lunes, 6 de noviembre de 2023

SALVAR EL FUEGO

"Si el fuego quemara mi casa, ¿qué salvaría? Salvaría el fuego". 

Con esta cita de Jean Cocteau arranca esta novela. Y desde la primera página te arrolla. Te pasa por encima como el vendaval de un enamoramiento incontenible. Torrencial, descarnada, apasionadísima, cruda, lírica, avanza a borbotones abriendo en canal a los personajes y al lector. Muerde, araña, rasga, se abre paso a dentelladas. Como dice un personaje, "ya basta de niños bien queriendo escribir como simbolistas franceses". Esta novela agarra la delicadeza simbolista y le prende fuego. Y es que en estas páginas crepita el fuego. Un fuego que calienta, que da vida, que ilumina todo por lo que merece la pena vivir. Y que a la vez lo incendia. 

Conocía a Guillermo Arriaga por sus guiones de Amores perros, 21 gramos y Babel, tres películas que vi casi seguidas hace muchos años, a una edad en la que mi cuerpo pedía intensidad y la buscaba a diario hasta debajo de las piedras. ¡Y dios que eran intensas! Me entra curiosidad por saber qué pensaría hoy de ellas. Supongo que alguna brasa del incendio de entonces perdura, puesto que he disfrutado enormemente de volver al universo de Arriaga. Parece que sigo estando dispuesto a salvar el fuego. 

Son tres historias con tres lenguajes distintos, tres tonos, tres registros. Una coreógrafa de clase alta, con tres hijos y una vida convencional. Un preso condenado por homicidio múltiple, inteligente y amenazante como un león detrás del cristal. Y la historia de su origen contada por su hermano, que nos sumerge en un mundo desconocido y brutal de pasiones violentas y despiadadas venganzas en un México desaforado. Por último, como contrapunto, un cuarto registro: el de los presos, con los relatos que escriben en la cárcel y retrata un crisol de vidas rotas, más vivas y más vulnerables de lo que uno puede imaginar. 

Salvar el fuego trata sobre violencia, intimidad, delincuencia, política, racismo, colonialismo, pueblos oprimidos, corrupción, cárteles, poder. Sobre el poder de los padres sobre los hijos, el poder de los hombres sobre las mujeres, de los ricos sobre los pobres, de los libres sobre los presos, de los armados sobre los indefensos, de los violentos sobre los mansos. El poder del deseo sobre la comodidad. Del riesgo sobre la estabilidad. De la adrenalina y de la loca aventura sobre la costumbre. 

Es la historia de un padre abusivo que organiza la educación de sus hijos como si fuera una dictadura marcial. Y la de un hijo que se rebela apagándola con fuego. 
Es la historia de una cárcel ruidosa de presos que claman venganza. Homicidas, ladrones, violadores. Presos fieras, presos muertos por dentro y rebosantes de energía loca. Presos sin tiempo ni vida por delante, repasando en secreto las líneas de sus "cicatrices rencorosas". 
Es la historia de un preso para el que el deseo, la atracción, incluso la posibilidad del amor no son más que grilletes que añadir a su rutina. Y, sin embargo, cómo resistirse a ellos. Cómo no ver, no sentir el torrente de sangre subvertir el orden del mundo. Cómo cerrar los ojos a la vida que brota y se desborda. 

Sí, también es una historia de amor. Y de celos. Hay mucho regusto shakespeariano, con un narco enloquecido cual Otelo del desierto. Y una descripción descarnada de un México escindido en clases sociales enfrentadas y aisladas que se temen porque no se mezclan, no se conocen. Suspicaces unas con otras. Siempre listas a señalar lo peor y atrincherarse. Y luego está ese país paralelo que rige bajo otras leyes. Las leyes del chantaje, de la amenaza y del asesinato. Las leyes de la droga y de la delincuencia. Las leyes del narco. 

He leído esta novela a toda velocidad y cada vez más rápido. Sentía su urgencia, su apremio. Por momentos pensaba en una gran bola de fuego que va cayendo poco a poco por una pendiente, poco a poco va deslizándose más y más deprisa, más frenética, hasta arrasarlo todo a su paso. Una bola de fuego que solo perdona a aquellas personas que, inmersas en un incendio, estén dispuestas a salvar el fuego. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario