Es una generalización muy matizable, pero llevo un tiempo pensando que, aunque la medicina tiene por fin cuidar de la salud de los ciudadanos, a menudo se interesa más por los cuerpos que por las personas que los habitan. De la misma forma, la administración tiene por fin gestionar las necesidades de los ciudadanos, pero se interesa más por los procedimientos que por las personas que los necesitan. Ambas disciplinas están fascinadas por la jerarquía, su pasión con frecuencia es informar y conminar antes que escuchar y dialogar. Y de esto va la nueva novela de Sara Mesa, de las contradicciones a veces tremendamente locas (y terribles) a las que puede llegar la administración.
Lo hemos visto en los titulares de prensa en los últimos años con casos diversos: parece que importa más poner en marcha una ayuda a un colectivo vulnerable que asegurarse de que ese colectivo vulnerable vaya a tener acceso efectivo a esa ayuda. Ya lo contó la propia Sara Mesa en Silencio administrativo, una crónica impactante sobre el caso real de una persona sin hogar en Sevilla.
El aparente distanciamiento emocional que transmite la narradora y protagonista de esta historia me ha recordado por momentos a Kafka. Por momentos, sobre todo al principio, me ha provocado cierta angustia, no tanto por lo que cuenta, que parece de una normalidad absoluta, sino por la ausencia de implicación emocional ante algo tan turbador como el trabajo que describe. Aunque más que ausencia de emoción, en realidad es como si la emoción estuviera desplazada, como si no reaccionara como uno esperaría, o lo hiciera a destiempo. Y no es de extrañar: llegar a un puesto de trabajo y no tener absolutamente nada que hacer puede perturbar los nervios de cualquiera.
Y es que un trabajo en el que no haces nada puede parecer un sueño para quienes están sepultados de trabajo. Pero no tener nada con lo que justificar ante uno mismo y ante los demás el tiempo laboral puede llegar a ser muy perturbador y un foco de todo tipo de desórdenes para la salud mental. Especialmente cuando a tu alrededor todo son actitudes evasivas y ambiguas. De gente que nunca parece saber exactamente qué hacer ni cuándo ni por qué. Ni, sobre todo, para qué. Aunque se esmeren en fingir lo contrario. Seres solitarios, adheridos a su mesa como un caracol a su concha. Algunos de ellos tan ninguneados y carentes de socialización que ya apenas saben articular las palabras necesarias para establecer el mínimo contacto humano.
Esta es una novela sobre la administración pública y cómo a menudo está fagocitada por la burocracia. La burocracia como una fuerza invisible que lo gobierna todo y que exige obediencia ciega. Se te mete en la cabeza y ya no te repones nunca. Es el virus de las normas, normas para todo, un veneno que te deshumaniza y te convierte en el robot de los papeles y los procedimientos. Sara Mesa lo cuenta con un tono a ratos inquietante, a ratos divertido. Desolador, poético, inteligente. Fascinante.
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