de quien los escribió. Shakespeare tendió un velo maravillosamente tupido entre su público y él mismo. Y aunque nunca sabremos exactamente por qué, Greenblatt tiene el don de interpretar las formas cambiantes tras el velo y darnos una serie erudita y amenísima de hipótesis sobre quién pudo ser en realidad uno de los mayores genios teatrales de todos los tiempos y qué motivos le llevaron a esconderse tras sus obras como lo hizo. 

Escepticismo, ironía, narcisismo, diversión, rebeldía, amor, fantasía. Su obra desborda emociones e ideas. Y resulta fascinante cómo Greenblatt (cuya amenidad y pasión ya me encantaron al hurgar en misterios históricos clave en El giro) las proyecta en una imagen poliédrica y profunda de un Shakespeare que pudo ser o no, pero que resulta seductoramente creíble. 

Me ha gustado descubrir un detalle que no conocía: la educación católica que probablemente recibió de sus padres, en un país protestante en pleno conflicto religioso. En una reforma de la casa natal en Stratford llevada a cabo en el siglo XVIII, se descubrió entre las vigas del tejado un documento católico clandestino firmado por John Shakespeare, el padre de William. Y esto da pie a Greenblatt para esbozar una serie de hipótesis maravillosas sobre la importancia de la clandestinidad religiosa en las obras y en la vida de Shakespeare. Y para constatar que, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, no hay religión por ninguna parte en sus obras. No hay santos ni fanáticos ni héroes ideológicos. Es una obra abiertamente profana y alejada de toda mística religiosa. De hecho, "la única santidad en la que parece que creyó apasionadamente Shakespeare toda su vida deriva precisamente del asunto y de las emociones que [los católicos] deseaban que sus discípulos evitaran a toda costa: la santidad erótica."

Greenblatt defiende que la de Shakespeare es una obra escandalosa, liberada del honor y de la religión para crear un mundo entero y legítimo. No hay ni una sola mención al dios cristiano. Y la única ocasión en que aparece el honor es en este monólogo de Falstaff, no precisamente respetuoso: 

"¿Puede el honor soldar una pierna rota? No. ¿Un abrazo? No. ¿Mitigar el dolor de una herida? No. ¿El honor carece, entonces, de habilidades quirúrgicas? Así parece. ¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en la palabra? Viento. ¡Bonito resultado! ¿Quién tiene honor? El que se murió el miércoles pasado. ¿Lo siente? No. ¿Lo oye? No. ¿Es el honor insensible, entonces? Para los muertos, sí. ¿Y en los vivos, no vive? No. ¿Por qué? La calumnia no lo deja vivir. Dado lo cual, yo no quiero saber nada de él". (Enrique IV). 

Uno de los rasgos que más me gustan de las obras de Shakespeare, que Greenblatt no se cansa de explorar, es la naturalidad con la que se ríe de sí mismo. Es decir, de personajes que actúan como él en la vida real, ya sea presumiendo de escudo de armas o de riqueza en bienes inmobiliarios, o bien que dedican toda su vida al mundo del espectáculo y la actuación, fingiendo ser quienes nunca podrán ser. 

Leer este libro es una inmersión en la época isabelina para tratar de desentrañar su vida. "El deseo de explorar la vida de Shakespeare surge en su totalidad de la poderosa convicción de que sus obras y sus poemas provienen no solo de otras obras y otros poemas, sino de cosas que conocía de primera mano en su cuerpo y en su alma". Desentrañar las vivencias del autor a través de la vida sublimada en su obra es una tentación en la que han caído muchos autores. La más reciente ha sido Maggie O'Farrell recreando en Hamnet la vida familiar del escritor, con maravillosa fortuna. Hay pocas tareas más fascinantes. Aun cuando el velo nunca nos deje ver más que sombras y sueños tras la belleza de su poesía. 

"Somos de la misma materia que los sueños
y el sueño envuelve nuestra breve vida". 



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