Hace unos meses, la directora de un colegio de nuestro pueblo fue expedientada y expulsada del centro por no haber tomado medidas ante un supuesto caso de acoso escolar. Hace dos años, el director de otro colegio cercano sufrió un aluvión de quejas por varios casos de supuesto acoso que afectaban a alumnos y profesores, y a día de hoy sigue en su puesto. Lo curioso de los dos casos es que son prácticamente iguales, y mientras que las críticas vertidas contra la directora fueron furibundas y exigían su cese inmediato, las dirigidas contra el director se limitaban a pedir explicaciones e información para poder establecer un protocolo de actuación. Una reprimenda y otra oportunidad para él. La expulsión y el escándalo para ella.
En este breve ensayo, Mary Beard cuenta una anécdota parecida sobre un debate político reciente en Inglaterra entre la laborista Diane Abbott y el conservador Boris Johnson. Ambos políticos metieron la pata demostrando su ignorancia sobre temas cruciales de la sociedad inglesa, ante lo que el público reaccionó con un doble rasero: él recibió el claro mensaje de que debería hacerlo mejor la próxima vez, mientras que los insultos dirigidos a ella ("gorda idiota", "pedazo de cretina") tenían como objetivo precisamente que no hubiera una próxima vez. En definitiva, "si una mujer se adentra en territorio tradicionalmente masculino, el ataque llega indefectiblemente, y lo que lo provoca no es lo que se dice, sino el simple hecho de decirlo".
Ejemplos como estos suceden a diario en todo el mundo. Las mujeres tienen muchas más dificultades que los hombres para acceder a puestos de poder (ya sea en empresas, en instituciones o en política), y una vez que los ostentan, se les exige mucho más para permanecer en ellos. La última campaña electoral estadounidense fue una buena prueba de ello. La imagen de Donald Trump degollando a Hillary Clinton como si fuera Perseo con la medusa fue reproducida en camisetas, posters y pins en todo el país, mientras que la humorista que presentó en un programa de televisión una falsa cabeza cortada de Trump terminó perdiendo su trabajo. La imagen de un hombre decapitando a una mujer es mucho más aceptable para la sociedad que la de una mujer decapitando a un hombre. Lo mismo pasa con los linchamientos virtuales en redes sociales: es mucho más fácil linchar a una mujer. Esta actitud parece demostrar que, al fin y al cabo, ese no es su verdadero lugar. Puede que estén en el poder. Pero están de paso. Deben demostrar todos los días su valía porque, en el fondo, en nuestra sociedad una mujer en el poder es aún una extranjera que no tiene derecho a equivocarse.
"¿Cómo hemos aprendido a mirar a las mujeres que ejercen el poder o que tratan de ejercerlo? ¿Cuál es el sustrato cultural que alimenta la misoginia en la política o en los puestos de trabajo y cuáles son sus formas? ¿Cómo y por qué excluyen a las mujeres las definiciones convencionales de "poder" que llevamos a cuestas?"
Estas son las preguntas fundamentales que Mary Beard responde en este libro, utilizando como inspiración la cultura clásica, de la que es una de las mejores especialistas hoy en día. Nuestra forma de entender el poder, la ciudadanía, la responsabilidad civil y la violencia política es heredera directa de aquella civilización, y eso explica que nos cueste percibir la voz de las mujeres como voz de autoridad. En la antigua Roma las mujeres no podían participar en el discurso político por la simple razón de que este era un atributo de la virilidad. Un hombre era un hombre porque hablaba en público. Las mujeres sólo podían manifestarse en la esfera privada, que era el ámbito que las definía. "Por consiguiente, una mujer que hablase en público no era, en la mayoría de los casos y por definición, una mujer".
La mitología clásica, el cristianismo y la cultura occidental en general han insistido siempre que el deber ineludible de los hombres es salvar a la civilización del gobierno de las mujeres. Estas actitudes y prejuicios llevan milenios arraigados en nuestra cultura y en nuestro lenguaje, y salen a la luz, cada vez con más frecuencia a medida que más mujeres van accediendo a las esferas de poder. Mary Beard es catedrática de Clásicas en Cambridge y una de las más reconocidas historiadoras del mundo en su campo. En el primer capítulo de este libro menciona una anécdota de la Odisea en la que el joven Telémaco manda callar a su madre porque su voz, la voz de una mujer, no debe ser escuchada en público. Por supuesto, es imposible encontrar todas las causas del machismo actual en la historia de Grecia y Roma. Pero desgraciadamente, sigue habiendo infinidad de Telémacos reprimiendo la voz de las mujeres y ya es hora de que ese desprecio milenario empiece a pasar a la historia.
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