lunes, 5 de febrero de 2018

NADA (firma invitada)

Carmen Laforet escribió Nada con veintitrés años. Sorprende y admira tremendamente pensar que la primera novela de un escritor sea tan perfecta. Admiración es lo que siento por esta obra de una escritora novel que supo ahondar en la psicología de los personajes y de la ciudad con esa calidad impecable. Y que logró una novela de estructura redonda que transmite a los lectores algo más que un argumento: la sensación angustiosa de una época.

Releo Nada por motivos laborales. Es una de las lecturas recomendadas para mi grupo de Bachillerato y me alegra saber que se adentrarán en el mundo gris y doloroso de la casa de la calle Aribau con sus personajes caricaturescos y a la vez verosímiles, de una verosimilitud que solo es posible alcanzar sabiendo que el libro se ambientó en los años siguientes a la Guerra Civil. Estoy contenta porque un grupo de jóvenes entre diecisiete y dieciocho años vivirán durante unos días o unas semanas la vida de Andrea y la vida de Ena, dos jóvenes de dieciocho años que parece que acaban de nacer a la verdadera vida. Sus vidas y también las del resto de personajes que en torno a ellas malviven en la miseria y la suciedad de una ciudad casi irreconocible para mí son tan diferentes a las que pueden vivir nuestros adolescentes, que el choque temporal les dejará la misma huella que en su día me dejó a mí esta novela.

Creo que la obra de Carmen Laforet, así como la de otras autoras contemporáneas suyas –Carmen Martín Gaite, Elena Fortún, Mercè Rodoreda– no solo tienen en común el periodo en que fueron escritas, sino una grisura en el tono que llega a conmover a quienes no vivimos en un periodo tan sombrío como la posguerra española. La obra de estas tres autoras comparte el tono y la psicología de los personajes femeninos marcados por su género y testigos de una violencia estructural a la que parece que habían llegado a resignarse.
Carmen Laforet

Existe una edición de Nada que incluye una separata con un informe del "censor" con la siguiente información sobre ella: "Novela insulsa, sin estilo ni valor literario alguno. Se reduce a describir cómo pasó un año en Barcelona en casa de sus tíos una chica universitaria. Sin peripecias de relieve. Creo que no hay inconveniente en su autorización". Este lector censor fue poco sensible al brillante uso del lenguaje de la autora, a las figuras literarias (especialmente metáforas, pero también sinestesias y otras imágenes muy sensoriales), al registro de los personajes y, sobre todo, no fue nada sensible al argumento, la transformación interior de Andrea, su emancipación y su lucha por la libertad en un ambiente marcadamente machista. Tampoco debió de parecerle una crítica de la sociedad a su censor el hecho de que la pobreza y el hambre, con sus consecuentes episodios de enfermedad en los personajes, aparezcan retratados con tanto realismo. Gracias a censores tan ciegos (o no) pudieron ver la luz en España obras que desde lecturas contemporáneas no entendemos cómo lo hicieron.

En fin, Nada es una novela de necesaria lectura y me arriesgaría a decir que también es de necesaria relectura, requiere pasar por las manos y la mente del lector en momentos diferentes de su vida para  que este comprenda mejor las pasiones o pulsiones que mueven a los personajes y para recrearse en una narrativa extraordinaria.


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