jueves, 21 de noviembre de 2024

PALESTINA/48. POEMAS DEL INTERIOR

Es terrible lo fácil que resulta normalizar una agresión cuando sucede delante de todo el mundo y quien tiene poder para ponerle fin no solo no hace nada, sino que contribuye al daño. Algo colapsa dentro de nosotros, espectadores cautivos de la violencia. Algo colapsa, y hace falta insistir en ponerle palabras al daño, aunque solo sea para que la visión continuada de ese daño no nos anestesie. Para que podamos seguir reconociéndolo. Señalándolo. Dirigiendo nuestro dedo acusador a quien lo comete. Y a quienes, pudiendo impedirlo, callan o colaboran. 

Yo no puedo dejar de leer sobre Palestina. «En 1948 a Palestina le borraron el nombre». Leo el arranque del prólogo de Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid y responsable de esta antología, y creo que ya sé lo que sigue. Se lo he leído a Rashid Khalidi, a Ilan Pappé, a Haidar Eid, a Joe Sacco, a Gasán Kanafani, a Edward Said. Pero no importa. Quiero seguir leyéndolo. Necesito seguir leyéndolo. Para que cuando abra mañana las redes sociales y me encuentre con el enésimo bombardeo, el enésimo crimen de Israel contra el pueblo palestino, pueda seguir reforzando el dique de mi conciencia contra la barbarie. 

«Si las gentes de bien no acuden al rescate de los palestinos, su suerte será similar a la de los nativos americanos. El sionismo pone en peligro la existencia de los árabes de Palestina». Esta cita es de Abdul Wahab Kayyali, la escribió en el periódico Falastin el 29 de marzo de 1914. ¡1914! El paralelismo con el colonialismo estadounidense y el exterminio de los nativos americanos pone los pelos de punta. Pero ¿quién se atrevería a decir que ha perdido actualidad?

Los tres poetas que reúne este libro contribuyeron con sus versos a despertar en los palestinos la conciencia de su identidad para reclamar libertad e igualdad. Tras la Nakba, los poetas «fueron la autoridad moral de una comunidad necesitada de compasión, y también de esperanza y liderazgo». Este libro es un homenaje a la poesía palestina de resistencia. Poesía de carácter popular, escrita con tiento para esquivar la censura israelí y, a la vez, ser claramente entendida por un público amplio. 

«Cuando hayamos muerto
y el corazón cansado cierre
por última vez los párpados
a todo lo que hemos hecho,
lo que hemos esperado,
lo que hemos soñado,
deseado
o sentido,
el odio será
lo primero que se pudra 
con nosotros». 

Para mí, Palestina es la herida de nuestro tiempo. Quizá porque nunca había sido consciente de la cantidad de gente dispuesta (gente por lo demás razonable y amable y alegre) a posicionarse a favor de un genocidio. Siento que es el síntoma de un colapso moral. Algo se ha hundido definitivamente y necesito creer que todavía somos millones los que queremos, necesitamos, que se vuelva a levantar. Libros como este me ayudan a creerlo. 





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