Al igual que el abrazo de P. o los canelones de mi madre, los libros de Stefan Zweig son casa. Hogares que se renuevan con cada visita. Y vuelvo a ellos con la alegría de zambullirme en un calor en el que me reconozco, y con la certeza de que siempre seré bienvenido. La editorial Acantilado lleva casi veinte años reeditando poco a poco toda la obra de Zweig. Y la emoción que siento al abrir la primera página de cada libro suyo se mantiene intacta con el paso del tiempo. Poco importan el tema, los personajes o el desarrollo de la historia, sé que mi querido Zweig me va a llevar siempre a un lugar del que volveré cambiado.
"La saciedad puede ser tan estimulante como el hambre, y esa vida regalada, carente de peligros, despertó en ella la sed de aventuras". Ansiar lo que no se tiene. Y, al obtenerlo, pasar a ansiar otra cosa. Es un tema recurrente en la literatura universal. Y en la vida de cualquier persona, en realidad. ¿Por qué conformarme con uno si puedo tener dos? Algo así se plantea Irene, la protagonista de esta novela corta, una mujer felizmente casada y madre de dos hijos, cuando, más por curiosidad que por verdadera pasión, comienza una relación con un joven pianista. Nada de fuego, nada de ardor amoroso, nada de éxtasis trascendental, simplemente un estímulo más en su agenda, como las noches de ópera o las excursiones al campo con las amigas de la alta sociedad. Sin embargo, pronto su secreto será descubierto por una mujer enigmática que la someterá a un inflexible chantaje y convertirá sus días en una espiral de miedo.
Es impresionante la descripción de ese miedo. Tras haber gozado de la sensación de libertad que le daba su aventura, esa "dulce efusión de la sangre" que insuflaba nuevo ímpetu en su anodina vida cotidiana, Irene se ve encerrada en una soledad atroz impuesta por el temor a ser descubierta y siente que esa mujer vulgar y vengativa la está llevando a un callejón sin salida. Su vida, aquella vida aburrida que ahora echa tanto de menos, parece sacada del pasado de otra persona, y se siente extraña en ella, incómoda, como embutida en un jersey mal cortado que no la deja moverse ni respirar.
Miedo. En todas las épocas ha habido miedo. Miedo a perder tu trabajo, miedo a no llegar a fin de mes, miedo a no cumplir las expectativas de la gente a la que quieres. Miedo a decepcionar a los demás. A no estar a la altura. Al silencio. Al vacío. A la falta de aquello que uno necesita para vivir. Este libro es una indagación en las relaciones que mueven el mundo, en su importancia y su significado. Explora uno de estos miedos con pasión, elegancia y esa perspicacia emocional infatigable que tanto admiro en Stefan Zweig. Y, a pesar de que ha pasado casi un siglo desde su publicación, ese miedo sigue estando ahí, en las fachadas matrimoniales de tantas parejas, en la cantidad de mentiras que cuenta la gente para seguir siendo amada, respetada, aceptada, para seguir formando parte de una sociedad regida por convenciones que no saben nada de los sentimientos que hacen humanas a las personas: el deseo, la pasión, la libertad.
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