miércoles, 2 de agosto de 2017

ENCICLOPEDIA MISTERIOSA DE LOS SERES DIMINUTOS

Todo el mundo sabe que los besos se esconden en los pliegues de la piel, en esas arruguitas minúsculas que se forman cuando nos reímos y que sólo hace falta frotar suavemente encima con la yema de un dedo para que salgan todos corriendo de su escondite deseando que alguien vaya a recogerlos. 

Todo el mundo sabe que las historias no solamente se encuentran en los libros, sino que se desparraman por las estanterías de madera de las librerías (sólo por las de madera) y se quedan adheridas a su superficie para siempre, de manera que cuando los libros se van, parte de su esencia se queda en aquella superficie lisa que les dio cobijo. 

Todo el mundo sabe que, en las noches de luna llena, cuando nadie pasa por ellas, las carreteras se desperezan, se sacuden el polvo de los coches y le añaden curvas a sus rectas para salir a bailar con los árboles y el viento y soñar que las luciérnagas del campo brillan en su pelo como estrellas. 

Todo el mundo sabe estas cosas. Se aprenden en casa, en los sueños o en la escuela. 
Pero lo que no todo el mundo sabe es que si los besos pueden esconderse en la piel, las historias impregnarse en la madera y las carreteras bailar en la noche es gracias a multitudes de seres diminutos que velan cada día y cada noche por el buen funcionamiento de nuestro mundo. Duendes del supermercado, hadas del cuarto de baño, trols de los campos de fútbol y trasgos de los túneles del metro. Los seres diminutos de esta enciclopedia misteriosa están por todas partes, aunque la mayoría de la gente no los vea.
Basta con cerrar los ojos de ver las cosas normales y abrir los de la imaginación. 



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