jueves, 23 de noviembre de 2023

VENTISCA

Con el corazón en un puño y casi muerto de frío por dentro. En una veraniega y apacible tarde de octubre, así leí esta novela breve y dura que me llevó al centro de una terrible ventisca en Alaska. 

Una mujer pierde de vista a un niño y, un instante después, ya no está. El viento ocupa su lugar. El frío. Ella lo busca. Lo busca por todos lados. Pero no está. Se ha esfumado. Ha desaparecido. 

Dos hombres también lo buscan. Cada uno con sus motivos. Lo buscan helados de frío, temiendo lo peor. Cada minuto cuenta. Cada segundo. No es tierra para hombres. Es una locura estar fuera con esta ventisca. No es tierra para hombres. Menos para niños. 

Cuatro personajes cuentan esta búsqueda incesante hacia la nada. Hacia el frío y el vacío. Hacia el pasado. En capítulos cortos, como jadeos de esfuerzo, cuentan también su historia. Qué les ha llevado hasta ese lugar perdido, salvaje. Van desvelando sus secretos capa a capa, como si se fueran quitando capa a capa sus múltiples abrigos, gorros, guantes, jerseys. Todos esos secretos que, como ropa protectora, les han mantenido a salvo. A salvo de quién. A salvo de sí mismos. 

Duro. Cortante. Violento. Así es el clima de Alaska. Así es también esta novela. Un diamante que, sin embargo, esconde una delicadeza especial. Una humanidad conmovedora. Luz. Fuego de chimenea. Un refugio cuando cae la noche. Cierta redención. Porque todas las ventiscas, en algún momento, terminan. 




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