jueves, 21 de diciembre de 2017

NUESTROS DIEZ CÓMICS FAVORITOS

La literatura nos puede llegar a través de múltiples formatos, y algunos de ellos tienen la virtud de dar libertad a los creadores para crear obras de arte de una fuerza expresiva y con unos matices muy difíciles de alcanzar por otros medios. Uno de ellos es el cómic, y para demostrarlo, hemos hecho una selección de los que más nos han gustado en 2017. Como suele ser habitual en nuestras selecciones, priman las denuncias sociales, la diversidad cultural y las historias potentes e íntimas que nos afectan a todos en el día a día.
Después de nuestros diez favoritos de literatura adulta y nuestros diez cuentos infantiles favoritos: nuestros diez cómics favoritos.
¡Cosecha Benedetti!


1. La casa. Crónica de una conquista, de Daniel Torres (Norma, 49,50€).

La intención de Daniel Torres al iniciar este proyecto era tremendamente ambiciosa: hacer una historia de la relación entre las personas y su casa para descubrir en qué medida esta define nuestra forma de ser. Una historia que empezara en el Neolítico y terminara hoy en día, y que combinara personajes de ficción, textos históricos, tramas intrigantes y planos urbanísticos encuadrados en una asombrosa variedad de estilos de ilustración para dar una idea global, exhaustiva y amenísima de lo que significa la idea de hogar en nuestras vidas. El resultado es una obra de arte apabullante, espectacular, inabarcable.


2. Vidas ocupadas, de José Pablo García (16€).

Un día José Pablo García recibió una llamada con una propuesta surrealista: un técnico de comunicación de Acción Contra el Hambre le invitaba a pasar diez días con ellos en los territorios palestinos ocupados para empaparse de la situación que se vive allí y hacer un cómic "sobre la inseguridad alimentaria, la falta de agua y medios de vida de la población palestina". 
Con algo de miedo, aceptó. Y el resultado es este cómic sencillo y directo sobre un conflicto que empezó hace ya setenta años y para el que ningún político ha conseguido encontrar una solución.


3. Escapar. Historia de un rehén, de Guy Delisle (Astiberri, 23€).

El canadiense Guy Delisle nos tenía acostumbrados a sus crónicas de viaje desenfadadas, irónicas y lúcidas de lugares poco habituales (Birmania, Pyongyang, Jerusalén), y con su último libro da un giro brutal en su producción. Escapar cuenta la historia de Christophe André, un trabajador de Médicos Sin Fronteras que fue secuestrado por una milicia chechena en 1997 y retenido durante meses en espera de un rescate. Y es una verdadera bomba. Por su sencillez narrativa y por la cruda descripción de lo que le puede hacer a un ser humano la pérdida indefinida de su libertad. Pocas historias nos han sabido transmitir tan intensamente la sensación de reclusión y nos han llevado al desenlace con más taquicardia que esta.


4. Nos vemos allá arriba, de Christian de Metter y Pierre Lemaitre (Norma, 25€).

Este cómic es una adaptación gráfica de la novela de Pierre Lemaitre Nos vemos allá arriba, Premio Goncourt 2013. Sus protagonistas, Édouard y Albert, deberían haber muerto en la primera guerra mundial. Habría sido lo más conveniente para sus superiores y para los gobernantes de la paz de los años veinte, incapaces todos de compensar por su sufrimiento a las decenas de miles de heridos que volvieron deshechos de una guerra espantosa y absurda. Estos dos despojos de la paz, unidos por una amistad compleja y profunda, protagonizan una de las historias de venganza más contundentes e impactantes que hemos leído nunca y muestran cómo del sufrimiento y la compasión pueden salir las ideas más creativas. Y las más desesperadas.


5. La balada del norte, tomos 1 y 2, de Alfonso Zapico (Astiberri, 18€ c/u).

Zapico, uno de los más brillantes historietistas españoles, está creando una obra impresionante sobre la Revolución de 1934. A través de una ambigua historia de amor entre el hijo del dueño de una compañía minera y la hija de uno de los líderes de la revolución, retrata de forma magnífica el clima de violencia, la angustia de los trabajadores, el desprecio de los empresarios y el caos que reinaron en Asturias durante aquel mes de octubre, dejando para el tercer tomo, presumiblemente, las consecuencias de la represión y el destino de esa pareja improbable. La revolución de octubre de 1934 fue la última revolución social de Europa Occidental. Y aunque fracasó, pronto se convirtió en un mito para la izquierda, a la altura de la Comuna de París o de la Revolución Rusa.

6. La levedad, de Catherine Meurisse (Impedimenta, 24,95€.

El 7 de enero de 2015 la autora de este cómic se quedó dormida. No oyó el despertador y cuando llegó a la sede de Charlie Hebdo sólo tuvo tiempo de escuchar los disparos y esconderse. Su retraso le salvó la vida, pero no la libró del trauma de perder, en apenas unos minutos, a la mayoría de sus amigos y maestros. Este cómic cuenta el atentado, el limbo por el que pasó la autora los meses siguientes y su sed de belleza para contrarrestar su vacío interior. El terrorismo es el enemigo declarado de la risa y del lenguaje. Por lo tanto, ¿qué mejor forma de combatirlo que reírnos juntos?



7. Oscuridades programadas, de Sarah Glidden (Salamandra, 25€). 

Todos hemos oído hablar de los coches bomba, de los atentados, de las emboscadas de insurgentes, de las explosiones en embajadas, mercados, comisarías. Algo sabemos también de las miles de mujeres asesinadas cada mes en Oriente Próximo por el simple hecho de ser mujeres, asesinadas por sus maridos, sus padres o sus hermanos en nombre de la religión o de su honor. Todos sabemos, sobre todo desde 2011, de los millones de refugiados que llevan años viviendo en campos esperando que los países europeos cumplan de una vez las cuotas de asilo que prometieron. Sarah Glidden nos cuenta estas historias. Pero no sólo. También nos las muestra. Con sus acuarelas suaves llenas de luz y sencillez, nos lleva de la mano por la cotidianidad del horror para que nadie pueda refugiarse en la abstracción de las palabras. 


8. El arte de volar y El ala rota, de Antonio Altarriba y Kim (Norma, 23,95 cada uno).

El arte de volar recibió el Premio Nacional de Cómic en 2010 y se reeditó en 2016 a raíz de la publicación de El ala rota. En el primero, el autor contaba la historia de su padre. El año pasado completó el díptico familiar con la historia de su madre. En ambos, el autor hace un recorrido por la mayor parte del siglo XX a través de la historia de sus padres con dos relatos que son las dos caras de una misma moneda. Son historias íntimas, sociales, potentes, que escarban muy dentro de los personajes para contar una vida que, en el fondo, puede ser la de todos. Estos son dos de los mejores cómics españoles de este siglo. Hay pocos, muy pocos, que lleguen a su altura.


9. El cumpleaños de Kin Jong-il, de Aurélien Ducoudray y Mélanie Allag (Astiberri, 18€).

Corea del Norte es un país que no nos terminamos de creer. Y menos aún los que hemos nacido en democracia y aprendimos del terror de los regímenes totalitarios a través de los libros. Pero Corea del Norte existe. Y no está gobernada por monstruos. Son gente de carne y hueso la que prohíbe a los niños celebrar su cumpleaños. Gente de carne y hueso, también, la que llena las plazas kilométricas de Pyongyang en los días de la patria, movida por el miedo o la idolatría, tratando de sobrevivir allí donde han sobrevivido sus padres y sus abuelos, en el país más hermético del mundo. Corea del Norte existe. Y en las páginas de este cómic, protagonizadas por un niño cuyo cumpleaños coincide con el de su amado líder, cobra vida de una forma vívida y dramática. 


10. Ardalén, de Miguelanxo Prado (Norma, 25€).

Recuperamos esta maravilla de cómic cinco años después de su publicación para nuestra lista de este año, aunque la verdad es que merecería estar en las listas de todos los años. Sus ilustraciones tienen una expresividad cálida y conmovedora, parecen habitadas por un dinamismo cinematográfico pero, al mismo tiempo, transmiten calma y emociones profundas con una paleta inacabable de tonalidades de color. Los peces vuelan y las hadas susurran y los barcos naufragan entre los troncos de los eucaliptos, y todo parece extraordinariamente real a través de la mirada melancólica de Fidel. Real como los recuerdos. Como la fantasía necesaria para que sobrevivan al olvido y dibujen nuestra identidad.



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