jueves, 23 de junio de 2022

OFENDIDITOS

¿Es lícito hacer chistes sobre minorías? ¿Reírse de los negros, los gays, los gitanos? ¿El humor debe ir contra el poderoso o puede ir también contra el débil? ¿Nos siguen haciendo gracia los chistes en máxima audiencia sobre mujeres maltratadas? 

El humor cambia a la vez que cambia la sensibilidad de la sociedad y sus preocupaciones. Hay gente que se queja porque piensa que antes éramos más libres de hacer chistes de cualquier cosa, y que nadie se enfadaba ni ofendía por reírse de gitanos y maricones. Pero quizá no se trate tanto de libertad como de que lo que hacía gracia en 1985 ya no hace gracia cuarenta años después. Igual que los chistes sobre judíos como malévolos conspiradores subhumanos dejaron de hacer gracia después de 1945. 

"Si el humor no tiene límites, todo chiste es un salvoconducto". Toda expresión artística puede tener también una carga ideológica. Que el humor la libere de toda responsabilidad o no es uno de los debates actuales sobre los límites de la libertad de expresión más interesantes de nuestro tiempo. 

Pero dejando a un lado el humor, Lucía Lijtmaer plantea en este breve ensayo una pregunta: ¿es lícito ofenderse ante algo que uno considera injusto? Cuando periodistas, analistas y políticos llaman ofendiditos a las personas que se ofenden ante un uso machista del lenguaje, o ante un chiste sobre mujeres maltratadas, están asociando la protesta a un intento de censurar una forma de expresarse políticamente incorrecta. Y por lo tanto, desligitiman esa protesta, la llaman puritana, y la criminalizan, vinculándola a la infantilización de la sociedad. 

"El ofendidito es objeto de mofa por blando, moralista y corto de miras". Es un ser demasiado frágil, demasiado especial, que necesita que le endulcen la realidad para no verla como realmente es. Al hacer hincapié en su carácter débil y feminizado, los que se mofan de los ofendiditos parecen dejar claro que lo que está en juego en realidad es su concepto de la masculinidad. La dureza machita de aceptar una broma sin pestañear. Porque los hombres no lloran, no se indignan. Los hombres de verdad hacen chistes de maricones pero no son homófobos porque todos tienen un amigo que es gay y no pasa nada. Los hombres de verdad no se ofenden. A menos, claro está, que un cómico se mofe de la bandera de España o de la monarquía. Entonces sí. Ofendidos todos. Pero con mayúsculas. Nada de diminutivos. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario