lunes, 1 de septiembre de 2025

COMO UN PÁJARO EN UNA PECERA

Desde que nuestra amiga H. nos introdujo en el apasionante mundo de la neurodivergencia, P. y yo a menudo tratamos de ver y leer a la gente que nos rodea con otras miradas. Y con otro lenguaje. Por ejemplo, ver y leer a la gente son cosas distintas. A menudo, las palabras comunes las usamos con otros significados. Y cuando hablamos de ver o no ver a los demás, nos referimos a la capacidad de entender mejor o peor sus emociones, su necesidad de reconocimiento, y actuar en consecuencia. Hay muchos ejemplos de la vida cotidiana que ponemos en práctica. Al final, creo que se trata de ir poco a poco dejando de etiquetar con adjetivos las conductas de la gente para intentar explicarlas con rasgos neurológicos. No solo es más ecuánime y evita los prejuicios, creo que nos hace mucho bien. 

Este cómic de Lou Lubie (autora del fantástico Cara o cruz. Conviviendo con un trastorno mental, sobre las trampas de la ciclotimia) trata sobre una neurodivergencia en concreto que nos resulta muy familiar a todos, pero que lleva muchos prejuicios asociados: las altas capacidades. En la librería escucho a menudo a abuelas (y a veces a abuelos también, pero menos) elogiar sin freno a sus nietos con frases tipo «tiene seis años, pero como si tuviera diez, lo lee todo», «lee de corrido desde los tres años y ahora con siete me corrige a mí las faltas de ortografía», «no sabes cómo es, dame algo especialmente interesante porque los libros de los niños normales le aburren enseguida». Lo dicen con orgullo, con una satisfacción exuberante. Quizá no saben que las altas capacidades no te hacen superior a nadie, te hacen distinto a la mayoría, y te pueden hacer la vida fácil y condenadamente complicada a la vez. 

Las personas con altas capacidades se distinguen por tener una estructura cerebral diferente. Su cerebro es más rápido y está más conectado. Esto genera un pensamiento más ágil y más divergente que, en función de factores externos (cultura, educación, entorno) e internos (personalidad, emociones, intereses) puede dar lugar a rasgos característicos: facilidad para el aprendizaje, una gran curiosidad, un pensamiento que se dispersa, un razonamiento intuitivo difícil de demostrar, percepciones magnificadas, etc. Tener altas capacidades no es un problema en sí mismo. Lo que es un problema es pertenecer a un grupo que solo representa el 2,2% de la población. Y cuya diferencia no solo se suele notar en las relaciones sociales, sino que se señala y exhibe sin pudor en la infancia, por parte de la familia y también en la escuela, sentando las bases de una educación que a menudo proyecta inseguridades, miedo a fracasar, soledad y otros traumas complejos y duraderos. 

Con una historia bonita y emotiva, Lou Lubie nos cuenta de una manera divulgativa en qué consiste tener altas capacidades. Sus luces y sus sombras. La cantidad de presiones a las que se somete a los niñas y niñas para que hagan un uso determinado de sus diferencias sin pensar en el daño que esa atención puede ocasionarles. Y la necesidad de cultivar la generosidad necesaria para dejar de lado las etiquetas y aprender a ver y leer a la persona detrás de su excepcionalidad, para tratarla como es y no como pensamos que debe ser. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario