lunes, 9 de noviembre de 2020

HIJA DEL CAMINO (firma invitada)

Leer Hija del camino, de Lucía Mbomío, me ha llevado directa al barrio de mi infancia, a mi colegio, a mi instituto y me ha puesto frente a mi yo de entonces, compartiendo calles, aulas y tiempo libre en la multiculturalidad de una ciudad dormitorio del sur de Madrid. Por aquellos años, además, formaba parte de mi familia una persona negra casada con un familiar. Y no sé muy bien por qué, yo me sentía orgullosa de tal excepcional acontecimiento.

Con los ojos de adulta de hoy en día, imagino que debieron de ser momentos difíciles para él y su mujer en una España que aún no había asimilado muy bien esa interculturalidad que hoy se da por hecho. La historia que leo en esta novela me confirma la dificultad de ser mujer, mestiza en una sociedad racista y que tenía un miedo atroz a lo diferente. Hablamos de finales de los años ochenta en adelante.

El periplo –o camino– de Sandra, en la novela, la lleva por diferentes países de Europa y después a la Guinea Ecuatorial de su padre en busca de una identidad firme. Imagino que el arraigo y el desarraigo forman parte constante de personas de orígenes diversos y Sandra no es una excepción. Entender que ella no es ni una cosa ni otra (ni española ni ecuatoguineana), sino ambas a la vez, le produce un desasosiego constante. Y también se lo produce el no sentirse ni lo uno ni lo otro en ningún sitio. Quizás se trate del eterno dilema de las personas mestizas: ser negras en un contexto blanco y blancas en un contexto negro.

Hija del camino ha sido para mí un Americanah a la española. Un texto imprescindible y necesario para conocer una parte de nuestra historia que se ha puesto por escrito pocas veces. Y que aún hoy nos causa extrañeza. Tendemos, siempre, a preguntarle a alguien cuya piel es de otro color de dónde es: el prejuicio de creer que todos los españoles somos blancos. Todavía hoy, cuando hay ya varias generaciones de hijos e hijas de inmigrantes nacidos y criados aquí.

Hoy, más que nunca, nuestra sociedad necesita una educación en la igualdad. Necesita comprender la diversidad de acentos, colores y orígenes que puebla nuestras calles y reconocer en ellos una parte importante de nuestra esencia. Igual que Sandra, la protagonista de esta historia, nuestra sociedad es diversa y aceptarla tal y como es nos hará entender mejor nuestra identidad.

Si tan importante nos resulta el movimiento estadounidense black lives matter, leamos también nuestros propios testimonios, acerquémonos a conocernos como sociedad, a entender nuestro pasado y forjar un presente que acoja e incluya. Ese es mi deseo y supongo que también el de Lucía Mbomío, quien ha puesto negro sobre blanco su propia realidad para hacer una pedagogía más que necesaria.




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