Tras los homenajes a Benedetti y a Delibes en sus respectivos centenarios que hemos hecho desde nuestro club de lectura virtual, nos faltaba dedicarle un libro a Galdós. Y decidimos hacerlo de una manera... digamos que indirecta, a través de los ojos de una autora que nos fascina y cuya figura es inigualable en nuestra literatura. Galdós tuvo correspondencia con muchos escritores de su época, y a pesar de su carácter reservado muchos lo conocieron de cerca. Pero ninguno se acercó tanto a él, física e intelectualmente, como Emilia Pardo Bazán. Y es que es ella la que fascina en estas cartas. Ella la que ocupa todo el lugar con su agudeza, generosidad, franqueza y arrolladora pasión por su miquiño querido.
"En cuantique te vea te como".
"Te muerdo un carrillito y te doy muchos besos por ahí, en la frente y en el pelo y en la boca".
"Estimo en ti lo que sólo en ti se encuentra, sin dejar de saborear lo otro, que es mejor por ser tuyo. En prueba te abrazo fuerte, a ver si de una vez te deshago y te reduzco a polvo. En cuanto yo te coja, no queda rastro del gran hombre".
Yo no sé lo que debió de sentir Galdós, "el gran hombre", al leer estos arrebatos. Lo que sabemos es que después de leerlos invitó a su querida Emilia a un viaje por Alemania que fue la eclosión de su relación amorosa, por lo que dudo que le disgustaran. Y no dejo de imaginármelo, tan reservado él y tan circunspecto, ruborizado hasta el cogote por la pasión arrolladora y sin filtros de esta mujer poderosa y tierna que siempre bebió los vientos por él.
En la lectura conjunta que hicimos el pasado domingo salieron muchos de los temas que unieron a estos dos maravillosos escritores. Como comentó P., después de leer sus cartas a todos nos tenía en el bote la buena de Emilia con esa expresividad tan expansiva suya que no se arredraba ante nada ni ante nadie. También todos teníamos la sensación de estar espiando por una mirilla cual voyeur, una mirilla privilegiada desde la que nos sentíamos espectadores un poco culpables pero sin duda emocionados y rendidos ante el espectáculo de una intimidad tejida con los sentimientos más universales: la admiración, el respeto, la complicidad, la pasión, el amor, la necesidad y el humor.
Toda una vida cabe en estas cartas. La vida de una mujer sin par que luchó toda su vida por la libertad de las mujeres para amar y para expresarse y que amó, de tú a tú, al mejor escritor de su época. Una ventanita al mundo interior de una mujer-vendaval fascinante.
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