Este libro y yo llevamos ya algunos meses mirándonos disimuladamente. Paso por delante de él unas treinta veces al día, puede que cuarenta, y no me canso de verlo. Y eso que en realidad es poquita cosa, más bien pequeño y delgadito, todo inocencia. Pero tiene un poder de seducción al que caí rendido desde el primer día en que lo vi. Hasta ahora, él y yo hemos mantenido las distancias, nos hemos estudiado de lejos, evaluando la posibilidad de este idilio, gustándonos tranquilamente, sin pretensiones. Pero, debo confesarlo, estoy harto de esperar. Quiero tomar la iniciativa, limpiar tres o cuatro horas de mi imposible horario y desvelar ya su secreto.
Porque, veréis, todo en él me gusta, empezando por el título. Admito que la primera vez que lo leí, sentí un amago de cabreo por el tufillo de autoayuda insoportable que encierra, del tipo "¡Recíclate!, ¡Reinvéntate!, ¡Renuévate!, ¡sonríe, sonríe, SONRÍE!".
El dolor casi siempre es una basura maloliente y no biodegradable, digan lo que digan.
El dolor casi siempre es una basura maloliente y no biodegradable, digan lo que digan.
Pero la cita es de Ovidio y dice: "Sé paciente y fuerte, algún día este dolor te será útil". Así que me la tomo como una promesa, una semillita de sabiduría para plantar en la oscuridad con la esperanza de que esa utilidad futura sirva para algo. Y luego pienso en todas las cosas bellas nacidas del dolor, libros como La hora violeta, de Sergio del Molino, o Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan, sin duda dos de los mejores libros que he leído en el último año y que jamás podré olvidar, o música como la Quinta sinfonía de Mahler, o Between de bars, de Elliott Smith, bandas sonoras de todas las desesperanzas, y me doy cuenta de la cantidad de dolor que ha hecho falta para crear obras así, y la cantidad de emoción que nos trasmiten, y cómo ese dolor es algo que, consciente o inconscientemente, hemos aprendido a necesitar para vivir. Así que la utilidad del dolor, al menos la artística, la creadora, es evidente.
Y después de Ovidio viene la cita de Denton Welch, que es la puntilla para terminar de enamorarse:
"Cuando deseas con todo tu corazón que alguien te quiera, nace una locura que despoja de todo su sentido a los árboles y al agua y a la tierra. Y para ti no existe nada, excepto aquello tan profunda y amargamente anhelado".
Y después de Ovidio viene la cita de Denton Welch, que es la puntilla para terminar de enamorarse:
"Cuando deseas con todo tu corazón que alguien te quiera, nace una locura que despoja de todo su sentido a los árboles y al agua y a la tierra. Y para ti no existe nada, excepto aquello tan profunda y amargamente anhelado".
Cuando te enamoras de un libro antes de leerlo pasan cosas como esta, que uno se pone a escribir párrafos enteros a ciegas por la pura adrenalina de la expectativa. Y por supuesto, nadie me salvará de la decepción más amarga si al final es un chasco. Menos mal que los libros son siempre agradecidos y coherentes, ya sean buenos o mediocres, y no pueden equivocarse, como las personas tan a menudo, al gestionar el amor que se les profesa.
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