jueves, 30 de junio de 2022

HIERBA

Impresiona constatar cómo los soldados de diferentes ejércitos, arrollados por la sinrazón de su trabajo, no contentos con matarse salvajemente unos a otros se han cebado siempre con las mujeres. Sobre ellas han descargado su furia, su terror, su frustración y sus instintos más animales y sádicos. "Mujeres de consuelo", las llamaban los soldados japoneses destinados a la Corea ocupada durante la segunda guerra mundial. Consuelo para ellos, infierno para ellas. Este cómic estremecedor cuenta la historia de una de ellas. 

Es la historia de una niña muy pobre en una familia de campesinos que apenas tienen para vivir. La esclavitud sexual atrapó a niñas y mujeres de todo tipo, pero las más vulnerables siempre fueron aquellas que no tenían un respaldo familiar y una educación que les abriera los ojos a la diversidad de oportunidades del mundo más allá de su familia. La esclavitud sexual puso en evidencia las desigualdades de clase, y la autora señala muy bien el desamparo terrible de la protagonista al pasar de familia de acogida en familia de acogida hasta que fue secuestrada por dos militares japoneses y encerrada en una "casa de consuelo".

Su caso no fue aislado. Miles de niñas y adolescentes coreanas fueron raptadas y encerradas en asentamientos militares para servir como criadas y esclavas sexuales durante la ocupación japonesa. Y, pese a la lucha durante décadas de multitud de mujeres coreanas para que el gobierno japonés aceptara su responsabilidad en este crimen de guerra, pidiera disculpas públicamente y las indemnizara por todo el daño ocasionado, aún siguen esperando. Japón nunca ha pedido perdón oficialmente por su responsabilidad. 



Hay ecos de Maus en estas páginas. La angustia de los campos nazis planea en los primeros planos de las caras de estas adolescentes encerradas que han abandonado toda esperanza. No hay violencia explícita. No hay cuerpos desnudos ni heridas abiertas. Hay un intento de ir más allá de la explicación gráfica del sufrimiento, de ir a la profundidad del dolor y representarlo mediante símbolos y alusiones que impacten y remuevan tanto como una imagen explícita. Hay delicadeza. Mucha naturaleza. Hojas de bambú bailando al viento. Campos y montañas. Cielos nocturnos. Hierba. Todo en un blanco y negro que a veces tranquiliza y otras se revuelve como un monstruo en una pesadilla. 

Las mujeres de esta historia son como la hierba. Hierba resistente al pisoteo de los hombres. Hierba que siempre renace en primavera. Que resiste al viento y a la nieve, que crece en los huecos, en los márgenes de la vida, y allí permanece, ocupando el espacio que puede, el espacio que la vida le otorga y que le pertenece. Hierba que se levanta tras cada golpe y que reclama calor, paz, dignidad y alegría. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario