lunes, 13 de junio de 2022

EL PELIGRO DE ESTAR CUERDA

Durante diez años fui a un colegio con una pedagogía que fomentaba muchísimo la creatividad. Allí, además de aprender los mismos contenidos teóricos básicos que enseñan en cualquier centro educativo tradicional, esculpí madera, piedra y metal, manejé sopletes, cosí disfraces, planté verduras, árboles y flores, construí pequeños muebles, actué en obras de teatro y musicales, toqué distintos tipos de flautas, instrumentos de percusión y de cuerda, dibujé y pinté y elaboré mis propios libros de texto, y de mis manos salieron un montón de cosas que sin duda he olvidado. En paralelo, por las tardes, iba al conservatorio a estudiar piano. Y me pasé la adolescencia escribiendo como un loco. Así que crear cosas siempre ha sido una actividad familiar para mí. Una forma natural de relacionarme con el mundo en la que no he pensado demasiado, quizá porque me resulta demasiado evidente. Creo que esa es la razón por la que me ha gustado tanto este libro de Rosa Montero. Porque pone palabras a ideas e intuiciones que siempre he tenido. Mientras lo leía, un enanito dentro de mí saltaba diciendo a cada página mira, mira, ahí estoy yo, eso es, ¡eso es!, lo has clavado, es que es tal cual, así lo siento, así lo pienso. 

Y eso no quiere decir que sea, como lo llama la autora, un yonqui de la intensidad. Y que si no escribo o pinto o toco el piano me siento peor, o me subo por las paredes y mi vida se convierte en el torbellino doloroso del síndrome de la abstinencia. Nunca he llegado a esa furiosa necesidad. Pero sí percibo el impulso de crear cosas como un rumor interno, una canción silenciosa que pugna por salir y que, si la dejo bloqueada mucho tiempo en su cajita, protesta indignada como las piernas de un montañero privadas de sus montañas. Es una energía continua que necesita salir por algún sitio. Necesita su ración de belleza periódica para vivir contenta. 

Y entiendo muy bien a los que necesitan crear para mantener la cordura. Crear como medio de supervivencia. Los artistas siempre han tenido fama de (entre otras muchas cosas poco halagadoras) caprichosos y vanidosos. Y, sin embargo, muchos de sus caprichos y vanidades se explican mejor como un resultado de sus trastornos mentales. Cuando la vida parece hundirse, crear le da un sentido. Es un consuelo y un pilar. Un refugio contra las peores tormentas. Una compañía para la soledad. Un salvavidas para una autoestima en peligro. Crear sirve para gobernar la multitud de personajes que hablan y opinan y manipulan la realidad e intentan imponer sus paranoias como sea en la mente de los artistas. A menudo sus obras son "delirios controlados para intentar apuntalar una realidad demasiado precaria". "Escribimos para que el brillo de lo extraordinario ciegue nuestros ojos y nos permita ignorar la oscuridad". 

El peligro de estar cuerda se suma a la ola de libros sobre salud mental que están llenando las mesas de novedades estos dos o tres últimos años. Conecta con Fármaco, de Almudena Sánchez, y con Por si las voces vuelven, de Ángel Martín, en la descripción de lo que pasa cuando uno sufre un trastorno mental. Lo primero que te quitan es la palabra, dice Rosa Montero. No hay lenguaje que te sirva para explicar lo que te pasa, porque las palabras solo reflejan la vida y lo que te pasa está en otra dimensión. Una dimensión desconocida y aterradora. Y ahí irrumpe la soledad. La soledad del que ha perdido el lenguaje que le conectaba con los demás y que no sabe cómo decirles que un monstruo innombrable le ha secuestrado y arrastrado a un agujero atroz sin salida. Es como tratar de explicarle a esa abuela que no ha salido nunca de su pueblo de Soria a qué sabe exactamente el curry. Pero en versión película de terror. 

"Sentirte loco es sentir que de algún modo ya no perteneces a la especie humana". Y poder crear, a menudo, es un salvavidas que te trae de vuelta a tus raíces. De esto trata este libro. De la creatividad como salvación para los artistas asediados por algún tipo de locura. Que son tantos. 



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