Acabo de leer Maus. ¿Que cómo he podido leer decenas de cómics teniendo este pendiente? Ya. Cierto. Pero ahora envidio a los que aún no lo han leído, porque no saben lo que les espera. No haber leído Maus es un privilegio. El otro día se lo dije a un chaval de quince años que se lo llevaba porque su profe de Historia (maravillosa profesora, quién fuera tu alumno) se lo había recomendado. Abrir la primera página es como girar en la última curva que esconde la playa para los que nunca han visto el mar. Como encontrarte con la Torre Eiffel de frente al salir del metro de Trocadero. Como entender, de pronto, las letras de aquellas canciones de los Beatles que en tu infancia pronunciabas a voleo por fonemas. Acabo de leer Maus. Y aún me estoy recuperando. Espero que el alumno quinceañero se encuentre igual de asombrado que yo.
Maus me ha recordado muchas historias sobre los judíos en la segunda guerra mundial. Es un poco como si conocieras a tu padre ya de mayor y te recordara a tu hijo. Me ha resultado extrañamente familiar. Y al mismo tiempo, es único. Diferente a todos los cómics que he leído hasta ahora. Diferente por el uso de los animales (ratones, cerdos, gatos) para dibujar a los personajes, y la fuerza expresiva que consigue con ellos. Diferente por el retrato descarnado del carácter del protagonista y su relación con su hijo y con su entorno en Estados Unidos tras haber sobrevivido al antisemitismo de su Polonia natal y a Auschwitz. Diferente por el uso de los errores gramaticales para describir a un personaje, por la sencilla brutalidad del trazo negro y las rayas para expresar pánico, miedo o indefensión, por retratar el Holocausto a través de una historia personal cruda y apasionada en la que los verdugos y las víctimas se confunden en un mismo infierno.
He pensado en Primo Levi. En Los surcos del azar, de Paco Roca. En los millones que murieron por el sadismo de unos miles y la crueldad de millones que aprobaron en silencio o decidieron mirar para otro lado. Y he aprendido a meterme en la cabeza de aquellos que decidieron proteger a judíos en su casa a cambio de dinero, como si fuera un negocio más, sin que su conciencia se removiera lo más mínimo.
Maus cuenta la historia del padre del autor. Su juventud en Polonia, su alistamiento en el ejército, su vida en el gueto, su supervivencia milagrosa y su desgarradora historia de amor con la madre de Art Spiegelman. Y también, en paralelo, cuenta cómo le contó todo a su hijo en diferentes entrevistas poco antes de morir y cómo era su carácter y su visión de la vida cuarenta años después de lo sucedido. Es un cómic desgarrador de una genialidad creativa deslumbrante. Algunos dicen que es el padre del cómic moderno. Es posible. Si es así, su prole ha hecho bien en no crear una escuela a su alrededor. A los genios es mejor no tratar de imitarlos.
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