Los editores de Amok, especialistas en traernos maravillas de la literatura asiática, me han hecho descubrir el cómic que más me ha impactado últimamente por la impresionante belleza de sus ilustraciones. ¿Cómo lo hace Chongrui Nie? ¿Cómo consigue, con lo que parece que son unas simples rayas negras y grises perpendiculares y paralelas, transmitir tantísima expresividad? Este libro no suelo recomendarlo como los otros. Se lo tiendo a la persona con la que estoy hablando y le digo: ábrelo. Normalmente no suele hacer falta mucho más.
Pero se puede contar mucho más, por supuesto. Porque la historia es fascinante. El autor retrata escenas de la revolución cultural china en una zona de montaña llamada Guancen, en la que vivió durante años trabajando en una fábrica de armamento. Son escenas a veces tranquilas, pero otras violentas, de una crueldad gratuita, propia del fanatismo religioso que imperaba a finales de los años sesenta en China. Y que tan bien contó Juan Gabriel Vásquez en Volver la vista atrás.
El autor transmite ante todo la alegría de dibujar, perdido en las montañas, todo lo que le rodea. El dibujo se vuelve un refugio, un escape de un mundo a menudo difícil de comprender. Siente fascinación por la naturaleza salvaje, con su belleza y su peligro. Y también por esos templos milenarios escondidos en los valles que los guardias rojos se empeñan en destruir. Esos guardias rojos, jóvenes de la ciudad que causan alboroto, peleas y todo tipo de desórdenes allá donde van. Legitimados por la ideología dominante, son unos canallas fanáticos que arrasan con todo, a menudo por el simple placer de ostentar el poder y destruir a voluntad.
El autor mantiene un vínculo profundo con las montañas Guancen durante toda su vida. Volverá a ellas una y otra vez y no dejará de recordar todo lo que allí vivió, la gente que conoció y todo lo que ya solo puede volver a ver cuando cierra los ojos, se zambulle en los recuerdos y los abre en la realidad paralela, bellísima, de sus dibujos.
Este es un libro para guardar cerca. Para tener siempre a mano y poder recurrir a él cuando el mundo se vuelva insoportable y necesitemos belleza, raudales de belleza, para poder sobrellevarlo.
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